(Columna escrita junto a Martín Vauthier, analista del Estudio Bein)
La pérdida del superávit fiscal en 2009, a pesar del aumento de casi 14 puntos porcentuales del PIB en la presión tributaria y el total aislamiento crediticio al que se sometió a la economía argentina, llevó a que el Gobierno buscara nuevas cajas que permitieran financiar el aumento continuo en el tamaño del sector público. Desde principios de 2010, momento recordado por la novela que implicó la pelea por las reservas, el BCRA se convirtió en la principal fuente de financiamiento del Tesoro utilizando para ello tres mecanismos: adelantos transitorios, utilidades (devengadas) del período inmediato anterior y uso directo de las reservas. En marzo del año pasado, y en pos de sostener esta estrategia de fondeo, cuyos costos se ven reflejados en un aumento en la presión cambiaria “contenida” por las restricciones cambiarias, el Gobierno modificó la Carta Orgánica de la entidad.
Por un lado, aumentó de una vez el límite de adelantos transitorios al incluir 10% adicional de la recaudación tributaria. Por otro, incorporó una nueva interpretación de la definición de reservas excedentes, desde “aquellas que excedían la base monetaria” a aquellas que exceden el nivel “optimo” considerado por el directorio de la entidad. Así, entre los tres instrumentos el BCRA destinó al fisco casi $70.000 millones en 2012 y se prevé que se destinen $100.000 millones adicionales en 2013.
Puntualmente en 2013, hasta agosto utilizó únicamente el financiamiento de pesos (utilidades y adelantos transitorios) y recién a fin de mes implementó el Fondo del Desendeudamiento con reservas por un monto de US$9.400 millones. Para 2014, el proyecto de Presupuesto enviado al Congreso vuelve a asegurar el financiamiento del Tesoro con el BCRA. Si bien, sin nuevas reformas de la Carta Orgánica el límite de adelantos queda acotado (nuestras estimaciones rondan $45.000 millones en 2014 adicionales al de este año), los otros dos instrumentos más que lo compensarían.
Por un lado, el aumento en la tasa de devaluación incrementa en forma considerable las ganancias contables de la entidad, reflejado en la incorporación de $49.500 millones por este concepto a los recursos totales (US$17.000 millones más que en el ejercicio actual) que incluso podrían ser algo más si se confirma nuestro escenario de un tipo de cambio a $6,21 a fin de año. Por otro lado, autoriza el uso reservas para constituir el Fondo del Desendeudamiento Argentino (para pago de vencimientos de deuda a tenedores privados) por US$9.855 millones y que incluye el pago del cupón PIB por alrededor de US$4.000 millones, de los cuales US$2.900 millones corresponden a instrumentos nominados en divisas.
El proyecto vuelve a autorizar el uso de eventuales “excedentes” de este fondo para financiar gastos de capital con efecto monetario neutro, como ocurrió este año cuando el no pago del cupón PIB dio margen para constituir el Fondo Argentino de Hidrocarburos y también para la ampliación presupuestaria de agosto. Esta situación define un “sobrante” de dólares a disposición del Tesoro hacia delante que, sumados al remanente de este año (por el uso de pesos en los primeros ocho meses para cancelar deuda en divisas), permitirían financiar las necesidades de pesos (vía una eventual venta de los dólares por pesos) y dólares para lo que resta de 2013 y 2014, sin requerir de una nueva reforma de la Carta Orgánica (algo que además parece difícil de lograr considerando que debe hacerse por ley del Congreso).
Nuevamente, el uso del BCRA como único prestamista del Tesoro aleja los escenarios de default, aunque a costa de aumentar la presión cambiaria hacia el futuro si no se logra al menos recomponer parte del uso de las reservas por la cuenta capital, algo que la política empieza a intentar por mecanismos no convencionales. De todos modos, cepo cambiario mediante, por el momento la presión recae sobre el marginal, más o menos dependiendo de la definición de la política sobre la tasa de interés que remunera al ahorro en pesos.