Lobbies petroleros, el banquero más azulado y el puente Lousteau-Insfrán

Por Alejandro Bercovich
La ruta provincial 51, una cinta poceada de asfalto que une Neuquén con el revolucionado pueblito de Añelo, estuvo esta semana más transitada que nunca. El descubrimiento de Exxon en Vaca Muerta y la visita al país del viceministro estadounidense de Energía volvieron a posar todas las miradas en el yacimiento de shale oil al que le reza todo el establishment. De los pozos emergieron también disputas como la de Miguel Galuccio con José Luis Manzano, que busca terminar de reconvertirse en petrolero sin abandonar las bambalinas VIP de la política. Su viejo amigo Enrique “Coti” Nosiglia festeja el ascenso en las encuestas porteñas de su patrocinado Martín Lousteau, quien sacudió la interna de UNEN al desafiar al macrismo a una interna abierta. Lo que pocos saben entre sus hoy correligionarios es que buena parte de su antiguo equipo de Economía dirige el Banco de Formosa, del peronista Gildo Insfrán. En la City, por último, el nuevo pico del dólar blue volvió a tensar la relación entre Juan Carlos Fábrega y Axel Kicillof. Aunque admiten sus diferencias sobre qué hacer con las tasas de interés, en privado ambos desmienten la pelea tanto como en público.
¿Volvió diciembre? La minicorrida de esta semana del bille –como llaman al dólar paralelo en algunas cuevas del microcentro– disparó todo tipo de especulaciones sobre la cotización oficial. En Economía creen que no respondió al casi imperceptible recorte de las tasas de interés que dispuso el Central, sino a las advertencias que lanzó una semana antes el dueño del Macro, Jorge Brito. “Si alguien sale a pedir devaluación y al rato sube el blue, es casi una confesión de parte sobre quién lo maneja”, dijeron anoche a BAE Negocios desde cerca del ministro. Por eso, mientras apura la negociación con el Club de París, la Secretaría de Finanzas sigue evaluando medidas para obligar a la banca a devolver parte de las ganancias récord que cosechó por la deva.
Aunque lo había evaluado en principio, Kicillof no alcanzó a participar ayer de la reunión semanal de directorio del Central. El martes, la cumbre entre ambos y la presidenta Cristina Kirchner fue cordial. Ese mismo día, el banquero central había conversado largamente con el viceministro Emmanuel Agis, con quien coincidió en celebrar la acogida entusiasta que le dio el mercado al Bonar 24, que Repsol recibió como resarcimiento por YPF e inmediatamente revoleó a la plaza. “Emitimos 5.000 palos y se los compraron en dos días, así que tan mal no estamos”, caracterizaron.
Dead Cow
El megayacimiento de Vaca Muerta se metió de lleno en el mapa petrolero mundial por Exxon, la mayor petrolera privada del mundo, que anunció el martes que empezó a extraer crudo de allí en pozos estimulados mediante fracking. También por el sobrevuelo que hizo el viceministro de Energía estadounidense, Daniel Poneman. A eso se sumó el descubrimiento de otro posible yacimiento no convencional fuera de la roca neuquina, en Chubut, donde los hermanos Bulgheroni administran el principal reservorio activo del país: Cerro Dragón.
Cómodo entre los norteamericanos, Miguel Galuccio recela en cambio de los barones argentinos del oro negro. Sigue muy de cerca la investigación sobre las coimas que British Petroleum admitió motu proprio haber pagado junto a Bridas (Bulgheroni) para extender la concesión de Cerro Dragón hasta 2047. Y quiere a la petrolera de José Luis Manzano fuera de Vaca Muerta.
Andes Energía –de Manzano y compañía– pactó con Repsol explotar allí el área de Mata Mora (22.000 hectáreas) antes de la expropiación, en 2011, pero no extrajo una gota de crudo durante todo el año pasado pese a que había prometido invertir para activarlo y devolverle a YPF lo que invirtió en su primer pozo. La intención del jefe de YPF de echarlo si no apura los desembolsos le quedó clara al exministro del Interior menemista y actual sponsor de Sergio Massa en uno de los agasajos para Michelle Bachelet durante su visita, donde debió correr al ex Schlumberger por una escalera para pedirle una reunión que no le concedió.
El timbre de Galuccio no es el único que puede tocar Manzano. El mendocino se reúne asiduamente con Amado Boudou, incluso en el Senado, y oficia de puente entre el vice y Massa. El tigrense no ha pronunciado una sola palabra de cuestionamiento contra Boudou y hasta evitó subirse a la nueva ola del affaire Ciccone. Honra así ese pacto de no agresión y aquellos buenos viejos tiempos en que compartían un mismo plato –suculento– de postre vigilante, en el despacho de la Rosada que Massa ocupaba como jefe de Gabinete.
En la interna kirchnerista, Boudou aparece más devaluado que el peso a fines de enero. Recibe a economistas marginados por Kicillof en una oficina que conserva en el Banco Nación y les encarga proyectos “por si hay que hacerse cargo” tras una hipotética eyección del actual equipo. Pero su rol es más protocolar que político. Los alineamientos hoy tienen más que ver con el futuro que con el presente. Por eso se dividen entre el ascendente Florencio Randazzo, el favorito Daniel Scioli, el benedicto Julián Domínguez y, muy lejos, Sergio Urribarri. Sin despegue en las encuestas, al entrerriano sólo le queda como capital político su talento como head hunter: no sólo acercó al Gobierno a Galuccio sino que también colocó en el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) a Mauro Alem, de perfil bajísimo pero gestión prolija.
Como el sol
“El Coti es como el sol. Siempre está”. El veterano operador peronista sonríe ante este diario no sin cierta admiración por Enrique Nosiglia, cuya Junta Coordinadora en el alfonsinismo llegó a ser lo que La Cámpora para el kirchnerismo. Siempre esquivo a las fotos, el empresario radical acaba de ungir al rector de la UBA y de hacer entrar a su hijo Juan a la Legislatura porteña por la lista de UNEN. Goza del favor de dos funcionarios de segunda línea del Ministerio de Industria, Gastón Ricardo y Roberto Coy, que suelen aceitar gestiones impositivas y pedidos de subsidios de sus empresarios amigos. Pero va por más y por eso se frota las manos con el ascenso de Martín Lousteau en las encuestas. Según una que le encargaron a Jorge Giacobbe, el economista cosecha 14,8% de la intención de voto porteña, sólo superado por la macrista Gabriela Michetti (25%) y seguido muy de lejos por Graciela Ocaña, Victor Santamaría y Luis Zamora.
Lousteau aprovecha el aparato de la UCR porteña sin que hasta ahora lo salpique la mala imagen de padrinos como Emiliano Yacobitti, a quien vetaron por las denuncias de corrupción en su contra los demás socios de UNEN a la hora de armar las listas del año pasado. Pivotea entre su consultora, su reciente paternidad y su escaño en el Congreso. Y desmiente categóricamente cualquier vínculo con el polémico gobernador formoseño Gildo Insfrán, alineado con el kirchnerismo y denunciado por perseguir y amedrentar a los pobladores originarios Qom. El puente no es directo pero existe: dos hombres clave de su antiguo equipo económico y un joven talento de su consultora dirigen juntos el Banco de Formosa, una entidad mixta donde conviven como accionistas el gobierno provincial con Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical. Son Hugo Secondini, Rodrigo Pena y Agustín Bruno.

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