Foto: Archivo
HELSINKI.- Risto Murto, director de inversión de Varma Mutual Insurance Co., alaba la decisión del Banco Central Europeo de combatir la crisis del euro mediante la compra de bonos de los países en problemas como España. Pero eso no significa que él vaya a hacer lo mismo, una postura que impone otro reto para Europa.
Varma es el mayor inversionista de Finlandia. Gestiona 34.000 millones de euros (unos US$44.000 millones), y es responsable de los fondos de pensiones de unos 870.000 finlandeses. Durante años después de la creación del euro en 1999, los inversionistas del norte de Europa como Varma diversificaron sus activos por todo el continente, lo que contribuyó a estabilizar a las economías más pobres del sur.
Preocupados por los niveles de deuda de Grecia, sin embargo, los ejecutivos del fondo cerraron sus posiciones de bonos soberanos griegos en 2008 y 2009, antes de que estallara la crisis. Al año siguiente, cambiaron de política.
«Comunicamos a la junta directiva que dejábamos de invertir en cualquier país con problemas», cuenta Murto. Ni en Grecia, ni en Portugal, ni en Irlanda, ni en Italia, ni en España. Es más, acordaron que solo invertirían en la deuda de la breve lista de los países cuya deuda es merecedora de la calificación «AAA», la más segura, principalmente Alemania, Holanda y Finlandia.
Según algunos indicadores, las cosas pintan mejor para la zona euro. La agresiva estrategia del BCE, bajo la tutela de su pragmático presidente, Mario Draghi, es ampliamente aplaudida. Su intención de comprar bonos ha calmado los mercados y el 18 de octubre España vendió 4.600 millones de euros en deuda, con un interés menor del que había estado pagando. Italia, relativamente menos dependiente de los mercados, colocó 18.000 millones de euros, una suma inesperadamente alta, que fue absorbida en su mayor parte por inversionistas italianos. También hay indicios de que algunos inversionistas internacionales están regresando de a poco al mercado, entre ellos Bill Gross, cofundador del gigante estadounidense de renta fija Pimco.
En última instancia, sin embargo, el éxito del BCE se medirá a largo plazo: ¿podrá persuadir a los inversionistas internacionales que dirigen los grandes bancos de efectivo de la zona euro, como aseguradoras y fondos de pensiones, para que vuelvan a tomar en serio a España e Italia? Esos dos países necesitan mucho financiamiento: se espera que juntos emitan alrededor de 300.000 millones de bonos este año.
A este tipo de inversionista le preocupa sobre todo recuperar su dinero y siguen siendo sumamente cautelosos. «No estamos considerando activamente regresar al mercado», reconoce Murto.
Esta es la crisis del euro. Durante la mayor parte de la vida de la moneda común, las economías del norte de Europa han generado ahorros: producen más de lo que consumen. En cambio, las economías del sur han incurrido en déficits. El sistema financiero integrado del euro prestó los ahorros de los del norte a los del sur.
Eso, sin embargo, se acabó, y una mirada a Finlandia deja en claro los desafíos de revivir el sistema. Con 5,4 millones de habitantes, Finlandia es un país pequeño. Sus fondos de pensiones no podrían salvar por sí solos a España, un país de 46 millones de personas, aunque lo quisieran. Pero la solidez de sus finanzas y su gran cartera de ahorros lo convierten en un referente de la postura del norte de Europa.
Alemania, Holanda y Finlandia constituyen el núcleo de la zona euro. Junto con el diminuto Luxemburgo, son los únicos paí-ses de la zona euro con una nota AAA de las tres principales calificadoras de crédito.
Aunque el tamaño de Alemania hace que su voz suene con más fuerza en los debates de la zona euro, los finlandeses pueden ser más alemanes que los alemanes. Su economía también está orientada a las exportaciones y les irrita el gasto desmesurado. El compromiso de los finlandeses con el rigor fiscal es tal que su déficit fiscal jamás en la era del euro ha superado el 3% del Producto Interno Bruto, el límite impuesto por el bloque. Alemania no puede decir lo mismo. La deuda pública de Finlandia es de menos de 50% del PIB; la de Alemania supera el 80%.
Los líderes finlandeses han exigido, y obtenido, acuerdos paralelos que le otorgan al país una compensación especial si un gobierno rescatado caen en cesación de pagos.
Incluso la economía comparativamente sana de Finlandia se contrajo levemente en el segundo trimestre, aumentando la tensión en torno al costo de los rescates. Para los finlandeses, «la deuda es un insulto», dice Timo Isaaksson, un trabajador desempleado de la construcción, quien cree que Grecia debe ser expulsada de la zona euro.
Los finlandeses son ahorradores. Helsinki es una capital próspera pero reticente. Sus edificios de piedras son sobrios. Su metro es rápido pero más antiguo que el reluciente metro de Atenas. Los beneficios y niveles de contribuciones de su sistema de pensiones, que hoy promedian alrededor de 23% del salario, son fijados por el gobierno. Los trabajadores pueden elegir si quieren manejar solos su dinero o encargárselo a administradores de pensiones profesionales como Varma.
Cincuenta años de ahorros significan que los finlandeses tienen guardado de sobra. Varma maneja casi la misma cantidad que el fondo de pensión nacional de Francia.
Los activos de pensiones de Finlandia ascienden a alrededor de 150.000 millones de euros, o 75% del PIB, según la Organiza-ción de Cooperación y Desarrollo Económico. Los holandeses, los mayores ahorradores, tienen activos de pensiones de cerca de 140% del PIB. Nadie más en la zona euro siquiera se les acerca.
Invertir esos fondos en bonos soberanos de Alemania, rendiría al inversionista poco más de 1,6% al año en intereses. Colocarlos en deuda española pagaría 5,5%. Eso significa que los bonos españoles son una inversión fantástica, si el país sobrevive la crisis, o una apuesta terrible, si se produce una cesación de pagos.
«Si no tienes necesidad de hacerlo, ¿deberías asumir el riesgo?», pregunta Murto. Su respuesta es negativa..
HELSINKI.- Risto Murto, director de inversión de Varma Mutual Insurance Co., alaba la decisión del Banco Central Europeo de combatir la crisis del euro mediante la compra de bonos de los países en problemas como España. Pero eso no significa que él vaya a hacer lo mismo, una postura que impone otro reto para Europa.
Varma es el mayor inversionista de Finlandia. Gestiona 34.000 millones de euros (unos US$44.000 millones), y es responsable de los fondos de pensiones de unos 870.000 finlandeses. Durante años después de la creación del euro en 1999, los inversionistas del norte de Europa como Varma diversificaron sus activos por todo el continente, lo que contribuyó a estabilizar a las economías más pobres del sur.
Preocupados por los niveles de deuda de Grecia, sin embargo, los ejecutivos del fondo cerraron sus posiciones de bonos soberanos griegos en 2008 y 2009, antes de que estallara la crisis. Al año siguiente, cambiaron de política.
«Comunicamos a la junta directiva que dejábamos de invertir en cualquier país con problemas», cuenta Murto. Ni en Grecia, ni en Portugal, ni en Irlanda, ni en Italia, ni en España. Es más, acordaron que solo invertirían en la deuda de la breve lista de los países cuya deuda es merecedora de la calificación «AAA», la más segura, principalmente Alemania, Holanda y Finlandia.
Según algunos indicadores, las cosas pintan mejor para la zona euro. La agresiva estrategia del BCE, bajo la tutela de su pragmático presidente, Mario Draghi, es ampliamente aplaudida. Su intención de comprar bonos ha calmado los mercados y el 18 de octubre España vendió 4.600 millones de euros en deuda, con un interés menor del que había estado pagando. Italia, relativamente menos dependiente de los mercados, colocó 18.000 millones de euros, una suma inesperadamente alta, que fue absorbida en su mayor parte por inversionistas italianos. También hay indicios de que algunos inversionistas internacionales están regresando de a poco al mercado, entre ellos Bill Gross, cofundador del gigante estadounidense de renta fija Pimco.
En última instancia, sin embargo, el éxito del BCE se medirá a largo plazo: ¿podrá persuadir a los inversionistas internacionales que dirigen los grandes bancos de efectivo de la zona euro, como aseguradoras y fondos de pensiones, para que vuelvan a tomar en serio a España e Italia? Esos dos países necesitan mucho financiamiento: se espera que juntos emitan alrededor de 300.000 millones de bonos este año.
A este tipo de inversionista le preocupa sobre todo recuperar su dinero y siguen siendo sumamente cautelosos. «No estamos considerando activamente regresar al mercado», reconoce Murto.
Esta es la crisis del euro. Durante la mayor parte de la vida de la moneda común, las economías del norte de Europa han generado ahorros: producen más de lo que consumen. En cambio, las economías del sur han incurrido en déficits. El sistema financiero integrado del euro prestó los ahorros de los del norte a los del sur.
Eso, sin embargo, se acabó, y una mirada a Finlandia deja en claro los desafíos de revivir el sistema. Con 5,4 millones de habitantes, Finlandia es un país pequeño. Sus fondos de pensiones no podrían salvar por sí solos a España, un país de 46 millones de personas, aunque lo quisieran. Pero la solidez de sus finanzas y su gran cartera de ahorros lo convierten en un referente de la postura del norte de Europa.
Alemania, Holanda y Finlandia constituyen el núcleo de la zona euro. Junto con el diminuto Luxemburgo, son los únicos paí-ses de la zona euro con una nota AAA de las tres principales calificadoras de crédito.
Aunque el tamaño de Alemania hace que su voz suene con más fuerza en los debates de la zona euro, los finlandeses pueden ser más alemanes que los alemanes. Su economía también está orientada a las exportaciones y les irrita el gasto desmesurado. El compromiso de los finlandeses con el rigor fiscal es tal que su déficit fiscal jamás en la era del euro ha superado el 3% del Producto Interno Bruto, el límite impuesto por el bloque. Alemania no puede decir lo mismo. La deuda pública de Finlandia es de menos de 50% del PIB; la de Alemania supera el 80%.
Los líderes finlandeses han exigido, y obtenido, acuerdos paralelos que le otorgan al país una compensación especial si un gobierno rescatado caen en cesación de pagos.
Incluso la economía comparativamente sana de Finlandia se contrajo levemente en el segundo trimestre, aumentando la tensión en torno al costo de los rescates. Para los finlandeses, «la deuda es un insulto», dice Timo Isaaksson, un trabajador desempleado de la construcción, quien cree que Grecia debe ser expulsada de la zona euro.
Los finlandeses son ahorradores. Helsinki es una capital próspera pero reticente. Sus edificios de piedras son sobrios. Su metro es rápido pero más antiguo que el reluciente metro de Atenas. Los beneficios y niveles de contribuciones de su sistema de pensiones, que hoy promedian alrededor de 23% del salario, son fijados por el gobierno. Los trabajadores pueden elegir si quieren manejar solos su dinero o encargárselo a administradores de pensiones profesionales como Varma.
Cincuenta años de ahorros significan que los finlandeses tienen guardado de sobra. Varma maneja casi la misma cantidad que el fondo de pensión nacional de Francia.
Los activos de pensiones de Finlandia ascienden a alrededor de 150.000 millones de euros, o 75% del PIB, según la Organiza-ción de Cooperación y Desarrollo Económico. Los holandeses, los mayores ahorradores, tienen activos de pensiones de cerca de 140% del PIB. Nadie más en la zona euro siquiera se les acerca.
Invertir esos fondos en bonos soberanos de Alemania, rendiría al inversionista poco más de 1,6% al año en intereses. Colocarlos en deuda española pagaría 5,5%. Eso significa que los bonos españoles son una inversión fantástica, si el país sobrevive la crisis, o una apuesta terrible, si se produce una cesación de pagos.
«Si no tienes necesidad de hacerlo, ¿deberías asumir el riesgo?», pregunta Murto. Su respuesta es negativa..
17 países con 17 legislaciones y velocidades de crecimiento diferentes es una garantía de fracaso para el euro. O conforman una única legislación laboral, previsional, bancaria, etc., o el euro se va al bombo. A la corta o a la larga.