Jaime Durán Barba, el arte y la política

¿Y esto qué es? En una entrevista reciente, Jaime Durán Barba, el politólogo ecuatoriano que asesora al partido de centroderecha PRO, creyó importante dejar en claro sus preferencias estéticas. “A mí me encanta la poesía, hay una escuela de poesía nadaísta que era pro-FARC y producía una poesía maravillosa. Margaret Randall fue una trotskista norteamericana que sacó treinta y cinco números de una revista absolutamente maravillosa que se llamaba El Corno Emplumado. Ahí escribían los poetas nadaístas colombianos y toda la izquierda norteamericana”, le dijo Durán Barba a La Nación. ¿De qué corno emplumado está hablando?
Dan ganas de invitarlo al café Varela Varelita a discutir el tema, o a las tertulias que se arman en la librería La Internacional Argentina de Villa Crespo. Hay una tendencia, hasta cierto punto comprensible, a creer que el arte no se toca con la política. Pero acá Durán Barba revela que, para él, los gustos artísticos sí están ligados a la política. En esa tertulia imaginaria se le podría preguntar por las revistas de poesía que en el siglo XX financiaba la CIA.
Rodríguez Larreta sería un político más si no fuera porque Mauricio Macri irradia una cándida fascinación por la cuna patricia de su jefe de Gabinete, portador de una sonrisa guasona y un doble apellido desarrollista sin lastre dictatorial.
Hay más. “En la izquierda intelectual que viví, tuve un ídolo: Javier Heraud (foto), un chico de una familia poderosa de Lima que se hizo guerrillero. Era un poeta maravilloso y murió a los dieciocho años”, profundizó Durán Barba. Heraud acaso sea un desconocido para los que leen las páginas políticas de los diarios. Pero para cualquier joven interesado en la poesía, hacia finales del siglo XX era una figura mítica. Como bien explica Durán Barba, se trataba de una especie de proyecto de hombre nuevo. Heraud, en definitiva, rima con Rimbaud.
Reconforta de cierta manera que este sea el personaje –moldeado por los versos de Heraud, el nadaísmo, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia– que opera sobre el cerebro de Mauricio Macri, el saliente jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y candidato a la Presidencia de la Nación por el PRO. Macri se jacta de ser, en esencia y en sus orígenes, apolítico. Un cerebro apolítico es un cerebro apoético. En el mundo de Macri, cabe arriesgar, no existe Rimbaud. Pero para eso está la posibilidad de contratar los sesos de un asesor, Durán Barba.
Hay otro mensaje en la misma entrevista. Heraud es un mito. Equipos de fútbol y centros culturales llevan su nombre. Pero no es un hombre nuevo. Es un hombre muerto. Mientras tanto, el consultor político está vivo y, gracias al servicio digno que le presta al PRO, de a ratos puede venir a su departamento alquilado de Recoleta y pasear por las calles enjoyadas de jacarandás.
Reconforta de cierta manera que este sea el personaje –moldeado por los versos de Heraud, el nadaísmo, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia– que opera sobre el cerebro de Mauricio Macri.
A Durán Barba también se le atribuye una frase que tal vez sea apócrifa: “El peronismo es uno y está con Cristina” (Fernández de Kirchner). Es una máxima que no necesita ser del todo cierta para tener la lucidez poética de un texto nadaísta-FARC. El lugar común es que hay muchos peronismos. Pero el PRO logra cuadrarse y organizarse yendo en contra de una idea que se repite a lo bobo en todas partes.
Que el peronismo es uno y está con Cristina por momentos parece verdad. Basta consultar los resultados electorales de las internas PASO para jefe de gobierno porteño que el PRO ganó de forma abrumadora en abril.
En la Comuna 8 –al extremo sudoeste de la Ciudad–, en el pasado casi el único bastión del peronismo porteño, el Frente para la Victoria kirchnerista sacó el 26 por ciento de los votos, mientras que el Frente Renovador del neovandorista Sergio Massa apenas llegó al dos por ciento. Pero, para regocijo de sus asesores, en esa unidad administrativa también ganó el PRO. Visto de otro modo, equivale a decir que el peronismo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no pudo ganar ni en Villa Lugano. El asunto es que a los rivales internos de CFK les está yendo mucho peor. En 2010, el camionero Hugo Moyano hizo un acto en el estadio Monumental y le anunció a los Kirchner que “un trabajador debía ser presidente”. Moyano rompió con CFK en 2011, cuando sus demandas políticas, lugares en las listas para diputados, fueron denegadas. Hoy Moyano es en efecto presidente, pero del Club Atlético Independiente. Mientras tanto, Massa sufre en las encuestas.
A Durán Barba también se le atribuye una frase que tal vez sea apócrifa: “El peronismo es uno y está con Cristina” (Fernández de Kirchner). Es una máxima que no necesita ser del todo cierta para tener la lucidez poética de un texto nadaísta-FARC.
De todas formas, la carrera electoral en la Ciudad de Buenos Aires todavía no se terminó. En este panorama asoma otra figura: Horacio Rodríguez Larreta, el candidato que derrotó en la interna del PRO al carisma católico de la senadora Gabriela Michetti. Rodríguez Larreta sería un político más si no fuera porque Mauricio Macri –hijo de un inmigrante emprendedor que se hizo de abajo mediante negocios con el Estado–, irradia una cándida fascinación por la cuna patricia de su jefe de Gabinete, portador de una sonrisa guasona y un doble apellido desarrollista sin lastre dictatorial.
Pero Rodríguez Larreta todavía tiene que ganar. Las elecciones a jefe de Gobierno serán en julio. Y si, como se supone, su pollo aristocrático se impone en esta ciudad, Macri se encamina a ser uno de los dos candidatos a conducir el país con más posibilidades de triunfar en las elecciones de octubre. Es probable que, en esas presidenciales, Macri se enfrente al postulante de El Peronismo es Uno y Está Con Cristina.
Durán Barba revela que, para él, los gustos artísticos sí están ligados a la política. En esa tertulia imaginaria se le podría preguntar por las revistas de poesía que en el siglo XX financiaba la CIA.
Muchas encuestas dicen que ese candidato será Daniel Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Claro que hay un detalle: el exmotonauta no cuenta con el apoyo explícito de CFK. Además, hay una interna en agosto y el partido de gobierno tiene dos contendientes –el otro es el Ministro del Interior y Transporte Florencio Randazzo. Lo más notable es que Scioli, de llegar a la Presidencia, propone conciliar a un país dividido entre los que apoyan al gobierno y los que no. Ofrece un potencial contrato al rival derrotado: si gano, no va a correr sangre simbólica en 2016 –postula Scioli–, pero el país deberá incluir el legado del matrimonio Kirchner.
Todo esto puede sonar más o menos obvio hasta descubrir que probablemente no haya un ganador definitivo en la primera vuelta de octubre. Tal vez todo se decida, y por un puñado de votos, en una segunda vuelta sin precedentes pautada para noviembre. ¿No es el mes en el que florece el jacarandá? Sí. Al este y al oeste, llueve y lloverá, una flor y otra flor celeste.
Bienvenido Jaime Durán Barba a la Argentina. Para entonces quizá se haya definido el significado futuro de dos palabras: “kirchnerismo” y “reconciliación”. Después habrá tiempo para releer a Heraud.

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