La inflación va ganando protagonismo como “el tema” a resolver en materia económica después de la devaluación del 28% del peso de diciembre.
Y el gobierno, que aspira a que la suba de precios acumulada en el primer trimestre del año no supere 9%, se prepara para vivir semanas movidas.
El ministro Alfonso Prat-Gay adelantó que en diciembre, según los datos que maneja –ya que no hay un índice oficial– la inflación se ubicó entre 3% y 3,5%, en uno de los saltos más importantes de los últimos tiempos.
Enero, que ya tuvo un adelanto con la suba de 6% de las naftas, podría repetir el guarismo de diciembre y febrero podría dar un respiro antes del amenazante marzo.
El retorno pleno a la actividad después de las vacaciones, el inicio de las clases y un previsible retoque adicional para las naftas y el impacto que podría generar el aumento de tarifas de luz y gas para una porción de los usuarios que se ven beneficiados por los subsidios, volverían a hacer del tercer mes al año un período inflacionariamente complicado.
Pero el dato relevante sería si después de abril la inflación comienza o no a ceder posiciones.
Tanto en materia de suba de precios como de actividad, en el Palacio de Hacienda vislumbran un 2016 partido en dos.
En inflación, arrancando con el mencionado pronóstico de 3,5% para enero y aspirando a terminar en 1% mensual de suba en diciembre.
Prat-Gay ya anticipó su apuesta a que en el último mes del año la inflación “anualizada” sea de 20 por ciento, bastante lejos de los pronósticos que los privados están formulando para el año que comenzó.
Dos consultoras, Bein y Ecolatina, estiman que la inflación se ubicará entre 36% y 33% a lo largo de 2016.
Esos datos resultan clave para el inicio de las negociaciones salariales cuyo puntapié inicial darán bancarios y trabajadores de la fruta y que, como es tradicional, tendrá un punto sensible en la paritaria docente de la provincia de Buenos Aires, clave para el inicio de clases el 29 de febrero.
“Les daremos batalla a las expectativas inflacionarias” dicen en Hacienda en la preparación del clima para la mesa del diálogo a la que convocarían a mediados de mes, pero que se iría construyendo de a poco y en función de la situación de cada sector.
Un caso testigo sería el de la recomposición salarial de los camioneros de Hugo Moyano.
El gobierno quiere que se ponga sobre la mesa la actualización de las escalas que preparan para el Impuesto a las Ganancias, que afectó mucho a ese gremio, y que podría representar por sí sola una mejora de 6 o 7 puntos anuales en el ingreso de esos trabajadores.
El anuncio sobre el aumento de 5 por ciento promedio en los 300 productos que tienen “precios cuidados” forma parte de la batalla de las expectativas que se dio justo en el momento en que el dólar empezó a subir después del retroceso que había tenido en los días posteriores a la devaluación.
El juego dólar-precios todavía está en un proceso de acomodamiento en el que tanto el Gobierno como las empresas y los comercios actúan a prueba y error para alcanzar un nuevo equilibrio.
El resultado de la liquidación de dólares de las cerealeras (según el Gobierno se habían comprometido a liquidar US$ 4.000 millones hasta el 8 de enero y habrían vendido poco más de la mitad) estaría indicando que esperaban un dólar más cercano a los $ 15 que a los algo más de 13 pesos con que arrancó el mercado después de la devaluación.
Aquel dólar de $ 13 le vino bien al Gobierno para aquietar la suba de precios que venía envalentonada con la expectativa de que el dólar terminaría en $ 15 pero muchos habrían aprovechado ese envión para remarcar.
En las últimas horas el sentido fue el contrario: el Gobierno intenta aquietar expectativas en el momento en el que el dólar trepa a $ 14 y empiezan a moverse precios clave como los de los combustibles y se empezaría a correr el telón sobre la necesidad de bajar los subsidios sobre las tarifas de luz, gas y transporte.
El dólar se relaciona con los precios y la suba de precios, también con la cantidad de pesos que hay en la economía y el fuerte déficit fiscal que heredó el gobierno de Mauricio Macri.
Prat-Gay sabe que en 2016 es poco lo que podrá hacer para bajar un déficit fiscal basado en un gasto público grande, pero que en sus dos terceras partes resulta casi intocable por tratarse de sueldos, jubilaciones y planes asistenciales.
Por lo cual la reducción del déficit deberá provenir de un aumento de la recaudación (muy difícil en una economía estancada y con presión tributaria récord) o por la reducción de subsidios.
Esos subsidios representan 4% del PBI, según los números oficiales y la “máxima” aspiración de Hacienda sería podarlos a la mitad quitándoselos a sectores que hoy tienen capacidad de pago para hacer frente a un aumento de tarifas.
El sendero es realmente estrecho: bajar el déficit pero sin subirle las tarifas a los sectores más necesitados. En esa cornisa tratan de aquietar los precios después de un aumento en el valor del dólar de casi 40 por ciento, al tiempo que se encara una negociación salarial que contemple más la inflación futura que la pasada.
El dato a favor es que la salida del cepo cambiario que regía desde octubre de 2011 se realizó en un contexto de notable tranquilidad. Pero llegó el tiempo de reacomodar precios y tarifas a la nueva realidad y en ese escenario los salarios buscarán no perder terreno.
Y el gobierno, que aspira a que la suba de precios acumulada en el primer trimestre del año no supere 9%, se prepara para vivir semanas movidas.
El ministro Alfonso Prat-Gay adelantó que en diciembre, según los datos que maneja –ya que no hay un índice oficial– la inflación se ubicó entre 3% y 3,5%, en uno de los saltos más importantes de los últimos tiempos.
Enero, que ya tuvo un adelanto con la suba de 6% de las naftas, podría repetir el guarismo de diciembre y febrero podría dar un respiro antes del amenazante marzo.
El retorno pleno a la actividad después de las vacaciones, el inicio de las clases y un previsible retoque adicional para las naftas y el impacto que podría generar el aumento de tarifas de luz y gas para una porción de los usuarios que se ven beneficiados por los subsidios, volverían a hacer del tercer mes al año un período inflacionariamente complicado.
Pero el dato relevante sería si después de abril la inflación comienza o no a ceder posiciones.
Tanto en materia de suba de precios como de actividad, en el Palacio de Hacienda vislumbran un 2016 partido en dos.
En inflación, arrancando con el mencionado pronóstico de 3,5% para enero y aspirando a terminar en 1% mensual de suba en diciembre.
Prat-Gay ya anticipó su apuesta a que en el último mes del año la inflación “anualizada” sea de 20 por ciento, bastante lejos de los pronósticos que los privados están formulando para el año que comenzó.
Dos consultoras, Bein y Ecolatina, estiman que la inflación se ubicará entre 36% y 33% a lo largo de 2016.
Esos datos resultan clave para el inicio de las negociaciones salariales cuyo puntapié inicial darán bancarios y trabajadores de la fruta y que, como es tradicional, tendrá un punto sensible en la paritaria docente de la provincia de Buenos Aires, clave para el inicio de clases el 29 de febrero.
“Les daremos batalla a las expectativas inflacionarias” dicen en Hacienda en la preparación del clima para la mesa del diálogo a la que convocarían a mediados de mes, pero que se iría construyendo de a poco y en función de la situación de cada sector.
Un caso testigo sería el de la recomposición salarial de los camioneros de Hugo Moyano.
El gobierno quiere que se ponga sobre la mesa la actualización de las escalas que preparan para el Impuesto a las Ganancias, que afectó mucho a ese gremio, y que podría representar por sí sola una mejora de 6 o 7 puntos anuales en el ingreso de esos trabajadores.
El anuncio sobre el aumento de 5 por ciento promedio en los 300 productos que tienen “precios cuidados” forma parte de la batalla de las expectativas que se dio justo en el momento en que el dólar empezó a subir después del retroceso que había tenido en los días posteriores a la devaluación.
El juego dólar-precios todavía está en un proceso de acomodamiento en el que tanto el Gobierno como las empresas y los comercios actúan a prueba y error para alcanzar un nuevo equilibrio.
El resultado de la liquidación de dólares de las cerealeras (según el Gobierno se habían comprometido a liquidar US$ 4.000 millones hasta el 8 de enero y habrían vendido poco más de la mitad) estaría indicando que esperaban un dólar más cercano a los $ 15 que a los algo más de 13 pesos con que arrancó el mercado después de la devaluación.
Aquel dólar de $ 13 le vino bien al Gobierno para aquietar la suba de precios que venía envalentonada con la expectativa de que el dólar terminaría en $ 15 pero muchos habrían aprovechado ese envión para remarcar.
En las últimas horas el sentido fue el contrario: el Gobierno intenta aquietar expectativas en el momento en el que el dólar trepa a $ 14 y empiezan a moverse precios clave como los de los combustibles y se empezaría a correr el telón sobre la necesidad de bajar los subsidios sobre las tarifas de luz, gas y transporte.
El dólar se relaciona con los precios y la suba de precios, también con la cantidad de pesos que hay en la economía y el fuerte déficit fiscal que heredó el gobierno de Mauricio Macri.
Prat-Gay sabe que en 2016 es poco lo que podrá hacer para bajar un déficit fiscal basado en un gasto público grande, pero que en sus dos terceras partes resulta casi intocable por tratarse de sueldos, jubilaciones y planes asistenciales.
Por lo cual la reducción del déficit deberá provenir de un aumento de la recaudación (muy difícil en una economía estancada y con presión tributaria récord) o por la reducción de subsidios.
Esos subsidios representan 4% del PBI, según los números oficiales y la “máxima” aspiración de Hacienda sería podarlos a la mitad quitándoselos a sectores que hoy tienen capacidad de pago para hacer frente a un aumento de tarifas.
El sendero es realmente estrecho: bajar el déficit pero sin subirle las tarifas a los sectores más necesitados. En esa cornisa tratan de aquietar los precios después de un aumento en el valor del dólar de casi 40 por ciento, al tiempo que se encara una negociación salarial que contemple más la inflación futura que la pasada.
El dato a favor es que la salida del cepo cambiario que regía desde octubre de 2011 se realizó en un contexto de notable tranquilidad. Pero llegó el tiempo de reacomodar precios y tarifas a la nueva realidad y en ese escenario los salarios buscarán no perder terreno.