Mientras el gobierno argentino sigue pateando el problema debajo de la alfombra, Brasil decidió recortar el gasto y endurecer su pelea, a fin de evitar una espiral inflacionaria. El tema también preocupa y ocupa a los gobiernos de Uruguay, Chile y Perú. Venezuela, en tanto, con el índice más alto de la región, busca sin éxito ponerle un freno a través del control de precios.
La inflación está instalada en la Argentina como un problema perenne, se sabe. Por eso, We levantó la vista más allá y posó su mirada en los vecinos ,luego del alza de tasas de interés y recorte del gasto anunciado la semana pasada en Brasil. La lista de países en observación la completan Uruguay, Venezuela, Chile y Perú. ¿Cuál es la situación inflacionaria de cada uno de ellos y cuáles son los mecanismos que están aplicando sus gobiernos para darle batalla?
Brasil en alerta
A poco de asumir, se hizo claro el objetivo: evitar una espiral inflacionaria. Dilma Rousseff heredó un déficit fiscal de 2,3% de su PBI por el fuerte gasto público del último año de Lula, por lo que entró pasando el cinturón al agujerito de al lado. Del lado que aprieta. Su anuncio de ahorro presupuestario de 50 mil millones de reales (unos u$s 31.600 millones), a poco de cambiarse de oficina en Planalto en enero de este año, buscaba recortar el gasto con miras a cumplir con la meta de superávit presupuestario primario fijada por el Congreso para 2011, de 117.900 millones de reales (u$s 74.500 millones).
Porque no se trataba sólo del superávit. Según indicara el ministro de Hacienda, Guido Mantega, los recortes también servirían para retirar los estímulos al consumo dados por el gobierno de Lula en medio de la crisis financiera de 2008-2009, aunque sin afectar el crecimiento en la mayor economía de Latinoamérica.
«No se afectará el gasto en obras públicas ni los programas sociales, que deberían permitir que Brasil reduzca su déficit presupuestario y alivie la presión sobre el Banco Central para que suba la tasa de interés», dijo Mantega.
El problema es que la inflación no ha dado tregua. Y aunque cada mes ha ido bajando respecto del mes anterior (de una variación de 0,83% en enero respecto de diciembre hasta una de 0,47% en mayo respecto de abril), la cifra contra el mismo mes del año anterior ha ido subiendo sostenidamente desde 5,99% en enero a 6,55% en mayo, más de dos puntos por encima de la meta de 4,5% anual fijada por el Banco Central, que ya la ha modificado tres veces durante 2011.
Así las cosas, el Central brasileño se vio obligado a intervenir. Y no le ha temblado la mano a la hora de corregir su política monetaria, mostrando que está dispuesto a sacrificar crecimiento para controlar los precios, tras el ingreso de 30 millones de brasileños a la clase media.
La semana pasada el BCB anunció un nuevo aumento de 25 puntos base en la tasa Selic -el cuarto consecutivo y que en total ha sumado un punto y medio en lo que va del año- que actualmente en 12,25% se ubica ente las más altas del mundo.
Desde el gobierno se ha hecho lo propio. Además de los recortes fiscales de enero, en abril Mantega anunció la extensión de un impuesto de 6% sobre préstamos en el exterior con plazo de hasta dos años, con la intención de frenar el fortalecimiento del real contra el dólar.
Para este año, el gobierno de Dilma está pronosticando un crecimiento de entre 4,5% y 5%, en una clara desaceleración respecto del aumento del 7,5% que el producto brasileño contabilizó en 2010. Es el precio a pagar, dicen en Brasilia.
La realidad brasileña lleva a pensar no sólo en la forma en que se aborda el tema en la Argentina, sino que además hace preguntarse sobre qué es lo que están haciendo los demás países de la región para enfrentar el tema.
El vecino (in)tranquilo
La verdad es que no es demasiado lo que Uruguay puede hacer para combatir su propia inflación, un tema que preocupa cada vez más a los orientales. Una economía tan pequeña en medio de la Argentina y Brasil es como un bote que navega en medio de un barco y un portaaviones, donde las marejadas provocadas por sus vecinos obligan a acomodarse constantemente al curso impuesto desde el exterior.
De esta forma, las importaciones de bienes provocan también un efecto «importador» de inflación.
En este contexto -con las presiones de la Argentina y Brasil- los analistas, bancos y fondos previsionales encuestados esta semana por el Banco Central del Uruguay prevén una inflación anual de 7,5% para este año, cifra superior a la amplia meta del BCU de entre un 3% y un 7%.
En mayo, los precios subieron 0,33% respecto de abril y acumularon un alza de 8,53% en los últimos doce meses, principalmente por un aumento en los rubros vinculados con vivienda y alimentación. En vivienda, los impuestos domiciliarios aumentaron 4% durante el último mes mientras que los alquileres se encarecieron 1,01%.
En marzo, el Comité de Política Monetaria del Central charrúa había dicho que la inflación era «un factor de atención prioritaria» que puede transformarse en «un obstáculo» para continuar con el crecimiento económico, y el ministro de Economía, Fernando Lorenzo, dijo que se buscará aplicar políticas para que «no se transforme en un problema».
De esta forma, la inflación ha pasado a ser una de las principales preocupaciones del equipo económico de José Mujica, luego de que el país cerrara 2010 con una variación anual de los precios del 6,93%, en alza en relación al 5,9% del año anterior.
El Banco Central no ha perdido el tiempo. Los encajes que la entidad exige a los bancos fueron elevados en mayo a un 15% en pesos y un 18% en dólares, un ajuste que no se hacía desde 2007. Aunque sin especificar más allá, durante una charla pública, Lorenzo anunció que el gobierno acompañará estas medidas, por lo que podría esperarse una estabilización del gasto público. Además, los analistas esperan que el BCU suba la tasa de interés medio punto a 8% en su próxima reunión. Caracas a la cabeza
La inflación en Venezuela es la más alta de la región y una de las más elevadas del mundo.
El país cerró 2010 con un aumento de precios de 27,2% y es uno de los principales problemas económicos del gobierno de Hugo Chávez.
En su último informe, el Banco Central de Venezuela informó que la inflación de mayo fue de 2,5%, una décima por debajo del mismo mes en 2010 pero superior al 1,4% registrado en abril, lo que deja un aumento de precios anualizado de 22,8%. En los primeros cinco meses del año, el IPC venezolano acumuló un alza de 10,3%, por debajo del 14,2% del mismo período de 2010, pero aún una cifra que al finalizar el año dejará los precios 20% más caros que los que había en año nuevo.
Según Pedro Palma, socio fundador de la consultora MetroEconómica, el gobierno trata de abatirla sin éxito a través de controles de precios, que en muchos casos lleva a los productores y comerciantes a trabajar a pérdida, lo que conduce a problemas de escasez.
Esto sucede «hasta que la situación se hace insostenible y el gobierno se ve forzado a permitir ajustes de precios, que a su vez se traducen en escaladas abruptas de la inflación. También trata de controlarla a través de subsidios, que se manifiestan de dos formas fundamentales. La primera es a través de precios subsidiados de alimentos y otros productos básicos que se venden en redes gubernamentales al detalle. La otra forma de subsidio es de tipo cambiario, a través de la preservación de tipos de cambio oficiales sobrevaluados que no se ajustan periódicamente en línea con el diferencial inflacionario interno y externo». Además, el economista sostiene que estos mecanismos terminan siendo «muy ineficientes» para dominar la inflación, que a su vez se ve estimulada por factores como «la destrucción del aparato productivo a través de la expoliación de empresas, confiscaciones de tierras productivas, amenazas permanentes de expropiación a empresas, la pérdida total de la autonomía del banco central, entidad que se ha transformado en un financiador de gasto público en forma irrestricta», o por el enorme gasto fiscal y la paralización de la inversión privada, «que ha elevado los costos y bajado la productividad de las unidades de producción».
Tras la cordillera
Sin contar el salto de 8,7% de 2008, en los últimos 10 años en Chile las tasas de inflación anuales se han mantenido generalmente alrededor del 3%. En este escenario, las declaraciones del ministro de Hacienda, Felipe Larraín, en torno a que en el terreno inflacionario él veía la única mala noticia del último informe de política monetaria del Banco Central, de este lado de la cordillera podría tomarse como una mala broma. Para Larraín, la mala noticia es el que el Central ya anunció que con una inflación proyectada en 4,3% no se cumpliría con la meta de 4% fijada para el presente ejercicio.
Aunque se mantuvieron las expectativas de crecimiento anual del PBI en el rango de entre 5,5% y 6,5%, Larraín sostuvo que el alza en la inflación se da principalmente por el escenario externo, que ha generado aumentos en el precio de los combustibles y de algunos alimentos. En una economía pequeña y abierta como la chilena, esto se transmite a los precios internos.
«Le quiero transmitir a las personas que estamos haciendo todo lo que está de nuestra parte para apoyar el control de la inflación», dijo después de que el informe se hiciera público.
Según el ministro, los resultados del IPOM en materia de inflación lo que hacen es validar la decisión del gobierno anunciada a mediados de marzo de ajustar el gasto fiscal en unos u$s 800 millones. «Dijimos que no lo hacíamos sino para cooperar en controlar de la inflación. Sentimos que luego de estas cifras el gobierno está haciendo su parte para cooperar en esta lucha», sostuvo.
Según el Banco Central, el aumento de los precios está principalmente impulsado por el alza de los combustibles, un anuncio hecho mirando de reojo al Ejecutivo a ver si elimina el Impuesto Específico de los Combustibles, algo que fue descartado por Hacienda. Su eliminación «no está contemplada», dijo tajante Larraín al ser consultado, explicando que el llamado Sistema de Protección ante Variaciones de Precios de los Combustibles, que busca suavizar los movimientos abruptos en ese sector, opera justamente a través de una disminución del IEC.
Por su parte, esta semana el Central decidió aumentar su tasa de interés de política monetaria en 25 puntos base, que quedó en 5,25%, y anunció que «en el escenario más probable, serán necesarios aumentos adicionales (…) cuya oportunidad dependerá de la evolución de las condiciones macroeconómicas internas y externas». En primera línea, pragmatismo. z we
La inflación está instalada en la Argentina como un problema perenne, se sabe. Por eso, We levantó la vista más allá y posó su mirada en los vecinos ,luego del alza de tasas de interés y recorte del gasto anunciado la semana pasada en Brasil. La lista de países en observación la completan Uruguay, Venezuela, Chile y Perú. ¿Cuál es la situación inflacionaria de cada uno de ellos y cuáles son los mecanismos que están aplicando sus gobiernos para darle batalla?
Brasil en alerta
A poco de asumir, se hizo claro el objetivo: evitar una espiral inflacionaria. Dilma Rousseff heredó un déficit fiscal de 2,3% de su PBI por el fuerte gasto público del último año de Lula, por lo que entró pasando el cinturón al agujerito de al lado. Del lado que aprieta. Su anuncio de ahorro presupuestario de 50 mil millones de reales (unos u$s 31.600 millones), a poco de cambiarse de oficina en Planalto en enero de este año, buscaba recortar el gasto con miras a cumplir con la meta de superávit presupuestario primario fijada por el Congreso para 2011, de 117.900 millones de reales (u$s 74.500 millones).
Porque no se trataba sólo del superávit. Según indicara el ministro de Hacienda, Guido Mantega, los recortes también servirían para retirar los estímulos al consumo dados por el gobierno de Lula en medio de la crisis financiera de 2008-2009, aunque sin afectar el crecimiento en la mayor economía de Latinoamérica.
«No se afectará el gasto en obras públicas ni los programas sociales, que deberían permitir que Brasil reduzca su déficit presupuestario y alivie la presión sobre el Banco Central para que suba la tasa de interés», dijo Mantega.
El problema es que la inflación no ha dado tregua. Y aunque cada mes ha ido bajando respecto del mes anterior (de una variación de 0,83% en enero respecto de diciembre hasta una de 0,47% en mayo respecto de abril), la cifra contra el mismo mes del año anterior ha ido subiendo sostenidamente desde 5,99% en enero a 6,55% en mayo, más de dos puntos por encima de la meta de 4,5% anual fijada por el Banco Central, que ya la ha modificado tres veces durante 2011.
Así las cosas, el Central brasileño se vio obligado a intervenir. Y no le ha temblado la mano a la hora de corregir su política monetaria, mostrando que está dispuesto a sacrificar crecimiento para controlar los precios, tras el ingreso de 30 millones de brasileños a la clase media.
La semana pasada el BCB anunció un nuevo aumento de 25 puntos base en la tasa Selic -el cuarto consecutivo y que en total ha sumado un punto y medio en lo que va del año- que actualmente en 12,25% se ubica ente las más altas del mundo.
Desde el gobierno se ha hecho lo propio. Además de los recortes fiscales de enero, en abril Mantega anunció la extensión de un impuesto de 6% sobre préstamos en el exterior con plazo de hasta dos años, con la intención de frenar el fortalecimiento del real contra el dólar.
Para este año, el gobierno de Dilma está pronosticando un crecimiento de entre 4,5% y 5%, en una clara desaceleración respecto del aumento del 7,5% que el producto brasileño contabilizó en 2010. Es el precio a pagar, dicen en Brasilia.
La realidad brasileña lleva a pensar no sólo en la forma en que se aborda el tema en la Argentina, sino que además hace preguntarse sobre qué es lo que están haciendo los demás países de la región para enfrentar el tema.
El vecino (in)tranquilo
La verdad es que no es demasiado lo que Uruguay puede hacer para combatir su propia inflación, un tema que preocupa cada vez más a los orientales. Una economía tan pequeña en medio de la Argentina y Brasil es como un bote que navega en medio de un barco y un portaaviones, donde las marejadas provocadas por sus vecinos obligan a acomodarse constantemente al curso impuesto desde el exterior.
De esta forma, las importaciones de bienes provocan también un efecto «importador» de inflación.
En este contexto -con las presiones de la Argentina y Brasil- los analistas, bancos y fondos previsionales encuestados esta semana por el Banco Central del Uruguay prevén una inflación anual de 7,5% para este año, cifra superior a la amplia meta del BCU de entre un 3% y un 7%.
En mayo, los precios subieron 0,33% respecto de abril y acumularon un alza de 8,53% en los últimos doce meses, principalmente por un aumento en los rubros vinculados con vivienda y alimentación. En vivienda, los impuestos domiciliarios aumentaron 4% durante el último mes mientras que los alquileres se encarecieron 1,01%.
En marzo, el Comité de Política Monetaria del Central charrúa había dicho que la inflación era «un factor de atención prioritaria» que puede transformarse en «un obstáculo» para continuar con el crecimiento económico, y el ministro de Economía, Fernando Lorenzo, dijo que se buscará aplicar políticas para que «no se transforme en un problema».
De esta forma, la inflación ha pasado a ser una de las principales preocupaciones del equipo económico de José Mujica, luego de que el país cerrara 2010 con una variación anual de los precios del 6,93%, en alza en relación al 5,9% del año anterior.
El Banco Central no ha perdido el tiempo. Los encajes que la entidad exige a los bancos fueron elevados en mayo a un 15% en pesos y un 18% en dólares, un ajuste que no se hacía desde 2007. Aunque sin especificar más allá, durante una charla pública, Lorenzo anunció que el gobierno acompañará estas medidas, por lo que podría esperarse una estabilización del gasto público. Además, los analistas esperan que el BCU suba la tasa de interés medio punto a 8% en su próxima reunión. Caracas a la cabeza
La inflación en Venezuela es la más alta de la región y una de las más elevadas del mundo.
El país cerró 2010 con un aumento de precios de 27,2% y es uno de los principales problemas económicos del gobierno de Hugo Chávez.
En su último informe, el Banco Central de Venezuela informó que la inflación de mayo fue de 2,5%, una décima por debajo del mismo mes en 2010 pero superior al 1,4% registrado en abril, lo que deja un aumento de precios anualizado de 22,8%. En los primeros cinco meses del año, el IPC venezolano acumuló un alza de 10,3%, por debajo del 14,2% del mismo período de 2010, pero aún una cifra que al finalizar el año dejará los precios 20% más caros que los que había en año nuevo.
Según Pedro Palma, socio fundador de la consultora MetroEconómica, el gobierno trata de abatirla sin éxito a través de controles de precios, que en muchos casos lleva a los productores y comerciantes a trabajar a pérdida, lo que conduce a problemas de escasez.
Esto sucede «hasta que la situación se hace insostenible y el gobierno se ve forzado a permitir ajustes de precios, que a su vez se traducen en escaladas abruptas de la inflación. También trata de controlarla a través de subsidios, que se manifiestan de dos formas fundamentales. La primera es a través de precios subsidiados de alimentos y otros productos básicos que se venden en redes gubernamentales al detalle. La otra forma de subsidio es de tipo cambiario, a través de la preservación de tipos de cambio oficiales sobrevaluados que no se ajustan periódicamente en línea con el diferencial inflacionario interno y externo». Además, el economista sostiene que estos mecanismos terminan siendo «muy ineficientes» para dominar la inflación, que a su vez se ve estimulada por factores como «la destrucción del aparato productivo a través de la expoliación de empresas, confiscaciones de tierras productivas, amenazas permanentes de expropiación a empresas, la pérdida total de la autonomía del banco central, entidad que se ha transformado en un financiador de gasto público en forma irrestricta», o por el enorme gasto fiscal y la paralización de la inversión privada, «que ha elevado los costos y bajado la productividad de las unidades de producción».
Tras la cordillera
Sin contar el salto de 8,7% de 2008, en los últimos 10 años en Chile las tasas de inflación anuales se han mantenido generalmente alrededor del 3%. En este escenario, las declaraciones del ministro de Hacienda, Felipe Larraín, en torno a que en el terreno inflacionario él veía la única mala noticia del último informe de política monetaria del Banco Central, de este lado de la cordillera podría tomarse como una mala broma. Para Larraín, la mala noticia es el que el Central ya anunció que con una inflación proyectada en 4,3% no se cumpliría con la meta de 4% fijada para el presente ejercicio.
Aunque se mantuvieron las expectativas de crecimiento anual del PBI en el rango de entre 5,5% y 6,5%, Larraín sostuvo que el alza en la inflación se da principalmente por el escenario externo, que ha generado aumentos en el precio de los combustibles y de algunos alimentos. En una economía pequeña y abierta como la chilena, esto se transmite a los precios internos.
«Le quiero transmitir a las personas que estamos haciendo todo lo que está de nuestra parte para apoyar el control de la inflación», dijo después de que el informe se hiciera público.
Según el ministro, los resultados del IPOM en materia de inflación lo que hacen es validar la decisión del gobierno anunciada a mediados de marzo de ajustar el gasto fiscal en unos u$s 800 millones. «Dijimos que no lo hacíamos sino para cooperar en controlar de la inflación. Sentimos que luego de estas cifras el gobierno está haciendo su parte para cooperar en esta lucha», sostuvo.
Según el Banco Central, el aumento de los precios está principalmente impulsado por el alza de los combustibles, un anuncio hecho mirando de reojo al Ejecutivo a ver si elimina el Impuesto Específico de los Combustibles, algo que fue descartado por Hacienda. Su eliminación «no está contemplada», dijo tajante Larraín al ser consultado, explicando que el llamado Sistema de Protección ante Variaciones de Precios de los Combustibles, que busca suavizar los movimientos abruptos en ese sector, opera justamente a través de una disminución del IEC.
Por su parte, esta semana el Central decidió aumentar su tasa de interés de política monetaria en 25 puntos base, que quedó en 5,25%, y anunció que «en el escenario más probable, serán necesarios aumentos adicionales (…) cuya oportunidad dependerá de la evolución de las condiciones macroeconómicas internas y externas». En primera línea, pragmatismo. z we
A ver: recortes de gasto público, subas de tasas de interés, aumento de encajes bancarios.
Que deriva en menos inversión y menos consumo.
Por ende, menos crecimiento de la economía.
Es decir, enfriamiento.
Y como corolario apreciación cambiaria que dificulta la competitividad con importados. Lo cual puede provocar que haya menos empleo.
He ahí la lucha contra la inflación que dan nuestros vecinos.
Podés hacer eso, o «tirar el problema bajo la alfombra».
Una solución eficiente, gratis, y con felicidad para todos, no hay.
Lo siento.
No hay. Cierto. El tema es, me parece, si mientras hacés eso cerrás algunos grifos para que los que se llevan más no se enriquezcan más que antes con el nuevo esquema y si le podés mostrar a la sociedad para qué lado estás saliendo. Y apoyo de los sectores populares, claro.