Acomodando la estantería

Hay desgracias con suerte, como la operación de pólipos del presidente, que le dio en estas horas el privilegio de pocos: hablar cuando quiere, y quedarse callado, también cuando le conviene, por necesidad. Se probó en la noche del miércoles, cuando sentó en el quincho grande de Olivos a todo el Gabinete, los punteros del oficialismo del Congreso (Federico Pinedo, Emilio Monzó, Ángel Rozas, Mario Negri), más algún infiltrado de categoría inferior pero que se sentó, después del ritual de vestuario, porque había sido invitado a jugar al fútbol (un Carlos Melconian, digamos). Cuando llegó la hora de los brindis, después de que pasasen algunos cortes de parrilla de dureza indigna para un recinto de tan alta gama, el brindis lo ofreció Juliana Awada, con el pretexto de cuidarle las cuerdas vocales al marido (ella, de paso, se cuidó de no comer nada de esa mesa).
La mudez presidencial le quitó emoción al plenario de funcionarios, que hubieran querido escuchar la palabra del jefe sobre las inquinas del día, como el salto de Isela Costantini, o una marea de retoques en la estantería, que le saben a poco a quienes esperan que en un primer año de gobierno sobrevengan cambios más emocionantes.
Igual, algunos de los invitados tuvieron el privilegio de escuchar el susurro ronco, a la hora de los saludos: “Con vos tengo que hablar”.
Tribulaciones
​Esa baja en Aerolíneas no es la primera en el planeta de los CEO porque sigue a la Luis María Blaquier en el Fondo de Garantía del ANSES, una supervisión más tentadora que la empresa aérea. Ese movimiento hay que anotarlo en la trama que revela la debilidad de Alfonso de Prat-Gay en el Gabinete. El ministro avala con silencios los anuncios de despegue que celebran celosos competidores del Gabinete, que ríen cuando les preguntan dónde estuvo Alfonso cuando se discutió la letra fina de Ganancias. Otros miran a empeños frustrados de promover iniciativas que, calladamente, llevaron al Congreso los negociadores del Gobierno (Mario Quintana, cada vez más poderoso y más parecido al actor que encarnaba al Chapulín) como meter en Ganancias una cláusula escondida para permitir que fondos de inversión cerrados pudieran entrar al blanqueo.
Rebotó en el Senado y duerme en Diputados como una reforma a la Ley de Mercados. Los legisladores opositores piden luz e imprenta para ese debate.
Tentaciones
​ La inquietud de estas horas, que ocupó esos susurros, fue un ligero ajuste de cuentas con hombres de su gobierno que se perdieron, entre bandejas de sushi, el domingo a la noche en casa de Sergio Massa. “Yo no mandé a nadie que fuera para allá”, explicó ante la pregunta de su invitado a Olivos. ¿Por qué fueron, y en malón? La mayoría lo señalan a Monzó, que avisaba un día antes, en la cena de la revista Punto a Punto que se hizo en Córdoba, que el proyecto de Ganancias se cerraría en la casa de Sergio. Eso lo pidió el anfitrión, como manera de jugar una localía que no le reconocen las otras tribus del oficialismo. Tanto énfasis le puso a esa invitación, que sirvió un champú francés de la mejor marca para acompañar el sushi que quiso evitarse en la foto que distribuyó Graciela Camaño. En un momento, el propio Monzó tuvo que cogotear hacia atrás para rechazar la oferta de Massa de sacarse una selfie. Era ya demasiado. Como Macri tiene margen para jugar con un reglamento propio, se ríe de estos deslices, pero no los deja pasar. Con ironía de vestuario, le diría al presidente de la Cámara: “Con todo lo que decís en tus apariciones por TV yo debería haberte echado, ¿no? Jajajá, jajajá”. Pero queda registrado, como también la respuesta de Monzó: “Entonces me voy, pero con Gabriela”. Alusión maliciosa a deslices verbales de la vicepresidente, como el anuncio de un veto que nunca ocurrió, y que se sumó a los escollos de la batalla de Ganancias. Estos empeños de Monzó le complican la pista para el que quizás sea su proyecto principal: ser candidato a senador nacional por Buenos Aires en 2017.
Tentaciones II
​ Los susurros también amasaron otras cuestiones más discretas, como las inquinas del Gobierno con la Justicia, que en estas horas pasan por la relación con la jueza María Servini. Una tentación de todos los gobiernos es enfrentar a esta legendaria magistrada, que es árbitro de las elecciones por su competencia en el fuero nacional –elecciones presidenciales– y en la ciudad de Buenos Aires. Los gobiernos tardan en entender en que el blindaje que tiene Servini la hizo inmune a los ataques que ha recibido de todas las administraciones, que aprendieron con costo que era mejor parlamentar con ella, que desarrolló un método encantador que satisface a todos. Ahora la quimera es presionarla para que deje el cargo de suplente en lo que fue el juzgado electoral de la provincia de Buenos Aires. Ella es la subrogante y la convierte en el árbitro de las elecciones, que el Gobierno cree, exagerando la importancia de ese compromiso, cifrarán su futuro. Por eso la comisión del Consejo de la Magistratura aprobó el reemplazo en ese juzgado, en la última sesión del año. Irá al plenario de febrero la resolución final para cumplir el proyecto del apoderado del Pro, José Torello, de que la reemplace al magistrado de Tres de Febrero Juan Carlos Culotta. ¿Creerán que amplían su ventaja en la disputa de 2017? Es una tentación creerlo. Servini advirtió que la movida viene con ingredientes, como la salida del administrador del Consejo, su hijo Carlos Cubría, enfrentado con el presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti. Olivos se interesó en que avanzaran las presiones sobre Servini, pero los radicales, que tienen votos clave en ese organismo, desmontaron la espoleta hasta marzo. Por las dudas, Servini junta leña: rechazó el recurso del vice jujeño de Gerardo Morales contra la intervención del PJ provincial. Es un golpe, aunque lateral, al oficialismo.
Radicales saludables
El cuidadoso protocolo macrista impidió que estuvieran esa noche dos aliados fuertes, pero sin cargos ejecutivos, como Ernesto Sanz y Elisa Carrió. Sanz tiene algo que decir sobre Servini, y más si se trata de un enfrentamiento con Lorenzetti, a quien tiene en la mira y no lo piensa soltar. Actuó también Carrió para que se disipen tentaciones de aficionados, como encarnizarse con “María”, como la llaman los que saben. Sanz pasó fugaz por Buenos Aires el martes, pero dejó clavada la nominación de un nuevo interventor partidario en el Ministerio de Salud. La cartera de Jorge Lemus siempre estuvo ofrecida a los radicales; José Cano, hoy plan Belgrano, fue el candidato antes de las elecciones, pero lo tumbó un lobby de la industria de los remedios (como a Rubén Torres, massista, que seguía en la lista de preferencias de Macri). Ahora sube el médico Adolfo Rubinstein, con trayectoria en el Hospital Italiano, para quedarse con el cargo de viceministro. Reemplaza a otro radical en un ministerio que está intervenido por María Cecilia Loccisano, esposa de Jorge Triaca, y al que los políticos le huyen por la llegada del verano, con pestes incriminantes como el dengue. Rubinstein es perito en epidemias y pertenece al alma mater médica de la UCR, el Hospital Italiano, adonde se atendía Raúl Alfonsín y suelen curarse los principales caciques de esa formación. Con esta designación se confirma la predilección presidencial de Macri por entregarles las principales carteras a los radicales. Dominan en Salud, y tienen Agricultura (el principal negocio de la Argentina), Comunicaciones (tan importante en negocios como agro), Defensa, Cancillería, Medios, Enacom, y dos superministros sin cartera, como Sanz y Carrió.
Q ue Macri aclare qué quiere
​ La bronca radical se entiende porque esa preferencia macrista para cargos no se trasmite a lo que les interesa a ellos, que es el armado político. En eso Macri también aplica su gramática propia, que confunde a aliados y opositores; no le molesta porque confundir a todos es un mérito y una herramienta poderosa. Los radicales se preguntan qué quiere hacer con ellos, por ejemplo, en la Capital, porque las señales son ambiguas. La estrella proselitista del distrito, Martín Lousteau, es embajador estrella. Pero le quieren cortar los rulos, como cuando Marcos Peña le dijo, después del encuentro con Macri del viernes anterior, que en el oficialismo de la Capital el año que viene no va a haber PASO. Habrá lista única, y si querés jugar, metete en la lista única. ¿Y Eco, que es mi partido? Que acepten lo mismo, lista única, y creamos Cambiemos en el único distrito en donde no existe.
Más ambigüedades
Una ambigüedad igualmente fuerte es la que muestra Macri frente a Sergio Massa en Buenos Aires. En los encuentros de la última semana el presidente volvió a cargar contra el diputado, citando las encuestas que lo muestran como poco confiable por el público. Los campañólogos del macrismo, que dicen tener constancias de los sondeos y focus groups sobre el Massa falluto. Pero al mismo tiempo, Macri lo banca en Buenos Aires, adonde Vidal y Horacio Rodríguez Larreta mantienen con él un acuerdo que se extiende a la Capital, merced a viejas relaciones de amistad entre ellos, Cristian Ritondo o Diego Santilli. Cuando la mesa chica de Olivos zamarrea este acuerdo, Macri cambia de tema y, cuanto más, susurra que confía, por, sobre todo, en Vidal y lo que ella hace.

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