Los resultados del ISPI producido por la Universidad de San Andrés e IPSOS-Argentina revelan que la satisfacción política de los argentinos experimenta una baja. Apelando a la más arraigada tradición escolar, se le pidió a los entrevistados que califiquen de 1 a 10, cuan satisfechos están con “como van las cosas en el país”, así como con diferentes áreas de política (24 áreas) y con el desempeño de los tres poderes del estado, donde 10 representa el grado máximo de satisfacción. La medición del mes de mayor arrojó un valor promedio de 4.6 de satisfacción, respecto de cómo van las cosas en el país. En relación con los estudios pilotos previos se aprecia un incremento de la satisfacción de octubre a diciembre, que pasa de 4.8 a 5.3, para caer luego del pico de diciembre a los 4.6 puntos que se verifican en la actualidad. En general, consideramos que esto tiene sentido, ya que la expectativa suscitada por el cambio de gobierno provocó un efecto expectativa / satisfacción que alcanzó su cumbre en diciembre, exactamente en el momento de la asunción de las nuevas autoridades, para ir sufriendo un desgaste que cae incluso por debajo de los niveles de satisfacción con que terminó el gobierno anterior (4.8).
Pero, curiosamente esta caída en los niveles de satisfacción con las cosas en general, no alcanza al poder ejecutivo en particular. La satisfacción con el desempeño de éste en octubre y noviembre alcanzaba los 4.0 puntos, mientras que con la asunción de las nuevas autoridades en diciembre crecía a 4.7. Si bien desde entonces observamos una erosión paralela, ésta no cae por debajo de los niveles anteriores, alcanzando un 4.4 en la actualidad. En este sentido, parecería haber una mayor insatisfacción respecto de cómo están las cosas en el país que con el propio poder ejecutivo, o mejor dicho no atribuible exclusivamente a este.
Pero, curiosamente esta caída en los niveles de satisfacción con las cosas en general, no alcanza al poder ejecutivo en particular. La satisfacción con el desempeño de éste en octubre y noviembre alcanzaba los 4.0 puntos, mientras que con la asunción de las nuevas autoridades en diciembre crecía a 4.7. Si bien desde entonces observamos una erosión paralela, ésta no cae por debajo de los niveles anteriores, alcanzando un 4.4 en la actualidad. En este sentido, parecería haber una mayor insatisfacción respecto de cómo están las cosas en el país que con el propio poder ejecutivo, o mejor dicho no atribuible exclusivamente a este.