El kirchnerismo deja un Estado esponja

Miguel Braun ECONOMISTA. DIRECTOR EJECUTIVO DE LA FUNDACION PENSAR
Cristina Kirchner va a entregar un Estado maltrecho y plagado de problemas estructurales en 2015. El saldo de once años de gestión económica de kirchnerismo es que la devaluación puso la economía en marcha, después usaron el gasto público y la política de ingresos para generar una sensación térmica agradable de corto plazo al servicio de la puja política y en los años finales se dedicaron a destruir las cuentas del Estado para intentar sin éxito sostener esta temperatura artificial.
En 2003, Néstor Kirchner entendió que había que calentar la economía en recesión. Tenía un arma poderosa: los dólares que entraban por las exportaciones de soja a precio histórico se cambiaban por los pesos que Duhalde había devaluado al 200%. Kirchner puso esos pesos a circular en la economía local, puso al Estado a gastar y a distribuir . Fue una receta simple que funcionó.
Para el año 2007, la economía del país crecía.
A partir de 2007, Cristina Kirchner tiró repelente anti economistas profesionales en el Ministerio de Economía – llegando al extremo de falsear las estadísticas públicas – para usar la plata del Estado como nafta al servicio de que su barco, el proyecto nacional y popular, ganara en la próxima elección.
El costo es altísimo. A la Argentina que viene y a la próxima administración le dejan una herencia pesada en serio. El Gobierno acelera a fondo la economía hoy para evitar retroceder demasiado y le funde el motor del Estado al que viene. La inflación está en torno al 35% anual.
La receta de este fracaso fue emisión para financiar el creciente gasto público. El Gobierno convirtió un superávit fiscal de 3% del PBI en un déficit de 4% y usó al Banco Central para financiar el Tesoro, socavando la credibilidad del peso y aumentando la inflación.
El kirchnerismo manotea fondos que deberíamos reservar para pagar jubilaciones futuras para financiar gasto corriente y aumentar el déficit. Es altamente probable que en este tramo final el Gobierno intente, a pesar del revés con los holdouts, tomar deuda para financiar gasto de ahora que se paga después. Ya lo hizo con el pago a Repsol y al Club de París: todos los pagos caen entre 2015 y 2019.
Si la Presidenta quisiera parecerse de verdad a Bachelet, debería iniciar un camino consensuado de metas de inflación y gasto público controlado, para que se haga menos largo volver a crecer.
Por ahora, el modelo es Bachelet para la foto.
El gobierno kirchnerista es fanático de cobrar impuestos altos. El próximo gobierno va a tener la difícil tarea de bajar impuestos y hacerlos más equitativos en un contexto de déficit fiscal elevado. El kirchnerismo deja un Estado esponja al que no le alcanza la plata. El nivel de carga fiscal actual, récord histórico, carcome el crecimiento, desincentiva la producción, el trabajo registrado y la actividad económica en blanco.
El Banco Central es hoy como esas fachadas con poco atrás de los decorados de las películas de vaqueros. Más de 65% de los activos del Central son letras del Tesoro Nacional. El kirchnerismo modificó la ley del Banco Central para que en vez de custodiar la moneda le preste plata.
Debatir el papel del Banco Central este año y el que viene es un primer paso para empezar a sanear la economía.
El kirchnerismo hizo de la falta de reglas un elemento de poder. El problema de Moreno no fue el mítico revolver en el escritorio que seguramente no tenía balas. El problema de Moreno (y del modelo que patentó y que continúa) es la incertidumbre que genera un Estado que regula a los privados de manera discrecional. En China no hay reglas del Consenso de Washington, pero sí hay reglas claras y previsibles y por lo tanto hay fuerte inversión.
Reglas claras es una buena bandera para el país que viene.
En los años 1998 y 1999, la oposición cometió el error de no instalar en la agenda pública cómo era la economía que iba a dejar Menem. El foco era la corrupción, había un discurso implícito que les decía a los ciudadanos que la honestidad alcanzaba para que el país funcionara. Mientras, se armaba la crisis silenciosa que le estalló al gobierno de la Alianza.
Hoy la agenda es la corrupción, la inflación que se siente en el bolsillo y el miedo al delito violento. También tiene que ser parte de la agenda que el kirchnerismo nos deja: un clavo en la forma de un Estado que gasta mal, que funciona poco, que traba la posibilidad de crecer. De la pesada herencia hay que empezar a hablar y ocuparse ahora para poder transformar la realidad después.

Acerca de Napule

es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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