Lejana utopía de una CGT unificada

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29.11.2012 |tablero sindical
A sólo una semana del paro, los líderes de ambas centrales obreras ya descartan la posibilidad de una reunificación.
Por:
Ana Vainman
Para muestra sobra un botón, dice el refrán. La CGT de Antonio Caló y la CGT de Hugo Moyano repudiaron la comparación que el senador Aníbal Fernández hizo del líder camionero con Augusto Timoteo Vandor, asesinado en 1969. Y ambos reivindicaron la figura de quien fuera titular de la UOM, a quien el ex jefe de gabinete trató de traidor. Pero no hicieron una declaración pública conjunta. A pesar de las coincidencias en la crítica al senador y en la reivindicación de quien propusiera en plena proscripción peronista un «peronismo sin Perón», cada uno hizo un acto de desagravio por separado y eligieron el mismo día para hacerlo. Ese es, tal vez, el ejemplo más tangible de que la reunificación de la CGT es sólo una utopía.
Las agendas concurrentes de ambas centrales pueden hacer suponer que no están tan lejos, pero lo que los separa es no solo la metodología para conseguir sus reivindicaciones, sino también sus objetivos finales. Mientras la CGT de Caló se mantiene en el terreno sindical, la CGT de Moyano busca construir políticamente con fines electorales. La central obrera reconocida oficialmente busca que la presidenta Cristina Fernández la atienda y le dé respuestas mediante el diálogo y la negociación pero la CGT Azopardo recurre permanentemente a la confrontación, construye alianzas opositoras y mira a las elecciones legislativas de 2013 y a las presidenciales de 2015. Esas diferencias parecen muy difíciles de zanjar en el corto plazo.
En los días posteriores al paro del 20 de noviembre –organizado por Moyano, la CTA de Pablo Micheli, la CGT de Luis Barrionuevo y otras organizaciones– sorprendieron algunas declaraciones conciliadoras para con el camionero como las del titular de la UTA, Roberto Fernández, y el secretario general de la UOCRA, Gerardo Martínez, encuadrados en la CGT oficialista. No puede pasarse por alto que los deseos de acercamiento guardaran relación con lo que para muchos fue una contundente medida de fuerza de la oposición sindical. «(Los intentos de reunificación) son parte de las repercusiones del paro nacional. Lo que pasa es que muchos de los trabajadores que están en la CGT de Caló se adhirieron y esa fue su reacción», opinó un dirigente moyanista. El propio Moyano, envalentonado con el poder que interpretó haber recuperado tras el 20N, dijo que la unificación era solo «cuestión de tiempo».
Pero una vez enfriado el primer impulso de acercamiento que tuvieron varios dirigentes, con el correr de los días volvieron a quedar expuestas las diferencias que hacen que moyanistas y antimoyanistas estén en veredas opuestas, aun con reclamos casi idénticos.
Apenas transcurrida una semana desde el paro, los líderes de ambas centrales obreras ya descartan la posibilidad de una reunificación. «En la unidad en serio me van a encontrar, pero no en el amontonamiento», fue la frase que eligió Caló para explicar su posición respecto de la reconciliación con Moyano. Y para los aliados del líder camionero, aún «falta mucho» para poder pensar en una sola conducción del movimiento obrero, cosa que responde más a una «expresión de deseo» que a una opción real en el corto plazo.
Desde el propio gobierno salieron también a inclinarse a favor de una reunificación de las centrales obreras. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, dijo que apuesta a «una unidad de la CGT» ya que no le «conviene» un sindicalismo «dividido» entre oficialistas y opositores. Lo que el gobierno parecería anhelar en realidad son los tiempos de una sola CGT alineada detrás de un conductor oficialista, como ocurrió desde el inicio de la era kirchnerista en 2003 hasta el año pasado, cuando Moyano comenzó su enfrentamiento con la Casa Rosada.
A poco más de una semana del 7D son varios los dirigentes, de uno y otro sector, que esperan con cautela lo que después de allí suceda. Algunos tienen la esperanza de que la presidenta y sus funcionarios puedan diversificar su energía para ocuparse más de los reclamos de los trabajadores. Otros se mantienen firmes en su postura opositora frente a la lucha del gobierno contra el Grupo Clarín y ante el rumor que sostiene que se convocaría a una marcha para el 9 de diciembre en apoyo a la administración kirchnerista. «Aquí no está en juego la democracia», se quejan en las filas del moyanismo y rechazan la dicotomía Clarín-Gobierno.
Por su parte, la CGT Balcarce tiene puestas todas las esperanzas en que antes de que termine el año (o en su defecto en los primeros días de enero) llegue la resolución de la promesa realizada por el Poder Ejecutivo de modificar integralmente el Impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría. En público reconocen que no pueden poner plazo para la respuesta, pero en privado admiten que hay tensión y no pueden ocultar que la demora genera conflictos hacia adentro de la organización.
La urgencia se basa no solo en tratar de llevar respuestas concretas a los trabajadores en un año en el que no hubo modificaciones para el mínimo no imponible, sino en llegar al inicio de las negociaciones paritarias 2013 con los cambios ya realizados en el tributo. Ocurre que cada vez son más los trabajadores que pagan el impuesto (aproximadamente un 25%, cifra que aumenta considerablemente en aquellos que están dentro de convenios colectivos) y a la hora de negociar los aumentos salariales intentan que los empleadores contemplen esa situación con sumas fijas que alivien el dinero que se les descuenta por Ganancias. A este blanco apuntó más de una vez Hugo Moyano quien buscó alianzas con el sector empresario, quien es en definitiva quien debe responder para pagar estos pluses cuando los sindicatos negocian paritarias.
En torno a la necesidad de elevar el mínimo no imponible y de modificar el impuesto de manera integral tampoco hay diferencias de un lado y de otro del movimiento obrero. Ahí hay otra coincidencia entre las dos CGT, pero que no es puesta en juego en un reclamo común.
Los distintos actos de desagravio fueron muy parecidos. La mayor diferencia entre ambos estuvo, además del escenario en el que se desarrollaron –el de Moyano en el salón Felipe Vallese de la sede de la CGT Azopardo y el de la CGT Alsina en el mausoleo que Vandor tiene en el cementerio de la Chacarita–, en los ataques que recibió el senador Fernández de uno y otro sector. Mientras que Moyano y compañía lo cuestionaron duramente y se refirieron a él con epítetos rayanos con el insulto, Caló y los otros dirigentes de la CGT oficialista lo criticaron sin nombrarlo.
La expresión de Aníbal Fernández, quien se refirió al líder camionero como «Augusto Timoteo Moyano» le va a costar una denuncia por parte del líder camionero quien se quejó por los «disparates» del senador y prometió lograr «que cierre esa letrina que tiene». A modo de anticipación a la embestida legal del camionero –quien interpretó la comparación como una amenaza en vistas de que a Vandor lo asesinaron– Fernández dijo ayer en declaraciones radiales que él conoce «muchas personas que se llaman Augusto Timoteo» y, con ese intento, quiso negar haber aludido a Vandor.
Más allá de que el senador niegue ahora haber comparado a Moyano con Vandor en función de que ambos hayan incurrido en traición, sus palabras ya causaron un efecto innegable: tocaron fibras sensibles en la mayoría de los dirigentes sindicales, provocaron reacciones similares en las dos CGT y, al mismo tiempo, pusieron en evidencia que no hay posibilidades inmediatas de reunificación. – <dl
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Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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