El liberalismo está en las antípodas del pensamiento peronista y kirchnerista

En una nota publicada en este diario el sábado 23, Gustavo Marangoni habla de internas partidarias, que están muy bien, pero dentro de un colectivo que expresa un mismo proyecto, donde se dirime entre matices. Sin embargo, la síntesis de Alberdi y Perón, que propone, es un absurdo y una estafa histórica. No se trata de prejuicios contra el liberalismo, pero tampoco se trata de matices, sino de proyectos antagónicos de país. El espacio que expresa la ideología con la que comulga Marangoni se ubica dentro del macrismo. Nada más claro que las palabras del propio Alberdi, conservadurismo político y liberalismo económico: «No participo del fanatismo… hipócrita, que pide libertades políticas a manos llenas para pueblos… pero deseo ilimitadas y abultadísimas… libertades económicas. […] La libertad protege al capital de muchos modos, pero hay… modos en que la libertad se identifica con sus intereses…». Esa concepción liberal, en la que se inspiró a la hora de sustentar la Constitución de 1853, está en las antípodas del paradigma peronista que, con la Constitución de 1949, vino a reparar para el pueblo los derechos que el liberalismo le había negado en nombre de libertad de empresa. El peronismo entendió que la economía debe estar al servicio de la persona humana y no a la inversa, como lo ha sostenido el papa Francisco. El encargado de alcanzar una armonía, poniendo la felicidad del pueblo como límite de los negocios, es el Estado. Decía Raúl Scalabrini Ortiz: «Para Alberdi, el Estado es el peor enemigo…». Perón, en cambio, dio centralidad a un Estado al servicio del interés popular, como garante de los derechos sociales y de la igualdad, en el más amplio sentido. También en el redistributivo, lo mismo que el kirchnerismo, donde los salarios pasaron de participar en el 34% del ingreso nacional, en 2003, a casi el 50% en la actualidad. O donde el coeficiente de Gini se redujo desde 0,54 a 0,41, en igual período. Tan en las antípodas está el liberalismo que propone Marangoni del peronismo y del kirchnerismo que, mientras estos últimos tienen por objetivo primario de política económica la inclusión de los 40 millones de argentinos por medio del trabajo, Alberdi sostenía que «garantizar trabajo a cada obrero sería tan impracticable… si no a expensas de la libertad y de la propiedad…».
En esa lógica se inscribe la identidad a la que se refiere Marangoni, la del «justicialismo» menemista, que fue un momento donde el neoliberalismo cooptó al Partido Justicialista. La mirada económica que explicita el titular del Banco Provincia reafirma una línea de continuidad con el menemismo y con la visión que encarnan los economistas neoliberales del monetarismo neoclásico que están en las filas del macrismo. Igual que ellos, rechaza el rol del Estado en su función de control y protección del consumidor, así como el eufemismo de «reglas de juego claras» no es otra cosa que retracción del Estado en la esfera económica, lo que equivale a desproteger a los trabajadores y consumidores, en nombre del famoso laissez faire. Esta posición es idéntica a la sostenida por Santiago Montoya, en una emisión de A dos voces, por lo que parece hablar de una visión orgánica de ese sector. Perón, por el contrario, interpretó que «la economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado, en beneficio del pueblo, o la controlan las corporaciones, en perjuicio de éste». En términos económicos, la cosmovisión heterodoxa de la economía que caracteriza la política kirchnerista interpreta que la principal determinante de la inversión está de la mano con la demanda efectiva y el consumo. Por lo demás, como dice el colega Fabián Amico, «la correlación entre déficit fiscal e inflación… es prácticamente inexistente», al tiempo que «al revés del monetarismo, no es la inflación sino la devaluación la que está al inicio de la cadena causal, la que a su vez genera inflación y crea la emisión monetaria endógenamente». La visión política, teórica y epistemológica de la economía de Marangoni, que en la práctica deriva en la receta del ajuste y el recorte del gasto, no se diferencia de la de Sturzenegger, pero nada tiene que ver con la política económica que condujo Néstor Kirchner y que hoy sostiene la Presidenta.
Por último, en la propuesta de Marangoni de «…salvar esta situación con los holdouts», ratificando que «habiendo un fallo, lo que hay que ver es cómo cumplirlo», una vez más queda en evidencia la sintonía de ese pensamiento con el del jefe de gobierno porteño, que sostuvo que hay que «hacer lo que diga el juez», omitiendo los riesgos del fallo Griesa y lo que subyace al mismo: la vocación de reinsertar a la Argentina en la rueda del sobreendeudamiento externo, poniendo, una vez más, las capacidades de nuestra economía al servicio de la deuda externa. Claro que no sorprende tal postura proviniendo del liberalismo que, con Alberdi, se jactaba de que «la Constitución federal Argentina es la primera en Sud América… que ha consagrado principios dirigidos a proteger directamente a… capitales extranjeros», lo que fue equivalente a entregar la economía al extranjero para que la organizara en función de su técnica y conveniencia. Entonces fue el capital inglés, como durante el menemismo «las relaciones carnales», y hoy los buitres de la usura global.
Quien adscriba a ese proyecto de sometimiento, que promueven Marangoni o Montoya, que es el de Macri, tiene su lugar en las PASO, indudablemente. Pero en las de Pro, no en las del FPV.
La autora es economistade la agrupación GraN MaKro.

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