“Qué convocatoria”, dijo Scioli. “Es la nueva Argentina”, respondió Magnetto

«Vila y Manzano creen todavía que Cristina Fernández de Kirchner —no todos sus funcionarios pero sí ella— está dispuesta a ir hasta las últimas consecuencias contra el multimedios más grande del país. Algo similar pensaba Massa cuando era jefe de Gabinete y se lo anticipó a Jorge Rendo, el director de Relaciones Externas del Grupo Clarín. Fue una de las primeras veces que se lo cruzó en la residencia de Olivos, un tiempo antes de asumir como ministro coordinador en el Poder Ejecutivo.
—El problema que tienen ustedes es Cristina. No es Néstor.
Hay quienes afirman que, en un primer momento, Clarín vio a Massa como un delegado de Hadad en las aguas de la política. Ya no, claro. Ahora lo notan rodeado por el clan mendocino, lo cual es peor. Sergio heredó la relación con el Grupo cuando Alberto Fernández renunció, hastiado, al proyecto que más protagonismo le concedió en su vida política y al que —es justo consignar— contribuyó como pocos. También Clarín colaboró en esos primeros años de mandato de Kirchner, en los que obtuvo la prórroga por diez años de los canales de aire, en 2005, y la apoteósica fusión de Multicanal-Cablevisión, en diciembre de 2007. Hasta marzo de 2008, la fecha de la Resolución 125, las partes pusieron su granito de arena por una Argentina viable. Un mes antes, el 3 de febrero de 2008, apareció esa tapa pactada en la que Kirchner y Roberto Lavagna se dan vuelta para sonreírle a un fotógrafo de Clarín —Google todavía conserva la foto. En la nota, titulada “Acuerdo político de Kirchner y Lavagna para reorganizar el PJ”, Julio Blanck afirma que se respetará la diversidad en el partido y que la jugada “muy fuerte” está destinada a tener un “fuerte impacto en la opinión pública y en el escenario político nacional”. En fin. Era una ilusión generosa, pero no pudo ser.
Alberto Fernández fue, y quizá sea nuevamente, en el futuro, un hombre importante. Cuando comenzó a vislumbrar el enfrentamiento con Clarín como algo sin retorno, Kirchner lo bautizó en la intimidad como “Paladino” Fernández, por aquel delegado de Juan Domingo Perón que terminó haciendo las veces de vocero del dictador Alejandro Agustín Lanusse. Massa heredó de Alberto la relación con Rendo, el nexo fundamental y operador principal de Clarín. Se vieron por primera vez a solas en las oficinas del consultor en comunicación César Mansilla, poco antes de que el ex titular de la Anses asumiera como ministro coordinador. La información fue filtrada por el propio Massa al diario Crítica de la Argentina: Sergio quería que se supiera que su intención era firmar la paz con el Grupo. O, al menos, bajar los decibeles de la guerra. Desde entonces, Kirchner comenzó a condicionar al segundo jefe de Gabinete de su esposa con un apodo que lo empequeñecía: Rendito. Massa se reía de ese apodo con el que el santacruceño lo envolvía en las sobremesas tras los partidos de fútbol que se jugaban en Olivos. En esos encuentros donde el anfitrión ponía a Massa de arquero en el equipo rival y le amputaba a su sombra, Ezequiel “Kelo” Melaraña, el amigo que conoce a Massa más incluso que Malena Galmarini. A Kelo, ex jugador de fútbol y con los años hombre fuerte del club Tigre, Kirchner lo ponía en su equipo para asegurarse el triunfo.
Rendito
El interregno de Massa como jefe de Gabinete de Cristina Fernández duró un año. El 7 de julio de 2009, renunció y volvió a la intendencia de Tigre. El antecedente de Alberto Fernández como hilo conductor de los dos gobiernos Kirchner durante seis años era un contraste inapelable que le dejaba sabor a fracaso a la incursión de Massa. Algo no había salido como la Presidenta lo pretendía. Ya Sergio había quedado al margen de las decisiones importantes y había sido desplazado en la preferencia del matrimonio gobernante por Amado Boudou, que todavía intentaba justificar a Massa ante las críticas que se cocinaban en la quinta de Olivos. Massa dice que se fue porque no pudo cambiar lo que pretendía y es probable que los 4 millones de votantes que lo respaldaron en 2013 estén de acuerdo, en líneas generales, con esa explicación. El gobierno nacional lo eyectó sin argumentos públicos, como hizo con tantos ministros, incluidos Fernández y Roberto Lavagna, los dos funcionarios que mayor peso específico tuvieron en la década ganada.
Boudou —aquel amigo inseparable de Massa, que después se inmoló en la causa Ciccone—, afirma en cambio que Sergio se tuvo que ir del Ejecutivo porque intentó pactar con Clarín, el holding que abortó temprano las ilusiones políticas del vicepresidente. A fines de junio de 2009, en plena ofensiva por la Ley de Medios, el entonces jefe de Gabinete se reunió una vez más con Rendo y con un directivo periodístico del multimedios. De ese encuentro, surgió un compromiso que Massa no llegó a cumplir: el respaldo del gobierno para el cableado subterráneo que proyectaba el Grupo. Doscientos cincuenta millones de dólares para inversiones.
—Tenemos asegurado nuestro futuro político de por vida —le dijo Massa a Boudou.
—¡Vos estás loco! Me vas a hacer explotar la relación con Kirchner —respondió el muchacho de la guitarra y las Harley Davidson.
Quizá Sergio lo sepa o quizá no, pero Amado le contó esa escena a los hombres más influyentes del kirchnerismo y se la contó también a la Presidenta. El DJ que hizo sus primeras armas en Mar del Plata argumenta que, si se hubiera hecho el distraído con ese tema, habría arriesgado el vínculo que había logrado en poco tiempo con el poder, la confianza que, dos años más tarde, lo convertiría en candidato a vicepresidente de la fórmula más votada desde el regreso de la democracia. Boudou lo contó y, queriéndolo o no, ejecutó un doble movimiento: clausuró los días de Massa en el Poder Ejecutivo y se ganó el cielo de Cristina. Por un tiempo. El ex intendente de Tigre puede atribuir la historia de los 250 millones de dólares al rencor que Boudou incubó frente a la munición del programa de radio Mitre, Lanata sin Filtro, y la sinergia con el Grupo, que fulminaron la carrera de Amado. Pero los diezmados altos mandos del kirchnerismo no tienen dudas. El martes 7 de julio de 2009, después de un año en la jefatura de Gabinete, Massa renunció a su cargo. Cristina ya había aceptado el error de nombrarlo: “No hay comunión. Vos pensás distinto”, le dijo en su despacho unos días antes.
Quince meses más tarde, con la muerte de Kirchner, Sergio se liberó del apodo Rendito y pudo seguir viendo a Rendo sin que nadie lo cuestionara por eso. Lo recibió, por ejemplo, el día que Cristina Fernández estalló de ira en Tecnópolis después de perder las elecciones primarias con el Frente Renovador en la provincia. Aunque el gobierno y la oposición lo tildan de empleado de las corporaciones, Massa le dice a su círculo íntimo que él quiere ser dueño. Como lo fue Kirchner. Pese a que reclama seguridad jurídica para las inversiones que anhela para su gobierno y le hace más guiños al empresariado que a los sindicatos, Massa dice que él quiere conservar la autonomía que —entiende— el ex presidente ganó para la política. Con otros modales, con otros interlocutores, con otros objetivos, pero jugando de titular y de capitán. Sería prematuro arriesgar qué va a hacer Massa con eso que dice ahora si llega a sentarse en el sillón de Cristina. Pero eso es lo que dice, aunque casi nadie hoy le crea.
“Dales una señal”
La reunión fue en la casa de Sergio en el country Isla del Sol, con José Luis Manzano y Daniel Vila, pocos días antes de que el intendente de Tigre confirmara oficialmente que iba a asumir el desafío de enfrentar al gobierno. Ya el incansable Rendo había peregrinado hacia Tigre con un mensaje claro y, a la vez, sinuoso. “Vas a tener el apoyo del Grupo. Magnetto te quiere ver”. En aquel encuentro, el lugarteniente del empresario que el kirchnerismo denunció ante la Justicia por la compra compulsiva de Papel Prensa durante la dictadura se sinceró ante Massa.
—El problema con vos son tus amigos Vila y Manzano.
Según cuenta Vila, con orgullo indisimulable, Massa respondió con un razonamiento que era difícil de refutar y lo situaba en un lugar de prescindencia con respecto al Grupo.
—Ustedes no van a elegir a mis amigos. Yo no elijo a los de ustedes.
Con ese antecedente sobre la mesa, Massa reunió a los mendocinos en su casa para abordar un tema que hasta tenía título: ¿qué hacemos con Clarín?
La charla duró por lo menos dos horas, pero puede resumirse en tres posiciones. Manzano decía que Massa tenía que reunirse con Héctor Magnetto y sellar un acuerdo con el holding de medios más importante de la Argentina que fuera lo más duradero posible. Pero el todavía intendente de Tigre no estaba seguro: argumentaba que, después de haber visto cómo terminaba la amistad entre el kirchnerismo y Clarín, lo mejor para él era mantenerse lo más lejos posible de la influencia de un multimedios que seduce y presiona con la misma intensidad. “Sergio no quería saber nada”, dice ahora Vila, que entonces dejó de lado por un rato su enfrentamiento con Clarín y buscó un lugar intermedio.
—No te podés pelear con ellos en este momento, pero tampoco los podés ignorar.
Entonces, el ex ministro del Interior de Carlos Menem tuvo una idea:
—Lo mínimo que tenés que hacer entonces es darles una señal.
—¿Qué señal? —preguntaron Vila y Massa a coro.
—Tenés que traerlo a Alberto Fernández.
Los rostros de la logia reunida en Tigre se encendieron con una sonrisa. Todos estuvieron de acuerdo.
—¿Cuál es el rol de Alberto? Es el embajador ante Clarín —dice Vila. Y después, aclara: —No sé si él lo sabe.
Audiencia con el diablo
Pese a la reticencia que mostraba en aquella charla con Vila y Manzano, Massa siempre quiso conocer a Héctor Magnetto. Si no lo hizo antes fue porque el CEO del Grupo Clarín no habilitó esa posibilidad o porque tuvo temor de quedar enredado en un juego que no terminaba de dominar. El primer encuentro a solas entre el candidato a presidente del Frente Renovador y el cerebro del multimedios más grande de Argentina fue el 10 de junio de 2014 y tuvo el aspecto de una cita casual. Ese día, Clarín mostró en el MALBA su poderío para congregar a toda la clase política y su renovada vocación de organizar debates para la elite gobernante. En la primera jornada del ciclo Democracia y Desarrollo estuvieron el empresario cristinista Hugo Sigman (Grupo Insud) y el vicepresidente de la UIA José Urtubey junto con banqueros como Enrique Cristofani, del Santander, o Juan Bruchou, del Citibank, y hombres fuertes de la Asociación Empresaria Argentina, la entidad patronal que orienta Clarín, Luis Pagani y Adrián Kaufman (Arcor) y Luis Betnaza (Techint). Lo que Clarín pretendía era reunir a políticos de todos los partidos opositores, en un intento de trazar coordenadas para el próximo gobierno. Ernesto Sanz, Hermes Binner, Horacio Rodríguez Larreta, Ricardo Alfonsín, Felipe Solá, Humberto Tumini y la Mesa de Enlace en pleno se sentaron en primera fila. Sin embargo, a Magnetto le interesaban sobre todo dos presencias, la de Daniel Scioli y la de Sergio Massa, que —fiel a su costumbre— esperó hasta que se fuera Scioli para hacer su ingreso. El gobernador bonaerense dio el presente y su encuentro con Magnetto fue narrado sin firma ni fotos en una nota en la que se destacaba la cordialidad del saludo. “Qué convocatoria”, dijo Scioli. “Es la nueva Argentina”, respondió el CEO. Todo fue sonrisas y amabilidad. Clarín le mojó la oreja al kirchnerismo y alguien en la residencia de Olivos volvió a maldecir al ex motonauta.
Sin embargo, lo más destacado de la jornada no salió publicado en las páginas de Clarín ni en las de ningún otro medio: fue el encuentro a solas entre el dueño del multimedios y el ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández. Al término del panel sobre “El nuevo agro argentino”, el empresario de 70 años y el candidato de 42 se quedaron cara a cara, acompañados únicamente por María Laura Santillán, que ofició de presentadora y se lleva muy bien con el matrimonio Massa. M y M estuvieron reunidos durante cuarenta minutos en un auditorio con capacidad para 224 personas. Durante ese lapso, el que monopolizó la palabra fue Magnetto, el anfitrión. Los dos conocían detalles de su interlocutor a través del embajador Rendo. Sergio reconoce que quedó impactado, a mitad de camino entre la sorpresa y la fascinación, por la personalidad de Magnetto. Lo envolvió la seguridad con la que el CEO se expresaba, pese a las dificultades para hablar que tiene a causa de un cáncer en la garganta. Fue una presentación, un primer acercamiento que sirvió por lo menos para que la desconfianza inicial entre uno y otro retrocediera varios casilleros. Terceros que accedieron a los términos de la conversación afirman que Magnetto y Massa quedaron en reunirse para tomar un café en busca de imaginar pautas de una futura convivencia que uno desea intensamente y el otro no descarta. Sergio apenas tuvo margen para hacer algunos chistes y recriminar el poco espacio que —lo dice en serio— le conceden los medios de Clarín: piensa que en 2014 el Grupo hizo su gran apuesta por la candidatura presidencial de Mauricio Macri».
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es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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