Gendarmería ya recorre Tablada, el barrio que se cobró 22 vidas en 2013

La fuerza de seguridad nacional incrementó los patrullajes en la zona a partir de ayer y fue recibida con alegría y escepticismo.
Las camionetas federales ya son parte del paisaje de una de las barriadas más violentas de Rosario. Buscan pacificar las áreas más complicadas de la ciudad.
Al menos seis patrulleros con grupos de gendarmes le cambiaron la fisonomía ayer al barrio Tablada. Desde muy temprano, el incesante ir y venir de los móviles por Ayacucho, Uriburu y Grandoli despertó la expectativa y el entusiasmo de muchos vecinos. En las paradas de los colectivos y en las calles los testimonios hablaban de «más tranquilidad», pero también reinó el escepticismo: «¿Cuánto va a durar esto?», se preguntaron varios. La zona es una de las tantas barriadas rosarinas castigadas por la violencia. Un ejemplo: para proteger a los niños del Jardín de Infantes Lola Mora (Grandoli y Gutiérrez), las maestras no los sacan a jugar al patio. «Acá a las dos de la tarde es tierra de nadie», señaló una docente (ver aparte).
Barrio Tablada lleva en sus espaldas la triste cifra de 22 homicidios registrados durante 2013, en las jurisdicciones de las comisarías 11ª y 16ª. Por ello, la presencia de Gendarmería marcó una postal distinta a los tiempos violentos que se venían registrando en la zona.
Y así lo reflejaron los vecinos ante La Capital en una recorrida por la zona de Grandoli y sus intersecciones con Isola, Gutiérrez; y por Uriburu y Ayacucho.
Con sus 58 años, Irma esperaba el colectivo en la parada. «En la bolsita no llevo nada, por las dudas, a mí nunca me robaron. Ojalá que esto dure porque hay más tranquilidad y la gente está más contenta», dijo. A su lado también esperaba Adriana, de 21 años. Nacida en Grandoli y Güiraldes aseguró: «Está bien que ande por acá Gendarmería, porque la policía no hace nada».
Cerca de una de las escuelas de Tablada y desde su moto, Ayelén también le dio la bienvenida a la fuerza de seguridad nacional. «Y…cambió mucho. Antes había muchos pibes juntos en la calle, como controlando el barrio. Ahora la gente mayor puede salir a hacer las compras. ¿La policía? No hace nada, porque estaba arreglada con los búnkers. Pero pienso que van a durar dos meses y después vuelve todo a lo de antes», dijo la adolescente de 15 años.
Paradas en la puerta del Jardín de Infantes de Grandoli y Gutiérrez, Laura y Mariana charlaban tras el ingreso de los niños al turno tarde. «Uno sale con más confianza. La otra vuelta se cagaron a tiros acá nomás. Yo estaba colgando ropa en el edificio. Después le quisieron robar a un taxista que estaba parado en la esquina, pero la policía no da bola», comentó una de ellas. La otra agregó: «No se puede salir con los chicos y tampoco con nada encima. A la tarde hay que tener cuidado y a la madrugada también. Se ve de todo, robos, tiros, quilombo. Hay muchos pibitos choros que no tienen respeto de nada, ni a los vecinos».
El desafío. Tras el megaoperativo del miércoles pasado, que permitió allanar 89 búnker, ahora las fuerzas de seguridad nacional van por otros 110 kioscos de venta de estupefacientes. El plan, comandado por el secretario de Seguridad nacional, Sergio Berni, cuenta con la ocupación territorial de 3 mil uniformados.
Se trata de una intervención que busca dominar el territorio marcado por la violencia y el narcotráfico, para avanzar en una etapa posterior con la pacificación de las zonas en las que también intervendrá la flamante Policía Comunitaria.

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