El legado tóxico de Capitanich

Editorial I
Reciclado como candidato a intendente de Resistencia, el actual gobernador chaqueño deja en la provincia una herencia de pobreza y pésima administración
Un chico ha muerto diariamente, en promedio, en el Chaco, en los últimos cuatro años. El lapso coincide con el último tramo de la gestión de Jorge Capitanich como gobernador de esa provincia, cargo en el que asumió en 2007 y fue reelegido en 2011, con una breve licencia de poco más de un año para hacerse cargo de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación.
La cifra de 1873 niños fallecidos fue confirmada públicamente por el propio Capitanich después de que se conoció la muerte de Oscar Sánchez, el chico qom de 14 años y apenas 11 kilos de peso. Tanto el oficialismo provincial como el nacional intentaron groseramente definir el caso como «aislado» y no como el producto de la desnutrición severa y la pobreza extrema y humillante de las que luchan por escapar muchísimos chaqueños.
Que Capitanich subestime la pobreza y el desempleo en su provincia, ayudado por los números falsos del Indec y por el subregistro perverso de datos de la realidad, no es una reacción novedosa en él. Como jefe de Gabinete ha menospreciado la inteligencia de todos los argentinos al decirse defensor de la libertad de expresión, mientras rompía periódicos en cámara y convertía las conferencias de prensa en monólogos tan inentendibles como inconducentes.
Más que a ser el jefe de los ministros -al que pocos de ellos tomaban con seriedad-, Capitanich se dedicó por entonces a ocupar el lugar del vocero presidencial. Y lo hizo, una vez más, con nula eficacia. Baste recordar las sonoras reprimendas que recibió del gabinete y de la propia Presidenta cuando, por ejemplo, habló de cortes programados de energía eléctrica, de importación de tomates desde Brasil o cuando se negó a enviar gendarmes a Córdoba en medio de robos y saqueos generalizados, de los que huyó tomándose un avión a Paraguay para «interiorizarse» sobre cuestiones vinculadas con el dengue. Nunca se sabrá a ciencia cierta si lo que dijo fue una instrucción que recibió, si lo usaron para medir la reacción pública frente a temas sensibles o si simplemente se excedió en la interpretación. Cualquiera que fuese la opción, su comportamiento fue siempre servil y bochornoso.
Quien había llegado a la plana nacional del kirchnerismo como una fuerte promesa presidencial tuvo que hacer las valijas para volver al castigado pago chico. Durante su licencia en el Chaco, lo reemplazó su vicegobernador, Juan Carlos Bacileff Ivanoff, quien decía de Capitanich: «Quiere mostrarse como el salvador de la provincia y, sin embargo, cuando él se fue, la dejó en una anarquía total».
Impedido por la Constitución provincial para presentarse a competir por un tercer mandato consecutivo como gobernador, y desechadas de cuajo todas las posibilidades de aspirar a suceder a Cristina Kirchner, Capitanich es ahora candidato a intendente de Resistencia en los comicios por realizarse el domingo próximo. Como postulante a la gobernación por su sector se presenta Domingo Peppo y, como vicegobernador, Daniel Capitanich, hermano de Jorge. De repetirse el resultado de las últimas PASO en el Chaco, todo podría seguir quedando en casa, alimentando el feudalismo y todos los males que éste conlleva.
Exceso de empleo público, clientelismo, dádivas y aprietes a cambio de votos y las más diversas maniobras fraudulentas para sumar apoyos a candidaturas que, de otro modo, difícilmente llegarían a competir con posibilidades de triunfo. Por caso, en las últimas horas, la oposición chaqueña presentó ante el Tribunal Electoral un pedido para que se investigue la inclusión de miles de DNI mellizos en el padrón electoral, irregularidad que aseguran que arrojó el entrecruzamiento de padrones de varios distritos tras las últimas PASO. Todas ellas, en definitiva, prácticas comunes de quienes piensan y usan el poder en beneficio estrictamente personal.
Jorge Capitanich ha perdido el respeto y la vergüenza. Ha colaborado en la degradación de las instituciones y en la construcción de un relato falaz. Ha contribuido, con su tóxico legado, a la consolidación de la mentira como herramienta de gobierno.
La muerte de Oscar Sánchez desnuda como pocas otras realidades la profundidad de la crisis de salud, de vivienda y de educación a la que se somete a familias enteras, a las que el Estado dice contener, pero está demostrado que no es así.
Anteayer, la jueza en lo contencioso administrativo federal María José Sarmiento le ordenó al Ministerio de Economía de la Nación que informe sobre el índice de pobreza e indigencia que surge de la metodología instrumentada por el Indec, que dejó de dar a conocer esas cifras hace ya dos años.
La magistrada otorgó al gobierno nacional cinco días para presentar esos datos, que en su momento Capitanich consideró dificultosos por tener el Indec «problemas de empalme» en sus estadísticas. Una justificación absurda para todo, una falta de decoro colosal, que lo pinta de cuerpo entero..

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