De Cámpora a Menem, un show de artificios sobre Cristina 2015

Cristina de Kirchner re-reelecta, el heredero familiar o una remake camporista 40 años más tarde. El karma del «pato rengo» amplía, de cara a 2015, el universo de lo posible a límites difusos a la hora de teorizar sobre qué hará la Presidente en el futuro.
Por ansiedad, la política acostumbra zambullirse en hipótesis de todo pelaje para adivinar lo que vendrá. Cristina de Kirchner no es la excepción. Detona especulaciones, supuestos e interpretaciones entre los propios -la mayoría sin indicaciones ciertas- como entre los extraños.
Hay para todos los gustos. Desde los que imaginan una Cristina «chavizada» a partir de una reforma de la Constitución que borre el tope de mandatos, hasta los que sostienen que, «a lo Menem», prefiere como continuador a un opositor antes que a otro peronista.
La frase presidencial «no se hagan los rulos» con que pretendió desactivar los rumores sobre su candidatura en 2011 ahora tiene efecto nulo. Aquel comentario de «alta peluquería» -Aníbal Fernández dixit, congreso del PJ de marzo de 2004 en Parque Norte- no apaga las teorizaciones.
En despachos y charlas informales el mundo de la política -estirpe que abarca a funcionarios K, dirigentes del PJ, caciques gremiales y referentes opositores- es prolífico y febril cuando se dedica a tejer las fantasías sobre lo que puede venir. Veamos:
UNO. La versión más invocada es la que proyecta a la Presidente forzando una reforma constitucional para autorizar su re-reelección en 2015. La campaña que sectores K lanzaron para poner en discusión la variable reformista (en más de un caso excluyendo explícitamente la cuestión presidencial) se anuda con la indicación deslizada por referentes de La Cámpora de que las listas de 2013 serán confeccionadas «íntegramente» por Cristina de Kirchner porque es la herramienta para, eventualmente, tener la mayor cantidad de legisladores propios ante la eventualidad de motorizar una reforma. Así y todo, hay sectores K -funcionarios de alto rango; operadores de visita frecuente a Olivos- que consideran inviable un retoque constitucional o sostienen que la Presidente ya avisó que no le interesa otro período. Se atribuye a Juan Manuel Abal Medina decir que «ella no tiene voluntad para un tercer mandato» pero que «si se abre la discusión, después verá». Más estratégico, un peronista con sello K sostiene que Cristina de Kirchner quiere incidir sobre el «ejército» legislativo que será electo en 2013 -cuando cambian los que ingresaron en 2009, la peor elección del FpV- como recurso para influir sobre lo que vendrá.
DOS. Los que suponen que no apostará a la continuidad se dividen en dos grupos. Están los que sostienen que en 2014 intentará emular a Lula da Silva, abrazará a un dirigente K y saldrá a venderlo como el garante de la continuidad del proyecto. «Dilma medía 3 puntos cuando empezó y Lula la hizo presidente. Cristina puede hacer lo mismo», es la enunciación lineal de esa teoría. El nombre del elegido está en la nebulosa. Va de Abal Medina a Axel Kicillof, pasando por el entrerriano Sergio Urribarri o hasta su hijo Máximo. Hay un argumento para demorar la revelación de ese secreto: por un lado, para no desviar antes de tiempo la atención hacia el «posible» futuro presidente; por el otro, para no exponer prematuramente a su heredero. «Después de lo que pasó con Boudou, no va a mostrar ahora a su sucesor para que, como con Amado, lo destruyan», interpretó un funcionario K.
TRES. A su vez, en particular en el PJ que con reservas forma parte del dispositivo oficial, creen que la Presidente está dispuesta incluso a dejarle el Gobierno a un opositor antes que lo herede un peronista que no venga de su matriz, por ejemplo Daniel Scioli. (Sobre el bonaerense están, también, los que creen que Cristina de Kirchner lo llevará hasta el final, para evitar que rompa, y buscará convertirlo otra vez en vicepresidente.) La elucubración anterior remite directamente a lo que hizo Carlos Menem cuando, en 1999, si no operó contra la elección de Eduardo Duhalde al menos poco y nada hizo para ayudarlo a ganar. Por entonces, Carlos Corach tomó una medida inédita: permitió que la elección de diputados y senadores nacionales, que por ley deben ser en una misma fecha en todo el país, pudiera desdoblarse en cada provincia, con lo cual le quitó arrastre provincial a la candidatura de Duhalde. «Fue a pedido de los gobernadores, porque tenían miedo de perder sus provincias con Duhalde como candidato», se defendió, años después, el exministro del Interior.
CUATRO. Desde que en 2003, cuando Néstor Kirchner fue electo en una situación particular con tres candidatos peronistas (ninguno era oficial, el PJ en sí no participó), hasta 2011, cada dos años hubo retoques o artilugios en la ley electoral. Los dos peronismos en 2005, con Cristina y Chiche Duhalde candidatas; en 2007 la «transversalidad», que le permitió quedarse con un pedazo de la UCR; en 2009 las candidaturas testimoniales y en el 2011 las «primarias». El racconto histórico aparece como sostén teórico para advertir que antes de 2015 la Presidente anularía le ley de internas para centralizar la decisión sobre quién será el candidato del oficialismo. Hay otro antecedente: en 2008, para evitar competencia en la elección por la jefatura del peronismo, Kirchner hizo modificar la carta orgánica para que quien quiera competir por el cargo deba tener el aval de tres presidentes de PJ provinciales. Es decir: administrar las herramientas para digitar al candidato del FpV.
CINCO. En relatos más cinematográficos aparecen otras variables. Una plantea la chance de una reforma de la Constitución que no altere la cuestión de la reelección presidencial pero que instaure un sistema parlamentarista, con un primer ministro a la europea, tal como hace tiempo propone Eugenio Zaffaroni. Sería, según entiende un aventurero, la vía constitucional para que Cristina de Kirchner siga al frente del Gobierno más allá de 2015 no como presidente sino como «premier». En la inagotable secuela de presunciones y fantasías aparece otra hipótesis que se supone más ficcional. Remite a los años 70, cuando Héctor J. Cámpora fue electo presidente ante la proscripción que pesaba sobre Juan Perón, por lo que a poco de asumir el «Tío» llamó a elecciones para permitir la asunción de Perón. Otros «cámporas», dice un astrólogo de la política, podrían repetir el mecanismo 40 años después para allanar el rápido regreso de Cristina de Kirchner.

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