Podemos

Durante muchos años hemos escuchado a propios y extraños reproducir frases poco alentadoras del futuro de la Argentina como «este país no tiene arreglo», «hay cosas que nunca van a cambiar» y que, en definitiva, «tenemos los gobernantes que nos merecemos». Sin embargo, el hecho de que aún no hayamos podido concretar ese cambio cultural que tanto necesitamos y muchos anhelamos, no quiere decir que no lo podamos lograr. Menos aún significa que no hayamos empezado ya a caminar en esa dirección como sociedad.
Como decía el psicólogo norteamericano Carl Rogers, «la curiosa paradoja es que cuando me acepto tal cual soy, entonces, puedo cambiar». En ese sentido, se trata de entender y confesarnos que podemos cometer errores y admitirlos para no tener que volver una y otra vez para atrás.
Reconocer quiénes fuimos y somos, con nuestras luces y nuestras sombras. Primero, entonces, aceptación. En segundo lugar, claridad sobre las metas que queremos alcanzar. No es sencillo: requiere valentía, romper moldes, compartir miradas y buscar nuevas formas de pensar. Implica reemplazar viejas creencias por ideas innovadoras y sostenerlas, dejarlas germinar hasta llegar lejos. Exige no bajar los brazos y alimentar el sueño todos los días, porque nunca una gran idea creció sin apostar al futuro.
En ocasiones, el estado de comodidad nos hace pensar que las causas de nuestras limitaciones tienen origen en los demás. Los entornos conocidos refuerzan las conductas aprendidas, y mantenernos cerca de los mismos no hace otra cosa que producir iguales resultados. Si no cambiamos nada de lo que no nos gusta y nos lastima, nada va a ser distinto. Todos deberíamos formar parte de la transformación y animarnos a imaginar un escenario con diferentes actores, actitudes y valores.
Se trata como dice la canción de Amar la trama más que el desenlace, recorrer el camino que nos lleve hacia las mejoras deseadas. Tal vez podamos entender con mayor claridad si empezamos a aceptar las equivocaciones y a comprender que la inteligencia emocional no es parecida a la viveza criolla que nos condujo una y otra vez al descreimiento y la desesperanza, sino la capacidad de hacer distinciones claras. Marianne Jennings inicia su libro Un relato sobre ética… con una frase de autor anónimo: «Lo que es correcto es correcto aunque nadie lo esté haciendo. Lo que es errado es errado aunque todo el mundo lo esté haciendo».
Los grandes cambios no se dan de un día para el otro, pero en algún momento tienen que empezar. Para volver a tener un país que sea capaz de ocupar un lugar en el mundo, previamente hay que darle lugar a cada uno de los argentinos que viven en él. Nadie dice que sea fácil pero -sin dudas- el esfuerzo vale la pena. Como dijo Carl Jung, «quien mira en su interior, despierta».
La apuesta es grande. Conlleva un trabajo personal de cada uno de nosotros. No lo dudemos: la Argentina vale romper con el escepticismo y en vez de alimentar con nuestros eternos comentarios el «no se puede», comenzar a exclamar «¡Podemos!»

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