Discovery para todos y todas

Es insólito que los fondos buitres le estén ganando el juicio a un país que logró que más del 93% de sus acreedores aceptara la refinanciación de la deuda en default.
Es insólito que la regla del pari passu se interprete de forma tal que los fondos buitres cobren más que quienes aceptaron el canje de deuda, en lugar de, en todo caso, aplicarlo como criterio para que los holdouts reciban el mismo trato que el restante 93%.
Es insólito que a muchos economistas, analistas y periodistas, lo insólito les resulte normal.
Y como si todo lo anterior no fuera lo suficientemente injusto y disparatado, ocurre ahora que un fondo buitre radicado en las Islas Caimán, uno de los principales refugios de dinero negro del mundo, pretende que la justicia de los Estados Unidos obligue a la República Argentina a descubrir en detalle el patrimonio que el país posee fuera de su territorio y que, obviamente, es patrimonio de todos y absolutamente legal. En un mundo no tan insólito, quienes deberían ser legalmente forzados a un discovery son los países y los bancos que guardan las fortunas que se fugaron hacia los mal llamados paraísos fiscales, cuyo total fue estimado por la organización TaxJusticeNetwork (TJN) entre u$s 21 y 32, de los cuales alrededor de 400.000 millones serían de argentinos. Si semejante cosa sucediera, además de satisfacer la curiosidad por conocer los nombres de los dueños de todo ese dinero sucio, los fiscos de todo el mundo podrían recuperar lo evadido y, fundamentalmente, la fuga de capitales se dificultaría porque quedaría sin sus principales destinos.
Algunos nombres ya se conocen por acción de delatores y arrepentidos, como Rudolf Elmer, Hervé Falciani o, en el ámbito local, Hernán Arbizu. Así, por ejemplo, se supo que Emilio Botín, principal accionista del Banco Santander, y la dueña de L Oreal, Liliane Bettencourt, tenían cuenta secreta no declarada en el HSBC de Islas Caymán, y que la banca privada de JPMorgan en la Argentina canalizó muchos millones de accionistas de los grupos Clarín, Bulgheroni, Constantini, Priú, Melhem y Cartellone, entre otros.
Discovery para todos y todas, podría ser el slogan. Con Lázaro Báez incluido.
¡Nombres, nombres!, le reclamaron en 1932 al diputado socialista francés Fabien Albertin, quien había tomado la iniciativa parlamentaria de investigar la información que pocos días antes había sido obtenida en un allanamiento en las oficinas parisinas del Banco Comercial de Basilea que se realizó como consecuencia de la denuncia de un soplón. Albertin dio nombres: entre ellos dos obispos, una docena de generales, el interventor general del Ejército, tres senadores, ex ministros, grandes industriales como la familia Peugeot, el propietario del diario de derecha Le Figaro, y el de su rival Le Matin.
La historia la recuerda Nicholas Shaxson en un imperdible libro que acaba de editarse en castallano con el título Las Islas del Tesoro -Los paraísos fiscales y los hombres que se robaron el mundo. Shaxson muestra cómo ese episodio fue determinante para que en 1934 Suiza aprobara una ley que sanciona como multa y prisión la violación del secreto bancario, y desmiente el mito de que los suizos establecieron el secreto bancario para que los judíos perseguidos por los nazis pudieran esconder sus joyas y dinero.
El libro ayuda a entender por qué en estas cuestiones el mundo es insólito y no justo. Shaxson, miembro de TJN, sostiene que el sistema extraterritorial determina quizás más que ninguna otra cosa el funcionamiento del poder político y económico del mundo.
El citado antecedente de la sucursal parisina del banco suizo, y las listas difundidas por Elmer y Falcini evidencian que las guaridas o paraísos fiscales también succionan a países del Primer Mundo. Lo tenía muy claro John Maynard Keynes, que, según describe el libro, bregó infructuosamente en contra de los paraísos fiscales y el secretismo bancario durante las negociaciones de Bretton Woods que dieron lugar a la creación del FMI y del Banco Mundial. Y más acá en el tiempo, a principios de este siglo, el senador demócrata estadounidense Carl Levin manifestó que los paraísos fiscales le han declarado la guerra económica a los Estados Unidos. Levin fue quien investigó al Citibank de Argentina y a Raúl Juan Pedro Moneta por lavado de dinero fugado hacia un banco off shore radicado en Bahamas, y facilitó la información de los depositantes a una comisión investigadora local que bajo la batuta de Elisa Carrió dilapidó una gran oportunidad para esclareces y juzgar esos ilícitos.
Pero Shaxson explica en detalle que, a pesar del perjuicio, las potencias mundiales, principalmente Gran Bretaña y Estados Unidos, ampararon y fomentaron sus respectivos paraísos satélites en favor de sus élites. Fue recién tras la crisis de 2008, que el Grupo de los 20 tomó cartas en el asunto, aunque con un ímpetu que se fue desinflando a medida que lo peor fue quedando atrás.
El libro también invita a relativizar y tomar con pinzas la serie de acuerdos de intercambio de información que la AFIP ha suscripto con paraísos fiscales. Shaxson, lo mismo que el economista del Cefidar y también miembro de TJN, Jorge Gaggero, sostiene que los acuerdos de intercambio a solicitud son un estatuto tramposo según el cual un país tiene que saber qué está buscando antes de pedirle información a otro país (à) No se permiten ir a la pesca ni rastreos generales para detectar fraudes al fisco. No se puede probar el delito hasta que se obtiene la información y no se puede obtener la información hasta que se demuestra que hay delito. El intercambio de información a solicitud es un placebo. Permite a los paraísos fiscales reivindicarse como transparentes mientras continúan con sus prácticas habituales. Shaxson aboga a favor de que los intercambios de información no sean a solicitud por cada caso, sino automáticos.
De todas maneras, los movimientos de Ricardo Echegaray deben haber puesto nervioso a varios. No sólo por los acuerdos firmados, sino también por su reunión con Hervé Falciani, quien en un reportaje días atrás a La Nación reveló que en los 130.000 archivos de la filial de Gine bra del HSBC en la que trabajaba hay muchos argentinos.
Para terminar, una gran frase de Shaxson por contundente y llana: Los paraísos son a los defraudadores lo que los comerciantes de bienes robados a los ladrones.
Suiza es a un evasor o a un corrupto lo que Warnes a un ladrón de autos. Las Islas Caimán son a una multinacional que trampea con los precios de transferencia, lo que la calle Libertad a los pungas que afanan joyas y relojes.

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