En aquel invierno la inflación prometía ser del 26%. El gobierno decidió, tarde, controlarla, limitando los aumentos de sueldos negociados por los sindicatos.
Los camioneros interrumpieron el suministro de combustibles y enloquecieron el país. En la emergencia, las fuerzas armadas fueron movilizadas. Quien conducía el gobierno tuvo que regresar de una cumbre tropical. Bajó del avión y responsabilizó por todo a la prensa.
Estos episodios sucedieron en el Reino Unido en 1978-79. El líder de los camioneros se llamaba Moss Evans. Gobernaba su antiguo aliado, el laborista James Gallaghan, quien debió volver a Londres desde la isla Guadalupe. No pudo doblegar la inflación. La convulsión gremial se mantuvo.
Aquella crisis fue bautizada con una frase del Ricardo III de Shakespeare: «El invierno de nuestro descontento». Gracias a ella llegó al poder la conservadora Margaret Thatcher.
Si Cristina Kirchner pudiera sobreponerse al insoportable sabor británico de esta historia, desentrañaría una lección. Sólo para que no se repitan los hechos..