Devaluación e inflación golpearon fuerte el humor de los consumidores

El índice de confianza del consumidor se derrumbó este mes: cayó 15,6% respecto a enero. Es la puesta en números de un fenómeno que impacta ya en la economía, el mal humor de los consumidores. Los temores crecen, las ventas caen. ¿Hasta cuándo durará? es la pregunta.
Durante la campaña, ningún candidato quiso hablar de la verdadera situación de la economía. Inflación, dólar o tarifas no estuvieron nunca en su agenda. La sociedad no creía estar en crisis, y decírselo era “piantavotos”. Así, se llegó a lo que describió esta semana el Club Político. “Al inicio del nuevo Gobierno, la situación del país era sumamente curiosa -dijeron-. Y lo sigue siendo. Por un lado, en términos económicos y sociales se trataba, y se trata, de una situación calamitosa por donde se la mire. Por otro, una sociedad que en términos colectivos no era ni es del todo consciente de esa situación”.
El mismo índice de confianza del consumidor de la CIF/Di Tella estaba en noviembre en 60,35 puntos, uno de los valores más altos de su historia. Guillermo Oliveto, de la consultora W, especialista en temas de consumo lo explica así: “El gobierno tenía un problema profundo, con una macroeconomía con desajustes importantes y una micro que no veía la crisis ni nada que se le parezca. Hacía cuatro años que el consumo estaba estancado, no se creaba empleo, pero la gente eso no lo registraba. Ahora eso empieza a notarse”.
Devaluación e inflación fueron el punto de inflexión en este verano caliente. “Las recientes medidas económicas han tenido un impacto directo en la evolución de los precios. Salto del tipo de cambio, eliminación de trabas y retenciones a las exportaciones y aumento de tarifas son los principales causantes de la aceleración que los índices de inflación registraron en los últimos meses -señaló ayer Ecolatina-. Más allá de la necesidad de llevar adelante dichas medidas, al dinamizar la inflación estas tuvieron un impacto directo en el ingreso disponible de las familias”. Menos dinero, claro, es menos consumo.
En una cadena de electrodomésticos aseguran que “en enero las ventas cayeron 10%”. Agregan que el retroceso no fue mayor porque el calor hizo que se vendieran aire acondicionados o ventiladores y que este año la oferta de celulares es mayor a la de 2015, cuando las restricciones a las importaciones hacían caer ese rubro. En un supermercado agregan que para ellos la caída de electrodomésticos, llega al 20% . “En alimentos -añaden-, estamos ahí, peleando para que no haya retrocesos. Crecimos 25% en pesos, pero cero en cantidades”.
El golpe en el bolsillo obligó al aterrizaje forzoso. Quienes creían que el país no tenía una crisis la descubrieron de golpe. Del 60,35, el índice de confianza del consumidor cayó a 45,6.
“Hasta ahora fue pura luna de miel con el gobierno -señala Martín Redrado-. Pero en las últimas semanas comenzaron a aparecer alguna señales de cierta fatiga de esa ‘fidelidad’, que tarde o temprano iba a suceder, más en una economía con tantos desequilibrios por atender o ajustar, adonde hay ganadores y perdedores”.
El Club Político hablaba de “desacople entre realidad y percepciones”. Hoy esas variables están “acoplándose” de golpe. Lo que no se habló en su momento, hoy se hace patente. Y eso explica el enojo, la preocupación. Ahora, ¿cómo sigue para adelante?
“Hoy la gente tiene el mismo temor que había en 2014 luego de la devaluación, pero este año terminará siendo como 2015”, dice Oliveto. Esto es, el consumo no crecerá, pero tampoco seguirá cayendo. “Ahora estamos en el peor cuatrimestre, cuando se cruzan los precios nuevos con los salarios viejos”, añade. Los súper y los vendedores de electrodomésticos coinciden: dicen que el segundo semestre será mejor. El 65% de las pymes cree que este año, al final, venderá más, según una encuesta de Fundación Mediterránea. Lo que queda es atravesar el desierto. Serán dos o tres meses, según los más optimistas. Hasta el último trimestre del año, para otros. En medio, las paritarias pueden traer algún alivio. Pero será un desierto. Con el costo político que eso implica.

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