Las expectativas que despertó el nuevo Gobierno se ordenaron en un espectro definido en sus extremos por la adhesión y el rechazo.
Los que votaron a Mauricio Macri esperaban una inmediata restitución de la normalidad institucional, el imperio de la ley, el equilibrio de poderes, el diálogo, la búsqueda de consensos y la negociación como estrategia principal de gobierno.
Quienes lo rechazaban le auguraban un pronto y fatal fracaso, en virtud de su inexperiencia del poder, su principismo ingenuo, su falta de cohesión ideológica y de estructura organizativa (son los mismos que marcaron las aparentes similitudes con la malhadada Alianza).
Las primeras semanas en el poder mostraron una realidad sensiblemente diferente. Los simpatizantes del macrismo se dividieron entre quienes se mostraban decepcionados por las medidas del nuevo Gobierno –ni la República aparecía restaurada, ni las promesas de diálogo, transparencia y eficiencia parecían realizarse– y quienes, con ánimo de revancha, se complacían en ver al kirchnerismo tomar de su propia medicina.
Los que votaron a Mauricio Macri esperaban una inmediata restitución de la normalidad institucional, el imperio de la ley, el equilibrio de poderes, el diálogo, la búsqueda de consensos y la negociación como estrategia principal de gobierno.
Quienes lo rechazaban le auguraban un pronto y fatal fracaso, en virtud de su inexperiencia del poder, su principismo ingenuo, su falta de cohesión ideológica y de estructura organizativa (son los mismos que marcaron las aparentes similitudes con la malhadada Alianza).
Las primeras semanas en el poder mostraron una realidad sensiblemente diferente. Los simpatizantes del macrismo se dividieron entre quienes se mostraban decepcionados por las medidas del nuevo Gobierno –ni la República aparecía restaurada, ni las promesas de diálogo, transparencia y eficiencia parecían realizarse– y quienes, con ánimo de revancha, se complacían en ver al kirchnerismo tomar de su propia medicina.