Minera La Alumbrera, en Catamarca, es uno de los proyectos más emblemáticos. Foto: Archivo
En tiempos en que las provincias quieren poner un pie en la minería por medio de entes estatales que se asociarán con privadas, la carga impositiva no parece ser precisamente un incentivo para que los capitales lluevan sobre el sector. En contraparte, Chile y Perú se convirtieron en los países de la región que más inversiones recibieron en el último lustro y se preparan para atraer más de US$ 100.000 millones en los próximos ocho años. ¿Qué les podría copiar la Argentina? Su esquema tributario, por ejemplo, que grava los ingresos netos en lugar de las ventas totales y ata la carga fiscal a la rentabilidad del negocio.
Entre los principales impuestos que integran la carga impositiva sobre la minería en el país están Ganancias (35%), Retenciones (5 y 10%) y Regalías (3%). A eso hay que sumar otros fondos para las comunidades. Según un estudio de la consultora Abeceb.com, el sector aportó al fisco $ 5600 millones (8% de lo que ingresa por retenciones a la soja). Luego de la coparticipación, quedan para Nación y provincias un 58 y 52% de esos fondos, respectivamente.
El director de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía de Perú, Hans Flaury, comentó la inconveniencia de gravar las ventas brutas, en lugar de las ganancias netas. «Un impuesto ciego, como la retención a la exportación, es matador -opina el experto-. Te va a quitar la rentabilidad porque te lleva la parte de arriba y te deja sólo el resto para seguir sobreviviendo. Esto ahuyenta la inversión, que se va hacia otras jurisdicciones que sí apoyan la minería.»
Flaury dice que Perú se convirtió en un gran imán de inversiones mineras, porque creó una legislación sensata y distributiva en todo el país, de modo que las provincias comprobaron que sí reciben recursos. «El dinero no se queda en la capital, sino que se distribuye y regresa a su lugar de origen, con impuesto a la renta y derechos a las regalías mineras, entre otros», explica el especialista.
Para este analista, tal como están dadas hoy las condiciones, con las provincias buscando participar en la renta minera por vía de la creación de empresas públicas, incluso las compañías que están en el país buscarán otras latitudes, harán sus inversiones más lentas y no crecerán aquí.
Entre 2010 y 2011, Perú recibió US$ 11.268 millones en inversiones mineras, más de un tercio de los 29.423 millones que captó desde 1995, según el Ministerio de Energía y Minas peruano. Entre los puntos que Flaury destacó en su trabajo «Renta Minera, marco legal, tributos y diálogo con las autoridades», sobresale la tributación competitiva.
Su régimen fiscal minero está compuesto por el impuesto a la renta (30%), impuesto al pago de dividendos (4,1%) e IVA (18%). En las reformas recientes se ató la carga en función del margen operativo.
En Chile, en el último sexenio (2006-2011), la minería contribuyó con un 16,4% del PBI. Generó el 62,3% de las exportaciones totales chilenas y contribuyó con 23,4% de la totalidad de los ingresos fiscales. Es decir, de cada cuatro dólares que recibió el fisco, uno fue aportado por el sector. Ese monto alcanzó en los seis años los US$ 62.000 millones. ¿Cómo lo hicieron?
Según explicó Alberto Salas, presidente de la Sociedad Nacional de Minería de Chile, una de las claves está en el impuesto específico a la minería, que se rige para fijar su alícuota por el valor de las ventas anuales. Así, las empresas con menos de 12.000 toneladas de cobre no pagan nada; las que venden entre 12.000 a 50.000 toneladas tienen una tasa progresiva que va del 0,5% hasta el 4,5%, y las de más de 50.000, una tasa progresiva que va desde el 5 hasta el 14 por ciento. «La tasa se aplica directamente sobre la renta imponible operacional y no sobre las ventas brutas», señala Salas.
Como su nombre lo indica, éste es un impuesto especial para la minería, pero que distingue entre pequeñas, medianas y grandes empresas. «El marco impositivo también es una forma de crear competitividad en un sector, y Chile lo ha demostrado con esta legislación», destaca Salas.
La menor competitividad regional que la Argentina ha tenido en los últimos años debido a una legislación tributaria vetusta, en relación con la de sus competidores vecinos, se evidencia en la distribución de la inversión minera en la región: de la torta total de desembolsos que recibió en 2010 América latina, la Argentina se quedó con 7%, detrás de México (25%), Perú (20%), Chile (13%) y Brasil (12%). Por debajo quedaron Colombia (6%), Ecuador (3%), Bolivia (1%) y Venezuela (1%)..
En tiempos en que las provincias quieren poner un pie en la minería por medio de entes estatales que se asociarán con privadas, la carga impositiva no parece ser precisamente un incentivo para que los capitales lluevan sobre el sector. En contraparte, Chile y Perú se convirtieron en los países de la región que más inversiones recibieron en el último lustro y se preparan para atraer más de US$ 100.000 millones en los próximos ocho años. ¿Qué les podría copiar la Argentina? Su esquema tributario, por ejemplo, que grava los ingresos netos en lugar de las ventas totales y ata la carga fiscal a la rentabilidad del negocio.
Entre los principales impuestos que integran la carga impositiva sobre la minería en el país están Ganancias (35%), Retenciones (5 y 10%) y Regalías (3%). A eso hay que sumar otros fondos para las comunidades. Según un estudio de la consultora Abeceb.com, el sector aportó al fisco $ 5600 millones (8% de lo que ingresa por retenciones a la soja). Luego de la coparticipación, quedan para Nación y provincias un 58 y 52% de esos fondos, respectivamente.
El director de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía de Perú, Hans Flaury, comentó la inconveniencia de gravar las ventas brutas, en lugar de las ganancias netas. «Un impuesto ciego, como la retención a la exportación, es matador -opina el experto-. Te va a quitar la rentabilidad porque te lleva la parte de arriba y te deja sólo el resto para seguir sobreviviendo. Esto ahuyenta la inversión, que se va hacia otras jurisdicciones que sí apoyan la minería.»
Flaury dice que Perú se convirtió en un gran imán de inversiones mineras, porque creó una legislación sensata y distributiva en todo el país, de modo que las provincias comprobaron que sí reciben recursos. «El dinero no se queda en la capital, sino que se distribuye y regresa a su lugar de origen, con impuesto a la renta y derechos a las regalías mineras, entre otros», explica el especialista.
Para este analista, tal como están dadas hoy las condiciones, con las provincias buscando participar en la renta minera por vía de la creación de empresas públicas, incluso las compañías que están en el país buscarán otras latitudes, harán sus inversiones más lentas y no crecerán aquí.
Entre 2010 y 2011, Perú recibió US$ 11.268 millones en inversiones mineras, más de un tercio de los 29.423 millones que captó desde 1995, según el Ministerio de Energía y Minas peruano. Entre los puntos que Flaury destacó en su trabajo «Renta Minera, marco legal, tributos y diálogo con las autoridades», sobresale la tributación competitiva.
Su régimen fiscal minero está compuesto por el impuesto a la renta (30%), impuesto al pago de dividendos (4,1%) e IVA (18%). En las reformas recientes se ató la carga en función del margen operativo.
En Chile, en el último sexenio (2006-2011), la minería contribuyó con un 16,4% del PBI. Generó el 62,3% de las exportaciones totales chilenas y contribuyó con 23,4% de la totalidad de los ingresos fiscales. Es decir, de cada cuatro dólares que recibió el fisco, uno fue aportado por el sector. Ese monto alcanzó en los seis años los US$ 62.000 millones. ¿Cómo lo hicieron?
Según explicó Alberto Salas, presidente de la Sociedad Nacional de Minería de Chile, una de las claves está en el impuesto específico a la minería, que se rige para fijar su alícuota por el valor de las ventas anuales. Así, las empresas con menos de 12.000 toneladas de cobre no pagan nada; las que venden entre 12.000 a 50.000 toneladas tienen una tasa progresiva que va del 0,5% hasta el 4,5%, y las de más de 50.000, una tasa progresiva que va desde el 5 hasta el 14 por ciento. «La tasa se aplica directamente sobre la renta imponible operacional y no sobre las ventas brutas», señala Salas.
Como su nombre lo indica, éste es un impuesto especial para la minería, pero que distingue entre pequeñas, medianas y grandes empresas. «El marco impositivo también es una forma de crear competitividad en un sector, y Chile lo ha demostrado con esta legislación», destaca Salas.
La menor competitividad regional que la Argentina ha tenido en los últimos años debido a una legislación tributaria vetusta, en relación con la de sus competidores vecinos, se evidencia en la distribución de la inversión minera en la región: de la torta total de desembolsos que recibió en 2010 América latina, la Argentina se quedó con 7%, detrás de México (25%), Perú (20%), Chile (13%) y Brasil (12%). Por debajo quedaron Colombia (6%), Ecuador (3%), Bolivia (1%) y Venezuela (1%)..