Cómo hacer literatura en la era del fin del análisis político

El libro, publicado en las ediciones Liliputienses de España, retorna echando, otra vez, una sombra sobre la actual literatura argentina (sin distinción de “géneros”), de la mano de un tipo demasiado inteligente como para preocuparse por cómo puede caer ese obús en el diagrama tan previsible de las letras locales (y de la política local).
Gambarotta nació en 1968 en Buenos Aires. Publicó los libros Punctum , Seudo , Relapso + Angola y Refrito .
Esta es la conversación que sostuvo con Télam .
– T : Seudo ¿es un título pensado como para denunciar cierta falsedad en retóricas muy afianzadas en la época de la salida del libro o nada de eso?
– G : Es así, aunque no sé si había un ánimo explícito de denuncia, más bien de cansancio con “cierta falsedad de retóricas muy afianzadas”. Al momento de escribir el libro, en todo caso, me propuse no usar todo el bagaje retórico que podía manejar, por ejemplo, al escribir Punctum .
De un modo más lateral, también me pareció que había que ponerle fin al sentirse bajo la influencia de la poesía china, por la lectura que hizo Ezra Pound de la poesía china (clave en el avance del poema moderno), y ese tipo de cosas. Creo que el libro satiriza un poco la idea de que podés vivir como en un capítulo de la serie Kung-Fu. En términos de poesía chilena y un poco a modo de chiste: Nicanor Parra tiene la anti-poesía; José Cuevas, la expoesía; y este texto sería seudo-poesía.
– T : Es imposible leer ese libro sin Punctum . ¿Cuánto de experimentación lingüística, cuánto de reacción contra el canon te empujaron a abrir un campo de discurso que creo, afectó hasta la narrativa misma?
– G : Es verdad, pero lo que pasa es que cuando estás escribiendo un texto las cosas se te presentan de un modo más casero. No sé si alguien se levanta a la mañana a escribir pensando “voy a reaccionar contra el canon”. Sí rescato la palabra “experimentación”, si por eso se entiende partir de un error para plantear algo que puede terminar siendo un acierto.
En cierta medida la literatura es hacer lecturas erróneas de los textos que te gustan. A mí qué me importa lo que podrían llegar a pensar T.S. Eliot, o el Indio Solari, de la lectura que yo hago de T.S. Eliot y el Indio Solari. Punctum sería el resultado de una experimentación casera. Igual que cuando tenés un problema matemático por resolver y después de hacer todos los cálculos decís: bueno, a mí me da este resultado.
– T : Las preguntas que este texto le hace al lector son políticas, o mejor, pospolíticas. ¿Es un ejercicio contra la tan mentada crisis de representación?
– G : No lo sé. Digamos que ese texto se inventa su propia batalla cultural antes de que la batalla cultural propiamente dicha se haga explícita. Es un intento de hacer literatura con eso. Ahora, un montón de comentadores en las redes sociales, para parecer ocurrentes, distinguirse un poco, relativizan la idea de batalla cultural.
Es como hablar mal de Pablo Neruda sin haber leído “Residencia en la Tierra” para agregarse un poco de sofisticación. Está bien, es un gesto válido. Pero si en el programa de televisión más visto de los domingos se burlan del director de la Biblioteca Nacional, lo que tenés ahí es una discusión cultural, diría que hasta literaria. Bueno, con “Seudo”, me metí en esa discusión bastante temprano.
– T : Decir que el orden simbólico (el lenguaje) no da cuenta de lo real, ¿es un lugar común? Aún si lo fuera, tus textos parecen desesperar porque no dan cuenta de lo real.
– G : Creo que el punto de partida fue el realismo, un intento de dar cuenta de lo real. Y estoy de acuerdo: después eso puede volverse una desesperación casi barroca por no poder dar cuenta de lo real. Sería una desesperación por no tener un nombre, una palabra, para cada cosa.
– T : ¿Cómo trabaja la materia política al interior de tus textos, y por qué el “peronismo” de Gambarotta no suena a “peronismo”, si es que eso quiere decir algo.
– G : No entiendo del todo. Pero, ¿tal vez porque los textos, en un plano, dan cuenta de una experiencia de lo que fue una facción del peronismo? Por ejemplo, si en un poema escribo “soy un Sabino”, hay un montón de personas que no van a entender nada, pero a dos o tres eso los puede remitir a una experiencia del peronismo muy concreta. Y al que no, por ahí lo lleva a buscar qué significa el verso “soy un Sabino”.
Improvisando un poco para responder: en un momento en el que todo es comunicación se puede pensar que no hay lugar para que un texto literario transmita algo. Pero, ¿a quién le interesa transmitir los restos discursivos de una facción derrotada? Y, un poco más allá, esa experiencia, casi únicamente la vas a poder transmitir de un modo más o menos vivaz en un texto literario, que en definitiva es un medio de comunicación. Por otro lado, se sabe que tengo una visión un poco particular de los acontecimientos. Por ejemplo, no pienso que el peronismo tenga cualidades camaleónicas según la época, algo que ya es un lugar común cuando se analiza la política argentina. Prefiero pensar que el peronismo es el pensamiento colectivo, casi una entelequia de lo que se debate en 500 unidades básicas del Gran Buenos Aires, en 20 de la Ciudad de Buenos Aires, y en 1500 del resto del país.
– T : ¿En qué estás trabajando actualmente? Y ¿cómo ves al coloquialismo de los 90 a la luz de los años?
– G : ¿Coloquialismo en lo mejor de los 90? Lo que veo es un intento de hacer volar el lenguaje dominante por los aires. Si hablabas con Leónidas Lamborghini, te decía que tal narrador consagrado no le interesaba porque no “trabajaba con el lenguaje”. Yendo a la otra parte de la pregunta, en 2011 saqué una plaqueta breve por VOX que se llama “Para un plan primavera”. VOX también está preparando la reedición de “Seudo” en Argentina, con un postfacio de Damián Selci y un texto inédito bastante extenso y experimental mío del 2004, “Dubitación”.
Ahora estoy tratando de expandir la plaqueta que salió en 2011. En los 90, lo mejor eran los textos, las galerías, las revistas literarias. Ahora hay mucha firma de solicitada y sobre todo mucho análisis político. Está de moda, digamos. Lo cual no está mal. Pero esa saturación, ¿no implica un poco la muerte simbólica del análisis político? ¿Cuántas columnas ocurrentes podés leer en un fin de semana? Y en algún punto, una columna periodística de análisis político solo es interesante según el peso del poder real que representa. Ojo, no me refiero a lo que puede ser el debate interno en un partido político. Pero si tuviera 18 años me diría: lo importante ahora es hacer política, no analizarla. Bueno, quiero ver si puedo hacer literatura con la idea de la muerte simbólica del análisis político.

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