Más allá de lo esperado

Imagen: Pablo Piovano.
Mauricio Macri ganó la primera vuelta con un porcentaje muy elevado, con amplia diferencia sobre el segundo, y tiene notables perspectivas para ser reelecto jefe de Gobierno el 31 de julio. El senador Daniel Filmus tuvo una cosecha decorosa pero inferior a las expectativas, cuyo mayor encanto es superar algo el techo histórico del kirchnerismo en un distrito refractario. El diputado Fernando Solanas sucumbió a la polarización, no fue competencia para Filmus (su principal objetivo en campaña) ni, más vale, Macri.
El líder de PRO tiene sobrados motivos para festejar, entre otros haber superado su exorbitante marca de 2007.
En el Frente para la Victoria (FpV) pueden alegrarse porque el guarismo de ayer, en el escenario actual, está por abajo del mínimo de sufragios que puede alcanzar la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la esquiva Capital.
Solanas no tiene nada para festejar, perdió casi la mitad de su caudal.
Por debajo, con porcentajes irrisorios, la Coalición Cívica, el radicalismo y el duhaldismo buscarán encontrarle una moraleja edificante a la derrota del kirchnerismo, pero ese supuesto consuelo es un autoengaño. Les fue mal, como en las provincias que eligieron autoridades antes. El logro de Macri no trasvasa a granel sus votos a los rivales de Cristina Kirchner en la presidencial de octubre. Es una derivación evidente de la avaricia de “Mauricio” al presentarse solo a nivel local y abstenerse de participar en la disputa nacional.
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Buscar las razones: Macri es un mimado del padrón porteño. Desde 2003 fue batido una sola vez, en la segunda vuelta contra Aníbal Ibarra. Prevaleció en todas las demás contiendas. Desde hace rato prima en todas las comunas (aunque con magnitudes diferentes) y en un vasto espectro social. El castigado Sur también lo avala, un dato que sus contendientes tienen que analizar con más profundidad que la que suele dedicársele. Un gobernante de centroderecha popular no es lo mismo que la derecha tradicional argentina y como tal debe leerse.
Es válido preguntarse, asumiendo la precariedad de una mirada hecha el día mismo del comicio, por qué mantiene Macri tamañas adhesiones, evitando simplismos o desprecio a los ciudadanos. A título tentativo, el cronista propone varios elementos que, a su ver, ayudarían a un análisis de un fenómeno sin duda multicausal.
El primero es su aptitud para congregar el voto antikirchnerista en un territorio, destreza que comparten unos pocos gobernadores (usualmente no tan antagónicos con la Casa Rosada) y que no parece adornar a los presidenciables que están en carrera. Este capital se conjuga, posiblemente, con la tendencia de los porteños a ser generosos en las urnas con sus jefes de Gobierno. Como se repasó en el diario de ayer, para Fernando de la Rúa la jefatura fue trampolín a la presidencia. Ibarra fue reelecto. Jorge Telerman, sin conocimiento público previo ni partido, capitalizó un montón de votos tras su interinato. La referencia no es fácil de explicar pero es un hecho, para tomar en cuenta.
El segundo factor es que las etapas de crecimiento económico y consumo benefician a los oficialismos de todo pelaje, en tanto las crisis ponen en jaque a los más pintados. El viento de cola entona a todos, la caja robusta facilita la gobernabilidad, la relativa estabilidad desalienta los afanes de cambio. Si Macri corona, serán siete de ocho las provincias en que venció el local. La malaria activa la bronca, los relevos. El fenómeno no es un hallazgo argentino como el dulce de leche. Obsérvese, vale la pena, la crisis europea, que induce al socialista español José Luis Rodríguez Zapatero o al derechista italiano Silvio Berlusconi y arrincona contra las cuerdas al francés Nicolas Sarkozy o al inglés David Cameron.
Esa conducta de una ciudadanía (siempre hay que matizar) relativamente sosegada y conforme “con lo que hay” puede formar parte de la explicación de un intríngulis que deja perplejos a muchos intérpretes. ¿Cómo es posible que parte de los votantes de Macri tengan preferencias firmes por Cristina Kirchner? La respuesta es que el voto basado en el interés económico cotidiano (una suerte de oficialismo ecuménico) tiene un sentido conservador, no ideológico, sí pragmático.
En esos tiempos, también, muchos porteños no se sienten interpelados por varias de las máculas de Macri, empezando por la condición de procesado por un delito penal, la ineficiencia manifiesta de su gestión, las idas y vueltas de sus medidas.
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Un pasito p’alante: El desempeño del FpV fue el mejor de su corta historia, pero quedó por debajo de las expectativas no delirantes de sus dirigentes y militantes. Nadie soñaba, en serio, con el primer lugar. Pero sí se especulaba con una diferencia de diez puntos o menos. Y con achatar el techo de Macri. Era un horizonte difícil, pero (acaso) construible. Se especula con que hechos de la agenda nacional (Schoklender, rencilla interna en el Inadi) limaron a la propuesta porteña. Es factible, aunque el cronista supone que la reiteración, con retoques, del resultado de cuatro años atrás habla de condiciones menos coyunturales.
Se puede añadir que la campaña (que tuvo dos comandos y, por momentos tres) fue imprecisa e imperfecta. Su gran logro fue, desde la instalación de la fórmula, polarizar con el Jefe de Gobierno, relegando a Pino Solanas. Su segundo mérito, ya se comentó, mejorar el caudal histórico, sobre todo después de la caída libre en 2009 (apenas ayer) que ya se recuerda poco, El PRO mantuvo una trayectoria pareja en la ciudad desde 2003, con una mengua lógica pero no brutal en 2009, cuando “la oposición” primaba en la escena, sin Macri en la boleta y con la clásica mayor dispersión de una legislativa. En cambio, el FpV hace dos años sufrió en este territorio una paliza histórica, concordante con la padecida a nivel nacional, pero más acentuada. El candidato cabeza de lista de entonces, el diputado Carlos Heller, distaba de ser el ideal. Pero había un clima adverso al oficialismo nacional que lo trascendía. En dos años, el kirchnerismo casi triplicó su cosecha, lo que no es suficiente pero, de nuevo, cabe subrayar.
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Pino y los otros: Solanas renunció a su ambición presidencial, dejando de garpe a sus compañeros de ruta desde 2009. Midió mal su potencial, en ese trance, y cuando rompió el armado del Frente Amplio Progresista (FAP) por juzgar injusto el reparto en las listas. Con los números delante y pensando en las expectativas de sus principales aliados en el FAP (el gobernador Hermes Binner en Santa Fe y el senador Luis Juez en Córdoba) se percibe que sobreestimó su legitimidad política y su aporte al Frente. La diáspora en su derredor comenzó con esa ruptura y se acentuará en los meses que vendrán, la imagen de su comando electoral rodeado solo de sus compañeros de años (no de los que congregó en estos años recientes) lo anticipa.
Los demás partidos, que al cierre de esta nota buceaban los cómputos para ver si colaban un legislador sobre treinta, hicieron un papelón electoral, incluidas fuerzas o figuras que picaron muy alto en Capital: el radicalismo, la Coalición Cívica, Jorge Telerman, Ricardo López Murphy.
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El ballottage, en cuestión: Nada es imposible en política, pero hay lógicas o tendencias muy difíciles de torcer. Alterar el destino de la elección en la segunda vuelta sería una proeza con casi nulos precedentes. El caso de la gobernadora Fabiana Ríos en Tierra del Fuego no sirve como comparación: la diferencia que repechó fue menor, tanto como el acumulado de su desafiante, Rosana Bertone.
Buceando en su archivo, este cronista encuentra un caso en Portugal, en 1988, en una elección nacional. El dirigente socialdemócrata Mario Soares salió segundo en la primera vuelta, con el 25,4 por ciento Su rival, Freitas de Amaral, trepó a más del 46,6 por ciento. En segunda vuelta la situación se invirtió: Soares accedió al 51,2 por ciento y a la presidencia. Es una aguja en un pajar. Filmus convocó a esa gesta, con gallardía. No le cabía otra conducta en la noche de ayer.
La pregunta acerca de si debe cumplirse con la regla constitucional, como alguna vez le puntualizó a este cronista el asesor presidencial brasileño Marco Aurelio García, es casi exclusiva de la cultura política argentina. Las reglas se establecen para cumplirse y, bien mirado, Filmus no está facultado para quebrarlas en nombre de quienes los votaron. En rigor, si se retirara también resolvería en nombre de los que se pronunciaron por terceras fuerzas, lo que es aún menos razonable.
Como de cultura política argentina hablamos, de todos modos, no es posible decretar imposible ningún horizonte ahora, en la medianoche del domingo.
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Una jornada más: El día fue agradable, se votó con tranquilidad, el recuento se informó de modo ordenado, con demoras admisibles. No hubo denuncias serias y el nivel de asistencia (que se calcula sobre el padrón completo, esto es incluyendo a mayores de 70 años dispensados de la obligación de concurrir) fue razonablemente alto.
Las dos fuerzas más votadas y los canales de televisión burlaron las normas sobre difusión de boca de urna. Para los parámetros domésticos es un pecado venial.
La respuesta acerca del impacto nacional del veredicto porteño dista de ser lineal o simple. Amerita un abordaje más largo, en días que vendrán. Si Macri formara parte de una coalición o fuera él mismo candidato a presidente (mediando una victoria de otro candidato PRO), la respuesta sería sencilla, tajante y más preocupante para el kirchnerismo.
mwainfeld@pagina12.com.ar

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