En 1923, el órgano oficial de los productores trigueros de las praderas occidentales de Canadá señalaba en su editorial: «Creemos firmemente que al tener a los agricultores de Estados Unidos, Australia y Canadá [la idea de incluir a la Argentina surgió en 1924] afiliados en una única organización permitirá regular el precio de lo producido en los campos acorde a los costos de producción. La ley de la oferta y la demanda es una farsa.» Durante el último año, el debate entre los países productores y los compradores de cereales y oleaginosas se centró en la fijación/libertad de precios de los commodities agrarios. En el primer grupo, fundamentalmente las economías emergentes; en el segundo, las industrializadas. Hasta ahora, ganaron los primeros. La Argentina, conjuntamente con otros grandes productores-exportadores de la periferia, logró frenar la iniciativa francesa de fijar precios máximos. Pero la profundización de la crisis internacional, el estatus alcanzado por nuestro país en el concierto de las naciones (especialmente entre las economías del Tercer Mundo) y el mayúsculo salto en las cotizaciones de la soja y el trigo (entre otros), conforman una oportunidad inmejorable para la profundización del modelo vigente desde 2003. Dos semanas atrás escribimos sobre la necesidad de crear una Empresa Nacional de Granos. Pues bien, su espejo y justificación externa, así como su escudo protector a través de poderosos aliados emergentes debería terminar en una OPEP para los granos. Por supuesto que la concreción de tal iniciativa llevaría décadas. Sin embargo y, al igual que en los años previos a la creación de la OPEP, cambiar la agenda del debate, encarar la cuestión desde una perspectiva diametralmente opuesta a la típica disyuntiva mercadista de la oferta y la demanda, constituyen las mejores y más contundentes armas con las que las clases populares cuentan a la hora de terminar con el orden neoliberal local y planetario.
¿Cómo responder a la especulación financiera en materia agraria? ¿Cómo marcar el comienzo del fin de un sistema alimentario global que excluye a miles de millones de seres humanos? ¿Cómo fortalecer en y desde el plano externo una Empresa Nacional de Granos en la Argentina? Se necesita un urgente cambio de época agroalimentaria. Y allí la Argentina tiene todo para decir y hacer. Si bien el año pasado y ante el notable incremento de los precios internacionales de los granos y subproductos, dedicamos dos columnas a analizar esta cuestión («Una salida revolucionaria a los órdenes agrario mundial y nacional», 13 y 20 de marzo de 2011), nos parece esencial insistir en tan estratégico asunto.
VENEZUELA Y LA FUNDACION DE LA OPEP. Promediando la mitad del siglo pasado, el abuso que las multinacionales petroleras anglo-estadounidenses sobre los precios del crudo generaba cuantiosas pérdidas a las naciones productoras del Tercer Mundo. La renta petrolera, la producción y comercialización de petróleo se fijaba en las Bolsas de Londres y Washington. ¿Cómo desbaratar el cartel privado, la extorsión y opresión de los poderosos? Con la unidad de los principales exportadores del Tercer Mundo hacia afuera, y la nacionalización de la industria y la renta petrolera fronteras adentro. Hemos analizado ya en las notas referidas la historia de la creación de la OPEP y el rol de Venezuela. A propósito de este país y el reciente y fundamental acuerdo YPF-PDVSA, resulta más que oportuno recordar que fue este país caribeño el que consiguió rescatar a la OPEP de la globalización neoliberal (Consenso de Thatcher-Reagan, 1982) apenas iniciado el nuevo siglo. En efecto, entre los ochenta y los noventa, la OPEP se redujo a una cáscara vacía, dominada por el imperialismo. Así hasta la II Cumbre de la OPEP realizada en Caracas en el año 2000, cuando el presidente Chávez logró que desde entonces, la organización fuera retomando su mejor tradición nacional y anti-imperialista. Con distinto grado de intervención del capital privado local o extranjero (asociación vía empresas mixtas, tercerizaciones o locaciones de servicios), las naciones OPEP controlan la industria hidrocarburífera doméstica, fijan los precios internacionales vía el control de la producción y comercialización de su petróleo.
LA OPEP DEL TRIGO SE PRESENTA AL MUNDO. Dos décadas con anterioridad a los debates en torno a la creación de la OPEP, algunas de las principales organizaciones cooperativistas de los países productores-exportadores de granos comenzaron a vislumbrar en su cartelización la solución al creciente poderío de las multinacionales de los agro-negocios. En este caso y como describimos en las notas pasadas, Canadá hizo las veces de Venezuela. No era ninguna casualidad, desde que la nación norteamericana poseía ya para 1920 una larga y sólida tradición cooperativista con eje en la lucha contra los monopolios privados. Pero los agricultores canadienses del centro y el occidente del país, apoyados por el gobierno de turno, fueron conscientes de que la lucha resultaría siempre desigual sin la cartelización con otras organizaciones extranjeras similares o con sus respectivos Estados (productores-exportadores de trigo). Se organizaron al menos cinco Conferencias Internacionales de Pooles Trigueros (CIPT) entre 1926 y 1933. Participaron de ellas cooperativas y organizaciones estatales canadienses, australianas y estadounidenses (la SRA y Federación Agraria rechazaron integrarse al proyecto en 1924). Las conclusiones de la segunda CIPT (5 al 7 de mayo de 1927) resolvió: «Los problemas primarios de las asociaciones de los productores de trigo son los mismos en todo el mundo, y por tanto precisan de la ayuda y la colaboración mutua. El excedente desorganizado de la comercialización triguera significa una amenaza constante a las asociaciones cooperativistas […]. La coordinación internacional debe estimularse de tal suerte de contribuir a regular el excedente mundial y su colocación en el mercado.» Y concluye: «Este Comité recomienda tomar los pasos pertinentes para el establecimiento de un bureau permanente internacional que funcione como Centro para el desarrollo de la cooperación internacional.» El plan de acciones se profundizó en 1931, 1932 y 1933, aunque la presión de las grandes cerealeras en los EE UU desembocó en que este país frenara la propuesta de la Conferencia de 1931, destinada a regular los excedentes exportables de trigo a través de la aplicación de una cuota internacional común. Finalmente, cabe destacar las notables resoluciones de la conferencia de octubre de 1932, realizada en Winnipeg: «Creemos que mucho podrá obtenerse con la asociación entre los gobiernos y los productores de los países líderes del mundo en exportación de trigo.»
MUY BREVES CONCLUSIONES. Allá por 2001, el CEO de Cargill señaló: «Existe una falsa interpretación sobre las necesidades agrícolas de los países en vías de desarrollo. Su agricultura no debe estar al servicio del consumo local. Esto es un error. Los países deben producir lo que producen mejor… y comercializarlo» (Corporate Watch Nº 7 – Cargill. 2001). Cerramos insistiendo con este concepto ya expresado con anterioridad: la Argentina debe proponer, no ya la liberación de los precios internacionales de los commodities, sino su regulación. Regulación de precios, de la producción y la comercialización mundial de granos en nuestras manos.
Bernal es una de las peores clases de salame, un salame exaltado.