La tormenta convoca a los viejos lobos de mar

C arlos Wagner, presidente de la Cámara de la Construcción, andaba inquieto en la tarde del lunes. La 60a. convención anual del sector acababa de tener un desperfecto organizativo: Cristina Kirchner había adelantado su llegada al Sheraton y eso obligó a suspender el panel de Julio De Vido. Justo la exposición que los empresarios esperaban: el ministro iba a dar las proyecciones para el año próximo.
Nadie se enteró entonces de nada. De Vido se puso de mal humor y los organizadores, que le habían preparado ya el escenario, tenían poco que decir. Los protocolos son traicioneros. Lo viene padeciendo la Unión Industrial Argentina (UIA) con el armado de su conferencia anual del próximo martes: ¿cómo conformar al 100% de los antojos, en algún caso excluyentes el uno del otro, de dos líderes regionales como Cristina y Dilma Rousseff?
Pero en el Sheraton estaba clara la verticalidad. Tanto, que la Presidenta ni se enteró de la cancelación del panel. Y arrancó con un discurso deslenguado y extenso. Enumeró la acumulación de reservas, el crecimiento de la economía y las exportaciones, la baja del desempleo y agregó: «Ni que hablar del nivel de endeudamiento y la construcción que aquí estamos participando, en el año 2003… Yo no sé estas cifras, posiblemente se las haya dado Julio De Vido, pero bueno, les hacemos un repasito rápido…». Los asistentes se miraban. En realidad convenía no ir tan rápidamente, porque De Vido no había abierto la boca.
La oradora continuó y le dedicó al ministro otra referencia afectuosa. «También mencionaba alguna de las obras más emblemáticas, que seguramente De Vido les debe haber hecho la enumeración ya, porque es como el pájaro carpintero: pica, pica sobre la cabeza, con la cantidad de obras que se han hecho.»
Es cierto que el pájaro carpintero no había picado ni medio árbol esa tarde. Pero sólo un kirchnerista sabe lo que vale hoy una de esas menciones positivas en público. El espaldarazo presidencial sin panel define el momento de Julio De Vido: en las circunstancias más críticas, los conductores políticos suelen refugiarse en los incondicionales. ¿Y quién duda de la lealtad del arquitecto que, ya en los 90, por pedido de Néstor Kirchner, resignaba anhelos políticos personales? Fueron dos, y bien concretos: la candidatura a la intendencia de Río Gallegos en 1991 pese a que las encuestas le daban bien y, en 1997, ya electo como diputado nacional por Santa Cruz, la asunción en el Congreso.
Todo esto pasa mientras recrudece su pelea interna con Axel Kicillof, viceministro de Economía. Pero fue De Vido y ningún otro el encargado de contestar esta semana las dudas que la diputada Diana Conti había insinuado sobre el proyecto de reelección presidencial. «Tenemos todo el derecho de plantear la reforma constitucional. Cristina es la única garante de que el proceso de transformación continúe», rectificó.
Su segunda gran intervención llegó el jueves, después de la tribulación gubernamental que significó la embestida del juez neoyorquino Thomas Griesa. La preocupación excede al Gobierno. Esa tarde, referentes de la UIA se comunicaban entre sí para analizar si convenía o no rechazar públicamente la decisión judicial, que, auguran, hará un «enorme daño» al país.
De Vido optó por el blanco más remoto: «No voy a cuestionar el fallo técnicamente, sino a quienes, desde Martínez de Hoz hasta Cavallo, cedieron la jurisdicción argentina». Imposible una muestra más acabada de inmolación por el proyecto nacional y popular: el contrato de compra de 20 aviones Embraer brasileños que en 2009 firmaron él, Julio Alak y Ricardo Jaime tiene también pactada la jurisdicción en los tribunales de Nueva York y la aplicación de las leyes norteamericanas. Traducido: si alguna de las partes siente que las condiciones del documento suscripto por De Vido no se respetan, debe reclamar en los pagos de Griesa.
¿Cuántas autoincriminaciones más deberá mostrar el funcionario para quien ya toda la estrategia energética actual supone un mea culpa? De vez en cuando, el arquitecto ensaya una defensa. Por ejemplo, ayer, durante la conferencia de prensa en que él y Kicillof, su principal crítico, anunciaban aumentos para las facturas de luz y gas. «La Argentina energética es 180 grados distinta de la que recibimos en 2003», celebró.
Este reclutamiento de los confiables dimensiona la tormenta del Gobierno y, tal vez, la estrategia por seguir. Hay antecedentes análogos. El 27 de mayo de 2008, en pleno conflicto agropecuario, De Vido aprovechó un congreso de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte para hacer lo que hace pocas veces, levantar la voz. «Aquellos que están a favor del modelo deben decirlo porque, en esta hora, el que no suma resta -arengó-. ¡No hay lugar para tibios!»
Las necesidades de hoy parecen un remedo de aquéllas. El jueves, faltos de información, funcionarios del área económica del Gobierno se reunieron para intentar imaginar los pasos que podría seguir la Presidenta tras la apelación en Nueva York, prevista para pasado mañana. La conclusión fue unánime: ella no dará un paso atrás. No se va a pagar a los holdouts como pide Griesa, consideran, porque la orden judicial fue una bravuconada. En la Secretaría de Finanzas, este convencimiento no excluye la posibilidad de pagarles en el país a los bonistas que entraron en el canje. Un desafío al cepo que la Presidenta niega.
Algunos militantes no ven mal estas contingencias. Las valoran como palanca política de lo que llaman «ir por todo». Un operador se entusiasmaba ante este diario en la noche del jueves: «Va a ser Braden o Perón». El propio Hugo Moyano pareció anticipar la lógica esta semana entre pares, al analizar las reacciones de la Presidenta después del paro. «Uno pega dejando un canal abierto; ella eligió doblar la apuesta», dijo en la intimidad. En realidad, todo estaba bien claro desde antes. A diferencia de lo que había pasado en junio con los bloqueos del Sindicato de Camioneros, nadie del Ministerio de Planificación intentó esta vez apaciguarlos.
Es el escenario que esperan oficialistas y opositores. El martes por la noche, durante una conmemoración del abrazo Perón-Balbín que Julio Bárbaro, Rafael Pascual y Federico Pinedo organizaron en el Centro Argentino de Ingenieros, José Manuel de la Sota fue abordado por militantes peronistas y radicales delante de la nacion. Su análisis fue una comparación entre Cristina y Néstor Kirchner. «Peor que este equipo de gobierno yo no he visto en mi vida -dijo el gobernador-. Ni los ministros dicen lo que piensan. Miren que Lupín era loco, pero no comía vidrio. Nunca iba a saltar al vacío. Esta gente salta al vacío.»
Es el mismo contraste que trazan casi todos los ex kirchneristas. Un lujo que De Vido no puede darse en público.
© LA NACION.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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