Como las palabras no son neutrales, ni su uso es inocuo, no escapa a nadie que el término «ética» está revestido de una significación casi sacramental y es para el común de los mortales sinónimo de probidad, templanza y honestidad. A contrario sensu lo político se asocia a los intereses personales, a casta especial, a acomodos y cálculos muchas veces espurios. La degradación de lo político ha sido en parte consecuencia de ideologías, personajes, incapacidades de gobernantes varios que fueron y son funcionales a los intereses del poder real. La recurrencia de esos individuos nefastos, menores y despreciables está alimentada por quienes son beneficiarios de la desorganización nacional y de las divisiones artificiales del pueblo. La división contra natura de pueblos y estados de la América morena de los siglos pasados, se repite fronteras adentro en cada uno de los países que la integramos.
Hay políticos, intelectuales, militantes, obreros, dirigentes y religiosos con una coherente e insobornable conducta ética y los hay en las antípodas de esos procederes.
En este, nuestro país maniqueo y de contradicciones vitales y expresadas fervorosamente, es el peronismo –desde mediados del siglo XX– el que ha recibido las mayores descalificaciones, infamias y calumnias de todos los movimientos políticos modernos, solamente comparables a las estigmatizaciones y oprobios que recibieron los caudillos federales y sus montoneras en el siglo XIX. No es difícil colegir que quienes han representado el espíritu combativo emancipador e igualitario, quienes se rebelaron frente a lo establecido y a los intereses de las metrópolis y sus socios nativos, sean denostados e injuriados. Increíblemente hoy casi hay que disculparse por reivindicar a don Juan Manuel de Rosas o a Facundo Quiroga, entre tantos patriotas. Como decía J. J. Hernández Arregui en Nacionalismo y Liberación (Edit. Contrapunto, 1969): «El concepto de ‘barbarie’ que la oligarquía hace trapear a todos los vientos cada vez que el pueblo toma la historia en sus manos, vuelve hoy a ser encañonado contra una inmensa mayoría popula.» Y esta historia viene reiterándose desde 2003 y cada vez con mayor virulencia.
En este marco de tensiones crecientes, con la oposición política abducida por el poder mediático concentrado asociado a la oligarquía financiera y agropecuaria, se debería consolidar una ética de la solidaridad, de la unidad de acción del movimiento nacional y popular que no parece apto o digerible por sectores que tal vez se han sumado por primera vez al aluvión peronista y que hoy de alguna manera comparten el Frente para la Victoria.
Se complica cualquier relación cuando hay que estar dando explicaciones por todo y a veces hasta bajo sospecha. Es este gobierno el que cambió la Corte Suprema. Fue Kirchner quien bajó los cuadros de los genocidas. Quien derogó las leyes de la impunidad. Quien convirtió a la ex ESMA en lugar de vida y memoria. Este gobierno es el que impulsa decididamente los juicios contra los responsables de delitos durante la dictadura cívico-militar. Y tanto más.
Si la conducción del movimiento –que para los peronistas es un tema doctrinario– toma decisiones conociendo todos los elementos que la mayoría ignoramos– el resto acompaña y sale a respaldarlas.
La necesidad de unidad de las mayorías populares y de las instituciones del Estado son indispensables. Y en esa unidad de concepción y de acción, las FF AA tienen que cumplir un rol e integrarse al movimiento nacional y popular.
El General Perón escribió en El Modelo Argentino su visión –que es la nuestra– del rol del brazo armado de la Patria. Y a 30 años del fin de la dictadura es momento de ponerlo en práctica. «Las Instituciones Armadas no sólo se limitarán a prepararlas para el desarrollo específicamente militar, sino que participarán decididamente en el proceso de liberación nacional, contra toda forma de imperialismo externo o interno.» Propone luego actividades de apoyo a la comunidad y acciones de tipo educativo. Y ordena que las FF AA. «Deben tener un profundo conocimiento de los objetivos nacionales y consustanciarse con ellos.» Y agrega que tendrán que «Participar activamente, con su tecnología, medios y personal, en la ejecución de los programas industriales que se realicen en el ámbito civil, fundamentalmente en aquellos de importancia estratégica.» Y finaliza esos 10 puntos ordenando: «Cooperar con la comunidad en cuanta oportunidad pueda prestar su concurso en pro del bienestar del pueblo.»
Cristina y Hebe han dado un ejemplo y marcado el camino. Nilda Garré primero y Agustín Rossi ahora han modificado de manera encomiable ese espíritu corporativo y elitista de los militares. Es otra ahora la historia. Quien quiera oír que oiga y quien quiera bajarse, que se baje.
Gramsci escribió: «El elemento popular siente pero no siempre comprende y sabe; el elemento intelectual sabe pero no siempre comprende y especialmente no siempre siente. El error del intelectual consiste en creer que se puede saber sin comprender y especialmente sin sentir que uno es un apasionado, es decir, sin sentir las pasiones elementales del pueblo.»
Con San Martín, Rosas y Perón, Cristina conducción.
Hay políticos, intelectuales, militantes, obreros, dirigentes y religiosos con una coherente e insobornable conducta ética y los hay en las antípodas de esos procederes.
En este, nuestro país maniqueo y de contradicciones vitales y expresadas fervorosamente, es el peronismo –desde mediados del siglo XX– el que ha recibido las mayores descalificaciones, infamias y calumnias de todos los movimientos políticos modernos, solamente comparables a las estigmatizaciones y oprobios que recibieron los caudillos federales y sus montoneras en el siglo XIX. No es difícil colegir que quienes han representado el espíritu combativo emancipador e igualitario, quienes se rebelaron frente a lo establecido y a los intereses de las metrópolis y sus socios nativos, sean denostados e injuriados. Increíblemente hoy casi hay que disculparse por reivindicar a don Juan Manuel de Rosas o a Facundo Quiroga, entre tantos patriotas. Como decía J. J. Hernández Arregui en Nacionalismo y Liberación (Edit. Contrapunto, 1969): «El concepto de ‘barbarie’ que la oligarquía hace trapear a todos los vientos cada vez que el pueblo toma la historia en sus manos, vuelve hoy a ser encañonado contra una inmensa mayoría popula.» Y esta historia viene reiterándose desde 2003 y cada vez con mayor virulencia.
En este marco de tensiones crecientes, con la oposición política abducida por el poder mediático concentrado asociado a la oligarquía financiera y agropecuaria, se debería consolidar una ética de la solidaridad, de la unidad de acción del movimiento nacional y popular que no parece apto o digerible por sectores que tal vez se han sumado por primera vez al aluvión peronista y que hoy de alguna manera comparten el Frente para la Victoria.
Se complica cualquier relación cuando hay que estar dando explicaciones por todo y a veces hasta bajo sospecha. Es este gobierno el que cambió la Corte Suprema. Fue Kirchner quien bajó los cuadros de los genocidas. Quien derogó las leyes de la impunidad. Quien convirtió a la ex ESMA en lugar de vida y memoria. Este gobierno es el que impulsa decididamente los juicios contra los responsables de delitos durante la dictadura cívico-militar. Y tanto más.
Si la conducción del movimiento –que para los peronistas es un tema doctrinario– toma decisiones conociendo todos los elementos que la mayoría ignoramos– el resto acompaña y sale a respaldarlas.
La necesidad de unidad de las mayorías populares y de las instituciones del Estado son indispensables. Y en esa unidad de concepción y de acción, las FF AA tienen que cumplir un rol e integrarse al movimiento nacional y popular.
El General Perón escribió en El Modelo Argentino su visión –que es la nuestra– del rol del brazo armado de la Patria. Y a 30 años del fin de la dictadura es momento de ponerlo en práctica. «Las Instituciones Armadas no sólo se limitarán a prepararlas para el desarrollo específicamente militar, sino que participarán decididamente en el proceso de liberación nacional, contra toda forma de imperialismo externo o interno.» Propone luego actividades de apoyo a la comunidad y acciones de tipo educativo. Y ordena que las FF AA. «Deben tener un profundo conocimiento de los objetivos nacionales y consustanciarse con ellos.» Y agrega que tendrán que «Participar activamente, con su tecnología, medios y personal, en la ejecución de los programas industriales que se realicen en el ámbito civil, fundamentalmente en aquellos de importancia estratégica.» Y finaliza esos 10 puntos ordenando: «Cooperar con la comunidad en cuanta oportunidad pueda prestar su concurso en pro del bienestar del pueblo.»
Cristina y Hebe han dado un ejemplo y marcado el camino. Nilda Garré primero y Agustín Rossi ahora han modificado de manera encomiable ese espíritu corporativo y elitista de los militares. Es otra ahora la historia. Quien quiera oír que oiga y quien quiera bajarse, que se baje.
Gramsci escribió: «El elemento popular siente pero no siempre comprende y sabe; el elemento intelectual sabe pero no siempre comprende y especialmente no siempre siente. El error del intelectual consiste en creer que se puede saber sin comprender y especialmente sin sentir que uno es un apasionado, es decir, sin sentir las pasiones elementales del pueblo.»
Con San Martín, Rosas y Perón, Cristina conducción.