Paraguay: abuso de poder e instituciones atropelladas

El terremoto político que ha dado vuelta a Paraguay y alarmó a toda la región ha sido menos que un golpe de Estado, un abuso de poder por parte del Parlamento sobre el Ejecutivo.
En un puñado de horas un presidente constitucional vaciado de todo respaldo fue destituido sin que se le brindara un plazo sensato para defenderse. Toda la escena dejó un nuevo ejemplo de inquietante devaluación de las instituciones, que ocurre tanto cuando un ejecutivo atropella al Congreso y a la justicia armado de una mayoría electoral o, como en este caso, cuando es el legislativo el que ignora dónde detenerse. El trasfondo para estos extremos parece haber sido nada menos que una prematura batalla electoral librada en las formas brutales clásicas de la política paraguaya.
El escritor Augusto Roa Bastos solía describir a su país como una isla rodeada de tierra. La idea sugería que esa compleja insularidad contenía un espacio dentro del cual las normas eran apenas y exclusivamente descifradas por sus moradores. Esa ausencia de límites explica la extensión de más de tres décadas de la dictadura de Alfredo Stroessner, pero también la vigencia que el Partido Colorado, que respaldó al tirano, mantuvo desde que volvió la democracia en 1989 y hasta que el ahora destituido Fernando Lugo lo apartó por primera vez del poder, casi 20 años después, cargando al país de ilusiones de equidad y progreso que luego se diluyeron como el vapor en el aire.
En los sótanos de este desenlace subyace la ausencia de una base de apoyo propia, que Lugo nunca supo construir.
Esa carencia se alimentaba en la confusa propuesta ideológica del presidente caído que simulaba un progresismo que terminó en la nada.
Un ejemplo fue la prometida reforma agraria, tema delicado en un país que concentra el 85% de las tierras en manos de 2% de la población. Esa brecha, sin embargo, se amplió en vez de reducirse durante su gobierno en el que grandes masas de campesinos fueron desplazados para ampliar los cultivos de soja que permitieron a Paraguay crecer 15% en 2010.
Lugo intentó resolver esas contradicciones con asistencialismo y el aliento ambiguo a la toma de tierras de las que luego los campesinos eran expulsados por su policía. Hace menos de una semana, uno de esos episodios se descontroló y acabó con 17 muertos cuando las fuerzas de seguridad expulsaron a los ocupantes de una finca en Curuguaty al norte de Asunción. Fue esa masacre la que se usó para detonar el juicio político, aunque es claro que no fueron esos muertos sino lo que se hizo luego lo que produjo la escalada política.
El presidente tiene un vicio que es epidémico en la región, no dialoga y decide en soledad.
Su propio hermano Pompeyo Lugo ha soltado irritado: “El tiene sus ideas y no escucha a nadie. Así es imposible gobernar”. Lo mismo decían sus ex socios del Partido Liberal Radical Auténtico, la agrupación del vicepresidente Federico Franco, ahora su sucesor, con quien hace tiempo rompió todos los puentes.
En abril de 2013 hay presidenciales y el Partido Colorado aparece con chances de volver al poder.
El PLRA hace 76 años que no ha visto esa posibilidad pero Lugo prefirió no repetir la alianza con ese partido y, en cambio, cometió uno de los pasos más imprudentes en su improvisada estrategia: intervenir en la interna colorada . Después del controvertido episodio de la masacre, echó a su ministro del Interior Carlos Filizzola , y designó a Ruben Candia Amarilla, un dirigente colorado, con un complicado pasado stronista, que calificó de inmediato como “acción criminal” las tomas de tierras por parte del campesinado.
Esas palabras, pero especialmente esa presencia, escaldaron las espaldas de los sectores de la izquierda nacional y popular que hicieron de pulmotor ideológico en el difuso proyecto de Lugo . Pero lo que debería verse es que esa designación significó mucho más que el nombramiento de un ministro. Blanqueó, en verdad, la alianza del mandatario con una de las tres alas en que se ha dividido el Partido Colorado, envuelto en una ardua pelea con vistas a las internas de diciembre que designarán su candidato presidencial.
De eso, nada menos, se trata este desastre institucional.
Candia Amarilla integra la línea que encabeza Lilian Samaniego, hermana del intendente de Asunción. Esta mujer llegó a la presidencia del partido con el apoyo del empresario Horacio Cartes, un político con gran poder territorial y que pretende el máximo sillón del Palacio López. Samaniego también cultiva esas ambiciones, por eso rompió con Cartes y se habría complotado con Lugo quien, a su vez, buscaba armar una alternativa política para los comicios de 2013. La tercera línea es un Frente para la Victoria de los colorados que dirige el populista Javier Zacarías , el ex intendente de Ciudad del Este quien ¡vaya! fue sucedido en ese cargo por su esposa Sandra y que también enfureció ante la peculiar alianza que se estaba formando bajo las mesas.
Todos esos manejos explican que Cartes haya impulsado el juicio político y que lograra inmediato respaldo del PRLA.
Lugo pisó todos los callos y más de una vez. Pero así, también, ha sido su presidencia.
El voto que el ex obispo reivindica como propio no era, en verdad, de él. Franco había aportado 66% de los sufragios que obtuvo la alianza con la que Lugo llegó al poder.
Hay otra dimensión que agigantó su debilidad política. Paraguay ha venido exhibiendo exitosos números macro pero este año la economía se contraerá por lo menos -1,5 % según el FMI. De acuerdo con datos del Banco Central, eso se debe a un doble desastre: la extendida sequía redujo a la mitad la cosecha de soja y un brote de aftosa bloqueó el acceso a los mercados de carne. Con menos recursos y los mismos gastos, Lugo lanzó un plan anticrisis que incluyó algunos nuevos impuestos sobre los granos. Quien gobierne lo que resta hasta las elecciones lo hará sobre esos temblores y, en el caso de Franco, con el peso de que juega la chance presidencial de su partido.
Entretanto, en ese limbo queda encallada la gente. Además de la enorme concentración de la tierra, nada se hizo ni antes ni después para reducir la pobreza que involucra a más de 50% de la población paraguaya , la mitad en la miseria. Es una enorme indolencia escamoteada con palabras y promesas. Roa Bastos en Hijo de Hombre escribió: “El grito de tierra, pan y libertad resuena sobradamente en todo el país y amanece pintado en las paredes de las ciudades y los pueblos con letras gordas y apuradas”. Era después de la Guerra del Chaco, pero debería ser una advertencia para este presente.
Copyright Clarín, 2012.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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