Por Enrique Pereira. Secretario de Formación Política del Comité Nacional de la UCR | ||||||
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Tal vez haya llegado el momento de hacer lo que hicieron los cardenales de la Santa Madre Iglesia en el Siglo XIX y declararon «infalible» al Santo Padre, al Papa ,y como jamas erramos, salvo cuando lo hacemos, podemos declararnos infalibles.
No es fácil eso de «pegar el grito en el cielo», pero todo es posible. En cuanto a lo de Lavagna, les informo que no solamente publiqué un artículo, mejor dicho dos, uno en enero del 2007 donde «cantaba» que nos estabamos comprando un buzón y que luego se volvería aparecer en su pesebre natural, cosa que hizo. Además me tocó ser el vocero de toda la delegación entrerriana en la Convención Nacional de la UCR, reunida en Avellaneda, donde dije algunas cosas mas que duras. Que en la calle -lugar peligroso por el tránsito- la «gente» opinaba que Elisa Carrió representaba mejor los ideales radicales, puede ser un aserto pero no un acierto, ya que ella dejó de ser radical, fundo varios partiodos, etc. y si nos reunimos para conversar sobre posibles coincidencias es que no somos lo mismo. Los radicales están en el Radicalismo. Los hinchas de Boca no se asocian a River. Estoy a favor de conversar con los sectores progresistas. Pero basta de fórmulas mixtas, que ya nos dieron epantosos resultados con Chacho Alvarez y con Lavagana. ¿O queremos demostrar que la tercera es la vencida?. Los Carriocistas locales son casi todos radicales enojados por no obtener candidaturas ¿o no? Supongo que advertirán que en esta carta hay cierta dosis de buen humor, ya que estar con la cejas fruncidas provoca estres y hasta caspa, según dijo un médico de Villa Cañás. Un (1) abrazo sincero |
Dado que este es un sitio tirando a peroncho, uno no se siente muy calificado para darle consejos a los amigos radicales.
A nosotros mismos no nos ha ido demasiado bien con las alianzas ultimamente (p.ej. con el Cleto), pero me da la impresión de que si Carrió es peligrosa como enemiga, puede ser mucho más peligrosa como aliada.
ups!
Esa alianza tiene un defecto: no tiene peronistas ostensibles, alguien que dé la garantía de que no se trata de un grupo de antiperonistas simiescos. Ergo, no van a tener votos peronistas. Si, como creo, la entente PRO – Solá (porque Duhalde no se sube) no nos saca más de siete puntos, me da lo mismo que se junten, se separen, o se vayan de viaje.
Ahora, si Duhalde se sube, ora vía Solá a la entente con el PRO, ora vía Alfonsín, a la Alianza 2.0, ahí es más peligroso. No demasiado, porque el votante de Carrió se va a sentir incómodo, y el peronista «ortodoxo» / «de Perón» se va a preguntar qué hace votando a un colombiano.
Diría Deolindo Bittel…
(No, mejor no…)
Por otro lado, sería la décimo tercera, y no la vencida…
Lucas: Si este señor Pereira es secretario de formación política del comité nacional de la ucr, y es capaz de escribir esas cartas que dicen que tienen humor, me confirma porque la ucr esta donde esta. ¿el problema son las formulas mixtas?¿los radicales enojados? y ¿las terceras son las vencidas?.
Para mi, el problema esta en «los radicales» que están en «el radicalismo».
Saludos Cordiales.
No creo que los radicales estén sólo en la UCR, han estado en tantos lados…Primero habría que precisar qué es ser radical: ser moderado? ser republicano? ser liberal? ser progresista?. Convengamos que es una fuerza ostensiblemente menor que el Peronismo y que, pese al entusiasmo resurreccionista de muchos, es una fuerza en franca disolución, como relato, me explico? Carrió? No, no es radical; es neoradical, o posradical (republicana-socialcristiana-liberal). Y seguramente después la experiencia Kirchner, tengamos neoperonistas, o posperonistas. Algo así como la reactualización doctrinaria de la que hablaba Perón: la necesidad de pensar la política en función de las demandas del mundo presente. Pregunto, hasta cuando vamos a definirnos en base a identidades y motivaciones políticas del s. XX? Enhorabuena, no soy ni radical, ni peronista.
Bueno, en Inglaterra sigue habiendo laboristas y conservadores, y aún si los laboristas se encuentran en una fase de renovación hace más de quince años, siguen siendo laboristas.
En Estados Unidos, los republicanos y los demócratas, en Francia el socialismo y el gaullismo, en Alemania la democracia cristiana… las identidades políticas del siglo XX gozan de muy buena salud, más allá de sus redefiniciones programáticas.
No veo ninguna razón para que ello deje de suceder. El problema de la antipolítica neoliberal, extensible como crisis de representación a buena parte de Occidente (lo que Rosanvallon llama «la política en la era de la desconfianza») es que no hay un «después de los partidos». No hay una opción de participación institucional superadora de las instancias existentes.
Isidoro Cheresky escribió, bajo el impacto de 2001, un libro que se llamaba La política después de los partidos.
¿Cómo es?
¿Asambleas? Vimos que no.
¿Movimientos sociales? La pelota no dobla: nunca decantan en una organización política, posiblemente porque saben que sería un partido con el nombre de otra cosa.
Hoy, Cheresky escribe sobre las reconfiguraciones de los partidos existentes. Me parece más lógico: al fin y al cabo, es lo que sucede.
Párrafo aparte para PRO: es posiblemente uno de los máximos usuarios del decálogo de la «gestión»: no hay ideología, no hay política, no hay derecha, etc.
Fenómeno: eso daría luz verde, potencialmente, a un elevado pragmatismo.
Sin embargo, a la hora de establecer alianzas políticas que permitan lanzar la candidatura presidencial de Mauricio, hay que transar con las estructuras tradicionales. Todos pasamos por ese filtro: al kirchnerismo, expresión de un sector mayoritario del peronismo bonaerense, le pasa lo mismo cuando llega a las provincias.
Y ahí es donde PRO naufraga. En la provincia, «billetera mata galán», pero compra mal y a destiempo.
En las provincias, se alía a los sectores residuales de un conservadurismo que no le garantiza el 30%. Ni el 10.
La UCR está mejor parada. Pese a la burla anterior, el retorno hoy inminente de Carrió -patente en el acto del Luna Park- de Cobos, de López Murphy, tiene operadores que saben moverse y conocen el terreno. Tiene un fondo simbólico al que apelar. Tiene un programa, en torno del cual es factible que se unifiquen la CC, el PS y algunas fórmulas provinciales. Tiene oficio: es la única fuerza política que planteó un frente político opositor para el 2009 (y la que era menos probable que lo lograse: ha avanzado allí donde fracasaron Macri y Duhalde).
Ezequiel: Es muy sugestivo lo que decís, y estoy de acuerdo. Quizá no fui claro. No hablo de que la política, la organización partidaria, las instituciones del siglo XX, deben necesariamente disolverse, e ir a la nada. Pero es claro que no ha habido en la Argentina una modernización de los partidos políticos principales. Independientemente de que el Peronismo -básicamente el Gobierno Nacional- asuma una postura progresista en el discurso, y ostensiblemente en lo que hace al rol del Estado en la economía; y de que el radicalismo vuelva a insistir con la calidad institucional, hacia adentro de las estructuras partidarias no se han dado los cambios necesarios. Hoy, el PJ tiene presidente, pero esa es una presidencia muy poco legítima, que va a durar lo que dure el kirchnerismo. Distinto es el caso del PS, donde el líder partidario no es el líder político, lo que no sólo es una muestra de mayor democracia interna, sino que además permite a su líder político desentenderse de cuestiones partidarias y centrarse en los problemas de la gestión de gobierno.
Párrafo aparte merece la UCR: allí hay puro partido, pura estructura, puro operador y nada de liderazgo. Por eso elección tras elección van en busca de una figura carismática, que mida, para ofrecerle lo único que tienen: la estructura. Lo que vemos es una oligarquía partidaria, sobre todo la UCR bonaerense, que tiene la mayor representación, a la que -como a toda oligarquía- lo único que le importa es mantener sus posiciones de privilegio. Entiendo que las internas partidarias son inevitables, pero si no sirven para expresar posicionamientos políticos divergentes se vuelven prácticas mezquinas. Quizá construir políticamente con Duhalde sea tomar una posición política, seguramente. Lo que debería haber es un sinceramiento político y dejar de llamarse opositores. Cualquier alternativa al Gobierno de Kirchner debe ser sustancialmente distinta, lo que desde una lectura simplista puede entenderse como «de derecha», y no una variante «menos gritona». Precisamente de esto habla Chantal Mouffe -la «mentora» de los Kirchner-: de «proyectos políticos antagónicos»; y lo comparto. Aunque en un país arrasado como éste, hacer política agonal puede parecer una mezquindad. Nosotros, la sociedad argentina, y no la democracia liberal de partidos socios, deberíamos empero lograr un «orden mínimo que garantice la más maravillosa anarquía». Es claro que no quiero una democracia formal, pactada, tal la propuesta de Alfonsín y de Duhalde. Tampoco abogo por un asambleísmo continuo que haga imposible la gobernanza. La clave parece ser volver a la representación política real. Por supuesto que en un mundo con individualidades tan fuertes no es tarea sencilla, pero no es imposible. En el futuro, uno esperaría el salto a la política de líderes sociales y culturales que hayan logrado permanecer en el tiempo con una propuesta más o menos clara, no «estrellitas del momento».
Celebro el acuerdo de la oposición, que sin duda debe referenciarse en Carrió. Quizá, como Botana dijo, el radicalismo (que yo llamaría el no peronismo) logre un verticalismo fuerte que le permita conducir un proyecto, y el peronismo -con las movidas de Solá y Reutemann- se horizontalice para dar la discusión que hasta ahora ha estado ausente.
Patricio Z:
Más allá de que no consideré mi argumento una negación de tus dichos -sigo sin ver una oposición entre nuestros argumentos, independientemente de que cada uno esté por su lado- yo diría que si hay algo que ha caracterizado el proceso abierto en 2003 es la recuperación del debate público sobre todos los temas, casi sin tabúes. Se me ocurre que el tema aborto sigue siendo tabú en nuestra sociedad, y vos podrás marcarme unos cuantos más.
Pero el debate sobre derechos humanos, sociales, políticos, sobre inseguridad, justicia, organización sindical, el debate sobre el modelo económico, sobre la deuda externa, sobre el rol de los medios, se ha dado en todos los niveles. En los noventa, discutir deuda era imposible, dentro y fuera de los partidos. Me corrijo: era impensable.
Otros debates no se podían dar por su vinculación con las estructuras de poder real. La propia oposición tenía delimitada la agenda acerca de aquello de lo que se podía hablar y de lo que no.
Es imposible tener este debate dentro de los partidos ahora, porque ellos vienen del vaciamiento correlativo a la crisis de 2001. Venimos de las asambleas, creo -subrayo esto, creo- que vamos hacia los partidos de nuevo. Recién este año se ha normalizado el PJ, y todo lo que hemos hecho en los locales ha sido, precisamente, debatir su organicidad, nuestro grado de compromiso, el aliento a la participación. Hasta el año pasado, muchos locales estaban literalmente cerrados fuera del tiempo electoral: eso te habla de un debate que pasaba por otro lado -por los medios, por ejemplo-.
Este año, después de Carta Abierta, la sociedad civil ha atestiguado la aparición de varios clubes de «intelectuales» -dicho rápido, hombres de cultura que intervienen en la esfera pública legitimados por su posición, en defensa de valores que consideran de vigencia general, o incluso universal-. Muchos de estos intelectuales no sólo no responden al gobierno sino que se han filiado en la oposición.
Que las reuniones sabatinas de Carta Abierta -o del club político argentino- atraigan participación de centenares de personas, demuestra de manera palpable la existencia de un debate por fuera de las estructuras tradicionales.
Lo cual, en esta etapa, es preferible: menos coacción, mayor libertad.
Sobre el socialismo y el ARI -por no incluir el radicalismo, ojo con la horizontalidad. Los distritos que no acataron las disposiciones de Giustiniani fueron intervenidos, y sus referentes expulsados. Lo mismo viene pasando, desde 2003, en el ARI, y en el radicalismo. Son estructuras que no toleran el más mínimo debate.
Lo que pasa es que si el Socialismo debate demasiado, vuelve a los muchos socialismos del pasado y retrocede.
En el caso del ARI, es un partido incipiente, con apenas 7 años de vida, por lo que los avances y retrocesos, «las bajas», son naturales. Del movimiento surgido en plena crisis que agrupaba a ex radicales, peronistas que hoy están con Kirchner, y socialistas, al partido que es hoy, devuelta la gobernabilidad, en términos grales., no se ha pasado sin discusión. Tal es el caso de que el Gobierno ha tomado muchas de sus banderas, con mayor o menor éxito, excepto una que es puramente cultural, en el sentido de cultura política: la de la ética pública y la transparencia de los actos de gobierno.
Quizá, para la rama de origen gremial que fundó el primer ARI, las cuestiones «materiales» (con su lenguaje) son prioritarias, por antonomasia. Por eso el énfasis institucionalista del partido y la heteroglosia discursiva de Carrió hoy, les ha llevado a alejarse. No obstante, el ARI continua con sus propuesta de INCINI y por vejez, y de reforma tributaria, política, sanitaria y educativa. Lo que este grupo nunca entendió fue que el partido se iba a abrir, se iba a abrir a la sociedad, y sobre todo, a pensarse en tiempos políticos de mayor normalidad para el país.