Massa y la contención de la tropa: catarsis ante los intendentes bonaerenses

El diputado participó ayer de la reunión de Apresid, en Rosario. Foto: Marcelo Manera
Hacía rato que los intendentes y legisladores que lo rodeaban habían soltado los cubiertos. No era un discurso más el que escuchaban. Con todas las miradas encima, Sergio Massa cambió el tono de voz por un minuto, de la arenga a la confidencia. «Yo tengo memoria. Todos los que están acá están adentro», les dijo. Recorrió los rostros a su alrededor, e insistió: «En este bondi hay lugar para todos, pero yo voy a recordar quién estaba conmigo cuando tuvimos que cruzar el desierto. Yo tengo memoria».
Luego de semanas en las que abundaron los cruces internos por la eventual llegada al Frente Renovador del diputado kirchnerista Martín Insaurralde, Massa aprovechó anteayer la intimidad de un asado en la localidad de Magdalena para poner orden en la tropa de la provincia de Buenos Aires.
Con la mirada puesta en el lunes, cuando se cumple un año de su triunfo en las PASO, el tigrense quiere comenzar a reafirmar su expansión nacional. Así lo hará hoy en Chubut, junto a Mario Das Neves, que parece tener el camino facilitado para recuperar la gobernación. Pero Massa no quiso partir dejando deudas a sus espaldas.
«Hay un tema que quiero dejar en claro. En la provincia, salvo los que sabemos que van a venir, no tenemos que salir a pedirle a nadie que venga. Si somos vivos, nos podemos quedar con todo. Si somos tontos, sin nada. Y esto, señores, es para vivos», arrancó Massa. Quince intendentes y un puñado de legisladores lo escuchaban en el salón del Sport Club de Magdalena. También LA NACION, desde una mesa vecina.
«No cometamos el error de responderle a la política. Nosotros tenemos que seguir hablándole a la gente. Y el que quiera venir, va a tener que defender nuestros valores», continuó el diputado, en una frase que apuntaba tanto a Insaurralde como a Francisco De Narváez, quien un día antes había anunciado el fin de sus coqueteos con el sciolismo y la intención de acercarse a Tigre.
Massa insistió una y otra vez en el valor de la provincia como plataforma electoral para apuntalar una victoria nacional en 2015. Las encuestas domiciliarias que encarga desde agosto le dieron siempre entre 30 y 35 puntos de intención de voto, que subieron o bajaron según el humor de los bonaerenses. «Por eso quieren dejarnos sin la provincia», alertó a los suyos.
«Yo entiendo que todos tienen ambiciones. Y me parece bárbaro, pero juguemos inteligentemente. El año pasado tuvimos inteligencia y candidatos y por eso le ganamos al Gobierno, pese a que nos tiraron todos los «fierros» encima», siguió. «No dejemos que vengan a pescar en nuestra pecera. Dejemos de perder tiempo en peleas», marcó, para ponerle punto final al asunto.
En el viaje que compartieron hacia Magdalena, Massa ya había zanjado ese tema con el diputado Darío Giustozzi, que aspira a la gobernación y se siente damnificado por una eventual llegada de Insaurralde. Pero el tigrense quería tranquilizar al resto de su tropa.
Fue entonces que les dijo que el bondi tiene lugar para todos los que se sumen. «Pero algunos van a viajar parados y los de acá, sentados. Yo tengo memoria», destacó.
En medio de esa parrafada, una vecina comenzó a saludarlo a través de la ventana del restaurante. El tigrense cortó el discurso y dio un salto hasta la puerta. «Pasá, mi vida», la invitó. «Te quería dar un beso», le dijo la mujer. Transformó ese deseo en beso, abrazo, foto y promesa de voto presidencial. Aún en «modo cónclave», Massa no deja de ser Massa.
A los legisladores les recordó que seis bonaerenses son asesinados cada día y que su lugar está con esas familias, no frente a expedientes.
El consejo del final fue para los intendentes. «¡La provincia está quebrada! Concéntrense en sus municipios, porque la provincia se está cayendo a pedazos y se va a caer sobre los municipios», los alertó. «Si salgo yo a denunciarlo van a interpretar que es una crítica a [Daniel] Scioli por la carrera presidencial. Pero ustedes tienen que defender a sus vecinos», cerró.
Para entonces, Massa ya sabía de la presencia de LA NACION. Las puertas se abrieron para el grupo de diputados y concejales que esperaban afuera. También para los micrófonos. El tigrense corrigió la postura y el tono, pero no el discurso. «Estamos ante una oportunidad única de cambiar el paradigma político. No perdamos energía en discusiones. Háblenle a la gente», les dijo a los recién llegados. Y buscó calmar a los ansiosos: «Con la candidatura no se apuren, esto es una maratón»..

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