Cristina necesita que la ataquen

Hay una palabra que se repite en la charla con Eliseo Verón: “desconcierto”. El autor de Perón o muerte y La semiosis social la aplica para describir lo que considera una conducta irracional de parte del Gobierno. La palabra suena extraña en la boca de alguien entrenado en analizar fenómenos complejos. Si la usa tantas veces es porque realmente el modo de comportarse de la Presidenta y sus ministros le resulta desconcertante.
Sociólogo, y director de la Licenciatura de Comunicación en la Universidad de San Andrés, Verón tuvo una larga trayectoria como investigador y consultor en Francia. Vino a la ciudad de Córdoba invitado por Tarjeta Naranja.
–Si tuviera que caracterizar al gobierno de Cristina Fernández en términos mediáticos, ¿qué diría?
–Desde el punto de vista de la comunicación y el uso de los medios, me parece muy contradictorio. Hay una mínima racionalidad que uno reconoce, no importa de dónde venga. Por ejemplo, el uso de ciertas problemáticas que tienen fuerte consenso social para tapar situaciones y poder enfrentar cosas que por ahí no andan bien. Eso es buena guerra. Pero a la vez hay momentos en que uno no entiende lo que pasa y que no hay manera de hacer una atribución de racionalidad mínima. Entonces, resulta desconcertante.
–¿En qué casos ha detectado esa irracionalidad?
–Por ejemplo: ¿a quién se le podía ocurrir, en el momento de la tragedia de Once, con 51 muertos, recordar que ella quería hacer el tren de alta velocidad? Que lo diga su peor enemigo, OK, pero que lo diga Cristina, en su primer discurso tras el accidente, no lo entiendo. Cada tanto hay alguna de esas cosas y es muy difícil para quien está observando, porque se pasa a un grado de irracionalidad que genera una situación muy incómoda. Y como parece que el último nivel de decisión es de Cristina, no se lo puede atribuir a algún loco que ande por ahí.
–¿Quién gana con esa confusión?
–Cuando se trata de cuestiones en las que uno dice “bueno, se operó más o menos bien dadas las condiciones”, obviamente el que gana es el Gobierno. En los otros casos, no hay ningún ganador, porque el resto del espectro político está como en un agujero negro. No hay nadie 
que capitalice los malos momentos comunicacionales del Gobierno.
–¿Cómo ve la forma en que los medios calificados de opositores por el mismo Gobierno están reflejando este momento del país?
–Se puede analizar desde varios ángulos. Desde uno de ellos, yo creo que los medios y los políticos de la oposición han caído en una trampa y el 90 por ciento de sus discursos es un ataque al Gobierno, y, por otra parte, es lo que el Gobierno quiere. Yo me pregunto: ¿qué pasa si no se habla más de ella? ¿Se vuelve loca? Cristina necesita que la ataquen. Esa es la trampa. El Gobierno está arrastrando a los medios de información al campo político.
Antagonismo
–¿Percibe diferencias entre el kirchnerismo y lo que ahora empieza a llamarse “cristinismo”?
–Sin dudas. Una de las grandes diferencias es que se puede decir que Néstor Kirchner era un estratega. A uno le podía gustar o no lo que hacía, pero era un estratega. Carlos Menem, también. Definía sus objetivos y hacía lo que tenía que hacer para conseguirlo. En cambio, a Cristina no la termino de entender. Hay errores gruesos a nivel de toma de decisiones de comunicación y posicionamiento.
–Y en cuanto al uso de la televisión y de su propia imagen, ¿qué diferencias hay entre Néstor y Cristina?
–Cristina usa muchísimo más la televisión. Con ciertas condiciones, le gusta la televisión. Esas condiciones son no exponerse a ningún peligro que, por definición, tienen los medios, como pueden ser las preguntas incómodas. A ella le gusta aparecer rodeada de sus fieles en la Rosada.
–¿Cree que es importante para la vida democrática de un país la posibilidad de interpelar a un mandatario?
–Uno puede estar de acuerdo o no con la movida de Jorge Lanata, pero es evidente que interpelar al presidente es una de las funciones básicas de los medios en cualquier país normal, pero en la Argentina hay una especie de voluntad de no contacto. No viene de ahora, estuvo desde el principio. No recuerdo exactamente pero, en uno de sus primeros discursos, Cristina ya les pegaba a los medios. No fue el resultado de una ninguna crisis particular.
–Usted señaló que el kirchnerismo se aleja del peronismo en la necesidad de tener enemigos y dividir el campo político. ¿La búsqueda del enemigo se ha acentuado con Cristina?
–Ahí hay varios temas. Uno es la cuestión histórica, que hay que tener un poco de cuidado, yo no soy un historiador. Hay un pequeño componente antimedios en el peronismo en general. A Perón mismo no le gustaban los medios e hizo bastantes cosas para controlarlos. Pero hay algo nuevo en esta lucha antimedios, aunque no es nuevo solamente aquí, aparece en distintos lugares, y creo que también es importante para entender lo que pasa. El enfrentamiento directo de los gobiernos elegidos democráticamente contra los medios se da en la Argentina, en Ecuador, en Venezuela, y pasó con diferencias de grado en Francia, en Italia, en Hungría. Es un fenómeno general de comienzos del siglo 21.
El relato
–¿Hay un componente milenarista en el kirchnerismo, acentuado tras la muerte de Néstor? ¿Por qué a Cristina se le permite cierto tono místico en sus apelaciones a “él”, mientras que el mismo tono suena ridículo en Lilita Carrió, por ejemplo?
–Se trata de la construcción del héroe, no es nuevo. Pero sólo es una parte. Con eso sólo no se entiende “el relato”. En el mundo moderno democrático, siempre existió esta necesidad de construcción de héroes. Lo que uno podría decir es que acá es como demasiado flagrante, demasiado literal, lo cual les daría a algunos el derecho a pensar que es un poco ridículo, porque resulta demasiado explícito.
–¿Está de acuerdo con los conceptos de hegemonía y de discurso dominante?
–Nunca creí en la ideología dominante. Me parece que las cosas son más complicadas. Cuando se habla de medios hegemónicos, es porque no se realiza un análisis adecuado de lo que son los medios. Pensar que los medios pueden complotar contra un gobierno significa no entender lo que es un diario, que es una cosa muchísimo más complicada y contradictoria. No se pueden homogeneizar las cosas de esta manera.
–¿Por qué entonces ese discurso conspiratorio genera tanta adhesión?
–Debe haber alguna necesidad de simplificación de la recepción. En una situación del mundo que es cada vez más complicada, la gente busca simplificar su percepción del contexto en el que vive. Entonces, viene bien poner los buenos de un lado y los malos del otro. Así se entiende rápido.
–¿El tono didáctico que usted ha señalado en la Presidenta sirve para eso?
–Ese tono –habría que estudiarlo en detalle y yo no lo he hecho– es uno de los aspectos de este populismo que está flotando en varios países. Al igual que Hugo Chávez, por ejemplo, hay una clara postura didáctica de “yo les voy a explicar las cosas”. Y hablan y hablan durante horas. Es una consecuencia de eludir la mediación informativa y buscar un vínculo directo. Una de las funciones de los medios siempre fue explicar lo que pasa, de modo que si yo no quiero nada de eso, y soy la presidenta y voy a explicar todo yo misma, y así se amplifica la función pedagógica.
Creer y confiar
–Usted distingue entre creer y confiar. ¿En el voto a Cristina qué primó?
–Dado el volumen de votos en octubre de 2011, está claro que muchos de lo que confiaron en Cristina no necesariamente creen en el relato. Una proporción importante de ese voto estuvo determinada por la confianza más que por la creencia. La proporción que se apoya en la creencia es probablemente mucho más pequeña que lo que se supone, lo demás es confianza, dado que no hay ninguna otra cosa donde depositarla. Eso es lo que pasó en las elecciones. El votante se preguntaba: ¿dónde pongo mi confianza?
–¿En qué medida el bienestar económico vivido en la Argentina desde 2003-2004 hasta hace poco ha contribuido en la consolidación del poder kirchnerista?
–Es un viejo tema. La situación económica siempre afecta los resultados de una elección. Lo que pasa es que eso es imposible de medir. ¿Qué peso tiene respecto de los otros factores? ¿Cómo se mide? Intuitivamente, parece claro, por regularidades electorales en países donde hay una tradición de democracia representativa, que la percepción de la situación económica es un factor importante a la hora del voto. Seguramente es mucho más importante en algunos momentos que en otros. Es difícil medir el peso relativo de esta cuestión. Pero creo que tiene un peso. Yo no estoy manejando en este momento encuestas, pero todo el mundo dice que ha bajado la imagen positiva de Cristina, porque la percepción de la situación económica se ha deteriorado en los últimos meses.
–¿Qué puede ser más importante que el bienestar económico?
–Para entender la incidencia de la percepción de imagen de un candidato a la hora de votarlo hay que verlo en relación con la configuración de alternativas. En este momento, hay muy pocas alternativas, lo que hace que esos factores jueguen de un modo distinto a que si yo tuviera que elegir entre tres figuras diferentes que me permitan decidir si estoy más cerca de esto o de aquello. Es verdad que hay una especie de concentración en el Gobierno y en la figura de Cristina y el resto es una especie de nadie sabe qué.
–¿Eso impulsó a que los medios pasen a ocupar el lugar de la oposición?
–Claro, también jugó un papel, porque no hay ningún otro espacio donde se articule un discurso diferente al del Gobierno. Es parte de la trampa. Entonces, los medios se transforman en actores políticos.
Política de red
–¿Cómo inciden Internet y las redes sociales en las configuraciones políticas?
–Es un tema fundamental y hay que entender que lo pasa ahora no pasó nunca antes. Internet no es un nuevo medio, es otra cosa. Es una revolución del acceso, de la circulación, y eso nunca había pasado. Lo que está en juego no es un nuevo dispositivo que se suma a la televisión. La cuestión política fundamental es quién tiene acceso a qué, cuándo y por qué. La cuestión del acceso siempre fue una cuestión de poder. Internet sacude todo y plantea una nueva forma de acceso al saber universal.
–El kirchnerismo fue uno de los primeros movimientos políticos en usar las redes sociales. ¿Qué consideración le merece ese uso?
–Si no son los primeros, son los que mejor las utilizaron, y creo que allí hay una cuestión de recursos. Pusieron muchos recursos en eso. Cientos y cientos de jóvenes por día armando cosas. Eran verdaderos ejércitos pagados para meterse en las redes. Ya había antecedentes importantes, como la campaña presidencial de Barack Obama en Estados Unidos, pero aquí son los que reaccionaron más rápido, sin duda.
Referente internacional
Eliseo Verón (1935). Es uno de los investigadores más respetados en ciencias sociales y de la comunicación en el mundo. Entre sus libros, se cuentan Perón o muerte (Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista), escrito con Silvia Sigal, Construir el acontecimiento, La semiosis social y El cuerpo de las imágenes. Es director de la Maestría en Periodismo y de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad de San Andrés.

Acerca de Maria

Politóloga. Me interesa la teoría de la democracia y el estudio del populismo.

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