Alexandra Kohan. Psicoanálisis: por una erótica contra natura

“El psicoanálisis ofrece un espacio en el que alguien puede acallar un poco el ruido ensordecedor de los sentidos que se vociferan, para empezar a pensar algo que, muchas veces contradice lo que creemos que somos, para extrañarnos, para desconocernos uno poco a nosotros mismos. Allá afuera todos gritan su verdad, ya nadie calla ni por un instante lo que tiene para decir, aunque no necesariamente sea siempre un decir con consecuencias. Mientras tanto un analista y un analizante se encuentran en el consultorio de alguna ciudad, con ese bullicio de fondo, e intentan recuperar un silencio que dè lugar a una palabra y permita escindir una experiencia” Alexandra KohanPsicoanálisis: por una erótica contra natura

«La mala conciencia es una forma de narcisismo negativo, como Freud y Nietzche nos dijeron de diferentes maneras. Y al ser una forma de narcisismo, rehúye del otro, de la impresionabilidad, la vulnerabilidad y la fragilidad. La multitud de formas de mala conciencia que Freud y Nietzche analizan con tanta destreza nos muestra que las formas moralizantes de la subjetividad aprovechan y explotan los mismos impulsos que procuran doblegar» . J.Butler – Dar cuenta de sí mismo.

 

En tiempos en que las redes sociales configuran la arena de nuestros debates, los hashtags ordenan nuestras indignaciones y donde cualquier titubeo es sospecha de traición, Alexandra Kohan (1) nos hace una invitación incomoda. A través del psicoanálisis como forma de lectura nos insta a despojarnos de dogmas y certezas, para leer los discursos imperantes que, aunque se pretenden emancipatorios, terminan siendo disciplinadores, en la ilusión de que existe una libertad sin dolor. “La lectura que pone a funcionar el psicoanálisis se ubica en las antípodas de la repetición mántrica de fórmulas y jergas vacías (…) el psicoanálisis es, entonces, antes que nada, un modo de leer, y ese modo conlleva, en sí mismo, la resistencia al saber dogmático”. El aporte crítico de Kohan resulta ilusionante en un mar de opinólogos que creen que la adulación es el motor del pensamiento y en el que las palabras de estos ‘influencers’ aparecen como verdades reveladas que son repetidas por doquier. “Hay garantía de felicidad, hay promesa, hay esperanza. Todas cuestiones que van configurando un estar new age en el mundo, que nos hace a todos dueños de nosotros mismos, accesibles para nosotros mismos, asequibles para nosotros mismos, y llena de sentido, desborda de sentido todo aquello que se manifiesta enigmático e inasible. Esos sentidos colman cualquier posibilidad de interrogar algo. Hay respuestas para todo y no hay ni lugar ni tiempo para las preguntas. Son discursos religiosos y moralistas que nos conminan a hacer lo que dicen y lo que dicen siempre lo dicen en modo imperativo”. La autora discute la afirmación de cualquier identidad como algo liberador sabiendo que todo movimiento por liberador que se pretenda termina destilando una moral y toda moral, su patíbulo. “El moralismo que estos discursos hace circular pretende una vida “tranquila”, “armónica”, sin pathos. Discurre una pretensión de cuerpos anestesiados en estas certezas; el moralismo actual nos ordena a vivir sin dolor, un poco muertos. Por suerte como dice Freud, “contra las pasiones de poco valen unos sublimes discursos”. Para peor, estos discursos de sublimes no tienen nada. Ahora bien, la paradoja es que, promoviendo la no pasión, se vuelven absolutamente pasionales allí donde se esfervorizan y son iracundos cuando alguien no se adapta a ellos”. “Si, “el horror progresista a la violencia trae sus paradojas”, sugiere Marcelo Barros en El horror a la paternidad. Esa erótica pretende erigir una moral de los cuerpos todos, hacer de todos ellos un cuerpo universal; una moral que no para de prescribir las formas de disfrutar y si alguien no disfruta es porque no quiere” 
Alexandra Kohan por Mariana Kozodij
  • Alexandra Kohan gracias por la comunicación, ayer estuviste presentando tu libro Psicoanálisis: por una erótica contra natura de la editorial Indie Libros. En la semana tuve la posibilidad de leerlo, y recordé algo que compartió Julio Canosa (al que no tengo el gusto de conocer personalmente) que es esa suerte de advertencia que hace Lacan en la Ética del Psicoanálisis (2) donde señala lo problemático que resulta muchas veces nuestros deseos de hacer el bien o de curar y como estos nos ofrecen “vías vulgares” que son proclives a extraviarnos. Sabiéndote feminista y por su puesto a favor de la despenalización del aborto, te pregunto ¿Este libro es una advertencia contra esas vías vulgares?

Gracias por la convocatoria y por la lectura. Julio Canosa es un colega que respeto mucho y también un gran interlocutor. Esa referencia al Seminario de la Ética es una referencia a la que volvemos una y otra vez porque, efectivamente, la idea del bien es tentadora. Cabría preguntarse ¿Què es el bien ? Pero en todo caso lo que está cuestionado es la idea de apuntar hacia ahí, de orientar un análisis por la idea del bien. Si después el ‘bien’ es un efecto, uno no es que se vaya a oponer a ese ‘bien’ per se. El libro, en principio, cuando me convoca Patricia Kolesnicov para este proyecto de libros digitales, lo hace en esta colección #MiraComoNosLeemos el 8 de marzo y lo que a ella le interesa es mi modo de cuestionar ciertos discursos que, efectivamente, están organizados alrededor de ese ‘bien’ como una moral bienpensante o ciertos discursos coaguladas llenos de sentidos común que muchas veces son contrarios a lo que pretenden. No sólo no pudiendo tener esas consecuencias políticas que estamos buscando, es decir, la emancipación de ciertos mandatos, sino que refuerzan la dependencia en relación a otros mandatos. Así que no diría que el libro es una advertencia, sino una lectura, que es la mía, donde intentó leer esos discursos llenos de coagulaciones de sentidos que terminan siendo doxas incluso dentro del feminismo o de los feminismos.

  • Veía una entrevista que te hacian y me gustaría volver a preguntarte sobre esto. La propuesta del enfoque psicoanalítico como forma de leer despojado de certidumbres y verdades pero ¿Cómo se piensan aquellas paradojas sin caer justamente en las certidumbres?

Si es una entrevista que me hizo Patricio Zunini a propósito de la salida del libro. El libro originariamente iba a llamarse “El psicoanálisis no promete la felicidad”. Después a la editora le pareció que el libro era algo más que eso y decidì entonces estè título. Que tenga la palabra ‘contra’ para cuestionar ese paradigma que llamo ‘de lo natural’. El método del psicoanálisis es ese. No pensar como una certeza porque en el momento en que la hay, esa certeza funciona como un obturador para poder escuchar ciertas singularidades de cada persona que nos consulta. Así que uno está muy acostumbrado a resistirse a esas certezas porque serían un problema. Sobre cómo trabajar las paradojas creo que en principio, sin anularlas. Es un ejercicio permanente, no tengo la respuesta a cómo “no caer” porque uno bien podría decir que el ejercicio de practicar esa resistencia a las certezas podría ser en sì mismo una certeza. Yo lo pienso en términos de mi trabajo. De resistirse cada dia a lo que uno supone que ya sabe… a la certeza del saber. Porque el saber teórico que uno tiene, Freud es muy claro con respecto a esto, no sirve para escuchar. El saber que uno tiene de un caso no sirve para el otro y a la vez, siendo más radical, diría que el saber que uno tiene de un paciente tampoco nos sirve para seguir escuchando a ese paciente. Porque uno conoce a sus pacientes y cree saber cómo piensan (aunque saber y conocer no sean lo mismo, estrictamente). Pero respecto a ese saber uno tiene que ser cauto, si no, uno termina dirigiendo al paciente hacia determinados lugares.

¿Cómo hacer? Es un ejercicio permanente y por eso es que es tan difícil esta praxis porque el terreno es movedizo en ese punto. Alguna vez se me ocurrió la metáfora de “No sentarse demasiado cómodamente en el sillón del analista” uno pasa mucho tiempo allí, por lo que el cuerpo se le va acostumbrado a la comodidad de ese sillón. Hay que buscar siempre estar un poquito incómodo. Como cuando uno mira una película en un sillón demasiado cómodo uno se queda dormido por más que la película sea interesante. Esa resistencia a la certeza tiene que funcionar como una inquietud que lo mantenga a uno despierto porque si no, uno efectivamente se duerme en lo que sabe. Uno descansa en lo que sabe, se adormece, inyecta ese saber al paciente y ya. Del mismo modo, en el movimiento feminista, si uno se agarra demasiado a ese saber es un problema. Como esta idea de que la proclamación de ser feminista ya lo convierte a uno en feminista. Porque muchas veces son esas cuestiones las que nos impiden pensar algunas contradicciones que nos habitan a todos. Porque uno no siempre es el mismo, no siempre es del mismo modo, uno tiene dobleces y pliegues que hay que interrogar. Ir por la vida tan seguro de lo que uno es muchas veces nos impide pensar. Porque “pensar es separar” como diría Juan Ritvo. Mientras que la supuesta certeza en la identidad es pura continuidad.

  • En el debate público, o al menos ese que sucede en las redes sociales, hubo a mi entender dos frases que dejaron mucha repercusión. No porque no se habían dicho antes, sino por provenir de dos referentes de ese calibre. La primera de Rita Segato que advertía en aquella entrevista en Página 12  «Que la mujer del futuro no sea el hombre que estamos dejando atrás». Y la segunda que pronunció Cristina Fernández de Kirchner cuando dijo “En nuestro espacio hay pañuelos verdes y celestes”. Esas declaraciones visibilizaron en gran medida las grietas de un discurso que hasta ese momento se pretendía homogéneo y macizo ¿Que crees de estas frases? y ¿Qué evalúas que estas generaron?

Me parece muy interesante ese corte que vos mencionas porque efectivamente esa nota en Página 12 produjo la viralización de un discurso como el de Rita Segato al que no todo el mundo había accedido hasta ese momento. Es muy importante esa entrevista también porque ella incluso, en ese discurso, se dirige a algo que para mí es preocupante que está sucediendo en los más jóvenes, los adolescentes de colegios secundarios. Donde efectivamente estos discursos calan mucho más porque es esa juventud que necesita aferrarse a cosas en un momento de mucha ebullición como lo es la adolescencia. En ese momento de incertidumbre estos discursos funcionan como “tablas de salvación” -y no me parece mal que los adolescentes se agarren a eso-. Ahora cuando la cuestión es que empieza a producirse una especie de vigilancia de los cuerpos entre los pares y una vigilancia que muchas veces produce efectos nocivos a mí me empieza a preocupar. Lo que Segato ubica ahí es que no se trata de “ahora nos toca a nosotras” como escucho en muchas feministas, algo asì como “tantos siglos de opresión, ahora es nuestro momento, ahora se la tienen que bancar los hombres …”

  • O “el miedo cambió de bando” como si se tratase de que alguien tuviese miedo..

Tal cual. Es un poco eso. “Ahora se la tienen que bancar” como diciendo que va a haber excesos, va a haber injusticias, vamos a escrachar, etc. Pero hay que bancarsela porque es nuestro momento. Yo estoy en total desacuerdo con eso. No es el feminismo que a mi me interesa, la demonización del varón como se produce en muchos discursos me parece nefasta. En esto sigo a Rita Segato, como a las autoras del manifiesto que se llama Feminismo para un 99% (Aruzza, Bhattacharya, Fraser) y a muchos otros;  me parece que el hombre es parte de la lucha contra el machismo y el patriarcado. El hombre también es víctima del machismo, de otra forma claro está (siempre hace falta aclararlo). Pero insisto que tienen que ser parte de la lucha y que la genitalización de las reivindicaciones no debería producirse. No estoy de acuerdo con esa franja del feminismo que dice que un varón no puede ni hablar de perspectiva de género, no estoy de acuerdo con esa esencialización que se producen en ese tipo de discursos con respecto a la mujer y al varón donde las mujeres somos buenas y sacras y los hombres malos. Eso no tiene nada que ver con el feminismo como yo lo entiendo y es muy limitante. Tranquiliza porque es un discurso que anestesia pero que no produce los efectos políticos que estamos buscando.

Yo celebro que la ebullición de estos años nos haya puesto a todos a leer, a pensarnos y a pensar cómo pensamos. Me parecen todos ejercicios valiosos porque para mí la ideología es inconsciente. No es que yo digo “soy de izquierda y feminista” y por eso lo soy. Sino que el asunto se dirime en las prácticas, para mí es en el ejercicio de lo que uno cree que es donde se dirime efectivamente la cuestión. Yo doy clases en la Facultad y celebro el ingreso a la política por el lado del feminismo entre los jóvenes, pero me parece que todavía hay muchas cosas para seguir pensando que chocan con esa otra afirmación que diceno es el momento para las críticas porque me parece, por el contrario, que este es el momento para las críticas. Esa idea stalinista de que porque el enemigo es más grande, al interior hay que mostrarnos sin fisuras, cuando todos sabemos que al interior de los movimientos feministas está llenos de fisuras y eso es lo saludable. Entonces ¡Si! es el momento para intervenir, sobre todo con respecto a esos efectos nocivos en los cuerpos de los más jóvenes y no sólo en ellos.  

Respecto a la intervención de Cristina Fernández de Kirchner lo que creo es que hay algo que es estrictamente la tendencia a los binarismos, la constante de la grieta en donde si uno no es A es porque es anti-A. Entonces cualquier intervención te deja en el lado de los anti… En esa misma línea me parece un problema enorme llamarle anti derechos a las personas que no están a favor de la legalización del aborto. Me parece un problema enorme, de una soberbia y de una superioridad moral que si no estás de acuerdo con lo que YO creo que son los derechos entonces sos anti-derechos. La idea de que estar a favor de la legalización del aborto nos deja a todos tranquilos de que estamos del lado del bien… Me parece un gran inconveniente pensar que las cosas se dirimen del lado del “bien y el mal”. Esa es una división pueril. Hay que intentar discutir para la legalización del aborto y por eso lo que pasó en el congreso fue muy importante, pero decirle “anti-derecho” a los que están en contra es insultante, es como decirles “anti-yo”. La legalización del aborto se ha transformado en el “monotema” de cierto sector del feminismo. Ese mismo que dice que si no pensàs como yo: “canceled”. Se hace pasar todo por ahí, por si alguien acuerda o no con la legalización del aborto. Eso me parece de una cortedad notable. Sobre todo si se están vaciando el ministerio de salud, las políticas públicas. Supongamos que sale el aborto ¿En qué hospitales? La pregunta por esas cosas no está. Es todo si aborto o no aborto y el asunto es mucho más complejo porque no se interroga el lugar del Estado en esto. En esa línea, entronizar a Lospennato por votar a favor del aborto mientras vota el vaciamiento del país es, como lo llaman las autoras del manifiesto que mencionè anteriormente, “feminismo liberal”, ese que evita el abordaje de los obstáculos socioeconómicos, un feminismo con el que no me siento para nada identificada.

  • Hay un avance de los mundos virtuales sobre la “realidad” donde los hashtags que en principio sirven para convocar, construir identidad y hacer política pareciera ser que terminan maniatando el debate. Esta idea que mencionas de “no es el momento para las críticas” ya lo hemos escuchado en otra frase como “la crítica puertas adentros”. Todas estas coartadas del discurso pareciera que solo sirven para aplazar el momento reflexivo. Entonces por un lado masificaron pero ¿Cuàndo empiezan a ser una limitación esos hashtags?

En el texto que publiqué la citó a Ingrid Sarchman que tiene un artículo que se llama “Benjamin en Twitter”, que tiene unos años, que da cuenta de la transformación de la consigna política convertida en hashtag que produce una cosa vacía que se reproduce sin consecuencias en redes sociales. Que alcanza con escribir cualquier cosa y cerrar con ese hashtag para ser parte. Por supuesto que creo que es limitante vaciar las consignas políticas y por supuesto es un problema que sean imprecisas como por ejemplo “Mi cuerpo es mío”. Si algo que no es nuestro, es el cuerpo. Sobre todo si le vamos a pedir el Estado que intervenga en nuestro cuerpo (porque se le pide aborto legal en el hospital). Entonces ahí tu cuerpo deja de ser tuyo, basta con pensar en la biopolítica. Creo que esa no es la consigna con la que hay que pedir la legalización del aborto, para mí ese no es el punto y de ahí podríamos agregar muchas otras consignas que se han transformado en hashtag. El hashtag limita porque queda vaciado de consecuencias, no produce ninguna incomodidad y rápidamente produce una uniformización del asunto en el que alcanza con poner ese hashtag para ser parte. En “Feminismo para un 99%” también abordan los riesgos de convertir al feminismo en un simple hashtag o en un trending topic. Es un libro que salió recientemente y que recomiendo mucho. Es de la editorial Rara Avis. Yo no haría esa separación entre el mundo real y las redes sociales porque en este punto el mundo de las redes sociales es el mundo real y hay que pensarlo así.

  • Hasta qué punto se pueden normalizar cuestiones como el amor, el deseo y el sexo ¿Qué potencialidades y qué límites tienen estas iniciativas?

El otro día vi el anuncio de una mesa que decía algo así como “Cae el amor romántico y comienza el amor real”  y que ponìa a cuenta del amor romántico los estereotipos. Cuando en realidad de lo que se trata es de que cada época dicta su moral sexual, erótica… Cada época tiene su normalización en estos temas. De lo que hay que estar advertidos es de que no es que una vez caído el amor romántico, listo no hay más mandatos. El problema del amor romántico, como de cualquier amor, no es el contenido de lo que prescribe sino la misma enunciación prescriptiva. La prescripción es el problema y todas las épocas tienen enunciaciones prescriptivas sobre los cuerpos, sobre cómo hay que gozar, qué es lo prohibido y qué es lo permitido. Sería una idea demasiado necia suponer que hay épocas, como la de ahora, que en apariencia todo está permitido y pensar que eso es la libertad, que no hay mandatos, prescripciones, moralismos, moral. Esto ya lo descubrió Foucault cuando dice que aunque se hable todo el tiempo de sexo, esto no implica que ahí no se cifre una represión o una prohibición sino justamente al revés. La represión está siempre, el asunto es tratar de detectar qué formas va cobrando. A mí me parece que el imperativo o las prescripciones de hoy en día a pasarla bien, disfrutar, a gozar sin límites son efectivamente complicadas y no dejan de poner en escena un tipo de represión. Son represivas aunque su enunciado sea en nombre de la libertad.

Esto es muy fácil de advertir en los ensayos que van surgiendo, ahora estoy leyendo uno de Sara Ahmed “La promesa de la felicidad. Una crítica cultural al imperativo de la alegría”. Creo que el nuevo ensayo de Zizek también va a ir por el lado de la felicidad y hay una cantidad de ensayos que van por ese lado, a mí me dio mucha impresión porque este librito que publiqué se iba a llamar “El Psicoanálisis no Promete la Felicidad” ¡Y por suerte! Uno tendría que agregar. Entonces ahora hay un empuje a la sexualidad permanente y cuando ves que un adolescente la pasa mal porque piensa que tiene que tener vida sexual pero no está pudiendo, se angustia, porque la sexualidad es traumática siempre. Banalizar la sexualidad de esa manera y decir que acostarse con muchos es la salida de la represión de otra época, es necio. Suponer que eso es la libertad es un problema.

  • También aparece esa especie de autoayuda disfrazada de ideología política que se viraliza por redes sociales. Esas recetas en forma de seminario, taller, charla TED que prometen respuestas y hasta nuevos modelos de relacionarse.

Sí, eso que vos ubicás llama la atención porque replican discursos que podrían ser del macrismo, que es el discurso del emprendedurismo, de ser tu propio jefe, la autogestión, el individualismo, el amor propio y efectivamente se parece mucho al relato del PRO. Ese relato que nos deja librados a la soledad absoluta, que más que soledad es individualismo. Estos discursos recogen el guante de la soledad a la que nos arroja el Estado en estos momentos y lo que hace de esa soledad es potenciarla como diciendo “mejor solo que mal acompañado”. Hay algo de recoger ese discurso y transformarlo en voluntarismo cuando es el Estado el que te arrojo ahí. Cuando uno empieza a escuchar esto que vos ubicas de la autoayuda, o del coaching o el “tu puedes” mientras hay un rechazo al inconsciente, que más allá de que uno puede decidir analizarse o no, el inconsciente es un hecho de la cultura y negarlo, suponer que no existe como si uno fuese absolutamente dueño de sus actos y libre de elegir lo que quiere es problemático. A mí me llama mucho la atención ese voluntarismo que va a cobrando nuevas formas.

Esta idea del “amor propio”, que no necesitas a nadie porque te podes autoabastecer pero lo que hay todo el tiempo es una tendencia a evitar cualquier conflictividad que pueda suscitar la otredad como tal, porque la homogeneización que produce es “estoy solo y no tengo que aferrarme a nadie” y si eso nos afecta no es porque el otro es malo, sino porque es otro. Martín Kohan decía que era como la idea de “contratar seguros contra todo riesgos”, asegurarse y garantizar que el amor no te va a doler y a partir de eso una cantidad de artificios que se ponen en juego que fracasan uno atrás del otro. Eso no tiene que ver con los ideales del amor romántico o los que se pongan en juego en cada época, eso es con pretender que eso no te toque, no te afecte. Cuando digo ‘eso’ es el otro, el encuentro con otro, no el amor. Yo que sé qué es el amor.

Pretender que la caída del amor romántico es un paso a la libertad es un error. El problema son las proscripciones y prescripciones, y ahora hay un montón. Todo el tiempo no están dictando cómo debe ser el amor ¿El Estado? No ¿Los discursos del Poder? No. Sino esos discursos que supuestamente nos iban a emancipar de ‘eso’. Ahora son los pares, ahora la vigilancia de los cuerpos es realizada por pares. Condensaciones de sentidos que dictan todo el tiempo cómo deben ser las cosas, o sea: moralismo, moralismo y moralismo.

  • No deja de sorprender como existe un mercado, supuestamente calificado, dispuesto a consumir estos productos. A consumir estos referentes que nos dicen que está bien y que está mal.. Que nos aseguran que estamos del lado de los ‘buenos’. Esa búsqueda constante de la aprobación del resto o ese “furor declarativo” del que dejas constancia en el libro.

Si, volvemos al principio. Esa certeza de uno que está del lado que hay que estar. O como dice ese chiste “a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo”. El asunto es que se hace cuando, aún aferrado a esa certeza, aparece algo que a uno lo pone en contradicción con eso que uno mismo cree que es. El asunto es ¿qué se hace con la contradicción cuando aparece? Si se la va a rechazar, si se la va a negar o si uno está dispuesto a pensar estos matices porque la vida de nadie es esa división entre el lado bueno y el lado malo. Una cosa es que haya interlocuciones, o sea un otro, con el que uno conversa porque es un método para revisar lo que uno está pensando. A mí me interesa pensar por ejemplo los escraches. Para pensar aparte de las lecturas, hablo con otros, con referentes, compañeros. Uno se dirige a ciertos lugares en donde uno cree que puede conversar. Otra cosa es el efecto de masa que se arma en relación a un líder, basta leer Psicología de las masas y análisis del yo, que es un ensayo de Freud al que cualquiera puede acceder, y ver el peligro del efecto de masa respecto de la segregación que produce la masa. Y lo que segrega es todo lo que constituye lo otro, entonces también hay masas buenas. A veces se arma un efecto de masa con ciertas posiciones del feminismo que a un montón de nosotras nos preocupa. Porque demoniza, porque no está dispuesto a revisar nada y ahí se van solidificando ciertas prácticas como el escrache que en lo personal me parece bastante peligroso.

  • El escrache no suscita ninguna novedad como herramienta pero pareciera ser que aparece en escena sin el aprendizaje de experiencias pasadas y se dan estos escraches que buscan en las redes (frente a la mirada de una turba de anónimos) el lugar donde motorizar la justicia.

Sí me parece que el escrache, sobre todo en los adolescentes, viene a sustituir o a salvar a alguien de tener que vérselas con la mirada del otro, que siempre es traumática. Advertirse suscitando deseo es incómodo y a veces no se puede tolerar. Lo que aparece ahí es una cantidad de confusiones entre abuso, acoso, etc. Una cosa es visibilizar y otra es escrachar a mansalva. Lo que hicieron las alumnas del Colegio Nacional de Buenos Aires (perdón la referencia porteña) que visibilizaron los abusos de poder de ciertos profesores, referentes y autoridades me pareció brillante porque lo hicieron en el marco de la entrega de diplomas. Ahí lo que quedó denunciado es el abuso de poder, porque esa es otra gran cuestión de la que no se habla. El problema no es el poder, porque el poder circula en todas las relaciones sociales incluso entre pares, el asunto es què uso del poder se hace o què abuso. Hay que ver el efecto del poder en cada una de las relaciones. No es lo mismo entre pares que el abuso de un profesor o un adulto. El escrache a mansalva como herramienta que no busca visibilizar sino vehiculizar una cuestión personal e individual no es lo mismo. No es lo mismo el modo que se denunció o articulò la denuncia a Juan Darthés, es el modo en que las alumnas del Buenos Aires denunciaron a las autoridades, de modo colectivo y articulado, que una chica de un colegio secundario escrache a un compañero por X motivo y se configure eso que algunos nombraron como la “patrulla feminista”. A priori no estoy de acuerdo con el escrache entre pares y tampoco se puede sustituir visibilización por escrache. No son las mismas prácticas ni tienen las mismas consecuencias. Las redes sociales permiten una visibilización en el peor sentido de la que ya no se puede volver. Cuando esas prácticas se vuelven cotidianas entre los adolescentes habrá que intervenir y es responsabilidad nuestra intentar diferenciar esas cosas para no banalizar algunas pràcticas.

Es más preocupante cuando esas prácticas se dan en otros espacios. Recientemente ocurrió el escrache a un editor que le valió un trabajo. Un escrache del que me interioricé, hablé con mucha gente. Todos tenemos la misma información. Parece que lo que hizo fue tocarle la rodilla a otra persona adulta. Ese escrache, que fue netamente un escrache virtual, le valió el trabajo a esta persona. Cuando el feminismo avanza haciendo que a las personas las echen de su trabajo, para mí eso no es feminismo, sino abuso de poder. Si vos contratas a alguien, y te llega una carta con la firma de 400 mujeres para que eches a alguien, la presión es enorme y más si el empleador es un organismo público. Entonces hay mucho miedo. ¿El mismo miedo que tienen algunas mujeres? Por supuesto que no. Pero muchos varones, mujeres, personas adultas que salimos, no a defender, sino a decir algo al respecto, fuimos puestos del lado de “los encubridores”. No estamos hablando de un pedófilo, estamos hablando de dos personas grandes y que uno en un intento de seducción -un intento de seducción es, vos me tocás la rodilla y yo te la saco… y te retirás- le tocó la rodilla. Ahora si vos avanzas, insistís, no me dejas salir, eso es otra cosa. Entonces yo estoy de acuerdo que una mujer puede decir que ‘no’ en cualquier momento. Puedo decir, si, si, si y luego decir ‘no’, me arrepentí. Y eso es así y no hay que dejar de decirlo.

Ahora, si se trata de tocar rodillas, sacàs la mano y ya.  No me gusta esa constitución que se da de la mujer en esa posición de víctima pasiva de que no puede hacer nada. No tengo miedo a decir esto, creo que hay que intervenir y me parece injusto que a alguien lo echen del trabajo por una cosa así. ¿Quièn tuvo el poder en esa situación? Yo conozco mucha gente que no firmó esa carta y fue muy presionada para firmar. Amigas mías y las denigran por no subirse a una causa que es totalmente injusta. Yo lo estoy diciendo públicamente ¿Por qué no lo hacen otros? A mí me dejan pasar algunas cosas gracias a mis genitales. Me parece lamentable que estemos haciendo pasar por la anatomía lo que tenemos para debatir.

(1)  Alexandra Kohan es psicoanalista y docente de la Cátedra II de Psicoanálisis: Escuela francesa, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Docente y supervisora del Centro Dos donde además dicta seminarios. Integra el grupo de investigación y lectura Psicoanálisis Zona Franca. Curso la maestría en Estudios Literarios de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, para cuya finalización escribió la tesis Barthes y Lacan: la lectura como resistencia a la doxa. Coordina diversos grupos de lecturas .

(2) “En nuestra experiencia todo les sugiere que la noción y la finalidad del bien son para nosotros problemáticas (…) Tenemos que saber en cada instante cuál debe ser nuestra relación efectiva con el deseo de hacer el bien, el deseo de curar. Debemos contar con él como algo por naturaleza proclive a extraviarnos, en muchos casos instantáneamente. Diré aun más –se podría de manera paradójica, incluso tajante, designar nuestro deseo como un no-deseo de curar. El único sentido que tiene esa expresión es el alentarlos contra las vías vulgares del bien, que nos ofrecen con su inclinación a la facilidad; contra la trampa benéfica del querer-el-bien-del-sujeto» El Seminario, Libro 7, La Ética del Psicoanálisis de Lacan.

 

 

 

 

 

Entrevista: Tomàs Trapè

Fotos: Mariana Kozodij

 

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