Con Clarín, la era Magnetto , el periodista Martín Sivak concluye, justo cuando el diario cumple 70 años de vida, su saga de investigación sobre el diario fundado por Roberto Noble en 1945. El aniversario llega en medio de las turbulencias inéditas, devenidas de la persecución política del kirchnerismo y de los desafíos editoriales que significa asumir los cambios tecnológicos que traen consigo la necesidad de adaptarse a los tiempos sin perder la identidad que lo ha transformado desde hace décadas en el diario de mayor circulación y el de más influencia en la Argentina. Inevitablemente, los gobiernos de distinto tono político han mirado con la desconfianza propia del poder a uno de los escrutadores mediáticos de mayor resonancia.
El primer tomo de la exploración periodística de Sivak ( Clarín, el Gran Diario Argentino, una historia ) data de 2012 y describe el sueño pionero de Roberto Noble, cuya criatura periodística más preciada coincide con la llegada del peronismo al poder, en el marco de la posguerra y, en consecuencia, de un cambio definitivo del escenario político, económico y social de la Argentina. Se ocupa, asimismo, de los años del desarrollismo, la compra de Papel Prensa, en sociedad con La Nación, La Razón y el Estado en tiempos de la dictadura. Reseña también la llegada de Héctor Magnetto a la empresa y ya insinúa el acoso político del kirchnerismo, que luego sacudiría con inusitada violencia –simbólica, pero también desnuda y concreta– al diario, la empresa y a su personal, hasta transformarse en el mayor desafío de supervivencia de Clarín.En ambos volúmenes, pero en particular en el segundo, la exhaustiva investigación de Sivak tiene una mirada amplia sobre el “planeta Clarín ”. Así cuenta la transformación editorial, basada en los rediseños que buscaron conformarlo como un diario moderno y atractivo, una herramienta útil para la vida cotidiana de quienes lo consumen. Y sobre todo basado en el firme mandato de la innovación continua. Con la habilidad de quien hurga las entretelas con olfato de periodista, Sivak reposa su mirada en comidillas de la redacción, menudencias de radiopasillo y conversaciones que alguna vez habían sido “secretas”. Cuestiones de pago chico, al fin, que ponen de manifiesto, con nombre y apellido, las fuentes que alimentaron su obra y a veces quienes lo hicieron, pero manteniendo un cauto y sigiloso lugar en las penumbras informativas. El autor corre el velo sobre los cambios en las altas cumbres de la redacción a través de diálogos sin desperdicio. Esas menudencias constituyen un manjar para los periodistas que pasaron o permanecen en la redacción, y también los que pueblan otras empresas, pero probablemente poco le digan al lector más inespecífico sobre lo que quisiera saber acerca del diario a través del cual se informa y en el cual cree. O al otro lector, el que cruzó de vereda y acaso haya asimilado la obsesión por desmerecer sus páginas, al calor de la “batalla cultural” de los ocho años que ya lleva la guerra declarada por el kirchnerismo.
Sivak profundiza también los diversos intentos de cooptación que sufrió el diario en procura de un periodismo profesional e independiente, tales como el alineamiento con el desarrollismo en los años 60, el cepo crítico impuesto por la dictadura, en la noche oscura de los años de plomo, el abordaje del ex presidente Carlos Menem de la mano de Raúl Monetta, siempre flojo de papeles, y de la entonces corporación multinacional CEI (Citicorp Equity Investments), el más serio sufrido por el diario hasta ese momento. Esos movimientos fueron de la mano de una extorsión sobre la identidad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, señalados como hijos de desaparecidos, ejercida por un sicario mediático como Guillermo Patricio Kelly desde ATC bajo una actitud en principio ponciopilatesca del presidente Menem. Menciona también un libelo de Kelly sobre el fundador de Clarín y un libro, escrito por un ex periodista del diario e inédito, y revela que el menemismo, desde sus altas esferas, financió las dos aventuras editoriales.
El libro además cuenta la pantomima que significó la fallida operación “Papel Prensa: la verdad”, que buscaba poner preso a Magnetto. El autor explica que Osvaldo Papaleo, quien había participado, festivo, de la gran celebración del medio siglo de Clarín, en 2010 negoció la embestida con el entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno, en base al testimonio de su hermana, Lidia Papaleo de Graiver. El belicoso funcionario kirchnerista, ahora en su “exilio dorado” en la embajada argentina en Italia, fue la punta de lanza del desaforado ataque del oficialismo contra la empresa papelera y el Grupo todo.
Como si la historia fuese una sucesión de rupturas y continuidades, los Kirchner repetirían ese acoso brutal contra los hermanos Noble Herrera, hasta ponerse en evidencia la falsedad de la denuncia, usada políticamente para silenciar sin suerte al diario y amedrentar a sus trabajadores y periodistas, hasta someterlos a un verdadero chantaje moral.
Sivak repara, asimismo, en los dramáticos momentos que vivió la empresa, endeudada en dólares para impulsar su proceso de expansión, con la tempestuosa devaluación de 2001. Llega así al zarpazo final que quiso dar Néstor Kirchner para que Clarín fuese “su diario”, el manso vocero de sus ambiciones personales y de poder. Entre los tantos perfiles del presidente electo con el 23% de los votos que se publicaron en sus páginas, Sivak cita unos pocos párrafos de la semblanza que le hiciera el periodista Gerardo “Tato” Young y en los que acaso nadie haya reparado entonces en su dimensión precisa: “La lectura de diarios y revistas por la mañana es más una manía que un trabajo. Y es capaz de pegar gritos por una palabra que no le agrada en la línea 83 de una nota (como ésta)”. Retrato fidedigno de una de las obsesiones que consumía a los Kirchner en una sola voluntad política y que hoy es patrimonio de la presidenta.
En las páginas de “Clarín, la era…” se mencionan a los contact man que el menemismo y el kirchnerismo destacaron a fines de entablar un razonable diálogo con la empresa y su propia conducción periodística. Esa práctica, habitual en todo el mundo, en estos casos procuraban una subyacente intención de influir en la línea editorial del diario. Como se sabe, no lo consiguieron. Sivak equivoca algunos nombres. Adjudica ese rol durante el menemismo a Eduardo Bauzá y, en alguna medida, a Alberto Kohan. Lo cierto es que esos hombres fueron Bauzá y también Corach y Eduardo Menem. Durante la era K, cita a los interlocutores correctos: Alberto Fernández y el propio Kirchner. Remarca, asimismo, que De la Rúa careció de interlocutores válidos, sobre todo luego del portazo de Chacho Alvarez.
La obra destaca en uno de sus capítulos el perfil decidido de un Magnetto que lo hizo batallar a dos puntas contra las embestidas del kirchnerismo y contra el cáncer, que disparó especulaciones sobre el destino del Grupo Clarín. Kirchner, siempre con apetito de poder, cuenta el autor que pretendió comprar el paquete mayoritario del Grupo a través del banquero Jorge Brito, entonces amigo K. Fue una presión brutal en la cual se mezcló con impudicia la relación entre el valor de la empresa y la palabra “muerte”. Las batallas contra el kirchnerismo desde 2008, arriesga Sivak, despojaron a Magnetto del valioso patrimonio de su “invisibilidad”. De bajo perfil debió pasar, según conjetura el autor, a ser el empresario satanizado, responsable de todos los males de la Argentina. Tanto que hasta la propia madre del hombre insignia de Clarín, de 97 años, lo llama para preguntarle qué va a pasar con él. Según Sivak, al CEO del Grupo no le molesta la metralla verbal a que lo somete el aparato del Estado en todo este tiempo, salvo aquellas operaciones “que insulten su inteligencia”. Y cita dos: “Que haya pedido una devaluación en 2001 que perjudicaba a su empresa o que haya vetado la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner”.
O. Pepe es Secretario de Redacción de Clarín.
El primer tomo de la exploración periodística de Sivak ( Clarín, el Gran Diario Argentino, una historia ) data de 2012 y describe el sueño pionero de Roberto Noble, cuya criatura periodística más preciada coincide con la llegada del peronismo al poder, en el marco de la posguerra y, en consecuencia, de un cambio definitivo del escenario político, económico y social de la Argentina. Se ocupa, asimismo, de los años del desarrollismo, la compra de Papel Prensa, en sociedad con La Nación, La Razón y el Estado en tiempos de la dictadura. Reseña también la llegada de Héctor Magnetto a la empresa y ya insinúa el acoso político del kirchnerismo, que luego sacudiría con inusitada violencia –simbólica, pero también desnuda y concreta– al diario, la empresa y a su personal, hasta transformarse en el mayor desafío de supervivencia de Clarín.En ambos volúmenes, pero en particular en el segundo, la exhaustiva investigación de Sivak tiene una mirada amplia sobre el “planeta Clarín ”. Así cuenta la transformación editorial, basada en los rediseños que buscaron conformarlo como un diario moderno y atractivo, una herramienta útil para la vida cotidiana de quienes lo consumen. Y sobre todo basado en el firme mandato de la innovación continua. Con la habilidad de quien hurga las entretelas con olfato de periodista, Sivak reposa su mirada en comidillas de la redacción, menudencias de radiopasillo y conversaciones que alguna vez habían sido “secretas”. Cuestiones de pago chico, al fin, que ponen de manifiesto, con nombre y apellido, las fuentes que alimentaron su obra y a veces quienes lo hicieron, pero manteniendo un cauto y sigiloso lugar en las penumbras informativas. El autor corre el velo sobre los cambios en las altas cumbres de la redacción a través de diálogos sin desperdicio. Esas menudencias constituyen un manjar para los periodistas que pasaron o permanecen en la redacción, y también los que pueblan otras empresas, pero probablemente poco le digan al lector más inespecífico sobre lo que quisiera saber acerca del diario a través del cual se informa y en el cual cree. O al otro lector, el que cruzó de vereda y acaso haya asimilado la obsesión por desmerecer sus páginas, al calor de la “batalla cultural” de los ocho años que ya lleva la guerra declarada por el kirchnerismo.
Sivak profundiza también los diversos intentos de cooptación que sufrió el diario en procura de un periodismo profesional e independiente, tales como el alineamiento con el desarrollismo en los años 60, el cepo crítico impuesto por la dictadura, en la noche oscura de los años de plomo, el abordaje del ex presidente Carlos Menem de la mano de Raúl Monetta, siempre flojo de papeles, y de la entonces corporación multinacional CEI (Citicorp Equity Investments), el más serio sufrido por el diario hasta ese momento. Esos movimientos fueron de la mano de una extorsión sobre la identidad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, señalados como hijos de desaparecidos, ejercida por un sicario mediático como Guillermo Patricio Kelly desde ATC bajo una actitud en principio ponciopilatesca del presidente Menem. Menciona también un libelo de Kelly sobre el fundador de Clarín y un libro, escrito por un ex periodista del diario e inédito, y revela que el menemismo, desde sus altas esferas, financió las dos aventuras editoriales.
El libro además cuenta la pantomima que significó la fallida operación “Papel Prensa: la verdad”, que buscaba poner preso a Magnetto. El autor explica que Osvaldo Papaleo, quien había participado, festivo, de la gran celebración del medio siglo de Clarín, en 2010 negoció la embestida con el entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno, en base al testimonio de su hermana, Lidia Papaleo de Graiver. El belicoso funcionario kirchnerista, ahora en su “exilio dorado” en la embajada argentina en Italia, fue la punta de lanza del desaforado ataque del oficialismo contra la empresa papelera y el Grupo todo.
Como si la historia fuese una sucesión de rupturas y continuidades, los Kirchner repetirían ese acoso brutal contra los hermanos Noble Herrera, hasta ponerse en evidencia la falsedad de la denuncia, usada políticamente para silenciar sin suerte al diario y amedrentar a sus trabajadores y periodistas, hasta someterlos a un verdadero chantaje moral.
Sivak repara, asimismo, en los dramáticos momentos que vivió la empresa, endeudada en dólares para impulsar su proceso de expansión, con la tempestuosa devaluación de 2001. Llega así al zarpazo final que quiso dar Néstor Kirchner para que Clarín fuese “su diario”, el manso vocero de sus ambiciones personales y de poder. Entre los tantos perfiles del presidente electo con el 23% de los votos que se publicaron en sus páginas, Sivak cita unos pocos párrafos de la semblanza que le hiciera el periodista Gerardo “Tato” Young y en los que acaso nadie haya reparado entonces en su dimensión precisa: “La lectura de diarios y revistas por la mañana es más una manía que un trabajo. Y es capaz de pegar gritos por una palabra que no le agrada en la línea 83 de una nota (como ésta)”. Retrato fidedigno de una de las obsesiones que consumía a los Kirchner en una sola voluntad política y que hoy es patrimonio de la presidenta.
En las páginas de “Clarín, la era…” se mencionan a los contact man que el menemismo y el kirchnerismo destacaron a fines de entablar un razonable diálogo con la empresa y su propia conducción periodística. Esa práctica, habitual en todo el mundo, en estos casos procuraban una subyacente intención de influir en la línea editorial del diario. Como se sabe, no lo consiguieron. Sivak equivoca algunos nombres. Adjudica ese rol durante el menemismo a Eduardo Bauzá y, en alguna medida, a Alberto Kohan. Lo cierto es que esos hombres fueron Bauzá y también Corach y Eduardo Menem. Durante la era K, cita a los interlocutores correctos: Alberto Fernández y el propio Kirchner. Remarca, asimismo, que De la Rúa careció de interlocutores válidos, sobre todo luego del portazo de Chacho Alvarez.
La obra destaca en uno de sus capítulos el perfil decidido de un Magnetto que lo hizo batallar a dos puntas contra las embestidas del kirchnerismo y contra el cáncer, que disparó especulaciones sobre el destino del Grupo Clarín. Kirchner, siempre con apetito de poder, cuenta el autor que pretendió comprar el paquete mayoritario del Grupo a través del banquero Jorge Brito, entonces amigo K. Fue una presión brutal en la cual se mezcló con impudicia la relación entre el valor de la empresa y la palabra “muerte”. Las batallas contra el kirchnerismo desde 2008, arriesga Sivak, despojaron a Magnetto del valioso patrimonio de su “invisibilidad”. De bajo perfil debió pasar, según conjetura el autor, a ser el empresario satanizado, responsable de todos los males de la Argentina. Tanto que hasta la propia madre del hombre insignia de Clarín, de 97 años, lo llama para preguntarle qué va a pasar con él. Según Sivak, al CEO del Grupo no le molesta la metralla verbal a que lo somete el aparato del Estado en todo este tiempo, salvo aquellas operaciones “que insulten su inteligencia”. Y cita dos: “Que haya pedido una devaluación en 2001 que perjudicaba a su empresa o que haya vetado la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner”.
O. Pepe es Secretario de Redacción de Clarín.
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