Tras los reveses electorales cayeron La Cámpora, Zannini y Abal Medina. Operativo “apertura”.
Por Roberto García
05/08/11 – 10:59
Lainterna Verde. Julio De Vido.
Hola Mauricio, habla la señora de enfrente”. Y luego de esas palabras, de esa infrecuente vena humorística en Cristina, lo felicitó al jefe de la Ciudad por el triunfo electoral hace una semana. Casi no responde Macri al saludo telefónico, quizás sorprendido por el femenino llamado de la Rosada, mientras él deambulaba en calzoncillos por el comedor de su calefaccionado departamento (que, al parecer, es su forma de vida interior).
Un acontecimiento esa felicitación, con aprobación colectiva por el cambio en la Presidenta, por la sensata humildad de reconocer una derrota en quien revelaba como norma abstenerse de esos actos de urbanidad vecinal, como si esas confesiones constituyeran una debilidad ante los opositores y el mundo. ¿Ese cambio es un hecho puntual o una actitud nueva?
Como al mismo tiempo, la señora deslizó el apoyo político a la candidatura mañana de José Manuel de la Sota –se habla inclusive de que habría facilitado un envío de fondos para hacerle más agradable la campaña al cordobés– luego de que mantuvieran fricciones en las que ella no quedó expuesta con su mejor fotogenia.
Por todo esto, parece razonable admitir que los últimos traspiés en los comicios (Capital y Santa Fe) determinaron que Cristina se adapte a una nueva realidad, que abandone cierta intransigencia y, en la transición, se aleje de algunas compañías poco rentables (La Cámpora, por ejemplo, o el rezago de influencias como la de Carlos Zannini o las de su propio hijo Máximo, todavía incapaz de sacar campeón a Racing Club). Y, por supuesto, unja a otras figuras que parecían en trance de desaparición, como Julio De Vido. Este movimiento ya se advertía hace más de diez días, provocado por la ducha helada de tres domingos en los que el oficialismo apareció desnudo ante las urnas.
Otra muestra a venir: ya ordenó movilizar una convocatoria a distintos sectores, incluyendo quizás a intragables personajes –para ella– como monseñor Jorge Bergoglio. Pero si lo llamó a Macri, ¿cómo no va a soportar al obispo? Ya empezó, por otra parte, con sutiles contactos y reuniones obvias. De Vido, junto al siempre dispuesto Amado Boudou, se consagraron casi un día –con almuerzo incluido– a dirimir, por decirlo de alguna manera, diferencias con Hugo Moyano y su cuerpo directivo en la CGT.
Con los empresarios aún son más sencillos esos encuentros: buena parte de ellos han sido agraciados con fideicomisos y créditos. No hay espacio suficiente, lamentablemente, para narrar los interiores de esas jugosas cumbres.
Sí vale, en cambio, no olvidar episodios que resultaron decisivos en esta etapa de transformación. Por ejemplo, al ministro De Vido ni lo consideraban para el futuro; más, luego del primer revés en la Capital, le imputaron responsabilidad por la falta de aplicación de su secretario, José María Olazagasti, en la cobertura de votantes de la zona sur (en esa acusación también involucraron al gremialista Víctor Santa María, un ex protegido o protector de Alberto Fernández).
La propia Cristina, al parecer, se encargó de hacer los reproches del caso al influyente subordinado, quien para sorpresa de muchos –dicen– se le paró de manos a la Presidenta por los cargos que le formulaban. Desdichado momento, ya que la rabieta se extendió al propio De Vido. Pero nuevas evidencias, como en los culebrones, demostraron cierta inocencia –al menos en ese tema– del segundo del ministro y, en consecuencia, del propio ministro. Y lo que parecía un viaje al fondo del mar se convirtió en un despegue a las nubes: a De Vido le añadieron nafta especial para subir con el encargo de recuperar viejas amistades con sindicalistas, empresarios, sacerdotes, intendentes, gobernadores. ¿Tendrá tiempo o será tarde? ¿Podrá imponer confianza cuando algunos le señalan que tiene el cuello marcado por una soga que lo acercaba a la horca? Vaya uno a saber.
Estos episodios de relativo ascenso suponían, al mismo tiempo, otros declives. Como el de Juan Manuel Abal Medina, un interlocutor castigado por la mandataria cuando ésta, algo molesta debido a que los resultados electorales no eran los que le habían anticipado, reclamó por la autoría intelectual de esos hacedores de números. El funcionario concedió algunos nombres, también esas voces debieron explicar ante la dama sus errores. En general no coincidieron en responsabilizarse por el fracaso. Típico.
De ahí que la inicial pista sobre ciertos culpables volvió al punto de origen y sacudió a un Abal Medina que alguna vez se imaginó vicepresidenciable. Hoy, al parecer, hasta también deberá responder por la hechura y el costo de las boletas electorales, que en apariencia instrumentaron dos hermanos que lo acompañan.
Tanto ruido, obviamente, se produce por el desborde de los votos, por la sucesión de derrotas en distritos importantes. “Si la oposición supiera lo que somos, no nos tendría tanto miedo”, confesó hace pocos días uno de los últimos derrotados. Habrá que ver el resultado de mañana en Córdoba, la actitud de De la Sota –si es que gana–, aunque suele bromearse con el argumento de que los cordobeses tienen, de nacimiento, prohibido decir la verdad. Y mucho más sus dirigentes políticos.
Por Roberto García
05/08/11 – 10:59
Lainterna Verde. Julio De Vido.
Hola Mauricio, habla la señora de enfrente”. Y luego de esas palabras, de esa infrecuente vena humorística en Cristina, lo felicitó al jefe de la Ciudad por el triunfo electoral hace una semana. Casi no responde Macri al saludo telefónico, quizás sorprendido por el femenino llamado de la Rosada, mientras él deambulaba en calzoncillos por el comedor de su calefaccionado departamento (que, al parecer, es su forma de vida interior).
Un acontecimiento esa felicitación, con aprobación colectiva por el cambio en la Presidenta, por la sensata humildad de reconocer una derrota en quien revelaba como norma abstenerse de esos actos de urbanidad vecinal, como si esas confesiones constituyeran una debilidad ante los opositores y el mundo. ¿Ese cambio es un hecho puntual o una actitud nueva?
Como al mismo tiempo, la señora deslizó el apoyo político a la candidatura mañana de José Manuel de la Sota –se habla inclusive de que habría facilitado un envío de fondos para hacerle más agradable la campaña al cordobés– luego de que mantuvieran fricciones en las que ella no quedó expuesta con su mejor fotogenia.
Por todo esto, parece razonable admitir que los últimos traspiés en los comicios (Capital y Santa Fe) determinaron que Cristina se adapte a una nueva realidad, que abandone cierta intransigencia y, en la transición, se aleje de algunas compañías poco rentables (La Cámpora, por ejemplo, o el rezago de influencias como la de Carlos Zannini o las de su propio hijo Máximo, todavía incapaz de sacar campeón a Racing Club). Y, por supuesto, unja a otras figuras que parecían en trance de desaparición, como Julio De Vido. Este movimiento ya se advertía hace más de diez días, provocado por la ducha helada de tres domingos en los que el oficialismo apareció desnudo ante las urnas.
Otra muestra a venir: ya ordenó movilizar una convocatoria a distintos sectores, incluyendo quizás a intragables personajes –para ella– como monseñor Jorge Bergoglio. Pero si lo llamó a Macri, ¿cómo no va a soportar al obispo? Ya empezó, por otra parte, con sutiles contactos y reuniones obvias. De Vido, junto al siempre dispuesto Amado Boudou, se consagraron casi un día –con almuerzo incluido– a dirimir, por decirlo de alguna manera, diferencias con Hugo Moyano y su cuerpo directivo en la CGT.
Con los empresarios aún son más sencillos esos encuentros: buena parte de ellos han sido agraciados con fideicomisos y créditos. No hay espacio suficiente, lamentablemente, para narrar los interiores de esas jugosas cumbres.
Sí vale, en cambio, no olvidar episodios que resultaron decisivos en esta etapa de transformación. Por ejemplo, al ministro De Vido ni lo consideraban para el futuro; más, luego del primer revés en la Capital, le imputaron responsabilidad por la falta de aplicación de su secretario, José María Olazagasti, en la cobertura de votantes de la zona sur (en esa acusación también involucraron al gremialista Víctor Santa María, un ex protegido o protector de Alberto Fernández).
La propia Cristina, al parecer, se encargó de hacer los reproches del caso al influyente subordinado, quien para sorpresa de muchos –dicen– se le paró de manos a la Presidenta por los cargos que le formulaban. Desdichado momento, ya que la rabieta se extendió al propio De Vido. Pero nuevas evidencias, como en los culebrones, demostraron cierta inocencia –al menos en ese tema– del segundo del ministro y, en consecuencia, del propio ministro. Y lo que parecía un viaje al fondo del mar se convirtió en un despegue a las nubes: a De Vido le añadieron nafta especial para subir con el encargo de recuperar viejas amistades con sindicalistas, empresarios, sacerdotes, intendentes, gobernadores. ¿Tendrá tiempo o será tarde? ¿Podrá imponer confianza cuando algunos le señalan que tiene el cuello marcado por una soga que lo acercaba a la horca? Vaya uno a saber.
Estos episodios de relativo ascenso suponían, al mismo tiempo, otros declives. Como el de Juan Manuel Abal Medina, un interlocutor castigado por la mandataria cuando ésta, algo molesta debido a que los resultados electorales no eran los que le habían anticipado, reclamó por la autoría intelectual de esos hacedores de números. El funcionario concedió algunos nombres, también esas voces debieron explicar ante la dama sus errores. En general no coincidieron en responsabilizarse por el fracaso. Típico.
De ahí que la inicial pista sobre ciertos culpables volvió al punto de origen y sacudió a un Abal Medina que alguna vez se imaginó vicepresidenciable. Hoy, al parecer, hasta también deberá responder por la hechura y el costo de las boletas electorales, que en apariencia instrumentaron dos hermanos que lo acompañan.
Tanto ruido, obviamente, se produce por el desborde de los votos, por la sucesión de derrotas en distritos importantes. “Si la oposición supiera lo que somos, no nos tendría tanto miedo”, confesó hace pocos días uno de los últimos derrotados. Habrá que ver el resultado de mañana en Córdoba, la actitud de De la Sota –si es que gana–, aunque suele bromearse con el argumento de que los cordobeses tienen, de nacimiento, prohibido decir la verdad. Y mucho más sus dirigentes políticos.