Las retenciones móviles y la debilidad macroeconómica

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El aumento del precio de los granos despertó nuevamente el apetito del Gobierno. Acuciado por las complicaciones cambiarias y fiscales, estaría a punto de elevar los derechos de exportación (las “retenciones”) al 40%, cinco puntos más que el actual 35%. La medida, en los cálculos oficiales, les permitiría capturar unos 1.500 millones de dólares adicionales .
El mentor de la iniciativa es el propio viceministro de Economía, Axel Kicillof, un ferviente defensor de la teoría de las retenciones móviles. Este fue el mecanismo que quiso implementar con un decreto el entonces ministro Martín Lousteau. La situación fue parecida a la de ahora: frente al aumento de las cotizaciones internacionales, el Gobierno intentó quedarse con la diferencia de precios , con el argumento de que los productores igual ganaban plata. Así, de una alícuota del 35% (un tercio de la cosecha), se saltaba a más del 50%. Pero los chacareros pensaron que entregar en el puerto uno de cada tres camiones al Gobierno era ya suficiente pago. Ante la amenaza de tener que entregar uno de cada dos, con el flete pago por el propio productor, el campo salió a las rutas. Y tras tres meses de piquetes, movilizaciones y actos multitudinarios en Rosario y Buenos Aires, el gobierno se vio obligado a enviar la iniciativa al Congreso. Allí sucumbió , ante el voto no positivo del entonces vicepresidente y titular del Senado, Julio Cobos.
Después, los precios bajaron . Tanto, que en algún discurso la propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner hilvanó una chicana : les espetó que si hubieran aceptado las móviles, en lugar de pagar el 35% estarían pagando menos. En realidad, para que hubiese existido este beneficio, el precio de la soja tendría que haber bajado a 350 dólares, cosa que nunca ocurrió .
Ahora ha superado nuevamente el nivel de los 600 dólares por tonelada. La tentación por un nuevo mordiscón era inevitable. Sobre todo cuando comenzó a circular un artículo publicado el 19 de diciembre de 2010 por el propio Kicillof en el diario Página 12 . El ahora encumbrado economista subrayaba que “el fatídico voto no positivo lesionó mucho más que lo que se cree al esquema macroeconómico”.
En el ideario Kicillof, las retenciones móviles hubieran servido para corregir “los efectos nocivos de la expansión sojera”. Explicaba que “la soja debido a su extraordinaria rentabilidad expulsó a las producciones tradicionales -entre ellas la ganadería- hacia zonas marginales, encareciéndolas y agregándoles un componente estacional muy acusado”. Una tesis temeraria, porque la soja funciona en campos agrícolas , mientras la devastada ganadería vacuna utiliza tierras sin aptitud agrícola. La liquidación del stock ganadero, que perdió 12 millones de cabezas entre 2007 y 2010, fue consecuencia de los magros precios ocasionados por el cierre de exportaciones, la consecuente saturación del mercado interno y la impericia para manejar la situación. La violenta sequía en el 2009 precipitó la debacle .
En otras ocasiones, Kicillof acudió a la teoría económica para justificar las retenciones en general, y las móviles en particular. Lo concreto es que la debilidad macroeconómica es la única razón por la que el Gobierno se apresta a agarrar una víbora por la cola. En el campo, que viene de una mala campaña, el horno no está para bollos.
A pesar de los excelentes precios, que en otras ocasiones desataron una feroz competencia por los alquileres de campos para sembrar, abunda el regateo . Las fábricas de maquinaria agrícola, tractores y sembradoras en particular, sufren una fuerte caída de la demanda .
Pero una cosa es la desazón y otra, la bronca. Ayer, el rumor provocó una estampida en las bolsas locales, donde se agolparon los vendedores provocando una baja hasta el límite permitido para un solo día. Anoche, el campo era un hervidero.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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