Darín: «“Los verdaderos hijos de puta no son los que te ves venir”»

En 1970, cuando tenía 13 años y cursaba primer año en el Sarmiento, Ricardo Darín estuvo a punto de matar a un compañero de colegio. Lo cuenta así: «Era un momento de mucha agitación política. La posta estaba en la calle y resultaba muy atractivo. Yo me había hecho amigo de un chico obeso y de otros dos pibes con los que nos sentíamos medio excluidos de todo el otro pelotón de ‘los cancheros’. Como suele ocurrir en estas edades, la perversión no tiene límites. Y una vez, un pelotudo le colocó un compás en el pupitre de un amigo y se lo hizo clavar hasta el fondo, al punto que tuvo ser hospitalizado. Esas cosas pasaban. Y como el adalid de ese grupo notó que yo no sentía mucha simpatía por ellos, un día vino a buscar roña…»
Darín suspira. Pierde unos segundos la vista en un ventanal de la Mansión Four Seasons, donde hace las entrevistas por Tesis sobre un homicidio, el thriller psicológico que llega esta semana a los cines, y sigue con el relato de su casi asesinato: «Yo nunca me había peleado con nadie. Pesaba 22 kilos. Era pura nariz, dientes y cabeza. Y se armó tal tumulto cuando me vino a buscar que nos llevaron a la plaza que está en Libertad entre Marcelo T y Paraguay, esa que tiene unas fuentes llenas de agua, a ver cómo nos peleábamos. Estaba aterrado, las rodillas me temblaban y las patitas casi no me sostenían. Me tiró unas trompadas, que yo esquivé, y en un momento lo agarré del cuello y le metí la cabeza dentro de la fuente. Hasta el fondo.»
–Casi lo ahogás.
–¡Casi lo mato!. De hecho, tuve la fantasía de ahogarlo y no sacarle la cabeza del agua nunca más.
–Estuviste al borde ser un asesino.
–No. Bueno, seguramente no me hubieran dejado llegar a ese límite.
–Pero ese hecho te marcó para siempre.
–Sí. Y lo peor es que yo soy un defensor de la paz y de la no violencia y debo reconocer que muchas veces estuve al borde de un ataque de violencia inusitada. Lo que más miedo me da de la violencia soy yo mismo. Más que la violencia externa, me petrifica la violencia interna. Porque me he dado cuenta de cuán violento puedo llegar a ser siendo un tipo totalmente pacifista. ¡No me quiero imaginar entonces a los tipos que sí les gusta ser violentos!
Escuchando ese relato no es difícil entender por qué, entonces, Darín eligió a Tesis sobre un homicidio como su próximo estreno importante dentro del cine nacional, en un momento donde le cuesta cada vez más elegir papeles que realmente le atraigan o no sienta repetitivos. «Me resultaba muy atractiva la lucha de alguien contaminado por prejuicios externos, o por su historia particular, que de golpe cree tener la verdad con respecto a algo aunque todo indique que no, que está equivocado», cuenta. «Todos los seres humanos hemos atravesado situaciones de injusticia, por una razón o por otra. Y toda vez que estamos frente al umbral de alguien que mínimamente reacomode esos tantos y encuentre un balanceo, nos estimula porque decimos: ¿A ver cómo lo hace?»
Con dirección puntillosa de Hernán Goldfrid (que viene de una muy buena comedia como Música en espera, de 2009) y actuaciones destacadas de Alberto Ammann (como el engreido aprendiz y principal sospechoso del crimen) y Calu Rivero (la hermana de la asesinada y probable víctima siguiente), Tesis… (que está basada en la atrapante novela de Diego Paszkowski, ganadora del premio La Nación en 1998) relata el intríngulis de Roberto Bermúdez, un catedrático criminalista de la UBA, algo cínico y alcohólico, que un buen día se ve desafiado por su mejor alumno (el Gonzalo Ruiz Cordera de Ammann) en la resolución de un morboso asesinato ocurrido en las escalinatas de la facultad, a metros de su clase magistral de todas semanas, y decide encarar él mismo el desafío.
«Roberto ve algo que le cuesta mucho explicar –dice Darín– pero que te hace sentir que va a llegar al fondo del túnel. Y precisamente cuando se deja arrastrar por esa obsesión termina atentando contra sí mismo, incluso contra lo que él creía que era la verdad absoluta. Una vez un abogado me dijo: No importa tener la razón o la verdad, lo que importa es poder demostrarlo.»
–¿La película muestra que lo formal y lo verdadero dentro de la justicia se encuentran más separados de lo que uno cree?
–Eso es un tema social. En la peli, el hecho de que todo lo que se investiga sobre el sospechoso sea débil (porque tiene las coartadas necesarias), hace que para el personaje de Roberto se convierta en su obsesión. Así, el tipo que se supone que es el más capaz, el que se las sabe todas, termina pisando el palito y haciendo lo que no tiene que hacer: apelar a la fuerza bruta. El que se enoja pierde. Sobre todo cuando estás lidiando con un cerebro que te está plantando en todo el recorrido las trampas para que las pises.
–¿Cuánto te afectó la injusticia en tu vida?
–El tiempo pasado no es apropiado. Me afecta. No me deja de afectar en un ningún momento. Yo ya no sueño con nada: lo único con lo que sueño es que en algún momento haya un mínimo afán de equilibrio, de voluntad aunque sea. En lo personal me tocó vivir tres o cuatro o cinco situaciones de las que podríamos decir pesadas con respecto a la injusticia. Y en términos comunitarios, ciudadanos y de instintos de conservación de la especie estoy en carne viva respecto a la injustica con la que convivimos. Porque los verdaderos hijos de puta no son los que ves venir desde un kilómetro atrás, los verdaderos hijos de puta, los tóxicos, son los que llegan a abrazarte, darte un beso en la mejilla, a preguntarte por tus hijos en la escuela. Con el otro tenés una chance, pero con éste ¿cómo haces?
–Me imagino que en tu ámbito habrás tenido oportunidad de poner tu ficha de justicia en algun momento.
–Sí. He tenido oportunidades de reparación. Toda vez que se me ha presentado alguna he intentado tomarla y no dejarla pasar porque no son muchas, son pocas. Y cuando ves a un tipo que vive en la villa y está sin laburo, tiene tres hijos, y es un tipo honesto, decente, que no está pensando en chorear ni en ser narco ni nada, y va a pedir laburo porque reúne las condiciones y la instrucción, pero cuando le preguntan dónde vive lo tachan en el acto, tenés que hacer un gran esfuerzo para que no se te hierva la sangre. Es tan injusta esta vida…
–Viendo los personajes que elegís y lo que decís en las entrevistas, se ve que la injusticia te molesta particularmente.
–Es lógico entender que alguien de exposición pública que no tiene guardaespaldas ni auto blindado ni vive en una cápsula esté en contacto con la injusticia. ¿Cómo no me va a afectar? Sobre todo con la sobrecarga de sentirme un privilegiado en una sociedad plagada de injusticias de toda clase. Soy un tipo que vive denostando las injusticas cuando sé que yo mismo las genero si estoy en la cola de un trámite y por ahí me dicen: «No, pasá por acá, así la gente no te molesta.» Eso también es una injusticia.
–¿Y qué hacés en esos casos?
–Depende. Yo trato de no pasar. Pero si veo que la situación que observa el otro se está volviendo agobiante soy injusto. Digo gracias y voy como puedo con la cola ente las patas pidiendo disculpas.
–¿Ese anhelo de justicia tuvo que ver con que de chico hayas querido ser abogado?
–Sí. Pero también, un poco por lo mismo, quise ser psiquiatra. Y antes de eso quise ser veterinario. Pero me di cuenta de que no iba a poder con eso, porque no podía ver sangre. Entonces me dije: «Voy a ser actor así puedo ser un poco de todo eso». (risas). Y también porque soy vago (más risas)
–Sin embargo como actor terminaste trabajando un montón.
–Sí. Desde los diez años. Y además nunca por suerte tuve que pedir laburo. Siempre me ofrecieron, fueran cosas buena, malas o berretas. Todo lo que me llegaba lo agarraba. Me había quedado el estigma de mi viejo, también actor, que había sufrido mucho el no tener laburo. Lo sufrimos mucho en casa. Y por eso aun hoy me cuesta un huevo decir que no. ¡Y me meto en cada quilombo! Mi mujer (Florencia Bas) me tiene re calado. «¿Por qué te metés en estos quilombos si ya sabés que no vas a poder llegar?», me dice. Pero soy así, no lo puedo evitar. «
Un defensor de la discusión, pero no de la pelea
Tras la polémica que suscitaron las palabras de Darín en la revista Brando (y la réplica de la presidenta Cristina a través de una carta pública), Tiempo Argentino intentó -sin éxito- comunicarse con el actor para conversar al respecto. Pero en esta entrevista, previa a la polémica, ya se había referido al actual clima político y social del país: «Toda esta generalización de que si no estás conmigo estás en contra habla de que sólo hay dos bandos. Y eso no es cierto: yo puedo no estar de acuerdo con vos y, a la vez tampoco de acuerdo con él. Y no me convierte en marciano», remarcó.
–Hace poco dijiste que no te gustaba catalogarte ni como oficialista ni como opositor. ¿Es momento de bajar un poco las revoluciones y prejuzgar menos la posición del otro?
–Sí, eso me parece una tontería. Vos debés estar al tanto de amigos que se han dejado de hablar. Y no porque se pelearon, sino porque tienen miedo de caer en una discusión. Y es triste porque yo soy un defensor de la discusión, pero no de la pelea. Que uno le pueda decir al otro: «Estás equivocado por esto y esto»; y que el otro pueda responder: «Esta bien, pero vos también fijate esto otro». Ahora, si vamos marcar una línea infranqueable a partir de la cual vos y yo nos catalogamos como enemigos, bueno… eso ya no tiene nada que ver con la discusión política sino con pulsiones, complejos sociales y cosas no resueltas que se encaran mal.
–¿Qué proponés?
–Sería de un hermoso fair play que Cristina pusiera los votos sobre la mesa y dijera: «Señores, tengo el 54%, quiero que discutamos y que nos enojemos si es necesario –pero con altura, con respeto– para que se terminen las divisiones. Yo pongo los votos sobre la mesa. ¿Quién se suma a la discusión?» Sería muy lindo. ¿No hay ningún asesor que le diga: «Mire, no nos peleemos más con todo el mundo, sólo con los que realmente valen la pena, que son los que están en contra de verdad y son un grupo minúsculo»? Porque creer que la mitad de la poblcación está en contra es un error mayúsculo, tanto del gobierno como de la oposición. Lamentablemente, por falta de interés o de un enfoque adecuado se permite que esta división se fogonee cada vez más, cuando lo que tendríamos que hacer es ponernos de acuerdo en 10 puntos básicos de concenso nacional e ir todos juntos bajo esa dirección.
¿Cuándo?
EL JUEVES
Tesis sobre un homicidio se estrena este jueves. El elenco se completa con Alberto Ammann, Arturo Puig y Calu Rivero.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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