Para presidir el Central no basta ser sólo bancario

La llegada de Juan Carlos Fábrega a la presidencia del Banco Central (BCRA) volvió a plantear la cuestión del tipo de conocimientos requeridos para ocupar el referido cargo. Fábrega llegó al BCRA desde el Banco de la Nación Argentina, institución en la que trabajó durante más de cuatro décadas y terminó presidiendo.
Al respecto entrevisté a un par de argentinos: Félix Gilberto Elizalde (1924-1981) y Pedro Pou (1943-2013). Ambos presidieron el BCRA, el primero durante la presidencia de Arturo Humberto Illia, el segundo durante la de Carlos Saúl Menem. Elizalde fue el cerebro del equipo económico que actuó entre 1963 y 1966; pensé y sigo pensando que fue un error echar a Pou en 2001.
-En los 78 años de existencia, el BCRA ya tiene 56 ex presidentes. ¿Qué es mejor para ejercer la presidencia, la experiencia o las lecturas?
Félix Elizalde: -El Central fue presidido por personas que llegaron desde la academia, como Adolfo César Diz, Roque Benjamín Fernández y Pedro Pou, y también por gente que llegó desde la experiencia práctica de la banca comercial, como Roque Maccarone, o desde las propias filas del banco, como Egidio Iannella y Pedro Real. Los primeros tuvieron que aprender la técnica, así como la idiosincrasia de los banqueros; los segundos los principios fundamentales de la economía monetaria. En Estados Unidos, la Fed fue presidido por Paul Adolf Volcker, banquero, y por Benjamin Shalom Bernanke, académico.
-¿Por qué se necesitan conocimientos tan diversos?
Pedro Pou: -Porque el Banco Central tiene que regular la cantidad de dinero, teniendo en cuenta los precios, la actividad económica y el empleo de mano de obra, al tiempo que supervisar el funcionamiento del sistema financiero, es decir, de los bancos y el resto de las instituciones que componen el sector. Lo cual plantea desafíos parecidos a los que enfrenta una empresa que vende mortadela y bombas atómicas.
– Fábrega pertenece al grupo de los banqueros. ¿Qué tiene que hacer?
FE: -Convocar a algún experto en teoría y política monetaria, de los que en el Banco Central tiene que haber varios [aunque en los últimos tiempos probablemente estuvieron invernando], o a algún experto de fuera del banco.
-¿Para qué?
PP: -No para que lo atosigue con literatura o lo impresione con la nomenclatura. Fábrega tiene una responsabilidad ejecutiva, de manera que tiene que poner todo al servicio de su toma de decisiones. Consiguientemente, al experto tiene que preguntarle lo siguiente: ¿qué es eso de demanda de dinero, cómo se la estima y por qué la tengo que tener en cuenta cuando emito dinero? ¿Cómo se lucha contra la falta de credibilidad? ¿Cómo se administran las reservas en un contexto como el presente? Y tiene que ser muy exigente con las respuestas. Si el experto en teoría y política monetaria balbucea, es parte del problema. Una cosa es ser prudente y otra aumentarle los miedos a quien tiene que adoptar decisiones en condiciones de alta incertidumbre.
-Este gobierno no está de acuerdo con la autonomía del Banco Central.
FE: -Lo cual no sólo quiere decir que perdió el carácter que tenía durante la Convertibilidad, sino que en los hechos se ha convertido en un apéndice pasivo de la Tesorería. Nadie espera que cambie este rol, porque la presidencia pasó de Mercedes Marcó del Pont a Fábrega; pero de repente endurece más su comportamiento, dadas las circunstancias. Es difícil imaginar al nuevo presidente del Banco Central diciendo que la inflación es un problema, pero que hay que reducirla utilizando «herramientas heterodoxas». De repente no dice nada, y esto también sería un avance.
-¿Qué tendría Fábrega que pedirles a los Reyes Magos?
PP: -Un ejemplar de Lombard Street, la obra que Walter Bagehot publicó en 1873, y es el manual clásico del funcionamiento de los bancos centrales. Escrito por quien no era académico ni banquero, sino un analista independiente [fue publicada originalmente, en fascículos, en el semanarioThe Economist, propiedad de su suegro].
-Caballeros, muchas gracias. .

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