Opinión
Miércoles 27 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Cristina Kirchner y el entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández, durante un acto en la Casa Rosada en marzo de 2008Foto: Reuters
Alberto Fernández
Para LA NACION
Señora Presidenta: con más pesar que placer he leído el adelanto de la entrevista que la periodista Sandra Russo ha convertido en el libro La Presidenta. Entre los dichos que se adelantan periodísticamente sostiene usted que el Grupo Clarín ejerció, hace cuatro años, una enorme presión para impedir que usted fuera candidata a presidente , y que yo era, hacia dentro del Gobierno, el «vocero» de esa corporación empresaria.
Ha sostenido también que cuando usted se decidió a promover cambios en el sistema regulatorio de la radiodifusión yo preguntaba con «insistencia» qué era lo que se pretendía hacer al respecto, tratando de obtener información. Según sostiene, en una de las «tensas» conversaciones que, presuntamente, mantuvimos, usted me habría dicho: «Y si al Grupo [Clarín] no le interesa, ¿para qué te hacés problemas vos?». Como dije, leí sus expresiones con pesar. Se trata exactamente del pesar que provoca descubrir la mentira en boca de una persona con quien se ha compartido una etapa central de la vida del país, y también de la propia, y por la que aún se guarda consideración.
Aunque nunca creí que fuera necesario hacerlo, déjeme informarle que no tuve ni tengo vínculos políticos, profesionales o económicos con el Grupo Clarín. De buena fe, usted lo sabe. También sabe, por la relación que alguna vez tuvimos, que jamás me ocupé de defender los intereses de ese grupo económico. Por lo tanto, decir que fui «vocero» de esa empresa en el Gobierno no sólo afecta mi integridad ética, sino que ensucia mucho su propia credibilidad.
Yo ya acompañaba a Néstor Kirchner cuando en el país sólo un escueto 2% de argentinos sabían de él. Confié en sus ideas y en su conducta. Lo ayudé a alcanzar la presidencia de la Nación con toda honestidad y lealtad. Lo hice cuando muchos creían que todo nuestro esfuerzo era en vano. Usted misma, a veces, se reía de nuestra obcecación diciendo que nos habíamos embarcado en una «loca aventura».
Cuando Kirchner me confió la Jefatura de Gabinete , sólo respondí a sus órdenes y no defendí ningún otro interés que no tuviera que ver con sus decisiones y, por supuesto, con el bien común. Si de alguien oficié de «vocero» en ese lapso, fue del gobierno que condujo ese gran presidente que fue su marido. Usted era también protagonista principal de esa etapa. Sabe, por lo tanto, que esto fue así y de ello dieron cuenta todos, absolutamente todos los comunicadores en esa época.
Precisamente, en cumplimiento del rol que me fuera encomendado, y al depender de mí la Secretaría de Medios, tuve que vincularme con todos los medios de comunicación. He tenido así las relaciones tensas que habitualmente se establecen entre el poder y la prensa. Guardo la íntima tranquilidad de haber actuado siempre preservando los intereses que debía representar: los del gobierno que eligieron los argentinos.
Permítame recordarle algunos de esos momentos de tensión, por si los hubiera olvidado. Fui yo el único funcionario que imputó públicamente al diario Clarín el haber llevado adelante una operación periodística contra una secretaría de Estado. Y también fui el único director de Papel Prensa que -sin guantes de boxeo- logró que los socios privados invirtieran más de ocho millones de dólares para combatir la contaminación que la planta fabril causaba en su proceso productivo. Vale la pena recordar que, siendo un abogado recién recibido, yo ya denunciaba la complicidad intelectual de ciertos medios con la dictadura militar que asaltó el poder el 24 de marzo de 1976 y que a algunos de esos personeros los llevé con pruebas ante los estrados judiciales sin otra intencionalidad que no fuera la búsqueda de la verdad.
Su conciencia conoce que con el Grupo Clarín no tuve más relación que la que Néstor Kirchner dispuso que tuviera. Con sus directivos almorcé tantas veces como lo hizo usted y en ninguna de esas ocasiones observé algo impropio. Debe saberlo bien, porque todas las comidas fueron en la residencia presidencial de Olivos y siempre contaron con su presencia. Supe además que, habiendo dejado yo mi cargo en el gobierno nacional, usted siguió frecuentándolos en más de una oportunidad, con lo cual es evidente que nunca necesitó de mí para mantener ese vínculo.
Según dice usted, los directivos del Grupo Clarín le transmitieron directamente a Néstor Kirchner su oposición a la idea de que usted fuera la candidata presidencial. Si así fue, yo ni me enteré. Queda claro, según evidencian sus propias palabras, que en semejantes conversaciones no era necesaria mi presencia. Pese a todo, sí me asombra descubrir que usted no supiera lo que era conocido por todo el Partido Justicialista y la mayoría de los argentinos: que fui yo un sincero impulsor de su candidatura. Miles de testigos e incontables registros gráficos y televisivos confirman esa obviedad. Yo sé que no necesita chequearlos simplemente porque le consta.
Permítame recordarle algo más. La denominada ley de medios fue hecha pública ocho meses después de mi renuncia; fue elevada al Congreso Nacional un año después de mi alejamiento del Gobierno (tras la elección de 2009) y promulgada tres meses más tarde. Hasta donde yo recuerdo, la última vez que cruzamos palabras usted y yo fue justamente el día en que mi sucesor asumió en mi reemplazo. No es verdad que yo estuviera preocupado por esa ley, sencillamente porque en esa época ese tema no estaba en la agenda suya como presidenta y porque tampoco usted mostraba interés en cambiar esa norma. Nunca hablamos sobre la modificación de la ley de medios, simplemente porque usted no la tenía en carpeta.
Los argentinos sabemos de sus cruzadas. Algunos, incluso, la hemos acompañado en muchas de ellas. Créame que no hace falta fabular batallas para parecer heroica.
La novela de George Orwell 1984 transcurre en un Estado en el que existe un «Ministerio de la Verdad» dedicado a manipular o destruir los documentos históricos, para que las evidencias del pasado coincidan con la versión que de la historia quiere imponer el gobierno en cada coyuntura. Tal vez sus aseveraciones pueden entenderse como un intento de trastocar lo ya sucedido y construir una historia que, acomodada a sus actuales conveniencias, le haga más llevadero aquello que le resulta difícil de explicar.
Yo sé bien que usted cree en la necesidad de construir un relato propio sobre la realidad que ampare el mundo dual en el que vive. Seguramente por eso trate de emularlo a Orwell. Pero a mí difícilmente me convenza. He sido un testigo privilegiado de ese tiempo y no voy a poder dar por cierta la historia novelada que nos propone como verdad absoluta.
A diferencia de usted, suelo observar el pasado con la mayor asepsia. Sólo de esa manera logro hacer fructíferas las experiencias que ofrece la historia, aun cuando parezcan muy dolorosas.
Hubiera preferido no leer sus quimeras y hubiera preferido no tener que hacer públicas estas aclaraciones. Pero un viejo adagio popular enseña que el que calla otorga, y yo no quiero dar pie a que mi silencio haga parecer consentidas sus ficciones.
Además, también es necesario advertirle a usted sobre sus desaciertos, aunque no le guste que así se haga. No es bueno estigmatizar a ciudadanos con falsedades. Mejor es hacer frente a la verdad, con las buenas y malas cosas que ella nos ha deparado. Siempre la verdad es mejor para ejercer el gobierno y también para la calidad de nuestra democracia.
© La Nacion
Miércoles 27 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Cristina Kirchner y el entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández, durante un acto en la Casa Rosada en marzo de 2008Foto: Reuters
Alberto Fernández
Para LA NACION
Señora Presidenta: con más pesar que placer he leído el adelanto de la entrevista que la periodista Sandra Russo ha convertido en el libro La Presidenta. Entre los dichos que se adelantan periodísticamente sostiene usted que el Grupo Clarín ejerció, hace cuatro años, una enorme presión para impedir que usted fuera candidata a presidente , y que yo era, hacia dentro del Gobierno, el «vocero» de esa corporación empresaria.
Ha sostenido también que cuando usted se decidió a promover cambios en el sistema regulatorio de la radiodifusión yo preguntaba con «insistencia» qué era lo que se pretendía hacer al respecto, tratando de obtener información. Según sostiene, en una de las «tensas» conversaciones que, presuntamente, mantuvimos, usted me habría dicho: «Y si al Grupo [Clarín] no le interesa, ¿para qué te hacés problemas vos?». Como dije, leí sus expresiones con pesar. Se trata exactamente del pesar que provoca descubrir la mentira en boca de una persona con quien se ha compartido una etapa central de la vida del país, y también de la propia, y por la que aún se guarda consideración.
Aunque nunca creí que fuera necesario hacerlo, déjeme informarle que no tuve ni tengo vínculos políticos, profesionales o económicos con el Grupo Clarín. De buena fe, usted lo sabe. También sabe, por la relación que alguna vez tuvimos, que jamás me ocupé de defender los intereses de ese grupo económico. Por lo tanto, decir que fui «vocero» de esa empresa en el Gobierno no sólo afecta mi integridad ética, sino que ensucia mucho su propia credibilidad.
Yo ya acompañaba a Néstor Kirchner cuando en el país sólo un escueto 2% de argentinos sabían de él. Confié en sus ideas y en su conducta. Lo ayudé a alcanzar la presidencia de la Nación con toda honestidad y lealtad. Lo hice cuando muchos creían que todo nuestro esfuerzo era en vano. Usted misma, a veces, se reía de nuestra obcecación diciendo que nos habíamos embarcado en una «loca aventura».
Cuando Kirchner me confió la Jefatura de Gabinete , sólo respondí a sus órdenes y no defendí ningún otro interés que no tuviera que ver con sus decisiones y, por supuesto, con el bien común. Si de alguien oficié de «vocero» en ese lapso, fue del gobierno que condujo ese gran presidente que fue su marido. Usted era también protagonista principal de esa etapa. Sabe, por lo tanto, que esto fue así y de ello dieron cuenta todos, absolutamente todos los comunicadores en esa época.
Precisamente, en cumplimiento del rol que me fuera encomendado, y al depender de mí la Secretaría de Medios, tuve que vincularme con todos los medios de comunicación. He tenido así las relaciones tensas que habitualmente se establecen entre el poder y la prensa. Guardo la íntima tranquilidad de haber actuado siempre preservando los intereses que debía representar: los del gobierno que eligieron los argentinos.
Permítame recordarle algunos de esos momentos de tensión, por si los hubiera olvidado. Fui yo el único funcionario que imputó públicamente al diario Clarín el haber llevado adelante una operación periodística contra una secretaría de Estado. Y también fui el único director de Papel Prensa que -sin guantes de boxeo- logró que los socios privados invirtieran más de ocho millones de dólares para combatir la contaminación que la planta fabril causaba en su proceso productivo. Vale la pena recordar que, siendo un abogado recién recibido, yo ya denunciaba la complicidad intelectual de ciertos medios con la dictadura militar que asaltó el poder el 24 de marzo de 1976 y que a algunos de esos personeros los llevé con pruebas ante los estrados judiciales sin otra intencionalidad que no fuera la búsqueda de la verdad.
Su conciencia conoce que con el Grupo Clarín no tuve más relación que la que Néstor Kirchner dispuso que tuviera. Con sus directivos almorcé tantas veces como lo hizo usted y en ninguna de esas ocasiones observé algo impropio. Debe saberlo bien, porque todas las comidas fueron en la residencia presidencial de Olivos y siempre contaron con su presencia. Supe además que, habiendo dejado yo mi cargo en el gobierno nacional, usted siguió frecuentándolos en más de una oportunidad, con lo cual es evidente que nunca necesitó de mí para mantener ese vínculo.
Según dice usted, los directivos del Grupo Clarín le transmitieron directamente a Néstor Kirchner su oposición a la idea de que usted fuera la candidata presidencial. Si así fue, yo ni me enteré. Queda claro, según evidencian sus propias palabras, que en semejantes conversaciones no era necesaria mi presencia. Pese a todo, sí me asombra descubrir que usted no supiera lo que era conocido por todo el Partido Justicialista y la mayoría de los argentinos: que fui yo un sincero impulsor de su candidatura. Miles de testigos e incontables registros gráficos y televisivos confirman esa obviedad. Yo sé que no necesita chequearlos simplemente porque le consta.
Permítame recordarle algo más. La denominada ley de medios fue hecha pública ocho meses después de mi renuncia; fue elevada al Congreso Nacional un año después de mi alejamiento del Gobierno (tras la elección de 2009) y promulgada tres meses más tarde. Hasta donde yo recuerdo, la última vez que cruzamos palabras usted y yo fue justamente el día en que mi sucesor asumió en mi reemplazo. No es verdad que yo estuviera preocupado por esa ley, sencillamente porque en esa época ese tema no estaba en la agenda suya como presidenta y porque tampoco usted mostraba interés en cambiar esa norma. Nunca hablamos sobre la modificación de la ley de medios, simplemente porque usted no la tenía en carpeta.
Los argentinos sabemos de sus cruzadas. Algunos, incluso, la hemos acompañado en muchas de ellas. Créame que no hace falta fabular batallas para parecer heroica.
La novela de George Orwell 1984 transcurre en un Estado en el que existe un «Ministerio de la Verdad» dedicado a manipular o destruir los documentos históricos, para que las evidencias del pasado coincidan con la versión que de la historia quiere imponer el gobierno en cada coyuntura. Tal vez sus aseveraciones pueden entenderse como un intento de trastocar lo ya sucedido y construir una historia que, acomodada a sus actuales conveniencias, le haga más llevadero aquello que le resulta difícil de explicar.
Yo sé bien que usted cree en la necesidad de construir un relato propio sobre la realidad que ampare el mundo dual en el que vive. Seguramente por eso trate de emularlo a Orwell. Pero a mí difícilmente me convenza. He sido un testigo privilegiado de ese tiempo y no voy a poder dar por cierta la historia novelada que nos propone como verdad absoluta.
A diferencia de usted, suelo observar el pasado con la mayor asepsia. Sólo de esa manera logro hacer fructíferas las experiencias que ofrece la historia, aun cuando parezcan muy dolorosas.
Hubiera preferido no leer sus quimeras y hubiera preferido no tener que hacer públicas estas aclaraciones. Pero un viejo adagio popular enseña que el que calla otorga, y yo no quiero dar pie a que mi silencio haga parecer consentidas sus ficciones.
Además, también es necesario advertirle a usted sobre sus desaciertos, aunque no le guste que así se haga. No es bueno estigmatizar a ciudadanos con falsedades. Mejor es hacer frente a la verdad, con las buenas y malas cosas que ella nos ha deparado. Siempre la verdad es mejor para ejercer el gobierno y también para la calidad de nuestra democracia.
© La Nacion
Si resultaran ciertas estas declaraciones de la Presidenta a la periodista de 678 Sandra Russo, la refutación del entonces «todo terreno» Alberto Fernández adquieren un carácter demoledor. Salvo, claro está, que la amnesia de Cristina Fernández contagie a todos sus correligionarios.
Lo que no se entiende es para que lo ataca a Alberto Fernández, que hoy no tiene poder ni es una figura que le eche sombra, pero sabe muchas de las cosas que CK, como cualquier gobernante, no quiere que se sepan. Error de juicio que no se puede permitir ahora que ‘Ya ganamos’ no parece tan seguro.
No tan demoledor, la cronología que hace AF sobre la ley de medios es falsa y se puede refutar con facilidad. La ley fue enviada al congreso en el 2009 (como dice Alberto) pero el trayecto previo demoró casi dos años y estuvo atravesado por el conflicto con el campo. Cristina recibió al conjunto de organizaciones que reclamaban una reforma de la ley de medios pocas semanas después de asumir (tal como prometía en su plataforma) y les propuso que elaboren una propuesta (lo que se hizo en los meses subsiguientes) que después fue convertida proyecto de ley por el oficialismo para volver a discutirse en diversos foros en todo el país y recién llegar al punto que señala Alberto.
No se si Cristina miente o no respecto al rol de AF en el reportaje de Russo, pero lo que si está claro es que AF miente cuando dice que la ley de medios no estaba en agenda durante el tiempo en que el fue de JGM. Miente, mal, y de una manera muy torpe.
Guido, decis «el trayecto previo». Como parte de la actividad oficial del gobierno, o como algo que se deliberaba en organizaciones fuera del gobierno? Si es lo segundo, tres personas dandole al Malbec el viernes a la noche son una organizacion. De eso a organizaciones en serio hay mucho campo, pero el tema es que, si la ley de medios no era parte del programa de gobierno, aunque estuviera en la plataforma como algo a hacer, Fernandez (masculino) no miente. No tengo ningun interes en defender a AF, con cara y discurso de vendedor de autos de segunda mano, pero no es peor ni menos creible que su acusadora, que lo mejor que se puede decir de ella es que ha hecho la carrera mas espectacular de la Argentina basada en una libreta matrimonial.
No: las reuniones con la Coalición por una Radiodifusión Democrática que fue la que elaboró los 21 puntos de base para la ley comenzaron durante 2008 al mismo tiempo que era el conflicto con «el campo».
Guillermo, de mi comentario queda claro (o eso quise) que no se si Cristina dice la verdad cuando acusa a AF, ni si este miente o no cuando afirma que el con Magnetto nada que ver. No tengo ni idea.
Lo que si puedo asegurar, porque lo recuerdo claramente, no fui ajeno a eso, es que miente en lo que indiqué más arriba. la Coalición por una Radifusión Democrática no eran cuatro troscos escabiando, agrupó a centenares de radios comunitarias de todo el país, todas las facultades de periodismo o ciencias de la comunicación, etc.
La cronología es la que te digo: la CRD elaboró sus 21 puntos (en los que se basó el anteproyecto) durante el conflicto con el campo, en base a un acuerdo verbal con la presidente que se comprometió a enviarlo al congreso ANTES del conflicto con el campo. Te digo más, recuerdo que en las discusiones blogueras existía la hipótesis de que la virulencia de Clarín durante la 125 (que fue una vuelta de tortilla, porque unos meses antes con Magnetto estabamos como chanchos) se vinculaba directamente con el aval explícito del PEN al laburo que hacía la CRD.
Repito, no tengo idea si Cristina dice la verdad sobre Alberto o no (si era tan poco confiable no se explica el rol que se le dió durante tantos años) pero que acá manda fruta y miente descaradamente está clarito.
(me encantó eso de «vendedor de autos de segunda mano», cuando yo era chico, una época que mi viejo estaba desocupado se ganó la vida con una agencia de rifas de esas muy caras que se pagan en cuotas: el perfil de los vendedores – todos buscavidadas con trajes baratos y mucha labia clase b – era 100% alberto F)
Tuvieron cuatro años para criticar a ese fantoche que sacó la cara por el gobierno cuantas veces lo necesitaron, pero no se los escuchó¡¡¡
Ahora Cristina larga estas declaraciones tirada delos pelos y en lugar de pensar comienzan las justificaciones.
Me pregunto: quien estará aconsejando a la Presidenta para que en dos días aparezca esta noticia pegada a la impresentable reforma futbolera?
Aunque todo lo que yo afirme esté equivocado, el momento elegido no tiene connotaciones de suicidio político? Porqué?
¡Mier colés! que claro que escribe este hombre, nada que ver con los de Carta Abierta.
hace poco hablábamos acá sobre el carácter hipócrita de fernández…
bué, se va descorriendo la careta.
me había sorprendido que no tuviera repercusión esa parte del reportaje. más hot que el videito de silvina luna…
¡Que tiempos aquellos, no!
«Alberto Fernández de Kirchner
Por Mario Wainfeld
No hace tanto tiempo, cosa de ocho meses atrás, Alberto Fernández explicaba con aire convencido y argumentos rotundos que la futura presidenta debía cambiar todo o casi todo su gabinete. El desgaste, la fatiga de los propios funcionarios eran algunas de sus razones. El jefe de Gabinete no se excluía de la moción general. Cuando se le replicaba que los Kirchner lo veían como una pieza clave, contestaba que nadie es imprescindible. “Hace cuatro años decían que mi cargo me quedaba grande –refirió a Página/12 que lo contó en su momento– ahora se supone que soy irreemplazable.” Las dos cosas, postulaba, eran exageradas.
El criterio era sugestivo y llamaba la atención por provenir de un “Cristino” de la primera hora. Alberto Fernández tiene desde hace muchos años una relación política muy cercana con la Presidenta, previa a la que mantuvo con Néstor Kirchner.»
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-101074-2008-03-21.html
Dice Alberto, con toda razón:
«La novela de George Orwell 1984 transcurre en un Estado en el que existe un «Ministerio de la Verdad» dedicado a manipular o destruir los documentos históricos, para que las evidencias del pasado coincidan con la versión que de la historia quiere imponer el gobierno en cada coyuntura. Tal vez sus aseveraciones pueden entenderse como un intento de trastocar lo ya sucedido y construir una historia que, acomodada a sus actuales conveniencias, le haga más llevadero aquello que le resulta difícil de explicar.Yo sé bien que usted cree en la necesidad de construir un relato propio sobre la realidad que ampare el mundo dual en el que vive. Seguramente por eso trate de emularlo a Orwell. Pero a mí difícilmente me convenza. He sido un testigo privilegiado de ese tiempo y no voy a poder dar por cierta la historia novelada que nos propone como verdad absoluta.»
Lo único es que él ha sido un personaje importante en esa novela, y ahora no sólo lo han dejado afuera de la representación de la obra, sino que le asignan un papel que no desempeñó. Bueno, son los riesgos de toda actuación.-
a los amantes del psicoanálisis de palacio:
pregunta:
¿qué razón encuentran para que CFK diga lo que dijo si no es cierta la traición de AF?
Yo en este tema voy a ser neutral: no le creo a ninguno de los dos.
Con relación a los dichos de la Presidenta:
http://diario.latercera.com/2010/10/07/01/contenido/mundo/8-40784-9-controversia-entre-revista-alemana-y-cristina-k–por-entrevista.shtml
http://www.continental.com.ar/nota.aspx?id=953949
Lo cual es ***otro*** tema que no tiene nada que ver.
Ahora, en el hipotético caso de que la Presidenta haya mentido en eso (es palabra de A contra palabra de B ¿quién es B?) eso tampoco quiere decir que mienta en otra cosa.
Todavía no caés que este chicaneo los lectores de AP no lo compran.
Del libro de Sandra Russo:
• La muerte. «Él murió conmigo acá, en la cama. Él no murió en el hospital. Lo averigüé con el tiempo, atando cabos. (…) Me puse a reconstruir todo, y lo llamé al médico para preguntarle. (…) Me queda el consuelo de que haya sido acá. No hubiera soportado que muriera en Olivos. Él odiaba Olivos. No veía la hora de volver acá. Amaba este lugar (…). Esa noche (26/10/2010) habíamos cenado con Natalia (sobrina) y su marido Patricio. Salió publicado que habíamos cenado con Lázaro Báez. Nunca en mi vida cené con Lázaro. …».
¿Nunca cenó con Lázaro Baéz?
Uno tendría que preguntarse el por qué de esa negativa,y qué pasa ahora con el testaferro de los kirchner. ¿Problemas de herencia?