El treintañero de impecables traje y corbata es el que manda. “Pónganlo ahí… no, más al costado, que se vea bien la cara de Ella que está en el fondo… a ver… sí, ahí, sobre la valla”, ordena y las dos chicas y el muchacho obedecen: despliegan una también impecable lona vinílica blanca de dos metros por uno donde se lee: “Compañera, cumpliste tantos sueños… el nuestro es que estés sana y feliz!!! Fuerza Cristina!!! Misiones te acompaña!!!”. El treintañero de impecables traje y corbata se acerca al cartel que acaban de desplegar y se abraza con las chicas y el muchacho. “Ahora, sacanos”, le pide a otro asistente. Y el otro toma la foto.
Lo que hay detrás de la valla, sobre la avenida Belgrano, en la puerta de la Fundación Favaloro, es un altar de puro sincretismo peronista: fotos de Néstor y Cristina por todos lados, pero también una bandera vaticana con la foto del papa Francisco, una imagen de la Virgen de Luján, otra del Gauchito Gil, flores, mensajes escritos a mano… “La virgen la traje yo”, dice una mujer, sesenta y largos, clase media-media porteña, rosario en mano. Y agrega: “Estuve rezando mucho por Cristina. Pero no me pude quedar toda la noche porque tengo un problema en una pierna, me operaron y no quedé bien. Hace mucho que vengo acá porque también vine a rezar por el doctor Favoloro, pobrecito”.
Además de la Virgen de Luján, la mujer es la que trajo la bandera del papa Francisco. “La traje porque el Papa es un buen hombre, que también estuvo rezando mucho por la Presidenta. ¡Hasta el Papa reza por Ella! ¡Todos los argentinos rezamos por ella!”, dice la mujer, que admite que “antes” el Papa no le caía bien. “Cuando Bergoglio estaba acá era de la contra, no era bueno, pero ahora reza por Cristina, lo quiero”, dice. La mujer habla de “la contra”, no dice ni “corpo” ni “opo”. Su lenguaje parece más deudor del primer peronismo que del relato de 6,7,8.
A su lado, un hombre, también sesenta y largos, humilde, asiente: “Es verdad, pero todo el mundo tiene la posibilidad de redimirse. ¡Así es la vida, así es el peronismo!”. El hombre cuenta que sí pasó toda la noche antes de la operación. “Había que hacerle el aguante a la Presidenta”, explica. El sí está al tanto de la nueva nomenclatura y acusa a Clarín y a Lanata por celebrar la enfermedad de la Presidenta. “Igual, creo que no está bien lo que le hicieron a esa chica de TN (por la agresión a la notera Sandra Borghi), yo vi todo y me parece mal porque está trabajando y agredirla le hace mal al proyecto nacional y popular”, explica, aunque aclara: “Igual, ella debería informar con objetividad, no decir lo que le dicta
Magnetto”.
La operación ya pasó, el ánimo ahora en la poca gente que queda frente a la Fundación Favaloro es distendido. Y la lluvia parece bajar el telón de esta jornada más cercana al fervor religioso que al militante. Hay apenas un par de banderas del Movimiento Evita, muchas de la Tupac Amaru (la única organización que movilizó a sus seguidores y seguidoras, todos y todas de rigurosas remeras y pecheras) pero ninguna de La Cámpora. En cambio, sorprenden unas cuantas de esos movimientos que se podrían sintetizar en las expresión “mirá vos”: “Socialistas para la Victoria”, con puño y rosa sobre fondo rojo; o “ZEN, Zona Ecológica Nacional Cristina Kirchner”.
El resto, mensajes de puño y letra, fibrones sobre cartulinas, papeles sueltos pegados con cinta scotch. Claro que en esas horas y días también pasaron militantes, muchos. Pero aislados, no embanderados, no identificados, excepto en el caso de la gente de la Tupac Amaru. Ocho pibes y pibas de veintipocos llegan con las primeras gotas y se sientan bajo el balcón del edificio de enfrente. Beben gaseosas. “Ya está, ya pasó”, se tranquilizan. Parecen calcados (por su juventud, por su fervor militante) de aquella otra noche, la del 27 de octubre, cuando fueron a despedir a Néstor y en sus caras había lágrimas y furia. Ahora, ni una cosa ni la otra. Lógico, la Presidenta está bien, y eso es una gran noticia para todos y todas.
El ánimo de la gente que fue a la puerta de la Fundación Favaloro es de una devoción maradoniana. El espíritu reinante se parece, y mucho, a aquel de la puerta de la Clínica Suizo Argentina, cuando Diego fue internado y parecía que le iba a dar la mano a Dios. Así, por pura pasión mística y personal. No hay una lectura política del asunto. O al menos no se manifiesta en los carteles, ni en las consignas, ni en la forma de expresarse. No hay cantitos políticos. Apenas algunos gritos aislados. “¡Fuerza, Cristina!”, exclama un hombre, cuarenta y tantos, y otra gente se suma o aplaude.
Nada que equipare a aquel: “Andate, Cobos, la puta que lo parió” del 27 de octubre. O su versión 2.0: “Andate Cobos y llevate a la Carrió”. Nada. No, claro, aquí hay una presidenta internada y operada, que evoluciona favorablemente. No un ex presidente muerto, una presidenta viuda y un montón de opositores acechando. Esta vez la oposición en bloque respondió con cautela, le deseó una pronta recuperación
a la Presidenta y todo fue bastante más civilizado que tres años atrás.
Tal vez por pura convicción democrática o humana. Tal vez por haber aprendido la lección de la resurrección kirchnerista tras la muerte de Kirchner, para espantar el fantasma del 54% de Alicia, Máximo o Florencia en 2015, y otro 54% de Iván en 2035, y así. Quién sabe.
Obviamente, la guerra de conjeturas sigue su curso de un lado y del otro. ¿Debería el Gobierno informar más sobre la salud de la Presidenta? ¿Y hasta dónde? ¿Debería Alfredo Scoccimarro salir a decir, por ejemplo, “hoy la Presidenta hizo caca blanda y se sonó tres veces la nariz”? ¿Y deberíamos habernos enterado antes de la existencia de Alfredo Scoccimarro?
Lo mismo por parte del Gobierno: ¿está realmente mal la Presidenta? ¿Por qué se interna justo antes de unas elecciones en las que seguramente va a perder? ¿Todo esto es cierto? ¿Todo esto es más grave de lo que parece? ¿Es verdad que la Presidenta vio dos películas con su hermana? ¿Qué pasó con Hebe de Bonafini y su paso por la Favaloro? ¿Y con Lanata? ¿Hubo cumbre en la Fundación Favaloro? ¿Cámaras ocultas? ¿Fue todo un happening montado por Fuerza Bruta? ¿Estuvo Elisa Carrió acostada debajo de una camilla?
La avenida Belgrano sigue cortada entre la avenida Entre Ríos y la calle Solís. La lluvia es cada vez más insistente y los manifestantes (o fieles, o devotos, o simpatizantes) se alejan. El agua limpia las heridas presidenciales y en pocas horas más se llevará puestos los carteles, la tinta, la cartulina, las conjeturas y este episodio médico menor que arrancó como gran noticia y fue cicatrizando de a poco hasta que el país volvió a su rutina de siempre. En unas horas, por la avenida Belgrano se volverá a circular con normalidad, diría algún cronista de tránsito.
Todo está bien, la operación salió bien, la Presidenta está bien. No es lo mismo un 8 de octubre de 2013 que un 27 de octubre de 2010. Pero parece que en un país que se hace a los golpes, la historia se repite como hematoma.
Lo que hay detrás de la valla, sobre la avenida Belgrano, en la puerta de la Fundación Favaloro, es un altar de puro sincretismo peronista: fotos de Néstor y Cristina por todos lados, pero también una bandera vaticana con la foto del papa Francisco, una imagen de la Virgen de Luján, otra del Gauchito Gil, flores, mensajes escritos a mano… “La virgen la traje yo”, dice una mujer, sesenta y largos, clase media-media porteña, rosario en mano. Y agrega: “Estuve rezando mucho por Cristina. Pero no me pude quedar toda la noche porque tengo un problema en una pierna, me operaron y no quedé bien. Hace mucho que vengo acá porque también vine a rezar por el doctor Favoloro, pobrecito”.
Además de la Virgen de Luján, la mujer es la que trajo la bandera del papa Francisco. “La traje porque el Papa es un buen hombre, que también estuvo rezando mucho por la Presidenta. ¡Hasta el Papa reza por Ella! ¡Todos los argentinos rezamos por ella!”, dice la mujer, que admite que “antes” el Papa no le caía bien. “Cuando Bergoglio estaba acá era de la contra, no era bueno, pero ahora reza por Cristina, lo quiero”, dice. La mujer habla de “la contra”, no dice ni “corpo” ni “opo”. Su lenguaje parece más deudor del primer peronismo que del relato de 6,7,8.
A su lado, un hombre, también sesenta y largos, humilde, asiente: “Es verdad, pero todo el mundo tiene la posibilidad de redimirse. ¡Así es la vida, así es el peronismo!”. El hombre cuenta que sí pasó toda la noche antes de la operación. “Había que hacerle el aguante a la Presidenta”, explica. El sí está al tanto de la nueva nomenclatura y acusa a Clarín y a Lanata por celebrar la enfermedad de la Presidenta. “Igual, creo que no está bien lo que le hicieron a esa chica de TN (por la agresión a la notera Sandra Borghi), yo vi todo y me parece mal porque está trabajando y agredirla le hace mal al proyecto nacional y popular”, explica, aunque aclara: “Igual, ella debería informar con objetividad, no decir lo que le dicta
Magnetto”.
La operación ya pasó, el ánimo ahora en la poca gente que queda frente a la Fundación Favaloro es distendido. Y la lluvia parece bajar el telón de esta jornada más cercana al fervor religioso que al militante. Hay apenas un par de banderas del Movimiento Evita, muchas de la Tupac Amaru (la única organización que movilizó a sus seguidores y seguidoras, todos y todas de rigurosas remeras y pecheras) pero ninguna de La Cámpora. En cambio, sorprenden unas cuantas de esos movimientos que se podrían sintetizar en las expresión “mirá vos”: “Socialistas para la Victoria”, con puño y rosa sobre fondo rojo; o “ZEN, Zona Ecológica Nacional Cristina Kirchner”.
El resto, mensajes de puño y letra, fibrones sobre cartulinas, papeles sueltos pegados con cinta scotch. Claro que en esas horas y días también pasaron militantes, muchos. Pero aislados, no embanderados, no identificados, excepto en el caso de la gente de la Tupac Amaru. Ocho pibes y pibas de veintipocos llegan con las primeras gotas y se sientan bajo el balcón del edificio de enfrente. Beben gaseosas. “Ya está, ya pasó”, se tranquilizan. Parecen calcados (por su juventud, por su fervor militante) de aquella otra noche, la del 27 de octubre, cuando fueron a despedir a Néstor y en sus caras había lágrimas y furia. Ahora, ni una cosa ni la otra. Lógico, la Presidenta está bien, y eso es una gran noticia para todos y todas.
El ánimo de la gente que fue a la puerta de la Fundación Favaloro es de una devoción maradoniana. El espíritu reinante se parece, y mucho, a aquel de la puerta de la Clínica Suizo Argentina, cuando Diego fue internado y parecía que le iba a dar la mano a Dios. Así, por pura pasión mística y personal. No hay una lectura política del asunto. O al menos no se manifiesta en los carteles, ni en las consignas, ni en la forma de expresarse. No hay cantitos políticos. Apenas algunos gritos aislados. “¡Fuerza, Cristina!”, exclama un hombre, cuarenta y tantos, y otra gente se suma o aplaude.
Nada que equipare a aquel: “Andate, Cobos, la puta que lo parió” del 27 de octubre. O su versión 2.0: “Andate Cobos y llevate a la Carrió”. Nada. No, claro, aquí hay una presidenta internada y operada, que evoluciona favorablemente. No un ex presidente muerto, una presidenta viuda y un montón de opositores acechando. Esta vez la oposición en bloque respondió con cautela, le deseó una pronta recuperación
a la Presidenta y todo fue bastante más civilizado que tres años atrás.
Tal vez por pura convicción democrática o humana. Tal vez por haber aprendido la lección de la resurrección kirchnerista tras la muerte de Kirchner, para espantar el fantasma del 54% de Alicia, Máximo o Florencia en 2015, y otro 54% de Iván en 2035, y así. Quién sabe.
Obviamente, la guerra de conjeturas sigue su curso de un lado y del otro. ¿Debería el Gobierno informar más sobre la salud de la Presidenta? ¿Y hasta dónde? ¿Debería Alfredo Scoccimarro salir a decir, por ejemplo, “hoy la Presidenta hizo caca blanda y se sonó tres veces la nariz”? ¿Y deberíamos habernos enterado antes de la existencia de Alfredo Scoccimarro?
Lo mismo por parte del Gobierno: ¿está realmente mal la Presidenta? ¿Por qué se interna justo antes de unas elecciones en las que seguramente va a perder? ¿Todo esto es cierto? ¿Todo esto es más grave de lo que parece? ¿Es verdad que la Presidenta vio dos películas con su hermana? ¿Qué pasó con Hebe de Bonafini y su paso por la Favaloro? ¿Y con Lanata? ¿Hubo cumbre en la Fundación Favaloro? ¿Cámaras ocultas? ¿Fue todo un happening montado por Fuerza Bruta? ¿Estuvo Elisa Carrió acostada debajo de una camilla?
La avenida Belgrano sigue cortada entre la avenida Entre Ríos y la calle Solís. La lluvia es cada vez más insistente y los manifestantes (o fieles, o devotos, o simpatizantes) se alejan. El agua limpia las heridas presidenciales y en pocas horas más se llevará puestos los carteles, la tinta, la cartulina, las conjeturas y este episodio médico menor que arrancó como gran noticia y fue cicatrizando de a poco hasta que el país volvió a su rutina de siempre. En unas horas, por la avenida Belgrano se volverá a circular con normalidad, diría algún cronista de tránsito.
Todo está bien, la operación salió bien, la Presidenta está bien. No es lo mismo un 8 de octubre de 2013 que un 27 de octubre de 2010. Pero parece que en un país que se hace a los golpes, la historia se repite como hematoma.