Además de modificar nuestras leyes y la misma Constitución, como ha sucedido en España, ahora los mercados quitan y ponen presidentes de Gobierno, como han hecho en Grecia e Italia. Se podrá estar o no de acuerdo con sus decisiones, pero no cabe duda de que el sistema democrático está siendo progresivamente reemplazado por el poder financiero. O, mejor dicho, que el poder democrático cada vez obedece más fielmente las órdenes de quienes gestionan las finanzas.- Augusto Klappenbach Minotti. Pinto, Madrid.
Resulta extremadamente preocupante la unanimidad de los medios informativos a la hora de calificar como «gobiernos técnicos» a los nuevos Ejecutivos que se constituirán en Grecia e Italia tras las respectivas caídas de Papandreu y Berlusconi. Porque, en efecto, los creadores de opinión han optado por contribuir, todos a una, a la extensión del desprestigio de la política y, en definitiva, de la democracia como forma de organización de la sociedad para la convivencia. Y es que los «gobiernos técnicos» no existen, son una entelequia de larga historia, bien que profusamente divulgada en los últimos decenios por el fundamentalismo neoliberal.
Estos gobiernos que van a constituirse en los próximos días tienen como misión aplicar con mano de hierro en sus respectivos países las durísimas reformas exigidas desde las instituciones europeas, pero eso no tiene nada que ver con un sedicente perfil técnico de su gestión. Entre otras cosas, porque las supuestas soluciones que los órganos políticos de la Unión están exigiendo para afrontar la crisis económica (decisiones políticas) no son las únicas posibles (a la vista de los resultados, podría decirse ya que esas son con seguridad las que no sirven).
Un ejemplo entre tantos es que economistas como Krugman y Stiglitz, ambos premios Nobel, proponen líneas de salida completamente divergentes de las que se están aplicando. Porque el hecho es que, de las crisis, del tipo que sean, se sale siempre: se acaban, aunque sea por liquidación, se haga lo que se haga.
Las cuestiones a decidir en el caso que nos ocupa son: quién la paga (todos o los de siempre), cuánto tiempo dura, cuál es el estado final a la salida del túnel (bueno para todos o solo para unos pocos) y, dicho con toda crudeza, cuántos muertos deja en el camino. Y esas son decisiones políticas, no técnicas; tomadas por políticos (aunque se disfracen de «técnicos») e inspiradas por su ideología.
Si los «técnicos» fueran los únicos capacitados para tomar decisiones, sobran los políticos y la política. Dicho tan crudamente, a todos nos suena el estribillo.- NAZARIO J. AGUADO AGUILAR. Palencia.
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Resulta extremadamente preocupante la unanimidad de los medios informativos a la hora de calificar como «gobiernos técnicos» a los nuevos Ejecutivos que se constituirán en Grecia e Italia tras las respectivas caídas de Papandreu y Berlusconi. Porque, en efecto, los creadores de opinión han optado por contribuir, todos a una, a la extensión del desprestigio de la política y, en definitiva, de la democracia como forma de organización de la sociedad para la convivencia. Y es que los «gobiernos técnicos» no existen, son una entelequia de larga historia, bien que profusamente divulgada en los últimos decenios por el fundamentalismo neoliberal.
Estos gobiernos que van a constituirse en los próximos días tienen como misión aplicar con mano de hierro en sus respectivos países las durísimas reformas exigidas desde las instituciones europeas, pero eso no tiene nada que ver con un sedicente perfil técnico de su gestión. Entre otras cosas, porque las supuestas soluciones que los órganos políticos de la Unión están exigiendo para afrontar la crisis económica (decisiones políticas) no son las únicas posibles (a la vista de los resultados, podría decirse ya que esas son con seguridad las que no sirven).
Un ejemplo entre tantos es que economistas como Krugman y Stiglitz, ambos premios Nobel, proponen líneas de salida completamente divergentes de las que se están aplicando. Porque el hecho es que, de las crisis, del tipo que sean, se sale siempre: se acaban, aunque sea por liquidación, se haga lo que se haga.
Las cuestiones a decidir en el caso que nos ocupa son: quién la paga (todos o los de siempre), cuánto tiempo dura, cuál es el estado final a la salida del túnel (bueno para todos o solo para unos pocos) y, dicho con toda crudeza, cuántos muertos deja en el camino. Y esas son decisiones políticas, no técnicas; tomadas por políticos (aunque se disfracen de «técnicos») e inspiradas por su ideología.
Si los «técnicos» fueran los únicos capacitados para tomar decisiones, sobran los políticos y la política. Dicho tan crudamente, a todos nos suena el estribillo.- NAZARIO J. AGUADO AGUILAR. Palencia.
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