El periodismo vive una extraordinaria revolución. Los periodistas hoy filman, editan imágenes y sonidos y por supuesto escriben, en una convergencia apasionante que a la vez cambia conceptos que pasaron a ser arcaicos.
No hay concentración ya en el sentido viejo del término: Facebook o Twitter o cualquier blog o ciudadano tomando una foto de valor informativo para la sociedad es un medio en sí mismo . En todo caso, interactúan con los periodistas profesionales que como siempre, antes y ahora, trabajan no para comunicar lo que el poder quiere sino para informar a la gente de lo que pasa.
En la última aparición de la Presidenta ante periodistas en la sala de prensa de la Rosada estalló un acto fallido: dijo que no respondería preguntas porque no iba a declarar contra sí misma ¿Lo sería contestar sobre lo que preocupa a los argentinos como la corrupción, la inseguridad o la inflación? Su primer deber como gobernante es el de responder. Rendir cuentas. Es un mandamiento para ella y sus funcionarios. Pero también con los medios, el Gobierno trabaja para desmentir lo que había prometido: mejorar la calidad institucional.
Usa el éxito electoral para hacer lo que quiere. La prensafobia instaló la idea de que los medios no adictos no defienden valores sino intereses . Como diría Borges: “Dentro del patriotismo sólo se toleran las adhesiones”. El problema de la prensafobia es que se contagia: cronistas de varios medios fueron agredidos por matones en un hospital de Malvinas Argentinas (ver Fuerte repudio a la agresión a periodistas en el conurbano).
La violencia se transmite, como lo saben los periodistas usados como carne de cañón en programas oficialistas, escraches, carteles difamatorios o farsas de juicios callejeros. Castigo para los que piensan diferente. Hoy es nuestro día. ¿A qué aspira un periodista? A tener más parte de razón que de menos: nunca se la tiene del todo. Y a ayudar a la vida de la gente. Para eso es imprescindible no confundir nunca el periodismo con la propaganda.
No hay concentración ya en el sentido viejo del término: Facebook o Twitter o cualquier blog o ciudadano tomando una foto de valor informativo para la sociedad es un medio en sí mismo . En todo caso, interactúan con los periodistas profesionales que como siempre, antes y ahora, trabajan no para comunicar lo que el poder quiere sino para informar a la gente de lo que pasa.
En la última aparición de la Presidenta ante periodistas en la sala de prensa de la Rosada estalló un acto fallido: dijo que no respondería preguntas porque no iba a declarar contra sí misma ¿Lo sería contestar sobre lo que preocupa a los argentinos como la corrupción, la inseguridad o la inflación? Su primer deber como gobernante es el de responder. Rendir cuentas. Es un mandamiento para ella y sus funcionarios. Pero también con los medios, el Gobierno trabaja para desmentir lo que había prometido: mejorar la calidad institucional.
Usa el éxito electoral para hacer lo que quiere. La prensafobia instaló la idea de que los medios no adictos no defienden valores sino intereses . Como diría Borges: “Dentro del patriotismo sólo se toleran las adhesiones”. El problema de la prensafobia es que se contagia: cronistas de varios medios fueron agredidos por matones en un hospital de Malvinas Argentinas (ver Fuerte repudio a la agresión a periodistas en el conurbano).
La violencia se transmite, como lo saben los periodistas usados como carne de cañón en programas oficialistas, escraches, carteles difamatorios o farsas de juicios callejeros. Castigo para los que piensan diferente. Hoy es nuestro día. ¿A qué aspira un periodista? A tener más parte de razón que de menos: nunca se la tiene del todo. Y a ayudar a la vida de la gente. Para eso es imprescindible no confundir nunca el periodismo con la propaganda.