A días de celebrarse el primer año de las restricciones cambiarias, las estimaciones preliminares del tercer trimestre asoman favorables. El resultado del Mercado Único y Libre de Cambios está revelando tal tendencia, comportamiento que confirma la sucesión de cuatro trimestres consecutivos con superávit. ¿Qué demuestran estos resultados? Concretamente que, las medidas frenaron el drenaje efectivo, manifestado en la formación de activos externos del sector privado (la contabilidad de la salida de capitales privados), no así en el potencial, dada la sed de dólares para atesoramiento que todavía se percibe en el mercado pese a que la cotización paralela parece desinflarse. Revertir los magros resultados de 2011, cuando por este rubro salieron u$s 21.500 millones, podría considerarse un logro, más allá de los consabidos efectos secundarios. La señalada suma que se retiró del mercado, más los u$s 4.500 millones que se giraron el año pasado en concepto de giros de utilidades y dividendos, resultó el equivalente a casi el 6% del PIB. Ambos renglones, asombrosamente, se revirtieron en 2012. De continuar así, al cierre del año se habrá obtenido un ahorro cercano a u$s 20.000 millones por estos conceptos, cifra que representará un recorte del orden del 80% en comparación con los registros de 2011.
Este sudden stop en la constitución de activos externos y giro de utilidades, no evitó que el stock de reservas
internacionales (RI) disminuyera en
u$s 1.366 millones al mes de septiembre, resultado que luce relativamente exitoso si se tiene en cuenta que en similar período de 2011 se perdieron
u$s 3.600 millones. En el tercer trimestre, cuando tuvo plena vigencia la profundización de las restricciones cambiarias, llamativamente se desaceleró la capacidad del BCRA para adquirir divisas al sector privado, fenómeno que, posiblemente, haya sido explicado por menores líneas financieras del exterior, mayores gastos en turismo y procesos no deseados vinculados a la facturación de importaciones y exportaciones.
Cuando se hace referencia a las restricciones cambiarias, no sólo se deben analizar los efectos directos sobre la demanda (hacia donde se orientó la artillería de la política económica), sino también los indirectos observados en el lado de la oferta de divisas. Al tipo de cambio oficial, la entrada voluntaria de divisas quizás siga inclinándose a dar vía libre a prácticas creativas que desafíen la redacción de las normas vigentes en un contexto en el que la absorción, probablemente, continúe mostrándose insatisfecha. Las lecciones de la historia son inapelables en ciertos casos: no se pueden permitir filtraciones de divisas vía cambios en los deseos de liquidez, tampoco es recomendable alterar demasiado las expectativas. Según la primera, las presiones sobre tasas de interés desalientan la adquisición de bienes de capitales y la fortaleza de la capacidad productiva. Hace más de 80 años, John Maynard Keynes cuestionaba la conducta de los especuladores que vendían valores a cambio de liquidez, guiados por las noticias del momento. Consideraba que eran fenómenos antisociales que reducían la inversión y aumentaban el desempleo. Según la segunda, en países con pasado de inestabilidad cambiaria, quizás no sea demasiado recomendable seguir removiendo demasiado el avispero.
Notas relacionadas
Este sudden stop en la constitución de activos externos y giro de utilidades, no evitó que el stock de reservas
internacionales (RI) disminuyera en
u$s 1.366 millones al mes de septiembre, resultado que luce relativamente exitoso si se tiene en cuenta que en similar período de 2011 se perdieron
u$s 3.600 millones. En el tercer trimestre, cuando tuvo plena vigencia la profundización de las restricciones cambiarias, llamativamente se desaceleró la capacidad del BCRA para adquirir divisas al sector privado, fenómeno que, posiblemente, haya sido explicado por menores líneas financieras del exterior, mayores gastos en turismo y procesos no deseados vinculados a la facturación de importaciones y exportaciones.
Cuando se hace referencia a las restricciones cambiarias, no sólo se deben analizar los efectos directos sobre la demanda (hacia donde se orientó la artillería de la política económica), sino también los indirectos observados en el lado de la oferta de divisas. Al tipo de cambio oficial, la entrada voluntaria de divisas quizás siga inclinándose a dar vía libre a prácticas creativas que desafíen la redacción de las normas vigentes en un contexto en el que la absorción, probablemente, continúe mostrándose insatisfecha. Las lecciones de la historia son inapelables en ciertos casos: no se pueden permitir filtraciones de divisas vía cambios en los deseos de liquidez, tampoco es recomendable alterar demasiado las expectativas. Según la primera, las presiones sobre tasas de interés desalientan la adquisición de bienes de capitales y la fortaleza de la capacidad productiva. Hace más de 80 años, John Maynard Keynes cuestionaba la conducta de los especuladores que vendían valores a cambio de liquidez, guiados por las noticias del momento. Consideraba que eran fenómenos antisociales que reducían la inversión y aumentaban el desempleo. Según la segunda, en países con pasado de inestabilidad cambiaria, quizás no sea demasiado recomendable seguir removiendo demasiado el avispero.
Notas relacionadas