La polémica surgida en torno a una nota periodística centrada en el viceministro de Economía derribó las escasas barreras de pudor que quedaban en pie. Nos acostumbramos a un discurso oficial que clasifica arbitrariamente a actores, músicos, escritores, científicos, deportistas y periodistas no de acuerdo con aptitudes o trayectorias, sino sencillamente según su nivel de adscripción con el relato y el modelo. Con la causa.
Pero había más.
La creatividad del Gobierno funciona a pleno y no repara en gastos. Ni en principios. Y si hace falta recurrir a un tema delicado como el antisemitismo y el Holocausto para señalar con nombre y apellido al traidor, adelante. Ese es el caso del pseudodebate que generó la nota de La Nación .
Hijo de un psicoanalista, bisnieto de un legendario rabino llegado de Odessa, la genealogía de Kicillof parece ser una sucesión de dogmáticas.
Esa es la oración que generó la reacción que conviene repasar: el mismo día de la publicación, una serie de tweets de conocidos militantes kirchneristas sugería el carácter antisemita del texto, de su autor y del diario. Casi de noche, la Presidente transitó el mismo camino y le añadió la crítica a Clarín -una originalidad- por otro texto que consideró “nazi”. Al día siguiente, la obediente cadena de medios K reprodujo los argumentos. Y la agencia oficial de noticias se valió de una tenue “reflexión política” de la DAIA para convertirla en comunicado y mostrar el supuesto malestar de la conducción de la colectividad.
Aun a riesgo de ser ingenuo, ¿dónde está el antisemitismo en esa frase? ¿No habrá, en cambio, un “tufillo” antisemita en imaginar antisemitismo al leer la palabra rabino? A cierta mirada antijudía se la suele disimular siendo políticamente correcto, condenando en exceso, exagerando indignación ante el Holocausto.
Nada de eso importa, parece, con tal de poner en la vereda de enfrente, en la de los réprobos, a quienes molestan. Ni siquiera importa el pobre papel de la DAIA en este asunto. La entidad que representa políticamente a los judíos jamás admitirá que recibió presiones para mostrarse tardíamente indignada, pese a lo cual recurrió a la “reflexión política” para hablar de “preocupación”. Después, su presidente intentó sin éxito hacer equilibrio hablando con La Nación , saliendo por radio con medias tintas y dejándose interpelar por conductores que juegan al interrogatorio incisivo con flamante vocación oficialista.
La comunidad judía local vive una crisis que se expresa, por ejemplo, en la dificultad para renovar la conducción de la AMIA y en la disconformidad general por su tibieza en el pedido de esclarecimiento de los dos atentados. Algunos de sus miembros, conspicuos y vergonzosos , viven fascinados con el favor público. Muchos más, con inocencia, aceptaron el juego propuesto desde arriba: criticaron o aplaudieron a la DAIA según su propia simpatía con el kirchnerismo. El Gobierno, insólito campeón en la lucha contra el antisemitismo, sonríe satisfecho.
Pero había más.
La creatividad del Gobierno funciona a pleno y no repara en gastos. Ni en principios. Y si hace falta recurrir a un tema delicado como el antisemitismo y el Holocausto para señalar con nombre y apellido al traidor, adelante. Ese es el caso del pseudodebate que generó la nota de La Nación .
Hijo de un psicoanalista, bisnieto de un legendario rabino llegado de Odessa, la genealogía de Kicillof parece ser una sucesión de dogmáticas.
Esa es la oración que generó la reacción que conviene repasar: el mismo día de la publicación, una serie de tweets de conocidos militantes kirchneristas sugería el carácter antisemita del texto, de su autor y del diario. Casi de noche, la Presidente transitó el mismo camino y le añadió la crítica a Clarín -una originalidad- por otro texto que consideró “nazi”. Al día siguiente, la obediente cadena de medios K reprodujo los argumentos. Y la agencia oficial de noticias se valió de una tenue “reflexión política” de la DAIA para convertirla en comunicado y mostrar el supuesto malestar de la conducción de la colectividad.
Aun a riesgo de ser ingenuo, ¿dónde está el antisemitismo en esa frase? ¿No habrá, en cambio, un “tufillo” antisemita en imaginar antisemitismo al leer la palabra rabino? A cierta mirada antijudía se la suele disimular siendo políticamente correcto, condenando en exceso, exagerando indignación ante el Holocausto.
Nada de eso importa, parece, con tal de poner en la vereda de enfrente, en la de los réprobos, a quienes molestan. Ni siquiera importa el pobre papel de la DAIA en este asunto. La entidad que representa políticamente a los judíos jamás admitirá que recibió presiones para mostrarse tardíamente indignada, pese a lo cual recurrió a la “reflexión política” para hablar de “preocupación”. Después, su presidente intentó sin éxito hacer equilibrio hablando con La Nación , saliendo por radio con medias tintas y dejándose interpelar por conductores que juegan al interrogatorio incisivo con flamante vocación oficialista.
La comunidad judía local vive una crisis que se expresa, por ejemplo, en la dificultad para renovar la conducción de la AMIA y en la disconformidad general por su tibieza en el pedido de esclarecimiento de los dos atentados. Algunos de sus miembros, conspicuos y vergonzosos , viven fascinados con el favor público. Muchos más, con inocencia, aceptaron el juego propuesto desde arriba: criticaron o aplaudieron a la DAIA según su propia simpatía con el kirchnerismo. El Gobierno, insólito campeón en la lucha contra el antisemitismo, sonríe satisfecho.