La experiencia del Chaco

23/11/13
Hay un nuevo escenario. Salió Guillermo Moreno, después de la caterva de fracasos subrayados por gruesos trazos de soberbia. Los más radicales sufren la entrega del alfil que se movía como un caballo, y pateaba el tablero cuando la realidad imponía la rendición. Lo echaron.
También echaron a Yauhar del MinAgro, pero eso no tiene ninguna importancia. Venía de la pesca. La acuacultura es a la pesca lo que la ganadería es a la caza. ¿Se entiende?
Sí es interesante que se lo haya reemplazado por un técnico más involucrado con la producción, como Carlos Casamiquela. Un ingeniero agrónomo del INTA, donde ejerció la presidencia en los últimos años, después de pasar un período como vicepresidente del Senasa. Información no le falta. Tampoco experiencia de gestión.
Pero la realidad es que la política agropecuaria no se decide en el MinAgro. Se decide en Economía. Y últimamente, en la supersecretaría de Comercio. Ahora todo cambia. Veamos.
El video del retorno de CFK, cuidadosamente producido, intentó marcar la “profundización del modelo”. Desfilaron las rosas rojas de Hebe, las alusiones a “la militancia”, el perrito Simón que le regaló el hermano de Hugo Chávez (“portate bien, que van a decir que los chavistas son malos”), el pingüino gigante de peluche. Al día siguiente ascendía a Axel Kicillof al cargo de Ministro de Economía. El joven economista defendió en su momento las retenciones móviles y es de los que piensan que la renta agraria es un bien público.
Pero al mismo tiempo echaba a Abal Medina y ponía en su lugar al gobernador chaqueño, Jorge Capitanich. También economista, fue profesor de Kicillof y su jefe en trabajos de consultoría. Pragmático, sabe que la clave de su gran performance electoral en la provincia del Chaco ha sido la enorme expansión agrícola y agroindustrial. En particular, de la demonizada soja, que sacó a la provincia de la dependencia histórica del algodón.
Capitanich orientó y gerenció este sendero, promoviendo la ganadería, que hoy cuenta con centros genéticos, laboratorios de especialidades veterinarias, lanzó programas para la diversificación y el valor agregado, como la producción de aves (ayudó a la instalación de Granja Tres Arroyos), cerdos, acuacultura en arrozales. Intentó atraer inversiones brasileñas para la industrialización del algodón.
Además, no tuvo empacho en avanzar en lo políticamente incorrecto, con la firma de convenios con fondos internacionales, algunos de origen árabe como Alkhorayef, para llevar agua con grandes obras hidráulicas, y abrir tierras a la producción y el progreso en el Impenetrable. Vinculando su potencial productivo con el mercado global, ya que los árabes quieren asegurarse el abastecimiento de alimentos. Para ello impulsó las obras del puerto de Barranqueras y la canalización del Bermejo.
Se pueden decir muchas cosas de Capitanich, pero lo cierto es que el flamante jefe de gabinete es un hombre que experimentó que es posible el desarrollo a partir de la tecnología y la voluntad aplicada sobre el recurso natural. Y mirando a los mercados. En sus primeras declaraciones, anticipándose al ministro de Economía, marcó la necesidad de incrementar el ingreso genuino de divisas a través del aumento de la producción exportable. Sabemos lo que esto significa. Kicillof, minutos después, lo repetía como una muletilla.
Obviamente, esta mirada sobre el flamante jefe de gabinete contrasta fuertemente con la imagen que plantó la presidenta con su famoso video del regreso, el de la “profundización del modelo”. Pero no deja de ser sugestivo que la propia CFK haya dicho que no recibirá a ningún ministro si no viene acompañado por el jefe de gabinete.
Pero en la cancha se ven los pingos. Urge el trigo, el maíz, la carne. Lo saben. Y necesitan los dólares. Veremos.

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