16/01/13
Es imposible revertir en poco tiempo más de diez años de intenso populismo de Berlusconi y Bossi, ahora ex líder de la Liga del Norte, con intervalos de un gobierno en extremo débil de Romano Prodi y de la gestión no partidaria del profesor Mario Monti. Es por esa razón que el presidente del Consejo ha decidido, según sus palabras, “salir a la política” en la convicción de que su trabajo de saneamiento de la economía italiana, así como de recuperación del prestigio nacional en el escenario europeo y mundial, va a continuar.
Por el momento, el resultado de las elecciones políticas del 24 y 25 de febrero ya parece definido en líneas generales.
Hace por lo menos dos meses que todas las encuestas indican que la coalición entre el Partido Democrático, Izquierda Ecología Libertad y los socialistas que encabeza Pierluigi Bersani obtendrá alrededor del 35 % de los votos y podrá contar con una cómoda mayoría de bancas en la Cámara de Diputados y con una probable mayoría también en el Senado.
Los problemas de gobierno llegarán después, dado que no es claro si un hipotético gobierno de Bersani tendrá suficiente cohesión y convicción para continuar con las pocas mejoras que Monti ha indicado en la Agenda para “Cambiar Italia, reformar Europa”.
Para seguir adelante, Monti ha creado su lista, llamada “Elección cívica. Con Monti por Italia”, en la cual sólo serán candidatos exponentes de la sociedad sin ninguna experiencia política ni parlamentaria anterior. Las encuestas sobre el posible apoyo electoral a la flamante lista de Monti oscilan entre el 12 %, que sería un resultado decepcionante, y el 20% o algo más, lo que resultaría aceptable pero no suficiente para cambiar la política italiana y tal vez ni siquiera para ejercer influencia en la política de Bersani.
La campaña electoral italiana ya ha comenzado y presenta al mismo tiempo elementos viejos, que no renuncian a su presencia, y nuevos, que buscan afianzarse . El elemento viejo es Berlusconi, que no ha sabido ni –sobre todo- querido facilitar la renovación en las filas de su partido y que ha terminado por reconstruir la alianza con la Liga del Norte sin nada nuevo: reducir las tasas, criticar a Europa, atacar a la izquierda.
Son temas con los que, de todos modos, se acumulan votos, por más que los votantes de centro-derecha parezcan muy desencantados. Seguramente el viejo no triunfará, y hasta tal vez quede por debajo de la Lista de Monti, pero mantendrá su fuerte carga de crítica populista.
En cuanto a lo nuevo, el Movimiento Cinco Estrellas, que fundó y lidera el actor cómico Beppe Grillo, que su vocero define “como Jesús”, tiene algunas características de predicador mediático y autoritario , pero representa ante todo una crítica radical a la política que ha conquistado a un amplio sector de votantes, en su mayoría jóvenes, los cuales, de no existir la lista de Grillo, probablemente no votarían. Según las encuestas, Cinco Estrellas contaría con el 15 % de los votos o algo más. Todos esos elementos –la persistencia del populismo berlusconiano, la antipolítica mediática del cómico Grillo, la Elección Cívica de Monti, hasta la lista personalista del magistrado Antonio Ingroia (que ha tratado de incriminar al presidente de la república)- indican que la política italiana no está consolidada.
Ni siquiera la probable victoria del Partido Democrático logrará producir un gobierno sólido y capaz de hacer las reformas necesarias, ya que en el seno del partido y en el ámbito de la coalición son muchos -entre ellos la CGIL, la poderosa central sindical de izquierda- los que no quieren avanzar por la vía no sólo de la canciller Merkel, sino de toda la Comisión Europea , que favorecen los grandes operadores económicos internacionales y que hasta ahora ha instrumentado Monti.
Es mucho lo que falta, entonces, ya sea para un completo saneamiento del sistema político italiano como para la creación de las condiciones para un crecimiento efectivo y perdurable.
Faltan también instituciones adecuadas.
Ninguno de los contendientes habla de reforma de las instituciones, algo que tampoco han sabido hacer en los casi cinco años de la legislatura saliente. Gobernar con un parlamento bicameral de casi mil legisladores electos se ha convertido en una empresa que nadie, ni siquiera el más competente de los gobernantes, logra concretar.
Tal vez las cifras den suficiente poder político a la coalición de Bersani para mantener a raya a Grillo y a Berlusconi, los cuales no se diferencian demasiado entre sí en su modo de hacer política (y también de oponerse a Europa) . Ante un complejo panorama que integran un político profesional de más de treinta años de carrera, un empresario televisivo millonario, un actor cómico que dista de ser pobre, un profesor de economía que se lanza con ingenuidad a la política, cabe preguntarse si aportarán ideas y capacidad suficientes para reformar el sistema político y mejorar la calidad de la democracia.
Traducción de Joaquín Ibarburu.
Es imposible revertir en poco tiempo más de diez años de intenso populismo de Berlusconi y Bossi, ahora ex líder de la Liga del Norte, con intervalos de un gobierno en extremo débil de Romano Prodi y de la gestión no partidaria del profesor Mario Monti. Es por esa razón que el presidente del Consejo ha decidido, según sus palabras, “salir a la política” en la convicción de que su trabajo de saneamiento de la economía italiana, así como de recuperación del prestigio nacional en el escenario europeo y mundial, va a continuar.
Por el momento, el resultado de las elecciones políticas del 24 y 25 de febrero ya parece definido en líneas generales.
Hace por lo menos dos meses que todas las encuestas indican que la coalición entre el Partido Democrático, Izquierda Ecología Libertad y los socialistas que encabeza Pierluigi Bersani obtendrá alrededor del 35 % de los votos y podrá contar con una cómoda mayoría de bancas en la Cámara de Diputados y con una probable mayoría también en el Senado.
Los problemas de gobierno llegarán después, dado que no es claro si un hipotético gobierno de Bersani tendrá suficiente cohesión y convicción para continuar con las pocas mejoras que Monti ha indicado en la Agenda para “Cambiar Italia, reformar Europa”.
Para seguir adelante, Monti ha creado su lista, llamada “Elección cívica. Con Monti por Italia”, en la cual sólo serán candidatos exponentes de la sociedad sin ninguna experiencia política ni parlamentaria anterior. Las encuestas sobre el posible apoyo electoral a la flamante lista de Monti oscilan entre el 12 %, que sería un resultado decepcionante, y el 20% o algo más, lo que resultaría aceptable pero no suficiente para cambiar la política italiana y tal vez ni siquiera para ejercer influencia en la política de Bersani.
La campaña electoral italiana ya ha comenzado y presenta al mismo tiempo elementos viejos, que no renuncian a su presencia, y nuevos, que buscan afianzarse . El elemento viejo es Berlusconi, que no ha sabido ni –sobre todo- querido facilitar la renovación en las filas de su partido y que ha terminado por reconstruir la alianza con la Liga del Norte sin nada nuevo: reducir las tasas, criticar a Europa, atacar a la izquierda.
Son temas con los que, de todos modos, se acumulan votos, por más que los votantes de centro-derecha parezcan muy desencantados. Seguramente el viejo no triunfará, y hasta tal vez quede por debajo de la Lista de Monti, pero mantendrá su fuerte carga de crítica populista.
En cuanto a lo nuevo, el Movimiento Cinco Estrellas, que fundó y lidera el actor cómico Beppe Grillo, que su vocero define “como Jesús”, tiene algunas características de predicador mediático y autoritario , pero representa ante todo una crítica radical a la política que ha conquistado a un amplio sector de votantes, en su mayoría jóvenes, los cuales, de no existir la lista de Grillo, probablemente no votarían. Según las encuestas, Cinco Estrellas contaría con el 15 % de los votos o algo más. Todos esos elementos –la persistencia del populismo berlusconiano, la antipolítica mediática del cómico Grillo, la Elección Cívica de Monti, hasta la lista personalista del magistrado Antonio Ingroia (que ha tratado de incriminar al presidente de la república)- indican que la política italiana no está consolidada.
Ni siquiera la probable victoria del Partido Democrático logrará producir un gobierno sólido y capaz de hacer las reformas necesarias, ya que en el seno del partido y en el ámbito de la coalición son muchos -entre ellos la CGIL, la poderosa central sindical de izquierda- los que no quieren avanzar por la vía no sólo de la canciller Merkel, sino de toda la Comisión Europea , que favorecen los grandes operadores económicos internacionales y que hasta ahora ha instrumentado Monti.
Es mucho lo que falta, entonces, ya sea para un completo saneamiento del sistema político italiano como para la creación de las condiciones para un crecimiento efectivo y perdurable.
Faltan también instituciones adecuadas.
Ninguno de los contendientes habla de reforma de las instituciones, algo que tampoco han sabido hacer en los casi cinco años de la legislatura saliente. Gobernar con un parlamento bicameral de casi mil legisladores electos se ha convertido en una empresa que nadie, ni siquiera el más competente de los gobernantes, logra concretar.
Tal vez las cifras den suficiente poder político a la coalición de Bersani para mantener a raya a Grillo y a Berlusconi, los cuales no se diferencian demasiado entre sí en su modo de hacer política (y también de oponerse a Europa) . Ante un complejo panorama que integran un político profesional de más de treinta años de carrera, un empresario televisivo millonario, un actor cómico que dista de ser pobre, un profesor de economía que se lanza con ingenuidad a la política, cabe preguntarse si aportarán ideas y capacidad suficientes para reformar el sistema político y mejorar la calidad de la democracia.
Traducción de Joaquín Ibarburu.