Cristina lleva el poder presidencial al límite

En la Argentina, la Presidenta manda sola, los demás ejecutan sus órdenes. La imagen que asoma en la experiencia adquirida es que el poder está encarnado en Cristina Kirchner, que no lo comparte con sus aliados, que hay un reducido círculo áulico que la acompaña en sus decisiones. Prevalece una construcción por y para el poder personal.
El resultado de la competición electoral condujo a una entronización plebiscitaria. Lo demás, aquello que es planteado como un horizonte de sentido, el llamado “modelo” (el poder al servicio del bien común), no es más que la retórica de un discurso político que intenta cambiar nuestra visión del mundo , y la comprensión que tenemos de una compleja realidad.
El “cristinismo” es una profundización de la estructura de poder decisionista edificada por Néstor Kirchner desde el palacio presidencial. El Estado es el centro de la decisión política, pero la Presidenta personifica un poder aún más vertical, concentrado y discrecional que su antecesor. El poder personal de Cristina Kirchner quedó fielmente simbolizado cuando su hija, Florencia, le coloca la banda presidencial, como si el poder público fuera algo privado y familiar. Nada más alejado de una ética republicana y de una práctica institucional. Lo público se confunde con lo privado. Con la misma lógica, el otro símbolo de mando, el bastón presidencial, no fue entregado por nadie.
La Presidenta lo toma directamente y se confiere a sí misma sus atributos.
He ahí el ejercicio de una “personal” autoridad soberana.
En pocos meses, y de manera “sorpresiva”, nos encontramos con otra Argentina, pero también con un gobierno que comienza a cambiar su fisonomía; la primera evidencia es el eje de rotación de sus alianzas. A pesar de la contundente victoria electoral de la Presidenta, el escenario político y económico actual deja una sensación de incertidumbre, que no se corresponde con la legitimidad de las urnas.
Emergen dudas y desafíos sobre las consecuencias que pueden tener para nuestra sociedad los conflictos dentro del peronismo, y por fuera de él.
Las disputas ya están planteadas en el orden fiscal, monetario, salarial e inflacionario; en el orden político se manifiestan en las duras tensiones entre el camporismo, Daniel Scioli y Hugo Moyano. Su resolución dependerá del rumbo y orientación que le imprima la Presidenta a su segunda gestión, y del poder de veto y bloqueo de los diversos actores sindicales y políticos opositores. Cristina se ha convertido en la líder de un movimiento fragmentado, con un poder en proceso de aislamiento.
Al tener vida propia, el poder (ante el menor descuido y debilidad) “atrapa” al poderoso de turno mediante su lógica interna, y deja abiertas las puertas al movimiento de rotación del poder.
En los inicios de este nuevo escenario, las oposiciones no poseen fuerza ni credibilidad, carecen de iniciativa y de espacio en la competencia política. La verdadera oposición al oficialismo habita en el interior del propio peronismo, y hoy la encabeza Hugo Moyano , quien se propone liderar el descontento social que presagia ante el declive de la economía, y los desajustes fiscales. Fue el sindicalista más beneficiado por el proyecto kirchnerista. Hoy es su principal adversario. ¿Es Moyano un actor central de la rotación del poder? Pareciera que su propósito es intervenir en la definición de las elecciones de 2013 , como paso intermedio para la sucesión presidencial de 2015; su mejor aliado entonces es Daniel Scioli.
Con la masiva concentración en Plaza de Mayo, Moyano ofreció un testimonio resonante de su posición cuestionadora, afectó el mando político de la Presidenta (intocable hasta ahora por las oposiciones), y mostró su fortaleza en el espacio público.
Moyano volteó la primera trinchera del poder oficial.
Nuevamente el peronismo traslada sus conflictos al conjunto de la sociedad, y acorrala al sistema político tras un falso relato que abre un campo antagónico entre los que buscan profundizar el “modelo” (con nuevas alianzas estratégicas) y los que pretenden, peronistas o no, poner en discusión las supuestas innovaciones. En verdad, se trata de la puja por el control de un movimiento que contiene fracciones diferentes y enfrentadas entre sí. En el medio se halla una sociedad que espera certezas de sus dirigentes, estabilidad y gobernabilidad.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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