Por Alejandro Bercovich
Un consultor de la City, cotizado pero de perfil superbajo, viajó a Estados Unidos por una semana y se tuvo que quedar dos, por la cantidad de reuniones que le pidieron los inversores para conocer más sobre la Argentina post–2015. Paradójicamente, el entusiasmo que genera en Wall Street el recambio presidencial y la perspectiva de un gobierno más market-friendly potencia las chances de Axel Kicillof de terminar de desmantelar el cepo cambiario este año y reducir así su alta imagen negativa. Recién si lo consigue decidirá si acepta la oferta de La Cámpora de impulsarlo frente al resto de los precandidatos oficialistas para las PASO. Pero los diecisiete meses que le quedan al kirchnerismo en el poder todavía encierran demasiada incertidumbre. La praxis del tarifazo energético y la dinámica del empleo se definirán en ese lapso en medio de más sorpresas como la del recálculo del PBI, un sablazo para quienes apostaron a los cupones atados al crecimiento.
El cuponicidio de la semana pasada augura nuevos juicios contra el Estado por parte de los arriesgados ahorristas que le jugaron a último momento sus fichas y empujó a Guillermo Nielsen al peor papelón de su vida. En un seminario en Nueva York un mes y medio atrás, el exsecretario de Finanzas pidió expresamente el micrófono para recomendar a los presentes la compra del warrant que él mismo pergeñó, en ese momento a precio de ganga. “Quiero asegurarles que el cupón se paga. Lo último que haría Cristina Kirchner es dejar de pagar la deuda”, dijo.
Al fallar su vaticinio, el hasta hace poco embajador de CFK en Alemania dobló la apuesta e hizo circular un informe con argumentos sobre la ilegalidad del cambio de base. Ya era tarde; lo ridiculizaban todas las mesas del microcentro. Como las del también “cuponero” Miguel Bein, sus acciones cayeron fuerte dentro del elenco de asesores de Daniel Scioli, quien convirtió a su gobierno en un comando de campaña para 2015 y esquiva como puede los dardos venenosos del kirchnerismo en retirada.
Por primera vez desde 2012, el blue se mantuvo durante dos semanas seguidas por debajo del “dólar tarjeta”, que surge de sumar al oficial la retención del 35% a cuenta de Ganancias y que ayer cotizaba $10.80. El estrechamiento récord de la brecha no sólo responde a la brusca suba de las tasas de interés sino también al arbitraje con el “dólar ahorro”, que la clase media acomodada compra con cupo a $9,60 (oficial más 20%). ¿Bajará Kicillof ese 20% o el 35% del “dólar turismo” antes que termine de liquidarse la cosecha? Quizá lo decida en unos días, al volver de la asamblea del FMI en Washigton. O quizá la Presidenta opte por esperar a que se liquide la cosecha, como aconseja Juan Carlos Fábrega.
El experimento Nordelta
En diciembre de 2011, cuando Julio De Vido retiró casi sin aviso los subsidios a las tarifas de agua, luz y gas de los pobladores de barrios privados y countries, puso en marcha lo que todo economista sueña: un “experimento controlado” para probar una medida que luego se aplicará a mayor escala. Las facturas subieron en esos selectos guetos entre el 200 y el 300%, como les ocurrirá en septiembre a quienes no ahorren gas ni agua, y previsiblemente también electricidad. ¿Cómo reaccionó la demanda? La eléctrica cayó un 15%. La de gas se mantuvo casi sin variación. Si la situación se repitiera ahora, sólo se recortaría la mitad de los subsidios.
En ese eventual escenario, Kicillof sólo ahorraría $15.000 millones en subsidios este año pero el Banco Central perdería menos reservas y acariciaría el objetivo de cerrar 2014 cerca de 30 mil millones. Para que lo logre (y para que el fin del cepo se haga realidad) también es clave que otras empresas grandes sigan a YPF, que este mes se convirtió en una suerte de anexo de la Secretaría de Finanzas. El petrolero Miguel Galuccio consiguió fácilmente u$s1.000 millones al 8,75% anual, una tasa tan envidiable como inalcanzable por ahora para el ministro de Economía. La banca internacional ofreció casi seis veces ese monto, lo cual lleva a pensar que hay demanda potencial para papeles similares de otras compañías.
La madre de todas las batallas cambiarias es la que libra el Gobierno para convencer a los productores de soja de que vendan su cosecha récord. Y ahí su aliada es la suba –bien ortodoxa– de la tasa de interés, que el Banco Central no considera tan ortodoxa porque sigue por debajo de la inflación real aunque duplique la del año pasado. Las cerealeras ya hicieron su negocio: compraron a precio de ganga buena parte de los contratos de dólar futuro que Fábrega obligó a vender a los bancos en los últimos dos meses, un virtual seguro de cambio para ganar con la devaluación aún sin acopiar una sola tonelada.
Si los sojeros se tientan más con la tasa que con el silobolsa, el “trimestre de oro” le dejará a Fábrega cerca de u$s2.500 millones más en las reservas, según los bancos, que netean de los ingresos por la cosecha las salidas por importación de energía, compras al exterior en general (por ahora pisadas) y pagos de deuda pública. Si se suma un ahorro de 3.000 millones en turismo –que ya se desplomó en marzo– e ingresa otro tanto por colocaciones corporativas o nuevos acuerdos como el que anunció ayer YPF con Chevron, los 30.000 millones no le quedan tan lejos al Central.
Lucha de clases
El paro de ayer puso de manifiesto lo anticipado en esta columna a fines del año pasado: la resistencia contra un ajuste es mucho más encendida en un contexto de bajo desempleo como el actual. Los piquetes en los accesos y la paralización del transporte hicieron que el jueves tuviera todo el aspecto de un domingo, con un impacto callejero mucho mayor que el que indicaba a priori la escasa adhesión que suscitó la medida en los gremios industriales.
En la producción, el impacto no fue necesariamente tan grande como lo indicaban las calles desiertas de las principales ciudades del país. A las 13.35 de ayer, el pico de demanda eléctrica del mediodía, en Capital y Gran Buenos Aires se consumió apenas un 6% más de luz que la víspera, con temperatura similar. Más notable fue el descenso del consumo de gas, aunque muy influido por el cierre de las estaciones de GNC, que explican un 10% de la demanda.
Como también saben que el costo laboral no caerá fácilmente mientras no suba el desempleo, las empresas empiezan a agitar el fantasma de los despidos. Y en algunos casos, el fantasma empieza a corporizarse. Es el caso de la multinacional Associated British Foods (ABF), que echó a 55 operarios de la empresa CALSA de Lanús Este, donde produce levaduras. El Ministerio de Trabajo está abocado 24/7 a aplacar los reclamos salariales que considera excesivos y dejó de atender esas emergencias, que en otras épocas tenía como prioridad. Tampoco la oposición plantea demasiado enérgicamente la necesidad de medidas para evitar despidos mientras dure la recesión.
Daniel Scioli y Sergio Massa siguen en boca del establishment como los únicos dos con chances para 2015. El socialismo volvió a desdibujarse como alternativa por el masivo operativo antinarcóticos que montó en Santa Fe el secretario de Seguridad, Sergio Berni, sin que el gobernador Antonio Bonfatti se enterase. Y Mauricio Macri, que viene siguiendo de atrás las agendas ajenas, se asoma a un nuevo escándalo por la cesión de la terminal Dellepiane (una suerte de Retiro II) a la polémica TEBA S.A., del empresario Néstor Otero. El negocio a medida fue documentado por el exlegislador Rafael Gentili y lo curioso es que Otero fue acusado en la Justicia de sobornar a Ricardo Jaime, el exsecretario de Transporte kirchnerista que debía controlarlo como concesionario de Retiro.
Un consultor de la City, cotizado pero de perfil superbajo, viajó a Estados Unidos por una semana y se tuvo que quedar dos, por la cantidad de reuniones que le pidieron los inversores para conocer más sobre la Argentina post–2015. Paradójicamente, el entusiasmo que genera en Wall Street el recambio presidencial y la perspectiva de un gobierno más market-friendly potencia las chances de Axel Kicillof de terminar de desmantelar el cepo cambiario este año y reducir así su alta imagen negativa. Recién si lo consigue decidirá si acepta la oferta de La Cámpora de impulsarlo frente al resto de los precandidatos oficialistas para las PASO. Pero los diecisiete meses que le quedan al kirchnerismo en el poder todavía encierran demasiada incertidumbre. La praxis del tarifazo energético y la dinámica del empleo se definirán en ese lapso en medio de más sorpresas como la del recálculo del PBI, un sablazo para quienes apostaron a los cupones atados al crecimiento.
El cuponicidio de la semana pasada augura nuevos juicios contra el Estado por parte de los arriesgados ahorristas que le jugaron a último momento sus fichas y empujó a Guillermo Nielsen al peor papelón de su vida. En un seminario en Nueva York un mes y medio atrás, el exsecretario de Finanzas pidió expresamente el micrófono para recomendar a los presentes la compra del warrant que él mismo pergeñó, en ese momento a precio de ganga. “Quiero asegurarles que el cupón se paga. Lo último que haría Cristina Kirchner es dejar de pagar la deuda”, dijo.
Al fallar su vaticinio, el hasta hace poco embajador de CFK en Alemania dobló la apuesta e hizo circular un informe con argumentos sobre la ilegalidad del cambio de base. Ya era tarde; lo ridiculizaban todas las mesas del microcentro. Como las del también “cuponero” Miguel Bein, sus acciones cayeron fuerte dentro del elenco de asesores de Daniel Scioli, quien convirtió a su gobierno en un comando de campaña para 2015 y esquiva como puede los dardos venenosos del kirchnerismo en retirada.
Por primera vez desde 2012, el blue se mantuvo durante dos semanas seguidas por debajo del “dólar tarjeta”, que surge de sumar al oficial la retención del 35% a cuenta de Ganancias y que ayer cotizaba $10.80. El estrechamiento récord de la brecha no sólo responde a la brusca suba de las tasas de interés sino también al arbitraje con el “dólar ahorro”, que la clase media acomodada compra con cupo a $9,60 (oficial más 20%). ¿Bajará Kicillof ese 20% o el 35% del “dólar turismo” antes que termine de liquidarse la cosecha? Quizá lo decida en unos días, al volver de la asamblea del FMI en Washigton. O quizá la Presidenta opte por esperar a que se liquide la cosecha, como aconseja Juan Carlos Fábrega.
El experimento Nordelta
En diciembre de 2011, cuando Julio De Vido retiró casi sin aviso los subsidios a las tarifas de agua, luz y gas de los pobladores de barrios privados y countries, puso en marcha lo que todo economista sueña: un “experimento controlado” para probar una medida que luego se aplicará a mayor escala. Las facturas subieron en esos selectos guetos entre el 200 y el 300%, como les ocurrirá en septiembre a quienes no ahorren gas ni agua, y previsiblemente también electricidad. ¿Cómo reaccionó la demanda? La eléctrica cayó un 15%. La de gas se mantuvo casi sin variación. Si la situación se repitiera ahora, sólo se recortaría la mitad de los subsidios.
En ese eventual escenario, Kicillof sólo ahorraría $15.000 millones en subsidios este año pero el Banco Central perdería menos reservas y acariciaría el objetivo de cerrar 2014 cerca de 30 mil millones. Para que lo logre (y para que el fin del cepo se haga realidad) también es clave que otras empresas grandes sigan a YPF, que este mes se convirtió en una suerte de anexo de la Secretaría de Finanzas. El petrolero Miguel Galuccio consiguió fácilmente u$s1.000 millones al 8,75% anual, una tasa tan envidiable como inalcanzable por ahora para el ministro de Economía. La banca internacional ofreció casi seis veces ese monto, lo cual lleva a pensar que hay demanda potencial para papeles similares de otras compañías.
La madre de todas las batallas cambiarias es la que libra el Gobierno para convencer a los productores de soja de que vendan su cosecha récord. Y ahí su aliada es la suba –bien ortodoxa– de la tasa de interés, que el Banco Central no considera tan ortodoxa porque sigue por debajo de la inflación real aunque duplique la del año pasado. Las cerealeras ya hicieron su negocio: compraron a precio de ganga buena parte de los contratos de dólar futuro que Fábrega obligó a vender a los bancos en los últimos dos meses, un virtual seguro de cambio para ganar con la devaluación aún sin acopiar una sola tonelada.
Si los sojeros se tientan más con la tasa que con el silobolsa, el “trimestre de oro” le dejará a Fábrega cerca de u$s2.500 millones más en las reservas, según los bancos, que netean de los ingresos por la cosecha las salidas por importación de energía, compras al exterior en general (por ahora pisadas) y pagos de deuda pública. Si se suma un ahorro de 3.000 millones en turismo –que ya se desplomó en marzo– e ingresa otro tanto por colocaciones corporativas o nuevos acuerdos como el que anunció ayer YPF con Chevron, los 30.000 millones no le quedan tan lejos al Central.
Lucha de clases
El paro de ayer puso de manifiesto lo anticipado en esta columna a fines del año pasado: la resistencia contra un ajuste es mucho más encendida en un contexto de bajo desempleo como el actual. Los piquetes en los accesos y la paralización del transporte hicieron que el jueves tuviera todo el aspecto de un domingo, con un impacto callejero mucho mayor que el que indicaba a priori la escasa adhesión que suscitó la medida en los gremios industriales.
En la producción, el impacto no fue necesariamente tan grande como lo indicaban las calles desiertas de las principales ciudades del país. A las 13.35 de ayer, el pico de demanda eléctrica del mediodía, en Capital y Gran Buenos Aires se consumió apenas un 6% más de luz que la víspera, con temperatura similar. Más notable fue el descenso del consumo de gas, aunque muy influido por el cierre de las estaciones de GNC, que explican un 10% de la demanda.
Como también saben que el costo laboral no caerá fácilmente mientras no suba el desempleo, las empresas empiezan a agitar el fantasma de los despidos. Y en algunos casos, el fantasma empieza a corporizarse. Es el caso de la multinacional Associated British Foods (ABF), que echó a 55 operarios de la empresa CALSA de Lanús Este, donde produce levaduras. El Ministerio de Trabajo está abocado 24/7 a aplacar los reclamos salariales que considera excesivos y dejó de atender esas emergencias, que en otras épocas tenía como prioridad. Tampoco la oposición plantea demasiado enérgicamente la necesidad de medidas para evitar despidos mientras dure la recesión.
Daniel Scioli y Sergio Massa siguen en boca del establishment como los únicos dos con chances para 2015. El socialismo volvió a desdibujarse como alternativa por el masivo operativo antinarcóticos que montó en Santa Fe el secretario de Seguridad, Sergio Berni, sin que el gobernador Antonio Bonfatti se enterase. Y Mauricio Macri, que viene siguiendo de atrás las agendas ajenas, se asoma a un nuevo escándalo por la cesión de la terminal Dellepiane (una suerte de Retiro II) a la polémica TEBA S.A., del empresario Néstor Otero. El negocio a medida fue documentado por el exlegislador Rafael Gentili y lo curioso es que Otero fue acusado en la Justicia de sobornar a Ricardo Jaime, el exsecretario de Transporte kirchnerista que debía controlarlo como concesionario de Retiro.
«Como las del también “cuponero” Miguel Bein, sus acciones cayeron fuerte dentro del elenco de asesores de Daniel Scioli..»
Pero como, este Miguelito no era el guru preferido unas pocas semanas atras ??
jaja….como cambia el viento entre las putitas baratas.