¿El fin del modelo chileno?

MIAMI.- Es probable que la ex presidenta chilena Michelle Bachelet gane holgadamente la segunda vuelta electoral del 15 de diciembre, y la opinión generalizada es que su nueva coalición -que incluye al partido comunista- hará un mayúsculo giro hacia la izquierda. Pero la opinión general puede estar equivocada.
He aquí cinco razones por las que Bachelet puede regresar a la presidencia con un discurso más izquierdista, y tal vez con gestos de acercamiento a los gobiernos autoritarios populistas de la Argentina, Bolivia y Venezuela, pero sin alejarse de las políticas promercado de Chile o de su alianza económica con Perú, Colombia y México.
Primero, Bachelet ganó por casi el 47% en la primera ronda de las elecciones, el 17 de noviembre, menos del más del 50% que hubiera necesitado para ganar sin una segunda vuelta. Lo que es más, le fue peor de lo esperado con los votantes de clase media de Santiago, y en el norte del país.
Esto la obligará a girar hacia el centro en su campaña para las elecciones del 15 de diciembre, para conseguir votos de centro. De otra manera, bajo las nuevas leyes de voto no obligatorio, Bachelet corre el riesgo de ser elegida con el porcentaje de votos más bajo desde la restauración de la democracia en 1990.
Segundo, aunque el 17 de noviembre Bachelet consiguió suficientes bancas en el Congreso para aprobar sus reformas impositiva y educativa -quiere aumentar los impuestos corporativos y usar la recaudación para financiar la educación universitaria gratuita-, no tendrá suficientes votos para cambiar la Constitución. Durante su campaña, planteó cambiar la Constitución para realizar una profunda reforma política.
Tercero, aunque Bachelet quiere pasar a la historia como la presidenta que redujo drásticamente la inequidad social en Chile, seguramente, no querrá ser recordada como la presidenta que echó a perder dos décadas de constante crecimiento económico y reducción de pobreza.
La pobreza de Chile ha bajado del 40% en 1990 al 14% de hoy. A su vez, el ingreso per cápita de Chile ha aumentado cuatro veces durante ese mismo período, más que en cualquier otro país de la región.
Y Bachelet no querrá quedar mal en la comparación con el presidente saliente, Sebastián Piñera, quien dejará su cargo con un índice de crecimiento del 5,5% y un índice de inflación de 3% en este año.
Cuarto, la coalición gobernante de Bachelet estaría ideológicamente dividida entre los demócratas cristianos y el partido comunista, hecho que la obligará a mantener un delicado equilibrio para no perder a ninguno de sus principales aliados. El partido comunista no formó parte de la coalición gobernante durante su primera presidencia, entre 2006 y 2010.
Quinto, en política exterior, el mundo ha cambiado bastante desde que Bachelet fue presidenta. Durante el gobierno de Bachelet, los precios mundiales del petróleo alcanzaron un récord de 146 dólares el barril, y el fallecido presidente Hugo Chávez se paseaba por el mundo regalando petrodólares para comprar lealtades a su «revolución bolivariana».
Hoy, el presidente venezolano Nicolás Maduro a duras penas puede gobernar su país, tras haber sido proclamado presidente en una elección dudosa y en medio de una crisis económica con una inflación de más del 50% anual y una creciente escasez de alimentos y de electricidad. Y China acaba de anunciar nuevas medidas que acelerarán aún más su conversión al capitalismo.
«En política exterior, el actual gobierno [de Piñera] nos ha aislado de América latina», me dijo esta semana Ricardo Solari, uno de los colaboradores más cercanos de Bachelet. «Nuestra prioridad será fortalecer las relaciones con la Argentina y reanudar nuestros vínculos con el continente, que son muy importantes para nosotros.»
Según me explicaron otras fuentes cercanas a Bachelet, Chile sufre una crisis de expectativas crecientes producto de su crecimiento -algunos la llaman la «insatisfacción del progreso»- y la mejor manera de preservar «el modelo chileno» será dando mayores beneficios sociales a quienes menos se beneficiaron con el crecimiento del país. Las violentas protestas estudiantiles de los últimos años reflejan esa frustración, me dijeron. Solari, el asesor de Bachelet, coincidió en que «lo único que pone en riesgo el modelo chileno es no hacer cambios».
Mi opinión: Si gana, como lo sugieren las encuestas, Bachelet será una versión más sonriente de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
Muchos de nosotros la criticaremos porque posiblemente tenga gestos amistosos con dictaduras, como cuando hizo una visita presidencial a Cuba en 2009 e inauguró una feria del libro en un país en el que la mayoría de los libros están prohibidos.
Pero, por las razones mencionadas antes, dudo de que Bachelet acabe con el «modelo chileno». Tal vez, tal como dice Solari, algunas de sus reformas serán necesarias para preservar el «modelo chileno».
© LA NACION .

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