Roberto Feletti es presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, ex viceministro de Economía, ex director del Banco Nación y ex presidente del Banco Ciudad. Apoyado en su larga experiencia en materia financiera, defiende el proyecto del Gobierno de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y asegura que el objetivo de fondo es recuperar al peso como una moneda fuerte y útil como reserva de valor, todo lo opuesto a lo que plantean sectores de la oposición, que advierten sobre riesgos inflacionarios y de devaluación.
Una de las críticas a la reforma es que le confiere facultades inéditas al Banco Central para el manejo de la economía.
Es una falacia. Todo lo contrario. Desde su nacionalización en 1946, el Banco Central siempre tuvo facultades para emitir e intervenir en los mercados financieros, y esas atribuciones le fueron quitadas con la reforma de la carta orgánica de 1991. Es muy importante tener en cuenta que el resultado de ese proceso desembocó en el corralito y en la crisis de 2001. Quienes dicen que es bueno que el Banco Central tenga una actitud pasiva, absolutamente independiente de la política económica, están soslayando la experiencia histórica argentina.
¿A qué apunta la reforma?
La política monetaria tiene que guardar correlato con la demanda de medios de pago para sostener el nivel de actividad interno. Este enfoque fue suprimido por Martínez de Hoz en 1977. Fue reemplazado por el enfoque monetario de la balanza de pagos, donde se ata la política monetaria al flujo del sector externo y se pierde la visión de nuestra moneda como divisa, como reserva de valor. Lo que se abre como discusión es revertir ese camino. El BCRA no va a ignorar la macroeconomía ni al sector externo para definir su política monetaria, pero no será el criterio único y excluyente.
Sectores de derecha advierten que la reforma es peligrosa porque puede desembocar en procesos inflacionarios por una emisión descontrolada.
Frente a eso, yo quiero recordar a un presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, hoy diputado, quien expandió la base monetaria un 130 por ciento entre fines de 2002 y principios de 2004 y los precios sólo aumentaron 40 por ciento. Esa experiencia, positiva, que curiosamente presidió Prat Gay, demuestra que las cosas no son tan lineales. No hay que hacer maniqueísmo y decir que todo peso que se emite inmediatamente va a precios. No es real. Hay que ver cómo funciona la demanda de pesos, la demanda transaccional y la demanda de crédito. Además, estamos en un mundo turbulento, complicado, y es lógico que haya una mirada más atenta del mercado interno y del mercado regional. Es lo que están haciendo casi todos los países.
¿Uno de los objetivos es aumentar el nivel de crédito?
Mejorar el acceso al crédito, en cuanto a tasas y plazos, y resolver las fallas de mercado en la asignación de esos préstamos. Queremos llegar a sectores que hoy no logran financiamiento y que podrían dar un salto con el apoyo debido.
¿De qué modo se instrumentaría?
Hay un conjunto de herramientas que se le otorgan al Banco Central a partir de esta ley, como redescuentos diferenciales, encajes fraccionarios, manejo de la tasa de interés. Con esos incentivos se puede promocionar el crédito a regiones menos favorecidas, se puede orientar la inversión. Con el diseño del sistema financiero del 77 se fue consolidando una visión de banco comercial universal, sucursalero, cuyo objetivo es captar fondos en la mayor parte del país y represtarlos en los centros financieros, porque es donde logran mayor diferencial de tasa. Ese modelo de entidad financiera es el que lentamente tiene que empezar a cambiar.
¿No se necesita una reforma de la Ley de Entidades Financieras para profundizar ese camino?
A la larga seguramente se va a necesitar un nuevo tipo de entidad financiera y no el emergente de la Ley 21.526 de Martínez de Hoz. Pero en la etapa actual lo que se tiende es a desvincular la capacidad de préstamo de un banco de su captación de depósitos.
¿Puede ser un paso hacia un Banco de Desarrollo?
Esas son decisiones del Poder Ejecutivo. Yo creo que orientar la inversión es necesario y esta ley también apunta a eso. Si el Gobierno lanza una oferta crediticia y los tomadores son los que decide el mercado, seguramente los sectores más dinámicos de la economía serán los más beneficiados. La etapa de orientación de la inversión apunta a ampliar la oferta de bienes, alterando esa lógica.
¿Es una forma de darle más solidez al crecimiento económico?
Si se induce por la vía del crédito una elevación de la oferta de bienes podemos dejar de pensar que cada peso que camina está respaldado por un dólar en el Banco Central, y empezamos a pensar que los pesos que circulan tienen un correlato en los bienes del país. Entonces empezamos a pensar la moneda como reserva de valor. Esa es la apuesta final de este proceso.
¿Usted dice que se va a fortalecer el peso?
La apuesta es que la Argentina tenga una moneda que sea aceptada por el conjunto de la población. Es importante profundizar la pesificación, porque eso le dará al país una enorme autonomía en un mundo que aparece volátil, turbulento, hostil. Es un salto muy importante. Cómo puede ser que frente al 70 por ciento de monetización de su PIB que tiene Chile o 65 de Brasil nosotros tengamos el 30. Por qué, si tenemos un país que hoy es el número 23 del mundo en cuanto a su PIB, es una economía de desarrollo medio, por qué no podemos tener un peso fuerte. Es un debate muy medular, muy estructural.
Sectores de la oposición sostienen que habrá riesgos de devaluación por el uso de reservas para cancelar deuda.
Es la visión de que no puede haber un peso si no hay un dólar guardado en el Central. Nosotros estamos proponiendo un cambio importante, porque recuperamos la capacidad de articular la política monetaria con la política económica general, algo que ya se venía dando de hecho desde 2010, pero que ahora quedará plasmado en el marco legal y se podrá inducir el funcionamiento del mercado crediticio. La política monetaria estuvo concebida por un largo período como un auxiliar de la acumulación de ingresos de los sectores más concentrados del poder económico. Por eso se ponían locos con el uso de las reservas, porque ellos medían las reservas como forma de fugar capitales y de consolidar sus tasas de ganancias.
También dicen que la reforma se hace porque el Gobierno necesita monetizar el déficit fiscal.
No hay ninguna alteración de los topes fijados al Banco Central para asistir al Tesoro, eso sigue igual. Los topes no se modifican.
¿La reforma puede tener impacto sobre el crédito hipotecario?
Será una decisión del Banco Central. Yo creo que sí. Hay una brecha muy grande entre el metro cuadrado construido y el promedio salarial y eso hay que empezar a cerrarlo con crédito. Todo lo que sea alargamiento de plazos y baja de costos va a ayudar y está concebido en estas herramientas que se le están dando al Central.
Una de las críticas a la reforma es que le confiere facultades inéditas al Banco Central para el manejo de la economía.
Es una falacia. Todo lo contrario. Desde su nacionalización en 1946, el Banco Central siempre tuvo facultades para emitir e intervenir en los mercados financieros, y esas atribuciones le fueron quitadas con la reforma de la carta orgánica de 1991. Es muy importante tener en cuenta que el resultado de ese proceso desembocó en el corralito y en la crisis de 2001. Quienes dicen que es bueno que el Banco Central tenga una actitud pasiva, absolutamente independiente de la política económica, están soslayando la experiencia histórica argentina.
¿A qué apunta la reforma?
La política monetaria tiene que guardar correlato con la demanda de medios de pago para sostener el nivel de actividad interno. Este enfoque fue suprimido por Martínez de Hoz en 1977. Fue reemplazado por el enfoque monetario de la balanza de pagos, donde se ata la política monetaria al flujo del sector externo y se pierde la visión de nuestra moneda como divisa, como reserva de valor. Lo que se abre como discusión es revertir ese camino. El BCRA no va a ignorar la macroeconomía ni al sector externo para definir su política monetaria, pero no será el criterio único y excluyente.
Sectores de derecha advierten que la reforma es peligrosa porque puede desembocar en procesos inflacionarios por una emisión descontrolada.
Frente a eso, yo quiero recordar a un presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, hoy diputado, quien expandió la base monetaria un 130 por ciento entre fines de 2002 y principios de 2004 y los precios sólo aumentaron 40 por ciento. Esa experiencia, positiva, que curiosamente presidió Prat Gay, demuestra que las cosas no son tan lineales. No hay que hacer maniqueísmo y decir que todo peso que se emite inmediatamente va a precios. No es real. Hay que ver cómo funciona la demanda de pesos, la demanda transaccional y la demanda de crédito. Además, estamos en un mundo turbulento, complicado, y es lógico que haya una mirada más atenta del mercado interno y del mercado regional. Es lo que están haciendo casi todos los países.
¿Uno de los objetivos es aumentar el nivel de crédito?
Mejorar el acceso al crédito, en cuanto a tasas y plazos, y resolver las fallas de mercado en la asignación de esos préstamos. Queremos llegar a sectores que hoy no logran financiamiento y que podrían dar un salto con el apoyo debido.
¿De qué modo se instrumentaría?
Hay un conjunto de herramientas que se le otorgan al Banco Central a partir de esta ley, como redescuentos diferenciales, encajes fraccionarios, manejo de la tasa de interés. Con esos incentivos se puede promocionar el crédito a regiones menos favorecidas, se puede orientar la inversión. Con el diseño del sistema financiero del 77 se fue consolidando una visión de banco comercial universal, sucursalero, cuyo objetivo es captar fondos en la mayor parte del país y represtarlos en los centros financieros, porque es donde logran mayor diferencial de tasa. Ese modelo de entidad financiera es el que lentamente tiene que empezar a cambiar.
¿No se necesita una reforma de la Ley de Entidades Financieras para profundizar ese camino?
A la larga seguramente se va a necesitar un nuevo tipo de entidad financiera y no el emergente de la Ley 21.526 de Martínez de Hoz. Pero en la etapa actual lo que se tiende es a desvincular la capacidad de préstamo de un banco de su captación de depósitos.
¿Puede ser un paso hacia un Banco de Desarrollo?
Esas son decisiones del Poder Ejecutivo. Yo creo que orientar la inversión es necesario y esta ley también apunta a eso. Si el Gobierno lanza una oferta crediticia y los tomadores son los que decide el mercado, seguramente los sectores más dinámicos de la economía serán los más beneficiados. La etapa de orientación de la inversión apunta a ampliar la oferta de bienes, alterando esa lógica.
¿Es una forma de darle más solidez al crecimiento económico?
Si se induce por la vía del crédito una elevación de la oferta de bienes podemos dejar de pensar que cada peso que camina está respaldado por un dólar en el Banco Central, y empezamos a pensar que los pesos que circulan tienen un correlato en los bienes del país. Entonces empezamos a pensar la moneda como reserva de valor. Esa es la apuesta final de este proceso.
¿Usted dice que se va a fortalecer el peso?
La apuesta es que la Argentina tenga una moneda que sea aceptada por el conjunto de la población. Es importante profundizar la pesificación, porque eso le dará al país una enorme autonomía en un mundo que aparece volátil, turbulento, hostil. Es un salto muy importante. Cómo puede ser que frente al 70 por ciento de monetización de su PIB que tiene Chile o 65 de Brasil nosotros tengamos el 30. Por qué, si tenemos un país que hoy es el número 23 del mundo en cuanto a su PIB, es una economía de desarrollo medio, por qué no podemos tener un peso fuerte. Es un debate muy medular, muy estructural.
Sectores de la oposición sostienen que habrá riesgos de devaluación por el uso de reservas para cancelar deuda.
Es la visión de que no puede haber un peso si no hay un dólar guardado en el Central. Nosotros estamos proponiendo un cambio importante, porque recuperamos la capacidad de articular la política monetaria con la política económica general, algo que ya se venía dando de hecho desde 2010, pero que ahora quedará plasmado en el marco legal y se podrá inducir el funcionamiento del mercado crediticio. La política monetaria estuvo concebida por un largo período como un auxiliar de la acumulación de ingresos de los sectores más concentrados del poder económico. Por eso se ponían locos con el uso de las reservas, porque ellos medían las reservas como forma de fugar capitales y de consolidar sus tasas de ganancias.
También dicen que la reforma se hace porque el Gobierno necesita monetizar el déficit fiscal.
No hay ninguna alteración de los topes fijados al Banco Central para asistir al Tesoro, eso sigue igual. Los topes no se modifican.
¿La reforma puede tener impacto sobre el crédito hipotecario?
Será una decisión del Banco Central. Yo creo que sí. Hay una brecha muy grande entre el metro cuadrado construido y el promedio salarial y eso hay que empezar a cerrarlo con crédito. Todo lo que sea alargamiento de plazos y baja de costos va a ayudar y está concebido en estas herramientas que se le están dando al Central.