La Presidenta tiene quien le escriba

Paolo Rocca lanzó su mensaje, lo dejó “rebotar” y macerar durante días. Clavó una vieja pica en Flandes: los salarios altos son un factor determinante de la pérdida de competitividad. Y, ya que estamos, “¿por qué no devaluamo’un muchito?”. Con el debate instalado, con adhesiones firmes “del palo” versus críticas virulentas del oficialismo en la mochila, el CEO de Techint mandó parar o al menos desescalar. Cursó una apaciguadora carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner puntualizando qué es lo que había dicho. O, por ser más precisos, cuál era el punteo temático que escribió y consultó para su exposición. Comentó que su charla había sido desvirtuada en la información periodística. Consignó que no se presta a “operaciones políticas” (notable sic), despegándose en los hechos de Clarín, su viejo y tradicional aliado. Eso sí, no se apeó de sus posturas sobre los salarios demasiado altos y el dólar demasiado bajo, sin usar estos vocablos.
Cristina Kirchner recogió de volea la carta, le respondió por el mismo medio (muchas epístolas para el siglo XXI y las nuevas tecnologías… y habrá más en este boletín). Le comentó, con buenos modos y con muy otras palabras: “Tiene razón, don Paolo: Clarín miente”. Difundió las dos misivas, cuyos facsímiles están al alcance de cualquiera.
Una hendija se dejó ver entre dos grandes corporaciones cuyas divergencias con el Gobierno son similares. Ansían volver a los buenos tiempos, aquellos en que las patronales empresarias fijaban el rumbo, ponían o sacaban ministros o secretarios de Estado, emitían dictámenes a menudo vinculantes que los presidentes de la Nación escuchaban con enorme atención y pleitesía.
Volvamos al presente. No es sencillo saber por qué surgió la diferencia entre Techint y Clarín, que gatilló un reproche de Rocca puesto en negro sobre blanco. Pero es sensato consignar que las posiciones coyunturales de las dos megaempresas distan de ser idénticas. Como le pasó a Repsol, una ley mayoritaria limitó el tradicional poder del multimedios. Su plenipotencia tiene una “dead line” que termina el 7 de diciembre. La multi española y el oligopolio argentino claman por la solidaridad de otras empresas y las interpelan: ojo que las campanas también doblan por ustedes. El chavismo, las confiscaciones, están a la vuelta de la esquina. “Formadores de opinión” suman su voz a esa lectura rústica e infundada. Algunos empresarios le hacen eco, porque conviene a sus posiciones tácticas. Pero, ya en el rectángulo de juego, saben que su posición y sus tiempos son muy otros. Y, entonces, como hizo con firme sutileza Rocca, demarcan la cancha y evitan el choque frontal.De la cancha a la Corte: El gobernador José Manuel de la Sota está en precampaña presidencial, le es forzoso generar imágenes o hechos políticos. La convocatoria al estadio Mario Alberto Kempes le propició una foto de (¿deseadas o azarosas?) reminiscencias menemistas: Mauricio Macri y Miguel Del Sel con sendas camisetas de la Selección demasiado nuevas, Jorge Rial con su compañera… Farándula y política, un solo corazón.
Es una operación mediática más vale lícita, menor, simpática si se quiere. Lo que suena entre pavote y mendaz es traducirla en clave de hospitalidad, de gesto de convivencia, de buen trato, de exhalar y aspirar. No se trata de acusar al “Gallego” de la Sota de haber obrado con segundas intenciones. La que vale es la primera: politizar el encuentro, emitir señales, exorbitar el alcance de un encuentro de opositores que quieren hacerse ver.
Las fotos adornan al candidato, sus tácticas más potentes son otras. Desde que fue reelegido gobernador, De la Sota extrovierte y escenifica diferencias con el kirchnerismo. Consiguió que la Legislatura de la provincia, en la que tiene mayoría propia, votara apartarse del Pacto Fiscal. Remitió sendas cartas a sus colegas gobernadores de todo pelaje pidiendo adhesiones. Poco recibió a vuelta de correo, aunque seguramente el mensaje tenía destinatarios no consignados en el sobre: la opinión pública en general y el kirchnerismo en particular.
Otro escenario, más sólido, es la Corte Suprema de Justicia. Un ámbito que huele a institucionalidad. También un ente estatal que se toma sus tiempos para decidir. Nada es ligero en el cuarto piso del Palacio de Justicia, menos que menos las decisiones.

Macanas y atriles: Jorge Luis Borges vituperaba al vocablo “macana”, “palabra de negligentes para pensar”. Al maestro le fastidiaban sus múltiples acepciones. Sin duda, menos exigente, este cronista le encuentra eventual encanto y funcionalidad. Sin ir más lejos, una mentira no pecaminosa, un bolazo, un “bull-shit” pueden ser designados como “macanazo” y no está tan mal. Por ejemplo, era y es un bruto macanazo insinuar que podía haber un acuerdo en la audiencia de anteayer entre representantes de Córdoba y el Estado nacional. Comunicadores de postín sugirieron que era posible ese desenlace y transmitieron desazón cuando ocurrió lo obvio. De la Sota, que tiene muchos pelos pero ninguno de zonzo, no podía hacerse ninguna ilusión.
La controversia es compleja, frontal el conflicto político. El objetivo de los Cortesanos, que tampoco mascan vidrio, era vasto y la vez poco ambicioso. Generar un primer acercamiento entre las partes, un conocimiento personal de jueces y letrados, “vistear” a los participantes, ralentar el pleito por si hiciera falta. El juicio no estaba pendiente de la audiencia, ya estaba comenzado. Lo que sí comienzan a correr son los vaticanos plazos procesales. El Estado tiene, literalmente, meses para contestar la demanda. En eso se irá, casi, el año en curso.
Como ya se comentó, los argumentos de los litigantes divergen mucho. Córdoba, explica simplificando un Juez Supremo, alega que el Acuerdo firmado con la Nación es equiparable a un pagaré: se estipuló una obligación de pago, sin más. Los plazos vencieron, hay que ponerse.
El Estado nacional argumenta que el Convenio firmado en 2008 es mucho más parecido a un contrato típico: hay obligaciones recíprocas, cuyo cumplimiento está subordinado a la conducta del otro. Los pagos son exigibles si la provincia honra compromisos escritos. El texto del Convenio (que suscribieron Cristina Kirchner y el entonces gobernador Juan Schiaretti) da mucha más razón a la Nación que a la Provincia. Los pagos son contrapartida de la obligación cordobesa de “armonizar” su sistema jubilatorio con el nacional. La palabra “armonización” forma parte del título del convenio y se repite en su texto. Se deben “armonizar” las jubilaciones, retiros y pensiones. La “edad jubilatoria”, los “haberes”, las “pensiones por fallecimiento” y una larga nómina más.
El Gobierno afirma que Córdoba no ha practicado la armonización. Y blande cifras contundentes. Esos extremos o su negativa deben probarse, lo que seguramente prolongará el proceso mucho más allá de las elecciones de 2013. Ni es seguro que haya sentencia (si no media acuerdo político anterior) antes de las presidenciales de 2015.

Hablemos, Cristina: La finalidad real de la audiencia era, apenas y nada menos, tratar de arrimar a las partes. El objetivo del gobernador, transformar tribunales en un atril para una conferencia de prensa. A ambiciones menores, mayores resultados. De la Sota pudo explayarse, se quejó a sus anchas, los medios dominantes lo auparon. La frustración de lo que nunca pudo ocurrir (un tema inspirador de tantos poemas, tangos y boleros) no es un argumento serio en política, pero puede ser propagado si se cuenta con periodistas hospitalarios.
Para permanecer en los diarios al día siguiente, tarea dura en un país muy productivo en materia de noticias, el Gallego repicó su mensaje en una solicitada. Reminiscencias del discurso de Macri se dejan oír: De la Sota clama por un palique con la Presidenta, a quien le destina el texto, una suerte de Carta abierta, con perdón de la palabra. “Hablemos, Señora Presidenta. Hablemos” es el título. Una versión docta del más entrador “por qué no charlamo’un ratito”. La idea no será brillante pero tiene un don comunicativo: es evidente. El “lugar de la oposición”, se propone, es el diálogo, la convivencia frente a la matriz belicista del kirchnerismo. Acaso habría que calibrar cuán dialoguista es De la Sota en rodeo propio (como se podría ensayar también con el jefe de Gobierno Macri): cuánto armonizó con el senador Luis Juez cuando éste denunció fraude en las elecciones a gobernador de 2007. Cuánto recibe a sus opositores, cuánto conversó con los manifestantes apaleados días atrás. En fin, que nadie es perfecto, que nadie está a la altura de sus discursos y que De la Sota no procura ser impoluto, sino ocupar un espacio en el tablero político. Se propone diferente en el estilo y en los modos. Poco o nada dice de un proyecto económico alternativo, por ahora.
Un presidenciable ahí y van tres. De momento los poderes fácticos arropan a todos, aunque desabrigaron un cachito al gobernador Daniel Scioli desde que depuso (o pospuso, vaya uno a saber) sus alardes de opositor. Qué florezcan cien flores, incluido un Gallego cordobés.
El juego, que es válido e interesante, recién comienza. Todos los participantes dependerán en buena medida de lo que hagan en gestión. Esas son sus principales barajas, más allá de las cartas que remitan o dejen de remitir.
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