“Para él son los calabozos
para él las duras prisiones
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre,
que son campanas de palo
las razones de los pobres”
Martín Fierro. José Hernández
En otros tiempos creíamos en la racionalidad. Teníamos fe en la razón. No sólo aquí sino en una parte importante del mundo. Portábamos una pasión inquebrantable basada en la confianza de que ciertas leyes históricas se cumplirían inexorablemente: los pobres, con nada que perder salvo las cadenas, en su liberación nos liberarían a todos. Aquí en la Argentina también ocurrió. Decenas de miles quemaron las naves. Y también se quemaron los “manuales” de la política a diestra y siniestra… Hasta un 25 de mayo de 2003.
POR QUE SOY KIRCHNERISTA (UN PERONISTA). Cuando el 20 de diciembre del 2001, De la Rúa abandonó en helicóptero la Casa Rosada, quedó en claro que sólo el peronismo aseguraba gobernabilidad en la recuperada democracia argentina. Se había constituido como movimiento político predominante a partir de las políticas públicas de dignificación de la clase trabajadora, en el marco de un proyecto de desarrollo con autonomía nacional. En una sociedad compleja como la argentina, con un empate histórico que los votos resolvían a favor del pueblo y las botas a favor de la oligarquía, el peronismo había logrado conciliar el ejercicio del poder en democracia con aquel sentido transformador fundacional. Hasta que Menem lo desnaturalizó conservando su capacidad de gobernar, no a favor, sino a costa de su orientación nacional y popular. Tuvo gobernabilidad justamente porque se rindió a las fuerzas socioeconómicas e ideológicas dominantes en nuestro país y el mundo. Más allá de conservar una presencia identitaria importante en gran parte del pueblo, en el sindicalismo, en gobiernos provinciales y municipales, en la cultura popular, ese peronismo que había perdido el rumbo también perdió las elecciones en 1999. Hasta que Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner gobernaron la Nación, implementando, adecuadas a los tiempos, las políticas fundacionales de este gran movimiento. Con ellos vivimos una nueva actualización política y doctrinaria para la toma (y el ejercicio) del poder. El peronismo dejó de ser la mejor maquinaria político-electoral para durar en el gobierno. Porque volvió a ser la principal herramienta (o su columna vertebral) de transformación económica, social, política y cultural en la Argentina.
POR QUÉ SOY KIRCHNERISTA (UN PROGRESISTA). El progresismo (y/o la izquierda nacional y popular) tuvo cierto protagonismo en los ’70 acompañando al peronismo y en los ’80 con el alfonsinismo. Pero irrumpió de verdad en la política argentina con el Pacto de Olivos, con el PJ menemizado, con la UCR de Angeloz. El Frente Grande, después Frepaso, su mayor expresión político-partidaria, conmovió el escenario en los ’90 y aún perdura, activo en muchos de sus principales cuadros. Sin embargo, y antes del desastre político de la Alianza, la subjetividad humana y los imponderables de la biología ya habían hecho lo suyo. Dos muertes prematuras, la de Germán Abdala en 1993 y la de Carlos Auyero en 1997 privaron a la fuerza en gestación de anclaje social, primero, de capacidad de construcción autónoma después. Chacho Álvarez se quedó muy solo en la primera línea de conducción… Al mismo tiempo, en el mundo, la izquierda y el progresismo sufrían el derrumbe del Bloque Soviético, el debilitamiento de los Estados de Bienestar de la socialdemocracia europea, la licuación de los ideales igualitarios en más difusos derechos civiles. En nuestro país, otra vez el desencuentro con el pueblo real, trabajador, oprimido, marginado. En medio de esa crisis de las ideas, del fracaso político, de la pérdida de referencias internacionales, cuando para el progresismo argentino todo era “modernidad líquida” llegan al gobierno Néstor y Cristina: Corte Suprema, Derechos Humanos con memoria, verdad y justicia, no al ALCA, desendeudamiento, basta al FMI, reestatización de las AFJP, Ley de Medios, Asignación Universal por Hijo, Matrimonio Igualitario, la Unasur.
Por primera vez, al poder no se sube como a los caballos, por izquierda para luego bajarse por derecha. Por primera vez, cuando atacan no se retrocede frente a los poderes fácticos. No se rehúyen las batallas, no se cede ante ninguna corporación.
Los intelectuales populares salen de las catacumbas. Tienen cátedras universitarias, pero también radio, televisión y prensa escrita. Los científicos retornan al país.
Ya van dos gobiernos constitucionales (y viene el tercero) que leyeron y utilizaron El Príncipe de Maquiavelo en la clave de conducción política de Juan Perón pero también en la visión de transformación histórica de Antonio Gramsci.
El kirchnerismo es la materialización creciente en la Argentina de los mejores sueños del progresismo continental: multipolaridad mundial con protagonismo en aumento de América Latina, fuerte presencia del Estado, distribución del ingreso, el poder y el conocimiento, universalización de derechos básicos, nuevas garantías de ciudadanía plena.Todo ello socialmente sustentado en una alianza de la clase trabajadora con sectores medios urbanos y rurales.
POR QUE SOY CRISTINISTA (UN KIRCHNERISTA). El 27 de octubre de 2010, junto al dolor y la consternación por la muerte de Néstor Kirchner, nos asaltó una duda, nos recorrió un temor: ¿ella podrá? Néstor la tuvo siempre a su lado. Ella ahora no lo tiene a él. Eran pareja y equipo. Ella se encargaba del gobierno, de las políticas públicas, pero no del día a día del territorio, de la contención dirigencial, de lo partidario. Eso lo hacía él.
Cristina ya había demostrado con creces su capacidad de gobernar. Pero ahora se trataba de algo aun más complejo. Néstor impulsó y dejó pendiente con su partida el “que florezcan mil flores” de la gran construcción política. CFK tuvo que asumir, en un momento especialmente difícil en tanto persona, la doble jefatura del Estado y el Movimiento político. No sólo en la contención de los aliados, sino en la construcción de fuerza propia. No sólo en lo territorial, sino en lo sectorial y generacional. No sólo en lo electoral, sino en lo estructural. Teniendo en cuenta el presente pero también la proyección histórica. Cristina es una “resiliente” política (ha emergido una y otra vez fortalecida de la adversidad). Copiloto de Néstor, orgullo para las mujeres, maestra de los jóvenes militantes, síntesis teórica y práctica del peronismo recuperado y el progresismo real, Cristina tuvo el 23 de octubre muchos votos por muchas razones. Pero en especial, porque dejaron de ser “campanas de palo las razones de los pobres”. Así nació la izquierda en el mundo y el peronismo en la Argentina. Porque cuando se piensa en el último, el olvidado, el excluido, el silenciado, se piensa y se actúa para todos. <
para él las duras prisiones
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre,
que son campanas de palo
las razones de los pobres”
Martín Fierro. José Hernández
En otros tiempos creíamos en la racionalidad. Teníamos fe en la razón. No sólo aquí sino en una parte importante del mundo. Portábamos una pasión inquebrantable basada en la confianza de que ciertas leyes históricas se cumplirían inexorablemente: los pobres, con nada que perder salvo las cadenas, en su liberación nos liberarían a todos. Aquí en la Argentina también ocurrió. Decenas de miles quemaron las naves. Y también se quemaron los “manuales” de la política a diestra y siniestra… Hasta un 25 de mayo de 2003.
POR QUE SOY KIRCHNERISTA (UN PERONISTA). Cuando el 20 de diciembre del 2001, De la Rúa abandonó en helicóptero la Casa Rosada, quedó en claro que sólo el peronismo aseguraba gobernabilidad en la recuperada democracia argentina. Se había constituido como movimiento político predominante a partir de las políticas públicas de dignificación de la clase trabajadora, en el marco de un proyecto de desarrollo con autonomía nacional. En una sociedad compleja como la argentina, con un empate histórico que los votos resolvían a favor del pueblo y las botas a favor de la oligarquía, el peronismo había logrado conciliar el ejercicio del poder en democracia con aquel sentido transformador fundacional. Hasta que Menem lo desnaturalizó conservando su capacidad de gobernar, no a favor, sino a costa de su orientación nacional y popular. Tuvo gobernabilidad justamente porque se rindió a las fuerzas socioeconómicas e ideológicas dominantes en nuestro país y el mundo. Más allá de conservar una presencia identitaria importante en gran parte del pueblo, en el sindicalismo, en gobiernos provinciales y municipales, en la cultura popular, ese peronismo que había perdido el rumbo también perdió las elecciones en 1999. Hasta que Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner gobernaron la Nación, implementando, adecuadas a los tiempos, las políticas fundacionales de este gran movimiento. Con ellos vivimos una nueva actualización política y doctrinaria para la toma (y el ejercicio) del poder. El peronismo dejó de ser la mejor maquinaria político-electoral para durar en el gobierno. Porque volvió a ser la principal herramienta (o su columna vertebral) de transformación económica, social, política y cultural en la Argentina.
POR QUÉ SOY KIRCHNERISTA (UN PROGRESISTA). El progresismo (y/o la izquierda nacional y popular) tuvo cierto protagonismo en los ’70 acompañando al peronismo y en los ’80 con el alfonsinismo. Pero irrumpió de verdad en la política argentina con el Pacto de Olivos, con el PJ menemizado, con la UCR de Angeloz. El Frente Grande, después Frepaso, su mayor expresión político-partidaria, conmovió el escenario en los ’90 y aún perdura, activo en muchos de sus principales cuadros. Sin embargo, y antes del desastre político de la Alianza, la subjetividad humana y los imponderables de la biología ya habían hecho lo suyo. Dos muertes prematuras, la de Germán Abdala en 1993 y la de Carlos Auyero en 1997 privaron a la fuerza en gestación de anclaje social, primero, de capacidad de construcción autónoma después. Chacho Álvarez se quedó muy solo en la primera línea de conducción… Al mismo tiempo, en el mundo, la izquierda y el progresismo sufrían el derrumbe del Bloque Soviético, el debilitamiento de los Estados de Bienestar de la socialdemocracia europea, la licuación de los ideales igualitarios en más difusos derechos civiles. En nuestro país, otra vez el desencuentro con el pueblo real, trabajador, oprimido, marginado. En medio de esa crisis de las ideas, del fracaso político, de la pérdida de referencias internacionales, cuando para el progresismo argentino todo era “modernidad líquida” llegan al gobierno Néstor y Cristina: Corte Suprema, Derechos Humanos con memoria, verdad y justicia, no al ALCA, desendeudamiento, basta al FMI, reestatización de las AFJP, Ley de Medios, Asignación Universal por Hijo, Matrimonio Igualitario, la Unasur.
Por primera vez, al poder no se sube como a los caballos, por izquierda para luego bajarse por derecha. Por primera vez, cuando atacan no se retrocede frente a los poderes fácticos. No se rehúyen las batallas, no se cede ante ninguna corporación.
Los intelectuales populares salen de las catacumbas. Tienen cátedras universitarias, pero también radio, televisión y prensa escrita. Los científicos retornan al país.
Ya van dos gobiernos constitucionales (y viene el tercero) que leyeron y utilizaron El Príncipe de Maquiavelo en la clave de conducción política de Juan Perón pero también en la visión de transformación histórica de Antonio Gramsci.
El kirchnerismo es la materialización creciente en la Argentina de los mejores sueños del progresismo continental: multipolaridad mundial con protagonismo en aumento de América Latina, fuerte presencia del Estado, distribución del ingreso, el poder y el conocimiento, universalización de derechos básicos, nuevas garantías de ciudadanía plena.Todo ello socialmente sustentado en una alianza de la clase trabajadora con sectores medios urbanos y rurales.
POR QUE SOY CRISTINISTA (UN KIRCHNERISTA). El 27 de octubre de 2010, junto al dolor y la consternación por la muerte de Néstor Kirchner, nos asaltó una duda, nos recorrió un temor: ¿ella podrá? Néstor la tuvo siempre a su lado. Ella ahora no lo tiene a él. Eran pareja y equipo. Ella se encargaba del gobierno, de las políticas públicas, pero no del día a día del territorio, de la contención dirigencial, de lo partidario. Eso lo hacía él.
Cristina ya había demostrado con creces su capacidad de gobernar. Pero ahora se trataba de algo aun más complejo. Néstor impulsó y dejó pendiente con su partida el “que florezcan mil flores” de la gran construcción política. CFK tuvo que asumir, en un momento especialmente difícil en tanto persona, la doble jefatura del Estado y el Movimiento político. No sólo en la contención de los aliados, sino en la construcción de fuerza propia. No sólo en lo territorial, sino en lo sectorial y generacional. No sólo en lo electoral, sino en lo estructural. Teniendo en cuenta el presente pero también la proyección histórica. Cristina es una “resiliente” política (ha emergido una y otra vez fortalecida de la adversidad). Copiloto de Néstor, orgullo para las mujeres, maestra de los jóvenes militantes, síntesis teórica y práctica del peronismo recuperado y el progresismo real, Cristina tuvo el 23 de octubre muchos votos por muchas razones. Pero en especial, porque dejaron de ser “campanas de palo las razones de los pobres”. Así nació la izquierda en el mundo y el peronismo en la Argentina. Porque cuando se piensa en el último, el olvidado, el excluido, el silenciado, se piensa y se actúa para todos. <